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La dimensión del amor

🔒 14. ¡Archer! ¿Qué haces?

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14. ¡Archer!¿Que haces?

Amaia

— Eres un peligro Amaia — comentaba el mientras reíamos por el camino — con lo cabrón que es tu marido, y me está empezando a dar un poco de pena.

— ¡Ja! ¿Pena con Aidan? — me reí más a gusto — parece que no lo conoces bien. El es todo lo que me gusta de un hombre Archer y es justo, porque no me da ninguna pena, que lo amo tanto. Yo solo lo provoco, porque amo su reacción a mis indisciplinas. Y tampoco tengo la culpa, que mis intereses lo saquen de quicio.

— ¿Ves por qué te digo que eres un peligro?…

Dejamos el tema de mis conductas enloquecedoras para con mi marido y entramos en el tema Archer y lo poco que aún confiaba en él.

— Amaia, te aseguro que no miento.— aseguraba mientras conducía, dejando ver un carísimo reloj adornando su muñeca— hasta que no encuentre a mi padre y lo entregue a la agencia, no seré confiable y a pesar de mi cargo y la supuesta confiabilidad que me tienen, necesito ser yo quien lo entregue y libere mi nombre de su mala reputación y mi consciencia también.

Cualquiera tiene un familiar complicado, incluso yo tenía varios y no era mi culpa. En el fondo, Archer y yo, teníamos ciertas cosas en común. Y estar siendo estigmatizados por nuestros padres y sus repugnantes conductas, era una de ellas.

— ¿Que se supone que puedes sacar tú, de Alicia ? — le pregunté porque si íbamos a hacer algo en lo que teníamos un interés común, necesitaba más información para confiar en que el, me guardara las espaldas también.

— Ella dice saber, dónde está mi padre y con quién. Eso es algo que necesito saber. Y de paso, tu eres un agente bajo mi mando, tus intereses son los míos y si ella puede darnos información para atrapar a los malditos mafiosos y cerrar un buen caso,¿Por qué iba a mirar para otro lado?

Asentí y el resto del camino me concentré en lo que estabamos a punto de hacer.

En realidad no estábamos en una misión oficial, sobre todo porque nadie sabía lo que estábamos haciendo y Carter no estaba por todo esto. El también formaba parte del equipo y era bastante raro, que no estuviera siguiéndome los talones.

Mi suegro no sabía lo que estaba pasando, y no teníamos equipo para comunicarnos, pero oficialmente veníamos como invitados a una fiesta. Eso no tenía nada de ilegal. Y sobre Alicia, por algún motivo que aún desconocía, Douglas se la había entregado al ruso, así que no estábamos encubriendo nada ni a nadie… De momento.

— ¡Llegamos! — me avisó el y se giró a mirarme cuando apagó el auto.— una vez allá adentro, trata de no separarte de mí, no tenemos equipo para comunicarnos y estarás sola si te alejas de mi posición. En algún momento iré al baño, necesito ubicar algunas habitaciones de la casa y Amaia — lo mire con atención — espero que no hagas ninguna locura. Si nos descubren, dirás qué soy tu amante.

— No voy a hacer eso Archer— ni en un millón de años, humillaría a mi marido y encima mintiendo delante de mafiosos que le tienen respeto — si descubren que eres policía, estás solo. Yo soy la esposa de Aídan y tú mi chófer y guardaespaldas, de ahí no salgo.

El resopló, pero asintió en acuerdo con lo que le dije. Yo desde luego no pensaba decir que engañaba a mi marido, jamás.

Bajamos del auto y con el a mi lado, entramos en el lujoso sitio.

No sé ni para qué Alicia, le había dado aquella invitación, pues una vez entrado al sitio, nadie nos pidió nada.

Algunas miradas sobre mi, me molestaban y decidí ignorarlas o no conseguiría mi propósito.

No tenía idea de dónde iba a sacar a Alicia pero ya lo vería por el camino. En casos como este había que improvisar.

El sitio era enorme, lleno de altos jarrones de flores, sin rastro de drogas o armas. Solo lujo y gente muy bien vestida, a pesar de lo provocativas que íbamos casi todas las mujeres.

Cada puerta que daba a los jardines alumbrados, tenía cortinas que volaban con el aire que entraba y había camareros con bandejas de diferentes bebidas por todo el sitio.

— Menuda fiesta se ha montado el ruso — comentó Archer, tomando una copa de champagne.

