Aitana
Ya estaba en mi casa.
Era de noche y por fin me sentía a gusto.
No había nada como estar en casa.
Mi madre descansando en su cuarto; la pobre había pasado por el mal momento aquel con mi padre, del que todavía no sabíamos nada y sobre todo, no sabíamos porqué había tratado de matarla.
Ella dijo que solo sintió que la estaban asfixiando, ni siquiera habló con él, eso nos dejaba sin información.
Mientras yo reposaba en mi cama, Amaia había cocinado para todos y había cuidado de mi madre tomándose el tiempo con ella, que hace rato se debían.
Esperaba que le hubiera contado poco, de todo lo que había pasado y lo que estaba por venir.
Se me anudaba la garganta cada vez que pensaba, en la futura conversación con la madre de los Miller y el probable descubrimiento de ciertas cosas, que necesitaba saber, pero que amenazaban con tambalear las bases de mi relación con Ashton.
Mi hermana había quedado con la madre de los chicos en vernos, mañana al mediodía, dijo que sería difícil salir hoy mismo las dos, y en realidad yo debía descansar un poco aún.
— ¿Sabes que tenemos que hablar, verdad? — mi novio, me miraba serio, algo poco común en el. Estaba en la entrada de la habitación de ambos.
Llevaba un pantalón de chandal con aquel torso espectacular desnudo…y mirarlo me estaba distrayendo.
— ¿Ahora?… No tengo deseos Ash, si empezamos me voy a mosquear y tu también, vamos a discutir y sinceramente, no me apetece.
Se recostó sobre la pared, y cerrando la puerta del cuarto suspiró.
Hundí mi propio cuerpo entre las cómodas sábanas y me giré dándole la espalda, no quería hablar. Era tanto lo que tenía que saber y lo que no quería decir, que no me parecía inteligente hacerlo ahora.
El había estado parte de la tarde cambiando las cerraduras con Aidan, y verificando todas las entradas de la casa. Cómo había dicho el fiscal… Teníamos seguridad en la puerta de alante y de atrás pero, solo por dos días.
Sentí de pronto como el cuerpo de Ashton, se colaba debajo de mis sábanas, acomodandose detrás de mí, su mano abrazando mi vientre y su barbilla apoyada en mi hombro.
Uní mi mano a la suya sobre mi cuerpo y me acurruqué más contra él.
— Angelito, estoy celoso, no sabes hasta que nivel. Tengo miedo Aitana, miedo de que me dejes.
Miedo de que un día alguien te pueda dar, cosas que ni sabes que yo no puedo darte.
— Ash, deja tus miedos, tus celos y tus crisis existenciales para otro momento. Solo abrázame, tengamos una noche de paz, te aseguro que mañana volveremos a los acostumbrados niveles de intensidad que rigen nuestras vidas. Solo quédate así, conmigo.
No sé si estaba dormida aún, o si simplemente, no quería empezar una pelea, con toda la familia en casa. Tal vez, solamente quería unos momentos de paz entre sus brazos.
— Aitana yo te quiero, te amo y mucho más que todo eso. Pase lo que pase, siempre recuérdalo.
No quería seguir este rumbo de conversación, se sentía como el preámbulo de algo triste.
— Ash, yo también te quiero, tanto tanto, que me estoy permitiendo ahora mismo quererme menos para quererte más. No me falles cariño.
La presión que ejerció sobre mi cuerpo fue tan fuerte, que me quejé.
— Nena, hay cosas que me superan, cosas que no acostumbro hablar y que no sé si quiero hacerlo, pero nada me supera más que tú. Recuérdalo, yo te amo.
Grábate esa frase por si la necesitas un día. YO TE AMO…
Y me giré hacia el, hicimos de su abrazo y mi abrazo,uno nuestro.
El no dijo las cosas que yo no pregunté. Y yo no confesé el miedo que tenía a saberlas.
Me dormí en su piel, respirando un aroma a lejanía, que me erizó la piel… Y no en el buen sentido.
Amaia
Todo el día había sido una locura interna para mí.
Había pasado parte de él, esquivando las múltiples preguntas que mi madre tenía almacenadas para mí.
Quería saber, como fue que mi hermana y yo hicimos las pases de la nada, así como también le inquietaba lo misteriosas que estábamos ambas.
Tuve que mentir nuevamente, diciéndole que las circunstancias nos hicieron aparcar las rencillas, y creo que no quedó muy convencida. Pero al menos no insistió.
Por otro lado, le pedí a Aidan que nos quedaramos aquí con ellos, por si sucedía alguna cosa más.
El quería pasar tiempo a solas conmigo y era comprensible, pero al final cedió y mientras el ayudaba a Ash, con la seguridad de la casa, yo cuidé de mi madre y de mi hermana.
Aitana estaba particularmente preocupada con lo que pudiera decirnos la madre de los chicos.
También tuve que mentirle a mi hermana, para evitar sumarle otra preocupación, pero la realidad era espantosa.
Andrew había escapado del hospital…
La madre de los Miller, me lo había dicho en aquella llamada. Cuando mi hermana notó cuánto me afectó esa noticia mientras hablaba por teléfono con la señora, tuve la capacidad de reaccionar suficientemente rápido,para decirle, que me había comentado sobre una exnovia de Ashton y algunas otras cosas, que por eso me había puesto así de nerviosa y aunque quise evitarle a mi gemela, la preocupación por el suceso de Andrew, creo que lo empeoré todo involucrando a Ashton.
Pero en el fondo era una verdad a medias, mi suegra me había dicho, que había una chica del pasado de Ash, que era la clave en nuestra futura conversación.
