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Los Blacksburg

Fénix

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Año 645 a, d C

Todo Tarút estaba en un caos, se escuchaban gritos, llantos, personas y animales que corrían en busca de refugio, huyendo de las inmensas llamas de aquel dragón. Maraduck se encontraba con espada en mano tratando de distraer a aquella bestia infernal para que dejará el pueblo, pero todo intento parecía inútil. Las casas de maderas ardían en llamas altas que creaban una gran nube gris y negra de humo, las esposas corrían con sus hijas e hijos a las profundidades del bosque, iban armadas, pues sabían el peligro que corrían dentro del bosque, en cambio, Dalith, corría hacía el lugar donde se encontraba su padre con los demás guerreros.

―Padre, debemos de huir, ya no nos queda nada aquí ―bramó mientras el calor de las casas se hacía más presente alrededor de ellas.

― ¡Huye! ¡Sálvate! Yo me quedaré aquí a batallar con ellos ―pronunció mientras se cubría con el escudo el colazo del dragón. ―Ellos necesitaran un nuevo líder, alguien que los guíes y tu eres mi sucesora, así que toma mi lugar y lidera con sabiduría y tu mente muy en alto ―sonrió.

― ¡No! ¡No! ―gruño ― ¡No padre! No huiré, no pienso hacerlo así que no me des ordenes, pienso quedarme a tu lado y batallar contigo y si he de morir por este demonio, lo haré con orgullo y honor, no como una cobarde que huyó de su destino ―protesto.

 Maraduck, suspiró y gruño, sabía que su hija era terca al igual que él y eso a veces le sacaba de quicio, sabía que ella no se iría de ahí, por lo cuál no le quedo más que batallar contra aquella bestia junto a su hija y los demás guerreros, con espadas y flechas trataban de distraer al dragón y hacer que se marchara de su pueblo, pero el fuego amenazaba con rodearlos y dejarlos encerrados entre sus llamas para convertirse en presas de aquella enorme bestia, Dalith al ver que su padre estaba en peligro silbó para llamar a su caballo, el cuál no tardó en llegar a pesar de que el miedo y terror se reflejara en su mirada, golpeo con sus talones al caballo para que se echara a correr <<el punto más débil de un dragón es su vientre, por lo tanto, si logro escabullirme debajo de él podré hacerle daño con mi espada >>, era el plan que ella tenía en mente desde que llamó a su caballo, su padre; junto a sus dos seguidores, estaban aterrados al ver que aquella bestia salida cómo del mismo infierno acabaría con ellos. Dalith miró que su plan estaba saliendo a la perfección, el dragón estaba distraído con su padre y dos seguidores. Maraduck al ver lo que su hija iba a hacer gritó, pero aquel grito fue inútil, su hija se encontraba bajo el vientre del dragón, Dalith supo que aquello era una pésima idea al sentir el calor que emanaba de aquel sitio, la hacia sentir débil, su caballo se había marchado de la misma manera en que llegó, sentía que el vapor que salía de aquel animal la debilitaba y le arrancaba la piel, miró sus brazos; estaban enrojecidos, de ellos salían gotas de sangre en vez de agua salada, sentía sus manos sin fuerza y no le obedecían, miró a su padre, la mirada de él estaba buscando a su hija, se miraba aún más aterrado que antes, Dalith sabía que debía de salir de ahí antes de que su vida y la de los demás corriera más peligro. Dalith sacó coraje de lo más profundo de ella, concentrando toda su fuerza en un movimiento de su espada que partió la carne y se enterró en el abdomen del dragón, en animal empezó a moverse bruscamente de un lado a otro, revolcándose en el suelo tratando de quitarse la espada que se encontraba incrustada en su abdomen, una vuelta en circulo que dio aquel animal hizo que todos los guerreros salieran por los aires, lejos de ahí, aunque otros cayeron sobre las casas que aun ardían en llamas, Dalith trato de huir de ahí, pero aquel animal no le dejaba una ruta de escape.

― ¡Dalith, sal de ahí! ―gritó Maraduck.

Dalith miró una ruta de escape y no la desaprovecho, corrió a toda prisa, no sabía de donde había sacado fuerzas para salir de ahí y correr hacía el sitio dónde su padre se encontraba junto a sus dos seguidores. Miró hacía atrás, todo su pueblo, todo Tarút, todo lo que ha su padre le había costado años crear se había ido al carajo en cuestión de segundos, Dalith sentía una gran opresión en su pecho, la cuál no la dejaba respirar del todo bien, sentía como si tuviera una soga atada al cuello que le impedía el respirar.

―Padre, no me siento bien ―susurró.

Su cuerpo cayó de golpe al suelo, su pulso era débil, Maraduck supo que algo no marchaba bien, por lo tanto, le pidió a Lexin que le ayudara a subir a Dalith a su espalda.

La noche había caído, todos los sobrevivientes que se adentraron en el bosque se agruparon en un solo sitio, aquella noche sería larga para todos, pues no tenían un techo que les cubriera del frío, solamente las capas que llevaban con ellos. Todos se alegraron al ver que su líder Maraduck estaba con vida, aunque se preocuparon al ver lo pálida que se encontraba Dalith, cortaron ramas y con la corteza de los árboles forraron las ramas a las que le habían dado forma de una camilla para poner a Dalith allí, ardía en fiebre y las plantas medicinales no hacían efecto alguno en ella. Horas más tarde los mejores guerreros habían salido a buscar un animal que cazar, encontraron el ciervo que Dalith había casado, pero el mejor botín fue el encontrar muerto al dragón que había destruido toda su aldea. Necesitaron de los caballos para llevar consigo la cabeza del dragón, piel y carne, pues no desaprovecharían nada de aquella bestia.

―Señor ahora ¿dónde viviremos? ―preguntó Lexin.

―Seremos como el fénix que renace de entre las cenizas, crearemos nuevamente nuestra aldea, sobre los escombros que han quedado ―suspiró mientras miraba las estrellas ―Nos espera un camino duro, pero no imposible siempre y cuando estemos todos unidos ―añadió.

―Señor, las mujeres y hombres que han perdido a sus seres queridos quieren escuchar palabras de alientos dichas por usted ―interrumpió Perito, una de las habitantes de aquel sitio.

―Enseguida iré Perito ―respondió.

La mujer se retiró del lugar, en su rostro se reflejaba la tristeza y la angustia misma, en cuestión de minutos lo perdió todo, perdió a su marido y a sus dos hijas, sentía su vida devastada, sin sentido alguno, solamente quería matar aquel sentir, quería llorar, pero las lágrimas no salían de sus ojos. Minutos después Maraduck se levantó del sitio dónde estaba junto a su hija, caminando hasta el centro de aquella fogata donde todos estaban reunidos.

―Hoy, es un día muy difícil para todos nosotros, lamento sus pérdidas, pero saldremos adelante ―guardó silencio por unos minutos para observar con detenimientos los rostros de cada uno de los presentes, ―aún somos un pueblo joven, saldremos adelante, se que estas perdidas nos afectan a todos, porque todo estamos unidos, la noche fría de este día también lamenta nuestra perdida, pero se y confío en nosotros mismos que así a como salimos adelante años atrás cuando perdí a mi amada Dalith, lo haremos ahora ―sintió una punzada en el pecho y la mirada de todos los presentes fijas en el al recordar lo que le había sucedido a su esposa Dalith.

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