“Estás llamando al número…”
Tiro el móvil por algún lado de la cama y suspiro frustrada, he ido a buscarlo a su piso y no esta, bajé hasta recepción con el cuento de que habia escuchado ruido y el guardia me ha dicho que bajó hecho una furia. Está ahogado de alcohol. Temo por su seguridad.
Miro el reloj, son casi las cinco de la mañana, muero de sueño, de angustia, de desesperación. Quiero saber donde está, o si esta bien.
Me siento en la orilla de la cama, miro por el ventanal, el amanecer esta por asomarse, quiero salir y buscarlo, ya no sé que hacer.
Camino a la cocina y enciendo la cafetera, enciendo mi tercer cigarro y espero paciente mi café, muerdo mis uñas en una clara señal de desesperación, quiero que aparezca y saber que todo esta bien.
Apago el cigarro a medio terminar y me sirvo el café. El teléfono fijo suena y prácticamente corro hasta el.
—¿Diga?
—Yo…estoy…bien. Necesito tiempo para… –suspira–. Necesito pensar y soluciones, nosotros, no te preocupes ¿Quieres?
Estoy a punto de contestarle pero no me da tiempo y cuelga. Siento un vacío en el pecho y un nudo en la garganta. Suspiro sintiéndome agobiada, sólo espero que en realidad se encuentre bien.
***
Una horrible punzada me hace abrir los ojos, la luz de día me hace cerrarlos de nuevo, no bajé las persianas anoche. Miro el reloj y son la diez y treinta, la luz de mi contestadora parpadea, camino hacia ella y escucho el mensaje.
“Amelia Elizabeth Morgan Cabrera,
te he llamado infinidad de veces
al móvil. ¿Por qué diablos no respondes? Llama en cuanto escuches este mensaje”
Cuando mi madre me llama por mi nombre completo es por que esta bastante furiosa. Levanto la bocina y marco su número, me responde al instante llamandome César.
—No, soy Amelia.
Ella se disculpa y casi a punto del llanto me cuenta que César no ha llegado a casa, que esta sumamente preocupada por él.
—Seguramente se quedo con algún amigo mamá. ¿Ya intentaste llamar al móvil?
Ella niega haberlo intentado y eso me hace poner los ojos en blanco.
—Llama entonces mamá, quizá algo se le atravesó.
Me agradece por escucharla y luego empieza con la rutina de siempre, que si se me esta pasando el tiempo, que porque no tengo novio, que hasta cuando creo que ella va a vivir. Que morirá antes de ser abuela.
—Mamá, yo no estoy lista, en este momento mi vida esta hecha una…–me detengo antes de soltar una palabrota–, no estoy lista entiende. Y cuando encuentre a un hombre lo sabrás.
Se disculpa nuevamente y me menciona algo que me deja petrificada.
—¿Qué? ¿Cuándo? ¿Cuántos días?
Ella emocionada de la vida me menciona que vendrá algunas semanas a España, y claro que querrá estar aquí.
—Bien, pediré algunas semanas para tu llegada, si mamá, yo también te amo, claro saluda a César. Hasta pronto.
Cuelgo el teléfono abrumada, ¿Cómo voy a superar esto? No es que no quiera que ella venga, amo la idea de ver a mamá, lo que temo es lo que pueda hacer cuando esté aquí.
Me desvisto y entro a la ducha para tratar de despertar por completo, hoy no trabajo y no tengo ganas de salir, Mayra seguramente seguirá encamada con el tipo del bar. Supongo que iré al super, y después, después ya veré.
Tomo lo que necesito y algunas otras cosas que creo convenientes, esta tarde será de películas así que llevo algunas bolsas de chocolate, tal vez invite a la vecina oxigenada. Sólo de pensar en la incomodidad de estar con ella me arrepiento.
Choco con otro carrito y rápidamente me disculpo, casi muero al ver de quién se trata.
—Oh por dios, Romina ¿Qué hace aquí? –cuestiono mientras me pongo a su lado.
—¿Quién eres?
—Amelia Morgan.
—Oh Amelia, que bueno que estás aquí. –responde con voz aliviada.
—¿Por qué está aquí sola?
