Amaia
Mi madre me miraba, completamente vacía de emociones.
— ¿Que haces aquí mamá?…
Así como no entendía, el porqué de su presencia, menos aún comprendía por qué se me acercaba antes siquiera, de que pudiera llegar a poner mis pies dentro de la ostentosa casa.
— Por favor, colabora. Entiende que necesito hacer las cosas bien por esta vez. Tu tienes toda la vida por delante y la mía se acaba pronto — sus palabras me indicaban, que no sería justo lo que iba a suceder aquí. Aunque no entendía que quería decir.
Tanya intentó hacer alguna seña, pero no conseguí entenderla.
El rápido discurso de la mujer que me trajo al mundo, me había dejado la mente mareada. Estaba como con bruma en las ideas.
Cuando entré, ví a Nikolay, elegante,sentado en una enorme silla rodeado de aquellos hombres y de una Alicia visiblemente asustada. Casi me giro y salgo corriendo.
— Hola hermosa Amaia — el ruso tenía a mi cuñada, sentada a su lado, en el brazo de la silla, con una cadena de su tobillo hacia el de el. Ella parecía un perro atado a su dueño.
Los seis hombres caminaron hacia mí y uno, calvo, y de mirada escalofriante me indicó que me sentara en un sofá, mientras el resto se paraba detrás de mí.
Ahora era yo la que parecía estar detenida allí, entre tanto mafioso.
Mi madre se perdió dentro de la casa. Parecía conocer bien el sitio.
Solo me faltaba abrir la boca para demostrar mejor mi impávida conducta.
— ¿Que hago aquí Nikolay?
En vista del despliegue de seguridad que tenía y el poco disimulo que ponía en la situación, no hacía falta dar vueltas. Iríamos directo al punto. No creo que hiciera falta ni cenar ya.
En mi mente había muchas cosas, sobre todo las ganas de llamar a mi marido y que viniera a sacarme de este nido de víboras venenosas.
Pero ya era tarde. Ahora tenía un precio que pagar por mi exceso de confianza y estupidez.
El maldito ruso, sacó un habano y lo encendió con parsimonia, tomándose su tiempo y mirándome mientras inhalaba su tabaco y me desvestía con su vista recorriendo mi cuerpo.
Irina, la rusa que maneja como un maldito piloto de carrera se hizo presente.
Maldita cueva rusa.
Malditos rusos y maldita mi estampa.
— Me ha comentado mi esposa que quieres algo de ella — dijo, obligando a la rubia a besarlo frente a todos.
Aquel hermoso rostro, que tanto me recordaba a Ashton, se llenó de un visible terror y disimuladamente negó para mí, como desmintiendo al ruso.
— Pues está claro, que quien quiere algo de mí, eres tú. Porque sería mucho más fácil, que ella me dijera quien mató a mi marido, sin que tú me pusieras un cordón humano a mi alrededor. Y me encerras en tu mansión. Esperando quién sabe qué, de mí.
— Nunca has sido de mi estilo Amaia, me gustan rubias — gracias a dios, pensé.
— Fantástico, ahora sino te importa me gustaría saber sobre tu relación con mi madre — crucé mi pierna y me recosté cómodamente sin mostrar el miedo a lo incierto de todo aquello que sentía.
Irina solo veía mi rostro y me estaba poniendo nerviosa. Pero nerviosa de ganas de partirle la cara. La habíamos ayudado y por segunda vez me tenía como presa entre sus planes, fueran los que fueran.
— ¿Que mierda me miras? — me incliné, apoyando las manos sobre el sofá y ella sonrió ocultando sus dientes.
— Nada guapa. Solo espero que aceptes todo, liberes a tu cuñada y pueda disfrutar de mi hombre en paz — pasó la lengua por sus labios y ese gesto de burla me envaró.
— Las putas no tienen hombres privados — perdió la sonrisa y mostré la mía — no eres más que la zorra de turno de noche para chuparle la polla a un tipo más de tu larga lista. Es más mujer Alicia que tú.
Ella se levantó y sacó su arma, me apuntó y solo me recosté, abrí mis brazos sobre el respaldo del sofá, a todo lo ancho y la miré confiada en que por alguna importante razón yo estaba aquí. Lo que significa que soy intocable.
