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La doble vida de Isabella

🔒 Capitulo 6. Pesadilla

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— ¡No pueden hacerme esto! — el director de programación del canal le había dicho que por el escándalo que se había desatado tras la muerte de Isabella debido a la investigación, con especulaciones por todos los medios, preferían darle unos meses de licencia.

Estaban en su oficina, él se levantó de la silla y comenzó a pasearse nervioso.

Perdería su amado programa, lo único que le quedaba…por lo que había luchado tan arduamente todos esos años.

— Yo no maté a Isabella,. — exclamó con enojo — esto es una completa locura — dijo mientras se seguía paseando por la oficina. Laurent, el director, lo miraba ir y venir con un poco de pena mientras tenía sus manos unidas por arriba de la superficie pulida de madera.

Él también se había cogido a Isabella, como el 70% de los hombres del canal…no sabía que tan consciente era Thomas de esto. Él siempre había estado focalizado demasiado en el trabajo como para prestar atención a lo que hacía su ‘amada’ mujer detrás de cámara. De hecho Laurent creía que de saberlo posiblemente no le interesara. Tampoco creía que hubiese matado a Isabella. Para él ese show lo era todo e Isabella, aunque fuera la ‘cara bonita’, era parte de él. Y el público los amaba,los números del rating siempre lo habían reflejado. Claro, hasta el deceso de ella. Era una paradoja pues ahora hacían rating con el show enarbolado alrededor de su muerte.

El corazón y el espíritu de ese programa habían sido Thomas siempre sí. E Isabella era la cara bonita, también. Pero hacían un buen equipo, el público los adoraba así juntos. Eran la pareja soñada, su historia parecía un cuento de hadas…al menos hasta la muerte de ella.

Anque a él le costaba pensar que Thomas la hubiera matado, la policía no pensaba así. Incluso había ido al canal y uno por uno los había interrogado a todos..Incluso a él.

Afortunadamente hacia un tiempo que ya no cogía con Isabella, desde que conoció a su mujer y se enamoró de ella perdidamente, que dejó de frecuentarla definitivamente.

— Por favor, dime que si todo se esclarece vas a devolverme el programa. Es lo único que me queda — le dijo Thomas mirándolo grave, en tono suplicante, apoyando las palmas de sus manos en el escritorio. El buen Thomas siempre pulcro estaba desaliñado. Ya le habían sacado el cabestrillo, pero sus mejillas estaban hundidas, su barba crecida y su ropa , compuesta de un jean y una camisa, arrugada.

— Hoy no puedo asegurarte nada Thomas, todo depende de los directivos del canal…yo solo digo instrucciones — se excusó el hombre apenas unos años más grande que él.

Thomas salió del canal maldiciendo. La gente, dentro del edificio, aunque lo saludaba con cierta pena en su mirada también murmuraba a sus espaldas. Él podía oírlo susurrando. Todos se preguntaban si había sido él.

Incluso su propio programa, ahora conducido por Nathan otro presentador del canal, habían convertido la muerte de ella en un maldito show, un centro de especulaciones sobre la muerte de su esposa. Pasaban especiales enteros. Mientras los reporteros de su canal, y los demás, le hacían guardia periodística en la puerta de su casa. Todo eso parecía ser sacado de una maldita pesadilla.

Una pesadilla, en eso se había transformado su trabajo ese último tiempo de su vida.

Encima con todo lo de Isabella Wagner, la posibilidad de acercarse a Thomas se le había vuelto algo en contra. Lo único que le faltaba a ella era tener a la policía canadiense soplándole la nuca pensando que ella tenía que ver con la muerte de esa maldita zorra…podrían investigar y hacer la conexión con el infeliz bastardo de su hermano. El descubrir que era la hermana de ese homicida podría traerle demasiados problemas a Carolina. En parte por eso usaba Hansen, el apellido de su madre, no solo porque sonaba bonito.

