Benedikt
Salgo corriendo del departamento de la maldita mujer que me ha traicionado y cuando estoy en mi camioneta intento comunicarme con Ana, insisto por lo menos unas seis veces, sin embargo, en ningún momento me toma la llamada. Desesperado y sin saber a quién más recurrir, decido hablar con la última persona que alguna vez llegue a imaginar.
—¡Hola! —responde la voz del otro lado.
—Soy Benedikt. Necesito de tu ayuda.
—¿Ana está bien? —inquiere al instante.
—No, no está bien y es sobre ella que…
—¿Qué pasa con ella?
—El General Kazakov ya sabe dónde se encuentra Ana y es muy posible que también lo sepa…
—¿Cómo que ya lo saben? ¿Cómo ocurrió? Se supone que nadie tenía conocimiento de su verdadera identidad y yo no he dicho nada.
—Con un demonio déjame continuar, —vocifero con desesperación, temiendo lo peor—, si lo sabe el General Kazakov por ende el Servicio Federal de Seguridad ya deben de estar al tanto, ahora escúchame bien, si alguna vez amaste a Ana debes de sacarla de ese lugar cuanto antes.
—¿D-dónde está? —me cuestiona con un ligero temblor en su voz.
—Te mandaré la ubicación, por favor sácala cuanto antes de ahí, y-yo no puedo estoy un poco lejos, pero espero no llegar demasiado tarde —le suplico conteniendo el miedo que me carcome con cada segundo que pasa.
—¿Cómo fue que ocurrió? —insiste.
—Tu compañera les mandó la ubicación de todas nuestras casas de seguridad o eso creo.
—¿Mi compañera?
—Sí, tu compañera Yasha.
—Y-yo no sé cómo…
—No debes de explicarme nada, todo fue culpa mía, pero ahora no es momento para hablar sobre eso, solo apresúrate —corto la llamada y continúo manejando tan rápido como puedo.
Anastasia
Me observo en el espejo de mi habitación y hoy por primera vez en varios días decido arreglarme un poco, es como si algo dentro de mí me avisará que algo bueno sucederá después de tantos días negros.
—¿Dónde está Ben? —cuestiono a uno de mis hombres cuando bajo a desayunar.
—Salió ayer por la noche, jefa, quedo en regresar al amanecer, pero me parece que se le hizo tarde.
—En cuanto llegué avísale que deseo hablar con él.
—Sí jefa.
Observo como mi hombre sale de la mansión y comienza con su ronda habitual en compañía de sus compañeros, me dirijo al comedor y solo soy capaz de comer un poco de fruta que una de las mujeres de servicio me trajo. Al final tuve que traer a unas cuantas, ya que mis hombres son incapaces de sobrevivir por sus propios medios, sin mencionar las quejas constantes de Ben.
Cuando termino mi desayuno o por lo menos lo intento, dejo mis cubiertos y me encamino a mi despacho, para ultimar los detalles de mi movimiento final.
—¿En qué puedo ayudarle, jefa? —me cuestiona Şacal del otro lado de la línea.
—Quiero que organices todo para dar nuestro último golpe —le informo lanzando un pequeño suspiro—, ha llegado la hora de que todos sepan la clase de personas que son sus líderes.
—¿Cómo quiere que lo haga?
—Quiero que mañana a primera hora lances toda la información a los medios, pero antes de eso debes de hackear su sistema para que no puedan frenar un ataque como ese.
—Déjelo en mis manos, tendré todo listo.
—Gracias Şacal, ya sabes que la recompensa será mejor de lo esperado…
Estoy por darle otras instrucciones en caso de que mis planes se vean arruinados cuando uno de mis hombres nos interrumpe.
—Lo lamento jefa, pero nos están rodeando —farfulla con la respiración agitada.
—¿Quiénes nos están rodeando? —pregunto poniéndome de pie.
—Son s-soldados, pero no tenemos los suficientes refuerzos para defendernos, hay que sacarla de aquí, Fiară nos pidió que la protegiéramos.