El ruso hizo un gesto y el hombre que me había invitado a sentarme, le dió una bofetada y le quitó el arma. Yo la miré sonriendo mas todavía.
Una mujer que colabora para humillar a otra, no es merecedora de ningún tipo de compasión.
Y eso era lo que ella trataba de hacerme, por segunda vez y encima, lo estaba haciendo con Alicia.
No es que Alicia me cause confianza ni pena, pero es parte de nuestro plan y la maldita rusa, aunque me ayudó la otra vez, solo lo hizo por su propio beneficio y regresó con Nikolay por voluntad propio, no tanto por su hijo, porque sino, tuviera la actitud de Tanya, que se nota que está aquí contra su voluntad y sin pisotear a nadie.
La sacaron de allí del brazo y pataleando obedeció.
— Como veo que te estás un poco exaltada, no daré rodeos — Nikolay resumía — el halcón blanco trató de matarme y arruinó algunos de mis negocios el día de la fiesta. Ahora un enemigo suyo lo va a matar por mí, a cambio de tí y Alicia.
Mi asombro era indisimulable.
Miré a la rubia y ella bajó su vista.
— Ahora irás a una habitación, dónde tu madre te espera y mañana vendrán por tí. Alicia me debe una noche, así que se queda conmigo.
— ¿Que te hace pensar que aceptaré esta mierda? — necesitaba ganar tiempo. Llevaba puesto el colgante de Aídan, y aunque el sabía dónde estaba, quiero pensar que también notará que me demoro demasiado en volver y vendrá por mí. Aunque no sé si prefiero que no lo haga.
No pude traer armas, solo espero poder neutralizar a algún guardia que me lleve mañana, aunque tal vez, lo mejor sea dejarme llevar y así dar directamente con el halcón blanco.
Tendré que improvisar.
— No estoy preguntando nada Amaia. Te digo como serán las cosas — solo eso dijo y sus hombres me levantaron por los brazos y me llevaron cargada, entre dos hacia el interior de la casa.
No opuse fuerza, mi bebé podía sufrir. Mi marido no va a ver salir el sol sin mi. Él vendrá.
La maldita rusa me vió por un pasillo y sonrió triunfal para mí.
Me dejaron dentro de una habitación y cuando cerraron me giré frustrada.
Mi cuerpo pegado a la madera y mis ojos cerrados tratando de normalizar mi agitada respiración, eran todo lo que tenía.
Me habían quitado mi pequeño bolso en la puerta, ahora Tanya tendría mis pertenencias supongo. Ella se lo quedó en la entrada, junto a mi abrigo.
Cuando por fin abrí los ojos, tuve delante de mí, la imagen de mis más terroríficas pesadillas… Andrew Miller.
En aquel sitio estaba él. Un hombre que me había hecho tanto daño, que nos había arrastrado a la mayoría de las tragedias que vivíamos hoy día y el único hombre que no debió nunca ser mi hermano.
Me miraba, fijamente. Sentado en una silla especial y con muchísimos accesorios médicos, pero vivo. Seguía vivo. Demostrando, que bicho malo nunca muere.
Cuando miré hacia su lado, mi madre y la suya, estaba allí, mirándolo con cariño.
Esa maldita mujer lo miraba con un cariño que debía ser mío y de mi hermana, que debía ser hasta de Jason pero nunca de Andrew.
— Es mi hijo Amaia, necesita tu ayuda para recuperar a sus hijos. Solo te pido que cumplas con lo que ese ruso quiere y así podamos salir de aquí y yo ocuparme de mi hijo y que mis nietos estén con su padre.
Hay palabras que te rompen el alma. Así como hay otras que te la vacían.
Y aquel momento, fue el más triste y liberador de mi vida.
Allí supe, que era huérfana, que ya no tenía madre y solo mi hermana era mi pasado. En mi presente éramos más, pero ella definitivamente no estaba y mucho menos en mi futuro.