—No sé ni siquiera donde estoy, la mujer que está a mi cuidado me pidió que esperará aquí.
—¿Nicolás sabe que ella salió con usted?
—No lo sé, ella sólo dijo que saldríamos pero no sé dónde estoy.
Siento mucha rabia y tristeza al mismo tiempo, ¿Cómo es posible que exista gente así?
—Venga conmigo Romina, vámonos de aquí.
Tomo su mano y camino hasta la caja, pago rápido y tomo las bolsas, con la otra mano tomo la mano de Romina. La escucho sollozar y eso me parte el alma.
—Tranquila Romina, va a estar bien.
—No sé que hubiera sido de mi si no me hubieses encontrado.
—Por fortuna lo hice, ahora iremos a un lugar seguro.
Ayudo a Romina a subir al auto, abrocho su cinturón y cierro la puerta, subo al coche también y presiono su mano para tranquilizarla.
—Todo va a estar bien, llamaré a Nicolás.
—Muchas gracias Amelia, no quiero ser una carga.
—No diga eso, lo hago con mucho gusto.
—Él no quería irse, pero debía hacerlo, insistió en llevarme pero me negué, era trabajo, no puede cuidarme y trabajar.
—No se preocupe más, lo llamaré más tarde, ¿De acuerdo?
—De acuerdo. –responde mas tranquila.
Salgo del estacionamiento y me debato entre ir a mi departamento o al suyo, creo que estará mejor conmigo.
●▬▬▬▬๑۩۩๑▬▬▬▬▬●
Manejo hasta el departamento tratando de mantener el ritmo lento, aparco y le pido al guardia que me ayude, él lo hace sin dudarlo, caminamos hasta la recepción, suspiro aliviada cuando entramos al ascensor, agradezco y sonrío al guardia.
Espero paciente a que suba y una vez en mi piso salgo junto a Romina, abro la puerta y entramos, la acomodo en el sofá y camino hasta la cocina para acomodar las bolsas.
—¿Desde a qué hora estaba afuera?
–cuestiono.
—Bueno, el despertador suena a las siete, y de nuevo a las ocho, me levanté cuando sonó la segunda vez, me cambié de ropa y salí hasta el comedor, entonces la enfermera que contrató Nico me dijo que iríamos a la farmacia, dijo que desyunariamos algo afuera, subimos a un coche, todo iba muy silencio.
»Después de ir por un rato, el coche paró y bajamos ambas, caminamos y al entrar sentí muy frío, ella dijo que era normal, no llevaba suéter. Caminamos en lo que supongo era el super y entonces se paró y me pidió que esperará. No sé cuanto tiempo esperé, y no regresó.
Siento mucho odio hacia esa persona. ¿Cómo pudo hacer eso?
—Le preparare algo para desayunar, es muy tarde ya.
—No, no quiero darte molestia.
—No es molestia, además yo tampoco he desayunado. Ya vuelvo.
—No te irás ¿verdad?
—No Romina, no me iré. Aquí voy a estar y si quiere podemos hablar mientras cocino.
Ella asiente, la levanto del sofá y la pongo en una silla cerca de la barra.
Mientras me decido que hacer ella me cuenta sobre su vida, como es que conoció al padre de Nicolás y sus memorias.
Podría estar escuchandola todo el día, me recuerda tanto a mi abuela, en este momento desearía tenerla conmigo.
—¿Te pasa algo?
—No, ¿Por qué pregunta?
—Te has quedado muy callada.
—Estaba recordando a mi abuela, me gustaría tenerla aquí conmigo, la extraño.
—También lloré y extrañé mucho a la mía, era como mi amiga, una segunda madre. Lástima que no sean eternas.
—Si, es una lástima.
Veo como Romina bosteza, seguramente esta cansada.
—Vamos a que duerma un poco, se ve cansada.
Ella no rechista y sólo asiente, la llevo al cuarto de visitas y la cobijo un poco.
—Estaré en la sala, llámeme si necesita algo.
—¿Podrías localizar a Nico?
—Lo haré, ahora descanse.
Me doy media vuelta y antes de salir me detengo al escucharla hablar.
—El hombre que te tiene es tan afortunado, no pudo tener mejor suerte.