—¡No! —sentencio volviendo a mi asiento.
—Pero…
—Creo que se adelantaron los planes, ordena que todos tomen sus lugares y que asesinen a tantos soldados como puedan. No te quedes ahí parado sin hacer nada, ¡anda muévete! —mi hombre asiente y antes de salir corriendo me entrega sus armas.
—Es mejor que esté armada, en lo que llegan algunos de nuestros hombres a protegerla.
Sin darme tiempo a decirle que es mejor que él debería de estar armado, sale dejándome con la palabra en la boca.
—Tal vez ya escuchaste todo Şacal, como podrás darte cuenta tendremos que adelantar esa noticia, quiero que se corra como pólvora, pero no todavía.
—¿No sería mejor hacerlo ahora que ellos están ocupados? —inquiere preocupado—, mandaré refuerzos, Fiară es capaz de asesinarme si se entera de que no hice nada en su ausencia.
—No, primero hackea su sistema, yo te hablaré para informarte cuando es prudente darlo a conocer. En cuanto a los hombres, aquí los espero, aunque es posible que sea demasiado tarde cuando ustedes lleguen.
—Lo haré como usted me lo pide —refunfuña del otro lado de la línea, al tiempo que escucho como grita instrucciones a sus hombres.
Corto la llamada y espero pacientemente a que todo dé comienzo. Después de unos minutos, el silencio que reinaba hasta hace unos instantes en la mansión es interrumpido por gritos y varias detonaciones, tomo una de las armas y la coloco detrás de mi espalda, mientras que la otra la sostengo entre mis manos.
De un momento a otro la puerta del despacho se abre y por ella ingresan dos de mis hombres, con algunas manchas de sangre en sus ropas.
—Jefa, deberíamos salir de aquí, es demasiado peligroso…
—No pienso huir Karlen, si eso es lo que Fiară te pidió es mejor que te retires.
—No puedo irme, mi deber es protegerla en todo momento —comienza a buscar algo en su chaqueta y saca de ella un pequeño control remoto, el cual me tiende.
—¿Qué significa esto?
—Ayer por la noche, el jefe nos pidió que colocásemos explosivos alrededor de la propiedad, también los colocamos en los túneles y en ciertos lugares estratégicos —me informa rascando su barbilla como temiendo haber hablado de más.
—Fiară siempre pensando en todo —respondo tomándolo entre mis manos—, será mejor que salgan, quiero darles la sorpresa a esos infelices de encontrarme aquí sola.
—De ninguna forma, nos quedaremos aquí con usted —me contradice apretando su mano en puño.
—Karlen, estoy más que capacitada para asesinar a varios hombres al mismo tiempo, mi padre me enseño muy bien cómo defenderme, así que no debes preocuparte por eso. Prefiero que permanezcan en este piso y los embosquen cuando crean tenerme sometida.
Mis hombres salen como les he pedido, no sin antes cerrar la puerta, giro mi silla y observo la copa de los árboles, mientras el aire los mece delicadamente, dándome un poco de paz. Mis oídos se agudizan y cuando escucho por lo menos a unas seis personas del otro lado de la puerta sonrío satisfecha.
La puerta se abre de golpe y antes de que puedan disparar giro mi silla y los encaro.
Dunyasha
—Ya se habían tardado en dar conmigo —se burla la mujer, gira su asiento y nos mira con petulancia en sus bellos rasgos.
Todos levantamos nuestras armas y la apuntamos, mientras ella permanece impasible, nos lanza una breve mirada como analizando a todos los que nos encontramos aquí.
—Vaya, aquí me hace falta alguien realmente importante, mi querido Coronel Pavlov, debo suponer que fue él quien les dio mi ubicación, ¿o me equivoco? —inquiere con un pequeño rastro de dolor en sus ojos.
—Será mejor que guarde silencio, no nos obligue a dispararle —brama el General Kazakov al tiempo que con una de sus manos nos indica que avancemos.