Fernando había intentado matar a la heredera que era su esposa, pero ésta había sobrevivido. Un par de años después, se hizo pasar por otra mujer para seducirlo, y así volver y recuperar lo que le había sido arrebatado por él y su amante y mejor amiga de ella Vivian. Su hermano la había dejado en medio del mar, tiburones la atacaron pero tuvo la suerte de ser encontrada por una embarcación dónde iba el viudo de su tía.

Al final desenmascaró a Fernando que huyó pero naufragó en el mar. Los tiburones se hicieron un festín con él y descubrieron sus restos en la playa griega de la isla donde la “feliz” pareja había vivido.

Al final había salido bien para Stefanía, se había terminado casando con el viudo de su tía y ahora era realmente feliz…

No como ella que últimamente vivía atormentada pues había empezado a temer que el propio directorio empezara a hacer averiguaciones sobre su pasado.

Vivía con los huevos en la garganta literalmente, aterrorizada de que le fuera arrebatado todo por lo que había luchado tantos años. Tanto sacrificio en vano, era tan injusto…

Ella se había esforzado mucho, hizo todo por derecha, con esfuerzo…y ahora le pasaba eso.

Edward de repente había sacado unas garras que ella no sabía que tenía y le había declarado en su propia oficina la guerra.

— Yo quiero ese sillón tanto como tú, y haré todo lo que sea necesario para tenerlo — le había dicho señalandola con el índice en tono amenazante.

Maldito bastardo, ahora se acordaba de tener ambición cuando desde que lo había conocido se había comportado como una puta ameba indiferente.

Esa noche Carolina llegó a su casa con dolor de cabeza impresionante. Ya había tomado algo para el dolor, pero sentía como si se le clavaran alfileres en las sienes.

Se sacó los tacones ni bien abrió la puerta de su piso. Los dejó en el zapatero de la entrada junto a su bolso. Luego se dirigió a la ducha, se desnudó y dejó todo en el cesto de la ropa sucia. Entró y abrió el agua. Una ducha caliente era todo lo que necesitaba. Dejó correr el chorro de agua casi hirviendo contra su espalda y luego bajó un poco la temperatura para usar el chorro del duchador contra su entrepierna… hasta quedar temblorosa. Y satisfecha.

Salió mucho más relajada y humeante. En la época en que estaba de moda la serie Game of Thrones su amigo abogado le dijo un día, cuando salió de ducharse , que esperaba verla con un pequeño dragón sobre el hombro -haciendo alusión al personaje de ‘la madre de los dragones’- y ella estalló en carcajadas. 

Ya quisiera tener dragones, mandaría a prenderles el culo con fuego a esos viejos misóginos que se hacían los progres de cara a la sociedad, y vivían en el siglo XIX dentro directorio.

Por un instante pensó en sacar algún muerto del placard de Edward para perjudicarlo pero ella, a fin de cuentas, no era su hermano. 

Había llegado hasta allí jugando limpio, y así iba a seguir. Aunque le costara el sueño de su vida, estar sentada a la cabecera de la mesa y en el gran sillón del directorio del conglomerado.

Se dirigió desnuda, luego de secarse y pasarse crema, hacia su dory. Se puso un camisolín, que estaba bajo la almohada, era de seda y lo había traído de un viaje de Tokio. Después fue hasta la cocina en pantuflas de seda que hacían juego con su ropa de dormir. Todo en ella decía clase nadie sabría nunca, ni imaginarían, que había vivido en una casa con suelo de tierra y techo de chapa de un solo y pequeño ambiente para compartir entre su madre y hermanos en un campo de Argentina.

Como no tenía hambre tomó una manzana de la cesta de frutas bellamente decorada por su empleada, sacó una botella abierta de vino de su cava personal y se sirvió una copa de un buen Merlot.

Uff como extrañaba los vinos argentinos, eran mil veces mejores que esa mierda que bebía.

Fue hacia su cuarto. Necesitaba relajarse.

Prendió la TV y estaba el programa de Thomas, solo que sin él. Hablaban de lo de Isabella y las últimas novedades del caso. No pudo evitar sentir cierta compasión por Thomas. Se preguntó cómo se sentiría en ese momento, supuso que no la estaría pasando bien.

Quizá podría conseguir su número para solidarizarse más estrechamente con él… 

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