Siento un nudo en la garganta, “el hombre que me tiene” no es afortunado, ni feliz.
—No hay hombre afortunado, Romina.
—No ahora, pero lo habrá.
—Tal vez. –respondo sintiendo un nudo asentarse en mi estómago.
Salgo de la habitación y camino hasta el teléfono, marco el número que Romina me dió y contestan al instante.
—Consultorio del doctor Santana, ¿En que puedo ayudarle?
—Estoy buscando a Nicolás Santana.
—¿Quién lo busca?
—Amelia Morgan, es urgente que yo…
—El doctor Santana no está disponible, llame más tarde.
Cuelgan del otro de la línea y yo me quedo como tonta mirando el teléfono, que mujer tan amargada.
Suspiro y vuelvo a marcar el número, espero paciente y escucho cuando contestan.
—Nicolás Santana.
Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo, mi piel se eriza y me quedo sin habla.
—¿Hay alguien? ¿Quién habla?
Me aclaro la garganta y hablo.
—Soy Amelia Morgan.
—¿Amelia? –cuestiona sorprendido.
—Si, yo.
—¿Cómo conseguiste mi número?
—Tu madre me lo dió.
—¿Has ido a verla?
—No, la encontré en el super, sola.
—¡Eso es imposible! Tiene quién la cuide.
—Pues la abandonó, no llevaba suéter y no había comido nada desde las ocho y treinta más o menos, ¡estaba sola Nicolás!
—¿Esta en tu casa?
—Si, está conmigo.
—Voy para allá.
Cuelga la llamada y de nuevo miro el teléfono como tonta, es la tercera vez que me cuelgan una llamada, sin duda tendré que acostumbrarme.
Preparo café y me sirvo una taza, me siento en el sofá, en el que la noche anterior estaba sentado él.
Vagamente me hago preguntas en mi mente, ¿será que esto acabó? ¿Es definitivamente un adiós? ¿Debo ser yo quién termine con esto?
El timbre suena despertandome de mis pensamientos.
Abro la puerta y siento que el corazón se sale de mi pecho.
—Mia, oh Mia lo siento tanto.
Me abraza a su cuerpo de manera posesiva, yo estoy aún en shock. Me separa de su cuerpo, el me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué ocurre, no me esperabas?
Niego con la cabeza.
—En realidad no, creí que…olvídalo.
—¿Creiste que era alguien más?
Asiento con pesar.
—Lo esperas a él ¿cierto?
—No empecemos con eso de nuevo.
—¿Él esta aquí? ¡Responde!
—¡No! No esta aquí, ¿Contento?
—Déjame pasar.
—Es mejor que te vayas. –pido de manera calmada.
Él mira al suelo resignado y de pronto me empuja y abre la puerta, entra hecho una furia y temo que despierte y asuste a Romina.
Vuelve a la sala y me mira molesto.
—¿Dónde está él?
—No sé de qué hablas.
—¿Por qué Mia? ¿Por qué pasa esto? Dímelo.
—Vete por favor. –pido de nuevo.
—¿No me amas entonces? –cuestiona.
Niego con la cabeza.
—No es eso, yo…necesito tiempo.
—¿Tiempo? ¡Tiempo! Es como si estuviéramos terminando Amelia.
—Por favor. –suplico.
Me mira con una gran furia en sus ojos, patea la mesa de vidrio con tanta fuerza que la rompe, me toma por los hombros y me azota contra la puerta.
—Eres solamente mía, Amelia, y te advierto que si veo que alguien más pone sus ojos en tí, será lo último que haga en su miserable vida. No olvides que fuiste, eres y serás mía. –dice en un tono que me asusta.
Él no lo sabe pero su agarre me hace daño, me asusta cuando se pone así, pero la culpa no es de él, sino mía.
Me suelta y sale del departamento azotando la puerta, camino hasta la habitación de visitas y por fortuna Romina sigue dormida.
Me siento en el sofá y me abrazo a mi misma, sintiendo mis lágrimas caer. He cometido un grave error con él, y ahora lo estoy pagando.
Categorías
🔒 Capítulo Cinco
Log in or Register to save this content for later.
Una respuesta a «🔒 Capítulo Cinco»
Debes acceder para ver éste contenido.