Gracias al amor, que Aitana le tenía, decidió confiar en él y esperar a hablar con su madre para enfrentarlo en este tema.
Cada vez nos hundíamos en más problemas.
Luego de comer todos juntos como la familia que éramos, una vez más unida, a pesar de la nube negra que teníamos amenazando con romperse encima de nuestras cabezas, cada cual se retiró a sus habitaciones y, mi marido y yo, nos tomamos un café y nos sentamos en el enorme columpio del jardín.
— Pequeña, no sabes lo sexy que te ves compartiendo un cigarro conmigo, pero no me gusta que fumes amor, no quiero que nada te pase. — a veces él era realmente tierno.
Tenía puesto un jean roto y una camisa azúl marino que le quedaba de muerte, mientras yo solo llevaba un pijama de unicornios de mi hermana. Era tan infantil que daba risa, pero tan de ella que me sentía como la niña que un día fuí y que ahora se sentía a años luz de la mujer que soy.
Aidan tenía un brazo por encima de mis hombros y yo reposaba mi cabeza en su pecho, nos balanceabamos en el columpio tan despreocupadamente que era una novedad.
— ¿Sabes que sé hasta cuándo estás angustiada? — preguntó besando mi coronilla y lanzando el final de su cigarro lejos.
— ¿A dónde quieres llegar? — subí mis piernas encima de las suyas y su mano libre empezó a acariciarme con lentitud la piel recién rasurada.
— Algo te preocupa Amaia, y quedamos en que no dejaría que impusieras distancias entre los dos. Huelo hasta aquí tu preocupación. Dime lo que sea.
Habíamos quedado en contarnos todo a partir de qué comenzamos, esta nueva etapa de nuestras vidas, pero no era tan fácil de hacer como de prometer.
— ¿Cuánto serías capaz de perdonarme Aidan?
— Cuánto tu necesites que te perdone, pequeña.
Joder, es que era perfecto. Cada respuesta suya era mejor de lo que esperaba y eso me hacía sentir feliz pero miserable.
Ni siquiera tenía idea, de la dimensión de su amor por mi, por mucho que lo amara, el tenía razón… Me llevaba ventaja.
— Hay dos cosas que tengo que contarte, pero solo diré una, puesto que la segunda no depende solo de mí desición, y te prometo que lo haré, pero no hoy. Mañana mismo te lo diré. Concédeme eso. Por favor.
Me levantó de las piernas y le sentó sobre las suyas, su mano en mi barbilla me hizo mirarle a los ojos y dijo…
— No quiero que nunca más nadie te obligue a hacer algo que no desees, ni siquiera yo. Pero si descubro que te pones en peligro…
— No lo haré, lo prometo— lo interrumpí y luego lo besé.
— Entonces habla, cuéntame eso que sí puedes decirme. — su mano acariciaba mi esternón y me calentaba aquel gesto.
— No me preguntes cómo lo supe y no enloquezcas, por favor.— asintió, estaba tan despreocupado que era raro. Sentía que me estaba dejando decir algo que el ya sabía.
— A ver amor, te lo haré menos complejo. — me reacomodó en sus piernas.
— Aidan, me estás asustando con tanta calma.
— Desde que supe que aún vivías, que estabas cerca de mí y que habías pasado por algo traumático… Me juré nunca más ir un paso por detrás de tí.
— ¿Que quieres decir? — no entendía nada.
— Estoy al tanto hasta de las cosas que piensas pequeña.
Por eso sé, que ya sabes que mi madre ha vuelto, que la vas a ver mañana y que sabes también, que Andrew ya no está en el hospital.
Casi me caigo de su regazo.
¿Cómo podía saber todo eso?
Y peor aún,¿Cómo podía estar tan tranquilo sabiendo que Andrew no está internado?
— Hey, pequeña, hay cosas que no sabes y que te diré, pero aprende a partir de este momento, que nunca más darás un paso sin que lo sepa antes.
Sin palabras, así le había quedado.
— De mi madre no quiero hablar ahora, esperaré a que tú la veas y ella te cuente lo que sea que quiera decirte, a partir de ahí voy a despejar tus dudas. Sino lo hago ahora, es por los temas que involucran a terceros y en los que no quiero meterme, ya es tiempo de que se sepan alguna cosas y debemos ir cerrando ciclos, para seguir adelante.
Estaba tan anonadada que no sabía que decir, quería dejarlo hablar y ya luego, interrogarlo yo a él, pero quería ver hasta donde me contaría.
— Y de Andrew solo te diré que no ha escapado, que jamás lo hará, porque yo no sé lo voy a permitir.
A esa escoria la tengo yo, fuí yo quien lo sacó del hospital y mientras la policía lo busca, yo me aseguro de darle a cuenta gotas el merecido castigo que alguien como él requiere. Acabaré con ese maldito poco a poco. Y si me ves así de relajado, es precisamente por saber que mientras yo estoy con mi mujer en mis brazos, el está sufriendo lo que se merece.
No sabía si preguntar más, o besarlo o romper a llorar, o pedirle que me llevará con el para matarlo.
Era tan fuerte lo que me estaba contando que me quedé completamente en blanco.
— Si anteriormente no pude protegerte, te aseguro que ahora sí puedo, si lo haré y sí te daré la posibilidad de vengarte, pero cariño, de momento, quiero vengarme yo. Tu le darás el final, pero yo estoy a cargo de su tortura.
Con mis manos en mi rostro, a la altura de mis labios me dispuse a besarlo, tanto que sintiera, todo el amor que le tenía ahora mismo.
Pero no alcance a hacerlo, cuando mis manos estaban en su cuello y mi boca muy cerca de la suya, sentí el impacto de una bala y el ya conocido olor de la pólvora.