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La doble vida de Isabella

🔒 Capitulo 12. Deseo

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Carolina estaba terminando de acomodar el lío que quedó luego de que comieran, levantó las cosas y él le acercó los platos, que ella colocó en el fregadero. Por un instante sus cuerpos quedaron tan cerca que a ella prácticamente se le cortó la respiración y tragó saliva con nerviosismo. Nunca lo había tenido tan próxima a ella. Y lo había deseado tanto en un momento de su vida…

— ¿Quién eres realmente??? — preguntó él con el entrecejo fruncido. La curiosidad impregnada en su mirada. Su rostro intrigado, buscando algo que la delatara sin encontrar nada más que mirada de ojos oscuros y razones, en apariencia, claras 

— Yo…ya..t..te..lo…dije…— tartamudeó ella y se sintió una completa idiota inexperta en ese momento…como cuando era muy joven y torpe. Y Thomas no le había prestado la menor atención a pesar de verla a diario.

Él se inclinó sobre ella, tomó con suavidad su barbilla y probó sus labios entreabiertos, tanteando su humedad muy despacio.

Una lucha de sentimientos asolaban el alma de Thomas. Por un lado, sentía que estaba traicionando la memoria de su dulce Isabella.

Por el otro, sentía el deseo irrefrenable de hundirse en esa mujer tan cálida que parecía haberse convertido en su ángel de la guarda de un día para el otro…

Carolina pasó los brazos por el cuello de Thomas y profundizó el beso. Él gimió desde lo más profundo de su garganta y ella sintió su entrepierna mojarse, por sus fluidos vaginales. La excitación de tenerlo cerca, probando sus labios, era como un afrodisíaco para su cuerpo.

Él apenas se separó de ella.

— Yo…esto está mal…Isabella apenas murió…— murmuró él un poco apenado.

Ella tomó su rostro y lo obligó a mirarla.

— Isabella lleva muerta como un par de meses… y estoy segura de que ella querría que estés bien…si te amaba tanto como dices, ¿ella no querría verte feliz?.— Susurró ella con sus ojos oscuros entornados pensando que esa perra lo último que querría era ver feliz a Thomas…pero él no estaba preparado para oír la verdad. Al menos no todavía.

Él la miró por un instante y volvió a besarla soltando otro gemido cargado de pasión.

Ella con un hábil movimiento envolvió sus piernas en sus caderas y él la empujó contra el fregadero. Su pene erecto presionando en el vientre de Carolina. La excitación se había adueñado de ambos.

Caro tomó su pene con una de sus manos y lo envolvió con ella. Lo empezó a masturbar mientras él no dejaba de besarla. Apenas debió soltarlo cuando él le quitó la camiseta. No tenía brassier debajo.

También le quitó los pantalones y las bragas.

— Por Dios que estamos haciendo — dijo solo por un momento con su frente apoyada en la de ella, mientras ella otra vez había agarrado su pene para seguir con su movimiento ascendente y descendente.

La bata se había deslizado hacia el suelo dejando al descubierto el magnífico cuerpo de Thomas.

— Viviendo… estamos vivos Thomas… — dijo ella que encerró más fuerte su pene duro, que estaba goteando líquido preseminal del glande.

Ella abrió las piernas y lo guió hacia su orificio vaginal. Lo frotó contra su clítoris primero.

— Vas a volverme loco…— dijo él con voz ronca.

— ¿Y eso es malo? — respondió ella seductora.

Él agarró su pene con una de sus propias manos y lo hundió despacio en ella.

— Oh Dios que bien se siente, eres pequeña…— gruñó él.

Ella rasguñó sus hombros, mientras apoyaba los talones en la espalda de Thomas para hundirlo más dentro de ella.

— ¡Oh si Thomas, siii !!! — Susurró Carolina en su oído y mordió el lóbulo de su oreja.

Él comenzó a embestirla de manera silenciosa.

Con su boca encerró uno de sus pechos y empezó a succionarlo. Ella agarró su cabeza mientras sonidos de placer escapaban de sus labios sin poder evitarlo.

— Me voy a venir dentro — gruñó él y ella estaba muy cerca del orgasmo.

— No …no hay riesgo… llegó a pronunciar antes de que los espasmos empezarán a sacudir su pequeño cuerpo. Luego sintió la humedad dentro de ella más pronunciada y supuso que él había eyaculado también porque sus hombros temblaban y había ocultado su cabeza en el hueco de su cuello. Ella lo abrazó como si no quisiera soltarlo jamás.

Unos minutos después él salió se ella y sin que le dijera nada tomó una toalla de papel que había de un rollo de cocina, y la limpió. Luego se limpió él y lo tiró en el cesto.

Volvió hasta donde estaba Carolina y la observó semi recostada. Saciada.

— Por Dios, eres una muñeca — Exclamó él.

Ella se sintió tímida repentinamente y hasta sintió colorearse sus mejillas para su completa sorpresa.

— Quédate — dijo espontáneamente ella. 

Él se acercó y la alzó en brazos, como si fueran recién casados. 

— ¿Dónde queda la recámara? — solo respondió él.

— Por éste pasillo al fondo — dijo ella sin dejar de mirarlo a los ojos mientras abrazaba su cuello con fuerza para sostenerse. 

Él la llevó lentamente y la recostó con suavidad en su propia cama. Se colocó sobre ella.

— Hola Caro … — dijo él y sonrió.

— Hola Tom…— contestó ella y le dió un suave beso con sus labios.

Él metió su lengua hasta el fondo de su garganta y comenzó a masajear sus senos con sus manos. Se dió cuenta extrañado, que ni siquiera con Isabella las primeras veces se había excitado tanto.

Llevó una mano hasta el monte de Venus de la joven mujer que estaba perfectamente depilado, y tenía un triángulo pequeño de pelo púbico. Rozó sus pliegues hasta llegar a su clítoris y frotarlo.

Con placer vió que ella gemía fuerte. Y metió un dedo dentro. Estaba húmeda y preparada de nuevo para recibirlo.

Esa vez la penetró con lentitud sintiendo palmo a palmo como la atravesaba su pene sin dejar de mirarla. El ritmo fue pausado. Llegaron prácticamente juntos al orgasmo y luego él se recostó con suavidad en su pecho mientras ella acariciaba con dulzura su cabello hasta que se quedó completamente dormido.

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