— No te hagas notar mucho, que si me ve me va a reconocer y necesito ver a Alicia,antes de que alguien le diga a mi marido que estoy aquí y me meta en algún lío — también tomé una copa y mientras bebía mi trago ví a lo lejos a Tanya, la rusa que iba repartiendo canapés con una no muy buena cara.

— ¡Hostias! ¿Quien demonios es aquella diosa rubia? — ya estaba Archer babeando por la descomunal rubia que se acercaba a mí con disimulo.

— Deja a la chica en paz Archer, que es una niña, puedo jurar que no llega ni a diecinueve años y tú ya tienes más de treinta. — el no dejaba de verla y ella avanzaba hacia nosotros con más cuidado.

— Preséntamela Amaia, está soberbia y me gustaría perderme por esa mujer.

No pude ni contestar cuando un enorme calvo, muy alto, de ojos casi blancos de lo grises que eran, barba sexy y ronca voz se interpuso en mi campo de visión y me saludó, haciendo una reverencia elegante…

— La mismísima esposa del halcón ha venido a la fiesta — joder, estaba perdida. El tipo me tomó la mano y la besó sin dejar de mirarme — es un placer conocerla señora, me alegra ver qué a pesar de venir sola, lleva la joya que la distingue y la reclama como la esposa de Aídan.

Entendí que se refería a mi sortija de compromiso y matrimonio, la primera adornada con la rosa negra.

— Es un placer señor, pero no vengo sola — necesitaba que me dijera su nombre y desde luego no iba a decirle el de Archer.

Retiré mi mano y aquel hombre no dejaba de mirarme a los ojos, podría decir que riéndose internamente de mí.

— Señor Kolkov lo esperan en la sala azul — Tanya había hablado detrás de él y sin dejar de mirarme, casi ignorando a la chica me dió un guiño y con un* nos volveremos a ver*, se giró tomó un vaso de la bandeja que la chica tenía y se fue, ignorando a todo el que se le acercaba.

¡Genial!… Ahora sí tenía que apurarme, pues era cuestión de tiempo que Nikolay viniera a mi encuentro, no duré casi nada sin ser reconocida y encima, por alguien que no sabía quién era ni tampoco, como es que sabía quién era yo.

— Señor Archer, debe venir conmigo — le dijo la chica a mi jefe y el la miró de arriba a abajo y sonriendo le dijo…

— Dónde quieras muñeca — rodé los ojos, porque me parecía una estupidez que su órgano genital tuviera más voz que su cerebro ahora mismo, con el peligro que podíamos estar corriendo.

Menudo comandante estaba hecho Archer.

— La señora lo espera y me pidió que le entregara esto a usted — la chica me dió un papel, que tenía una dirección donde decía ella que me esperaría mañana en la tarde, porque hoy había un cambio de los planes.

La chica se llevó a Archer y yo, miré a mi alrededor, mientras la música sonaba y la gente bailaba y disfrutaba la noche, yo no iba a perder mi viaje.

Salí caminando detrás de ellos, que iban hacia una de las entradas de un pasillo, mientras Archer le miraba el culo a la rusa, no había notado que yo lo seguía.

Con sigilo, seguí detrás de ellos por un pasillo medio oscuro.

En algún momento sentí que alguien me seguía y me giré, pero detrás de mí no había nadie.

Cuando volví la vista al frente, ya ellos no estaban.

Maldije y me quedé mirando la única puerta que había casi al final del pasillo, caminé hacia allí y con cuidado abrí la puerta.

Asomé mi cabeza dentro, pasé y cerré despacio, si ya estaba perdida trataría de ver en qué tipo de sitio estaba y si podía encontrar algo sospechoso o interesante en aquel lugar.

Me acerqué a un buró de madera negra que había en el centro de la habitación, cuando toqué la madera y me disponía a encender alguna luz, para ver mejor, una mano le atrapó la muñeca y asustada ví un reloj, el mismo reloj que le había visto a Archer.

Me giró y me subió a la mesa, se metió entre mis piernas y cuando su miembro me chocó el sexo sin bragas le empujé sin lograr que se moviera y grité…

— ¡Archer! ¿Que  haces?…

Movió su miembro mas duro contra mi sexo y tomando mi cuello con su mano abierta, me inclinó hacia atrás, clavándomela más y me dijo gruñendo después de morderme fuerte los labios…

— Que esa boca no vuelva a pronunciar el nombre de otro hombre que no sea yo… ¿Acaso no conoces la polla de tu marido? — mordió nuevamente mis labios y me hizo gemir para pronunciar aquella palabra que amaba

 —¡¿Eh ?!¿ ¡Pequeña!?

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