Amaia
Estoy parada frente a mi marido, empinandome hacia el sobre las puntas de mis pies para llegar lo más cerca que puedo de su altura.
Cómo no existe esa posibilidad, tomo su cara entre mis manos para obligarlo a mirarme.
— Aidan, mírame, a mí, a tu mujer cariño, mírame — automáticamente su mirada baja a mis ojos, sus manos también acunan mi rostro y entre la mezcla de nuestros alientos le digo — yo sé que estás ciego, de ira, de dolor, de furia. Sé perfectamente a qué sabe la sed de venganza, pero soy, amor, soy yo la que te pide que te quedes, conmigo, que me hables, y mañana con la mente fría, tomas decisiones. Hazlo por mí, porque yo te lo pido. ¡¡ Por favor!!
Su sonrisa triste me estrujó el corazón. Sus dedos pulgares recorrieron mis mejillas. Su mirada se oscureció todavía más.
— Pequeña, yo estoy ciego, completamente, desde que te conocí. Yo solo te veo a tí, y no hay nada más importante que lo que tú necesites de mí. — dejó un beso en la punta de mi nariz y en cada párpado cerrado de mis ojos, de forma tierna — haré lo que tú me pides.
Sonreí y lo besé rápido pero sentido. Lo quería tanto tanto, que me llegaba hasta a doler, este amor.
— Pero sigo siendo yo nena, soy Aídan, soy un animal sin sentimientos cuando lastiman lo que amo, y eso Amaia, no va a cambiar, ni en una noche ni en dos, — la frialdad de sus palabras era casi siniestra — voy a quedarme solo porque tú me necesitas y me lo pides y no pienso negarte nada. Pero no te engañes amor, mañana en la mañana mi desición es la misma. Yo voy a seguir siendo yo y Andrew va a morir, mientras yo lo esté matando.
Dejé caer mi frente sobre su pecho,derrotada, mientras Ashton dejaba escapar un jadeo en repuesta a no se que sentimientos exactamente.
No sabía si mi cuñado, estaba convencido o sorprendido de lo que su hermano decía.
— Hermano, yo quiero ir contigo a dónde sea que vayas a ver a Andrew, estoy seguro que sabes dónde está — Ashton hablaba con la voz rota, por su constante llanto.
— No puedes ir Ash, porque las personas que lo tienen solo me lo van a mostrar a mí — putos rusos, ya me iba a encargar yo de que también me lo muestren a mí— es terreno de la mafia hermano, no es una excursión al bosque.
Me alejé de él, de mi marido. De Aídan. Ellos siguieron hablando bajito.
Me fuí directamente a los brazos de mi madre, estaba tan triste y tan asustada como nunca creí estarlo.
Desde el día que decidí vengarme de Andrew, planifiqué en mi mente como hacerlo, pero mis planes no involucraban a Aídan.
Mientras mi mamá me abrazaba y mi hermana se sumaba a nuestro abrazo, yo pensaba en lo que podría pasar si Aídan mataba a su hermano.
El era un maldito, y nadie lo odiaba más que yo, pero mi Aídan no era así y yo no podía dejar que se convirtiera en algo tan monstruoso.
Joder, que mal todo.
— Vamos pequeña — se me acercó mi marido y mi madre me soltó, me dió un beso en la frente, mi hermana en mi mejilla y me fuí con Aídan. Su brazo sobre mis hombros y sus labios sobre mi pelo, era todo lo que necesitaba para tener paz.
La verdadera paz, me la daba alguien tan loco como él.
Había sido doloroso dejar ir las cenizas de Allan, fue un momento que estremeció a Aídan y creo que a todos también.
Me daba muchísima pena con Camila, que se apoyaba en mi madre para soportar esta pena, pues Muriel no sé aún, dónde se encontraba.
Tal y como lo habíamos hablado por teléfono mi hermana se fue con mi madre y Ashton a un hotel, mientras Aídan y yo nos fuimos a otro.
No debíamos estar en el mismo sitio, porque nosotros teníamos que reportar la ubicación que teníamos a la base, y eso era algo que podía poner en peligro la situación de mi familia. Mientras no se supiera el alcance del poder de mi padre, no era seguro estar en el mismo sitio que ellas.
— Amaia, ven, recuestate aquí— recién salía del baño, de darme una ducha caliente y Aídan estaba desnudo, sobre la cama.
Me quité la toalla y aún con el pelo húmedo y sin cepillarlo me subí gateando hasta él.
Me señaló su pecho para que me recostara, pero me subí a horcajadas sobre el y recosté mi rostro y mi cabello mojado sobre su hombro. Me abrazó, duro.
— Quiero hablar contigo, pero si me abres las piernas y me colocas eso que tanto amo, encima de la polla nena, es que vas buscando guerra — su tono para hablar era tranquilo, pero mi corazón latía a más de lo humanamente saludable.
— Tu mismo dijiste que nosotros siempre podemos hablar, estemos como estemos, ahora demuéstralo — me ofreció un sonrisa de suficiencia, que seguía siendo triste.