—Y, en cambio, ustedes deberían de permanecer en sus lugares y no dar otro paso o de lo contrario todos nos convertiremos en una gran nube rosa —sentencia al tiempo que levanta una de sus manos y nos muestra el control remoto de algún tipo de explosivo, mientras que en su otra mano sostiene su arma—, pero ¿a quién tenemos aquí? —inquiere en tono burlón—, nada más y nada menos que al General Kazakov o debería decir a uno de los cinco peores cerdos que ha visto toda Rusia —sisea con desprecio y por la forma en que sus rasgos se deforman sé que odia profundamente a este hombre.
»Durante todos estos años me he hecho la misma pregunta una y otra vez, ¿cómo es posible que se vea al espejo y no le cause repulsión ver su rostro al saber la clase de degenerado que es? ¿Cómo puede vivir aparentando ser alguien que no es? Es bastante hipócrita de su parte pararse frente a todo el pueblo y mostrarse como una persona intachable cuando en realidad no es más que un maldito pedófilo.
—La verdad es que no te conozco —miente el General, viéndola con los ojos entrecerrados.
—En ese caso déjeme recordarle quien soy. Mi nombre es Fedora Matveyeva, la chica a la que usted y los asquerosos de sus amigos violaron hace ya tantos años —grita tratando de contener sus lágrimas, al igual que yo ahora que lo escucho de sus propios labios.
—Y-yo no sé de qué me hablas, m-me debes de estar confundiendo —balbucea el General apretando su arma y mirándonos con temor de que seamos capaces de creer las palabras de ella.
—Créame que nunca seré capaz de olvidarlos, durante todos estos años he grabado en mi memoria los rostros de los desgraciados que me jodieron la vida, pero ¿quién pensaría que esa jovencita sobreviviría y algún día se convertiría en una mujer tan poderosa como lo soy ahora? Supongo que ustedes nunca creyeron eso, después de abusar de mí y tirarme en ese asqueroso callejón como si fuese simple basura, pensaron que todo quedaría resuelto, sin nadie que los culpase y haciéndole lo mismo a cientos de jovencitas.
»Sin embargo, el destino no estaba a su favor y gracias a que mi padre Konstantin Gerasimov me salvo ese día, es que ahora estoy aquí, frente a usted dispuesta a hacerle pagar lo que me hizo.
—Te equivocas de persona.
—Eso es imposible, las personas somos capaces de recordar los buenos momentos, pero somos mejores para recordar aquellos que se convierten en una pesadilla constante. A tal grado que recuerdo perfectamente que Pyotr Orlov, era amigo íntimo de ustedes —ante la declaración de la mujer, el General se remueve incómodo, pero no menciona ninguna palabra al respecto.
»Así mismo es tan curioso como cuando por tratar de defenderme del Coronel Pavlov le hice un corte en la parte interna de su brazo izquierdo —confiesa sin apartar sus ojos azules del hombre frente a ella, quien poco a poco comienza a transpirar debido al miedo de saberse descubierto delante de tanta gente.
—E-eso no es cierto, t-tú estás mintiendo para hacernos ver como alguien de tu misma calaña —sisea dando un paso al frente, pero se detiene cuando Ana suelta un tiro al piso deteniendo de inmediato sus movimientos.
—En algo tiene razón, nosotros no somos iguales, ustedes son peores, porque yo nunca he abusado de mujeres, ni las he vendido a proxenetas…
—Todo lo que dices es mentira, ahora que sabes que te tenemos en nuestras manos nos quieres incriminar —grita el General Kazakov sin poder contenerse.
—Para su información los que están en mis manos son ustedes General, tengo las pruebas suficientes para demostrarlo y no creo que los muertos sean capaces de desmentirlo, un claro ejemplo es el Coronel Pavlov.
»Tengo vídeos que lo incriminan intentando convencerme de hacer tratos con ustedes para vender mujeres al extranjero, utilizando mis puntos de distribución de mercancías —nos confiesa con una mueca de desagrado en su rostro y robándonos a todos un jadeo al saber está desagradable información—. Dígame General, ¿le gustaría saber cómo fue que murió su amigo? —inquiere con maldad.
