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La Luna no se equivoca

🔒 Capítulo 25. Cuéntame un cuento.

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DANIELA

—Mami, cuéntame un cuento ¿Sí?

—Está bien, mi niña —dijo la mujer de mediana edad a su pequeña y se sentó junto a la cama—. Vamos a ver… Ah, sí… Lo tengo, ¿estás lista?

—¡Sí, mami!

—Acuéstate y cierra tus ojitos.

—¡Ya! —pronunció emocionada la niña, mientras se acurrucaba más en las mantas y esperaba por el relato de su madre.

—“Había una vez, un joven lobo que vivía en una manada muy lejana a esta. —Empezó el relato la mujer—. Sus padres eran dos Omegas humildes que trabajaban para la familia Alfa. Cuando el chico cumplió su mayoría de edad fue cuando tuvo su primera transformación, sin embargo, su lobo no era como los de la mayoría de los lobos de la manada, era más grande y fuerte, y siempre se preguntó cuál sería el motivo. Al joven le gustaba salir a pasear en la naturaleza y pasaba la mayor parte de su día como un lobo. A veces se perdía por día enteros, incluso semanas y aunque al principio sus padres se asustaban cuando este no aparecía por ningún lado, con el tiempo se fueron acostumbrando a ello.

Un día, el muchacho salió al bosque como de costumbre y no regresó a casa, como no era la primera vez que eso sucedía, sus padres no dijeron nada. Fue hasta que pasaron tres días cuando sospecharon que algo no andaba bien con su hijo.

El lobo se adentró al bosque como siempre lo hacía. Disfrutó de la sensación de las hojas bajo sus patas y del refrescante olor de los árboles cuando acababa de llover; amó dormir en una cueva, beber agua de los pequeños riachuelos que bajaban de la colina y convivir con el resto de criaturas que vivían de manera salvaje. No le molestaría en absoluto quedarse así para siempre.

Cuando pensó que ya era momento de regresar a casa, pues sus padres se preocuparían, se dio cuenta de que no sabía en donde se encontraba. Se había perdido, pero no le causaba mayor problema, buscaría el rastro de sus propios pasos y encontraría el camino de vuelta.

Caminando por el lugar, llegó a una comunidad humana que jamás había visto; se dio cuenta de lo lejos que en verdad había caminado y comenzó a preocuparse.

Salió de ahí y se dirigió de nuevo al bosque, pero se encontró con unos cazadores que se divertían disparando sus armas hacia cualquier animal que veían solo por gusto. Quiso salir de ahí antes de que lo descubrieran y trataran de hacer lo mismo con él, pero al ver la manera en que se burlaban de un pobre siervo al que habían lastimado, su sangre se calentó y su instinto se apoderó de él, obligándolo a intervenir en favor de la criatura…

—¡Mami, tengo miedo!, no me gusta este cuento —murmuró la niña atemorizada, mientras cubría su rostro con la manta.

—Solo es una parte del cuento, cariño. —La tranquilizó su madre—. Te prometo que todo irá bien.

—Bueno.

—¿En qué me quedé?, oh, sí… El joven lobo se enfrentó a los crueles hombres y logró distraerlos justo el tiempo necesario para que el siervo pudiera escapar; pero cuando trató de hacer lo mismo, sintió de pronto un pinchazo en su cuello que lo adormeció y perdió la consciencia.

Cuando despertó, se encontraba en un cuarto oscuro y sucio, lleno de implementos de limpieza y otros cacharros. Su cuello estaba rodeado por un grueso collar unido a una fuerte cadena de acero que lo mantenía atado en el lugar. Trató de escapar, y estiró tanto su cuerpo como pudo, pero fue imposible.

Pasaron los días y el lobo tuvo que aguantar los malos tratos de su captor, un hombre malvado que maltrataba a todo el mundo, pero, sobre todo a su mujer; una hermosa chica que se notaba mucho más joven que el horrible hombre. La humillaba delante de sus trabajadores, la obligaba a hacer labores pesadas que la dejaban muerta de cansancio. Él y su arrogante hijo, hacían de todo para hacerla sufrir; sin embargo, la joven trataba al lobo con tanto cariño, pues se identificaba con él. Lo alimentaba a escondidas de su esposo, curaba sus heridas cuando aquel hombre lo golpeaba y pasaba ratos contándole sus penas, sin saber que él en realidad lograba entenderla.

Pasaron días, semanas incluso y, lo que al principio se sintió como empatía de parte del lobo hacia la joven, con el tiempo se transformó en amor. Se enamoró tanto de la chica, que decidió confesarle su verdadera naturaleza. Un día, el hombre malo había salido de casa en uno de sus viajes de cacería, así que la chica, como ya era costumbre, fue a visitar a su amigo lobo, y él, al saberla sola, cambió su cuerpo al de un joven como ella. La muchacha se impresionó tanto que se desmayó por unos minutos, y cuando recobró la consciencia, de nuevo volvió a ver al hombre joven y apuesto frente a ella que la miraba con preocupación. El chico le contó toda la verdad sobre su especie, y le propuso escapar con él…

—¡Qué bonito, mami!