Me acerqué sin miedo a aquellos dos seres. Ella se levantó. El me miraba sin poder moverse y ella, ella me miró como se mira al enemigo, se puso delante de él, asumiendo supongo, que yo le iba a quitar el respirador y matarlo a sangre fría.
Sin embargo, su postura defensiva la tuvo para la persona equivocada.
Abofeteé su rostro con lágrimas en el mío.
La volví a golpear en la otra mejilla y la tomé del pelo, acercando su rostro al mío, para que me mirara a los ojos una última vez…
— A partir de este momento, yo ya no tengo madre. Soy huérfana y si te vuelvo a ver delante de mí, no respondo. No te acerques a mi hermana, ni a nadie que sea de mi familia. Los hijos de este miserable jamás, permitiré que te llamen abuela y desde luego no sabrán que este tipo existe — ella negó y trató de que la soltara pero apreté más su cabello entre mis dedos — para mí estás muerta.
La solté y me agaché delante de Andrew.
— Y tú tienes todo lo que te mereces — una lágrima salió de su mejilla y no me importó nada — incluso esta silla y esta madre.
— Amaia, entiende. Es mi oportunidad de hacerlo bien. Ustedes se tienen una a la otra, pero el solo me tiene a mí.
— ¡Maldita ! — le grité y la empujé, daba vueltas por la habitación y me giré gritandole — ¿Como pude quererte tanto?¿Como pude llamarte madre?¿Quien demonios eres? No te das ni cuenta, maldita, no te das cuenta de cómo has arrasado con lo bueno de tu vida y lo cambias por lo malo. No sirves a nada y a dios le doy gracias ahora mismo por librarme de alguien como tú. Ni siquiera te voy a preguntar nada, porque solo de hablarte gasto una parte valiosa de mi vida y ya en tí, no pienso emplear más tiempo. Solo espero que este ruso, te de a Andrew y puedas vivir con el lo que les quede a los dos de vida, pero de los niños no sabrán nunca. Voy a denunciarte por proxeneta, me has vendido a una mafia como si fuera una puta. Así que eso es lo que eres.
Aquella mujer, mi madre, la persona que me había dado la vida y me había amamantado, me la había arruinado también y ni siquiera se detenía. Seguía intentandolo.
— Tu vas a estar bien. Nikolay me prometió que quien te va a llevar te quiere y te puede hacer feliz. Ahora eres viuda y puede volver a empezar, pero ya ustedes no me quieren y yo solo tengo a Andrew, hasta Jason me dejó sola. Entiende.
Busqué por la habitación algo para romper la puerta. Decidí ignorar a aquella mujer. No encontraba argumento para tanto cinismo y bajeza. Ahora nos quería culpar por apartarla de nuestras vidas.
Si Jason se había alejado, tal vez pudiera tener salvación su relación con nosotras, pero de Lynda no quería volver a saber en mi vida.
Hay mucha gente vil y miserable en el mundo, de eso estamos sobrados, pero madres como ella, espero que no hayan muchas.
La puerta se abrió sin darme tiempo a tener que romper nada y me sentí salvada.
Saldría de allí sin mirar atrás y cuando estuviera en casa en los brazos de mi amor y le contara lo que está pasando aquí, veríamos como sacar a Alicia y seguir los planes.
Un arma fue depositada en mis manos y sin poder agradecer a quien me liberó, salí corriendo de allí.
No había llegado ni a la mitad del pasillo, cuando la voz de aviso de mi madre hizo que los malditos rusos me volvieran a atrapar y el intento por ayudarme de Tanya, no sirviera de nada.
La chica me había intentado salvar y mi propia madre me volvía a encarcelar.
— ¿Dónde vas preciosa? Aún no se acaba la fiesta.
Le dieron un golpe a Tanya y a mí otro. Nos empujaron a ambas dentro de otra habitación.
Por lo menos no estaba con mis enemigos ahora. Ya solo estaba con la rubia que me miraba asustada, por la sangre que me corría por todo el cuerpo. Justo ahora me di cuenta de ese detalle gigante.
Miré mi cuerpo y observé mi ropa pintada en rojo por la sangre que brotaba de no sabía dónde.
En mi vida, en cada cosa que hago, siempre hay un precio a pagar.