— Mañana temprano voy a contarle todo a Ash, merece saber ciertas cosas y no quiero que cuando la mierda explote me hayan quedado cosas por decir.
Joder que miedo más grande me atravesó el pecho. Moriré si algo le pasa a este hombre gigante que me abraza.
— Aídan, — me levanté, quedando sentada sobre el y con una mano apoyada en corazón — yo no puedo perderte.¿Eso tú lo sabes, verdad? — cerró sus ojos mientras se extendía por mis nalgas la altura de su miembro, ya duro.
— ¡Encájatela hasta el fondo! — madre mía que reguero de fluidos me salieron de entre mis piernas cayendo sobre su abdómen.
Me levanté un poco apoyando ambas manos sobre su torso, el acomodó su miembro y le dió dos vueltas en círculos a mi entrada justo antes de que me dejara caer sobre él. Piel con piel, como siempre.
— ¡Oh dios pequeña! Moriré solo el día, que no tenga esto — se mordía los labios y yo los míos mientras subía por toda su longitud, muy despacio, como nunca lo hacía, me dejé caer nuevamente provocando ruidos que nos hicieron gritar a dúo.
— Júramelo— exigí subiendo otra vez — que no vas a dejar que te pase nada — me dejé caer y esta vez, el nos dió la vuelta tan rápido que rebotamos en la esquina del colchón y casi caemos al suelo. Nos acomodó sobre la cama, sin salir de mí y con cero esfuerzo.
— ¡Cállate ! — metió sus manos por detrás de mis rodillas y empezó a embestirme con velocidad insoportable, mirando cada centímetro que me atravesaba con su miembro — ahora grita y gime mi nombre pero no hables de nada más. Quiero llevarme este momento limpio de nosotros, solo nosotros, sin rastro de las mierdas que nos atormentan. Y yo no tengo que jurar nada, tu tienes que saber que siempre voy a volver a tí.
Me sentía tan llena de el, que me llevé las manos a los senos, pellizqué mis pezones bajo su lasciva mirada, para tratar de bajar la intensidad de sus embestidas homicidas en mis sentidos.
Necesitaba una distracción para soportar su furiosa follada.
Solo una fiera como la mía, podría follar de esta manera, esto no era humano, no creo que muchos pudieran soportar una velocidad y una fuerza de embestida como lo hacía él.
Era una puta máquina en la cama.
— ¡ Muerdeme! — le pedí en un momento de trastorno mental que sufría por su violenta manera de tomarme.
Se agachó a mi pecho, amenazando con fracturarme una pierna con su fuerza y llevando hasta mi límite la elasticidad de mi cuerpo, y mordió mi pecho, en la base de el, fue allí donde alcanzó dada la postura y fue allí donde clavó sus dientes mientras me clavaba a mí con su enorme polla una y otra vez, haciendo que el colchón sonara y el sudor nos bañara a ambos.
El roce de nuestros sexos era exquisito, no había espacio para nada más que nuestros gritos en aquella cama.
Me soltó las piernas y me tiró de los brazos sin salir de mí, cargandome sobre su posición, como si estuvieramos sobre un columpio y me tuve que abrazar rápido a él para no perder su ritmo demencial.
— Quiero verte de cerca y morderte la boca cuando te corras, quiero tragarme cada gemido que dejes ir cuando te llene de mi por dentro. — me tenía sujeta por la espalda, y me aseguraba por debajo de mis brazos para poder empujar y empujar dentro de mí — Dí que me amas, que estás loca por mí, dímelo — estaba poseído — ¡Joder diloooo!
Entraba y salía como un loco de mí, me tenía dando brincos a su ritmo, dirigía mi cuerpo y estaba intentando dirigir hasta mis palabras.
Sudor y más sudor nos hacía resbalar uno sobre el otro.
— Te amo con todo lo que tengo Aídan, nunca voy a dejar de hacerlo ni de desearte, justamente porque estoy tan loca por tí, como tú por mí — sonrió y me besó.
Chocabamos mientras nos besábamos porque aquel ritmo demente, no nos hacía fácil controlar el resto de nuestros movimientos.
Mordí su labio, llevandolo hasta mí entre mis dientes para poder ver y saborear aquel tatuaje que rezaba mi nombre dentro de su boca.
¡Joder como lo amaba!
— ¡¡Mírame!! — me gritó, cerca de mi cara, estábamos siendo violentos pero se sentía delicioso.
En sus ojos y en los míos, depositamos todo nuestro placer, justo cuando nos corrimos. Yo primero y el enseguida.
No había manera de controlar nuestras respiraciones, estábamos hiperventilando los dos, después nuestros poderosos orgasmos.
Apoyé mi cabeza en su hombro y el besó la parte trasera de mi oreja, dónde escondía el tatuaje de su rosa. Nuestra rosa.
— Pase lo que pase, no dejes de esperarme y no hagas locuras. Voy a volver a tí, a esto — se frotó contra mí — siempre.
Toda la puta vida, voy a volver a tí.