—Sí, ¿verdad? —contestó la mujer con alegría—. Bueno, pues… La muchacha consiguió la herramienta necesaria para liberar al chico, y cuando lo hizo, le dio algunas ropas de su marido y ambos escaparon del lugar para siempre. Tardaron días caminando por el bosque, pero con el tiempo llegaron a la manada. Sus padres se alegraron tanto y los recibieron con alegría. Agradecieron a la joven por haber liberado a su hijo y llegaron a quererla mucho.

El joven descubrió que era un Alfa, cuando encontró a algunos de los lobos más fuertes de su manada molestando a la chica, pues se enfrentó a ellos y los doblegó sin ningún esfuerzo. Decidió comenzar una vida lejos con la joven, quien para ese entonces ya se había convertido en su pareja y buscaron su propio lugar en el bosque. Algunos de sus amigos los siguieron, así como sus padres y otras familias que no se sentían seguras con quien era el líder de su manada, pues era un lobo arrogante que los trataba con superioridad. Y así formaron su propia manada. Todo fue muy bien durante algunos años, los jóvenes se amaban mucho y con el tiempo tuvieron una…. —¿hija?, ¿te dormiste? —Alcanzó a escuchar la niña, pero el cansancio y el arrullo de su madre con aquel cuento, la habían agotado demasiado y se quedó dormida sin poder responder.

El horrible estruendo de una puerta me despierta de golpe, y la nostalgia de ese sueño aún ronda en mi cabeza, pues no fue solo un sueño, sino un recuerdo. Mi madre me lo contaba cada vez que se lo pedía, era mi favorito para dormir.

«Mis padres… deben estar preocupados por mí»

Observo mi alrededor, tratando de encontrar, aunque sea una pista que me indique dónde estoy, pero unos pasos acercándose me alarman por completo. Me invade el terror y mi cuerpo tiembla al ver al hombre de complexión delgada que entra por la puerta.

—¡Come, perra! —Arroja un recipiente con desperdicios de comida al piso junto a mis pies—. Una disculpa, ya no quedaban croquetas —dice con fingida preocupación, y la sonrisa siniestra que me da, me pone los vellos de punta, pues es de todo menos amable. Una sonrisa que promete cosas que ni siquiera me atrevo a imaginar.

Me estremezco al ver la manera en que su vista se posa sobre mis piernas desnudas y hago un esfuerzo inútil por estirar la camiseta de Liam lo más que puedo, provocando una carcajada burlona de su parte.

­[Liam… ¿Dónde estás? Ayúdame por favor]

» Nos vamos a divertir mucho contigo, “cachorrita”. —Mis ojos se abren con horror al escuchar el apodo que mi padre siempre me dice y mil dudas saltan a mi mente. ¿Me conocen? ¿Quiénes son? ¿Cómo saben sobre mi familia?

—¿Qué quieren de mí? —cuestiono, intentando sonar firme, pero fallo cuando mi voz se rompe y delata mi nerviosismo.

—Todo, perrita. —Se acerca, rozando mis piernas con sus asquerosos dedos.

Lloro con fuerza, tratando de alejarme de él y me pego a la pared; las cadenas que sujetan mis manos me impiden defenderme y no me queda más remedio que cerrar mis ojos e imaginar que no estoy aquí, que no estoy siendo tocada por otro hombre que no es Liam.

LIAM

—Una ¡¿Qué?! —pregunta Azul con temor, al mismo tiempo que David maldice por lo bajo y frota su rostro con frustración—. ¿Amor…? ¿Eso qué significa?

El Alfa duda por un tiempo observando a su Luna, pero al final responde:

—Daniela es una loba Alfa, cielo —repite—. Aunque, al ser salvaje, puede ser peligroso para la manada. 

—P-pero, es Dany —murmura Azul sollozando—. Es la chica más tierna que puede existir.

«No podría estar más de acuerdo»

—Esa es la cuestión, amor. —Continúa David—. Ella no ha logrado dominar a su loba.

—¿Cuál es el peligro? Y ¿Por qué yo no sabía nada de esto? —interroga ella con dolor—. ¡Daniela nunca me dijo nada!

—¡Porque no lo sabe! —exclamo con desespero, tirando de mi cabello—. Ella no lo sabe. ¡Estuve a punto de decírselo cuando llegaron esos hombres…!

» Debemos buscarla, ¡Estamos perdiendo demasiado tiempo!

No puedo creer que aún sigamos aquí, hace horas que se la llevaron y a este ritmo jamás la encontraremos. 

Me duele el pecho solo de imaginar un escenario tan horrible como ese, pero es la realidad. Esos bastardos no la raptaron solo para llevarla de paseo, incluso si no se deshacen de ella, ahora mismo podrían dañarla de otra forma. 

«Preferiría morir, que vivir en un mundo donde mi compañera no esté»

—Liam, debiste decírmelo. —Me reprende David.

