Flashback
Isabella se sentía increíblemente aliviada, a pesar de sus circunstancias actuales.
Ella había planificado todo al detalle.
Thomas siempre había sido manipulable en sus manos. Sabía que hacía unos años cuando descubrió algunos de sus amoríos, su pareja quedó pendiendo de un hilo. Pero de eso había pasado un tiempo largo y él parecía haberlo olvidado todo. Aparte de que estaba subyugado por sus encantos.
Así, siempre ella tenía sus recursos para reconquistarlo. Como había sido con todos los hombres a lo largo de toda su vida desde que era pequeña.
Los hombres siempre habían hecho lo que ella quería, y habían comido de su mano. Bailando al son de la canción, que como una sirena, ella les cantaba. Desde la primera vez que tuvo contacto con alguien del sexo opuesto entendió que ella podía ejercer poder y sacar provecho de ellos.
Así fue logrando ascender en el canal. A través de su sexo. Todos caían a sus pies, a veces era tan fácil que hasta se aburría. Por eso cambiaba mucho y probaba cosas nuevas, claro, a espaldas de Thomas por supuesto.
Camino a la casa de las afueras vió por la ventana, en el cielo unas nubes asomaban. Quizá un mal presagio sin que ella lo supiera todavía.
Suspiró. Ese día vería a dos personas primero. Esperaba resolver todo a tiempo, antes que Thomas llegara a la casa. Y así tener todo resuelto.
La primera vez que lo vió le pareció atractivo. Pero no fue solo eso, vió el diamante en bruto que era él. La promesa de lo que sería con la ayuda adecuada, que claramente sería ella.
Entonces supo que la posibilidad de llegar lejos era junto a ese hombre apuesto. Y no se equivocó. Solo tuvo que acostarse con las personas indicadas y esperar su oportunidad para dar el gran salto, y lo logró.
Isabella siempre obtenía lo que quería, SIEMPRE. Y tenía la cualidad de ser muy paciente.
El obtener lo que quería,a cualquier costo, claro que le había hecho ganarse algunos enemigos en su vida. Había personas que no se tomaban muy bien el ser usadas y desechadas en su ascenso a la fama, especialmente si eran del sexo masculino, y eso era algo que ella hacía seguido.
Le parecía un poco tragicómico, que esos hombres desagradables con los que había tenido que intimar creyeran que fueron ellos los que se aprovecharon de ella cuando en realidad fue completamente al revés. A veces los hombres le parecían seres patéticos a Isabella. Eran como perros, yendo detrás de un hueso. Y ella podía jugar a ser un hueso muy jugoso mientras los manejaba a su antojo. Ellos eran piezas en el tablero de su propio juego, donde era la única jugadora.
Isabella, aprendió desde muy joven también que era mejor jugarla de inocente, hablando de juegos, y su aspecto rubio bello y angelical la habían ayudado.
Siempre todos la habían subestimado.
Cuando era pequeña, creyendo que era la niña buena, la mejor alumna, la hija ideal.
De adulta, como la mujer perfecta.
Una señora a los ojos del mundo y una zorra para quiénes la conocían de verdad.
Pero si tenía que ser honesta consigo misma no se había sentido tan plena, como en ese momento, desde que comenzó su escalada al estrellato de la mano de Thomas. Claro que al inicio fueron todas rosas, pero no hay rosa sin espina. Fueron días felices sí, los tiempos de gloria. Luego todo se fue disipando, al menos de su lado. Pero ahí, en ese momento, sentía una emoción, que ya no palpitaba en su corazón por esos días.
Al principio entre las salidas con él, los autógrafos, las flashes. Incluso sentía placer realmente las primeras con el sexo juntos, recién estrenado en sus brazos. Pero de eso habían pasado varios años y sentía desde hacía un tiempo invadiendola un hastío que perturbaba sus días.
Supuso que en ese sentido, no era diferente a otras personas, ni su matrimonio distinto a otros matrimonios. Por eso de ‘escoba nueva siempre barre bien’. Y habían barrido largo y tendido con su marido, pero no pasó mucho tiempo para que la invadiera el aburrimiento de lo cotidiano y repetido. Thomas era un hombre apasionado a su manera, aunque metódico, y no lo carcomía el deseo como a ella.
Quizá habría quiénes podrían considerarla una ninfómana. Aunque siempre supuso que de ser hombre las cosas hubiesen sido distintas, muy distintas para ella. En un sentido la masculinidad representaba ciertas ventajas en un mundo donde el poder estaba en manos de los hombres. Por ejemplo el no ser juzgada por las cosas que eran bien vistas cuando ellos las hacían todos los días.
Pero ella, en su niñez, había aprendido que las mujeres tenían armas que los hombres no tenían. Y había aprendido también, en que forma usarlas. Cada palabra, cada gesto, cada acción era calculada. La primera vez que de alguna manera la recompensaron por ser una niña bonita y complaciente supuso que la jodieron, o quizá ya venía jodida de antes y recién ahí ella tomó consciencia de ello. Quizá fue cuando sonrió por primera vez en una tienda y el encargado le dió un dulce como recompensa, o quizá incluso antes de eso.
Mientras para la mayoría de las mujeres era un obstáculo para llegar a donde querían para Isabella, su sexo era una herramienta. Una herramienta que podía usar con enorme placer.
No hubo ni una sola de las veces en que ella se tuvo que acostar con alguien, incluso con personas que siendo objetivos no hubiera elegido libremente, que ella no encontrara gozo de alguna manera.
Mientras tomaba las curvas sinuosas de esa carretera cavilaba acerca de su vida y en cómo había llegado a ese camino en ese preciso instante.
Claro que esos pensamientos no eran casuales, sino que iban a tener una incidencia en los sucesos posteriores de su vida de los que no tenía idea Isabella. A Isabella le gustaba el control, el poder y el sexo en ese orden.
Pero poder y control no eran lo mismo aunque esto era algo que no tenía del todo claro aún, aunque ella creyera lo contrario.
Por ejemplo ella tenía poder sobre Thomas pero no podía controlar el que hiciera siempre exactamente lo que ella quería, porque entraban en juego otras variables como un suceso inesperado que cual efecto mariposa podría producir un huracán en Roma como aprendería en un breve tiempo.
Seguramente si fuera de de otra manera se aburriría de tener el control absoluto sobre todos y todo, Isabella. Ella podía tener el poder, algo que realmente valoraba, pero no era lo mismo que el control total sobre los sucesos y las personas. E incluso el accionar repentino de las personas en determinados contextos. Ella no podía controlar eso.Y muy pronto ella caería en la cuenta de eso.
Porque a pesar de que creía que lo controlaba todo, había cosas que siempre se escapaban de control…a ella y a todos…
Y esto era justamente algo que ocurría, considerando el deseo por poder y control -que quizá se traducía en deseo de sexo desenfrenado en ella-, cuando uno menos lo deseaba. Tal fue el caso de Isabella.