—¡¿Me culpas?! —protesto—. Sabes tan bien como yo lo que hacen con los Alfas salvajes, no iba a exponerla a eso. Llevo meses cuidando día y noche de ella…

Mi voz se rompe, pero mi orgullo me impide derramar las lágrimas que llenan mis ojos al pensar en ella y en lo asustada que debe sentirse. Me maldigo mil veces por mi descuido, por no haber podido hacer más para protegerla; todo lo que pueda sucederle quedará en mi conciencia, pues pude hablar, pude ir en contra de los deseos de sus padres, pero decidí callar. El temor y la desconfianza ante su situación me congeló, dejé de pensar con claridad y el resultado es este.

«Diosa, por favor, protege a mi pareja donde quiera que se encuentre»

—Yo tengo la culpa —declara la madre de Daniela con pesar—. El muchacho quiso decirle a mi niña y… no se lo permití, me opuse por temor a que alguien de la manada la sintiera como una amenaza y pudiera hacerle daño.

Su llanto continúa, amargo y doloroso con cada palabra que pronuncia y, aunque en cierta parte la entiendo y me compadezco; no deja de molestarme su manera de proceder.

—¡¿Alguien va a explicarme de qué se trata todo esto?! —grita Azul—. ¡Me están mareando con tanto lamento, mientras mi amiga sigue en manos de esos hijos de puta y nosotros estamos aquí, atados de manos! ¡Todos tienen culpa! 

Su enojo vibra en el aire como una entidad viviente, tanto, que incluso David habla con cautela:

—Cariño, un Alfa salvaje es peligroso debido a su carácter voluble, en su mayoría guiados por un comportamiento agresivo y dominante. Representan una amenaza cuando se encuentran en una manada ya establecida como esta, pues no puede haber dos Alfas al mando y, podría desafiar al líder si así lo desea. —La preocupación en su voz es palpable cuando continúa explicando.

» Pero, peor aún, cuando se encuentran en una comunidad donde hay humanos, el riesgo de que puedan lastimar a alguno de ellos es algo a tomar en cuenta, además de que no les importa demasiado dejar en evidencia nuestra naturaleza.

—¡Quiero saber todo! —exijo—. Sé que aún hay cosas que no me han dicho y que pueden ser la clave para encontrarla. ¡¿Quiénes son esos hombres?!

La puerta del despacho se abre con brusquedad y Sarah entra alarmada. Un recuerdo de lo sucedido viene a mi mente, y de pronto todo hace click en mi cabeza. Los hombres, la mitad de ellos pertenecían a la manada.

—¡Hija de puta! —Me lanzo sobre ella, apretando su cuello con mis manos y sorprendiendo a todos en la habitación—. ¡Fuiste tú! Eres la única que lo sabía y se lo dijiste a los demás para que se deshicieran de Daniela.

—No —pronuncia con la voz ronca por el esfuerzo.

—¡Liam! —Me reprende David, pero no la suelto inmediatamente—. ¡Suéltala! Déjala hablar.

Muy a mi pesar, retiro mis manos de su cuello y Sarah tose con vehemencia, tratando de llevar aire a sus pulmones.

—Entiendo que estés así —dice aún afectada—. Pero me duele que pienses eso, cuando te he ayudado a protegerla.

—Si no tienes nada que ver, ¿Cómo es que sabes lo que pasó? —pregunto—. Y ¿Por qué la mitad de los hombres que se la llevaron eran parte de la manada?

—¿De qué hablas, Liam? —pregunta David asombrado.

—De eso quería hablarles —dice Sarah—. Revisé las grabaciones de seguridad de la frontera y observé cuando llevaban a Daniela, siento mucho llegar hasta ahora. Deben ver esto —dice, colocando su computadora portátil sobre el escritorio y mi esperanza se asoma al verla teclear con determinación.

Las imágenes de esos malnacidos poniendo sus asquerosas manos sobre mi compañera me revuelven el estómago, uno de ellos la carga en brazos pues se encuentra inconsciente y se aproximan a una camioneta negra; las placas están cubiertas, pero los hombres mantienen sus rostros a la vista y entre ellos, algunos miembros de la manada celebran su hazaña, incluso algunos se encuentran en su forma salvaje, así como otros lobos que no logro reconocer.

«¡Mierda! Hay otras manadas involucradas»

La bilis sube a mi garganta y mis ganas de matar incrementan al ver la manera en que arrojan su cuerpo dentro del vehículo, sin importarles golpearla en el proceso.

Golpeo la pared con frustración, provocando heridas en mis nudillos que comienzan a sanar, pero mi dolor permanece clavado en el pecho como lava ardiente.

Me desmorono en el suelo sin poder ocultar más mi desespero, y cuando pienso que no puedo estar más preocupado, su voz se abre paso en mi mente haciéndome derramar el llanto que he estado reprimiendo:

[Liam… ¿Dónde estás? Ayúdame por favor]

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