Carol
—¿Cómo crees que se ve mejor, recogido o suelto? —preguntó Betty mientras recogía su cabello castaño claro hasta la cima de su cabeza y lo dejaba caer una vez más.
—Con ese vestido te queda mejor suelto —contesté mientras terminaba de abrocharme los zapatos de tacón. Ambas ya estábamos listas para la fiesta roja de esta noche, más que listas se podría decir. Me detuve a su lado frente al espejo gigante en la puerta de mi armario.
—Estamos hermosas. ¡Vamos a deslumbrar esta noche! —chilló emocionada mientras me abrazaba. Sonreí a nuestro reflejo.
Yo llevaba puesto un vestido ajustado, largo hasta el suelo, quedaba como una segunda piel resaltando todas las cosas buenas de mi cuerpo. Tenía un escote ligero sujeto a tirantes finos y una abertura en el lado izquierdo que llegaba desde el muslo hasta los tobillos, dejándolo expuesto a la vista. Acompañado por zapatos de tacón negros y el cabello semi recogido. El maquillaje había sido obra de Betty y quedó hermoso, una sombra de ojos de dos tonalidades, rojo y negro, y labial rojo sangre cubría mis labios.
Ella al contrario que yo llevaba un vestido corto, igual de ajustado al cuerpo que el mío. Toda la espalda quedaba al descubierto con una tela de encaje que la bordeaba y cubría sus brazos. Tenía el cabello suelto en hondas y tacones blancos, su maquillaje muy parecido al mío.
«Sip, definitivamente deslumbraríamos esta noche.»
—¿Bajamos ya? Los chicos deben estar impacientes —dijo, mientras recogía sus cosas en un pequeño bolso, yo hice lo mismo.
—Sí, bajemos ya o llegaremos cuando la fiesta se haya acabado. —Salimos de la habitación bajando las escaleras hasta la sala de estar donde nos esperaban.
Derek ya había tocado tres veces la puerta preguntando si aún faltaba mucho para que termináramos, era un impaciente. Al llegar el jadeo de impresión que nos recibió por parte de este fue incluso cómico. Betty fue hasta él y posó las manos en su cuello.
—¿Te gusta cómo me veo, amor? —preguntó con una risita.
—Jodidamente mucho. Estoy considerando no ir a ningún lado y encerrarte en la primera habitación que vea para que nadie más te mire así —reclamó mientras le daba un beso en cuello.
—¿Me miren cómo? —Se hacía la ingenua porque le encantaba jugar con Derek, pero ella sabía perfectamente a que se refería.
—Con el deseo que te miro yo. —La acercó bruscamente a su cuerpo, chocando ambos cuerpos, Betty no hacía más que reír.
—Te ves hermosa Carol, pareces una vampira con todo ese maquillaje oscuro y los labios rojos. Tanto, que estoy pensando dejar que me comas, ¿qué te parece? —bromeó Alex mientras envolvía sus manos alrededor de mi cintura pegándome a su cuerpo. No había nadie en la casa, por eso estábamos tomándonos estas libertades, mi madre y David tenían turno nocturno hoy.
—Puede que lo haga, o puede que deje que me comas tú a mí —susurré en su oído.
—Mierda, Carol. —Su voz entrecortada—. Será mejor que nos vayamos ya o nunca saldremos de aquí.
—Sí, creo que será lo mejor. —Apoyó Derek mientras ambos salían por la puerta de la casa.
Los chicos también se habían arreglado y se veían muy sexy. Ambos llevaban puesto unos pantalones negros un poco ajustados, Alex con camisa roja y chaqueta negra, Derek con camisa blanca y chaqueta roja. Iban combinados con nosotras y elegantes a la vez. Miré a Betty con una sonrisa ladina y ella me guiñó un ojo.
«Efecto deslumbramiento, conseguido.»
Llegamos al lugar de la fiesta quince minutos después, y me sorprendí al ver lo grande que era esta casa, una mansión mucho más exageradamente elegante que la de David, que era más bien moderna y sencilla. El gran jardín de la entrada estaba repleto de autos estacionados, luces de colores iluminaban el lugar, y al momento de entrar un chico de servicio vino a recoger las llaves del auto para aparcarlo.
Entramos y la música a todo volumen nos recibió, toda la escuela estaba aquí, y el color rojo predominando en todo momento como un charco de sangre. Había luces de discoteca colgando del techo e incluso un mini bar donde un barman preparaba bebidas. Parecía todo menos una casa, si no lo supiera, diría que habíamos entrado a un club o una discoteca.
—¿Nos equivocamos de lugar y estamos es un club de la ciudad? —exclamó Betty asombrada, leyendo mi mente.
—Max siempre se luce con sus fiestas, gasta muchísimo dinero para que la casa parezca un club de lujo. Esta es su forma de jugársela a sus padres ausentes, gastando su dinero en fiestas sin sentido —explicó Alex encogiéndose de hombros.
—Vayamos a tomar algo estoy sediento —gritó Derek sobre el nivel de ruido.
Fuimos todos hasta la mini barra y pedimos dos margaritas para nosotras y dos wiskis para los chicos.
—Vayamos a bailar ¡Me encanta esta canción! —chilló Betty emocionada cuando comenzó a sonar ‘Obsession’ de Sky Ferreira. Una de sus canciones favoritas y mía también.
Fuimos los cuatro para la improvisada pista de baile repleta de cuerpos en movimiento. Betty se abrazó a Derek mientras se susurraban cosas al oído. Alex me tomó por detrás pegándome a su cuerpo con sus manos en mi cintura.
Comenzamos a bailar al ritmo de la música, nos balanceábamos juntos y la sensación de su cuerpo con el mío me hizo sentir muy confiada y valiente. Así que comencé a mover mis caderas contra él en movimientos sensuales, apoyando la cabeza y espada contra su pecho y entrelazando mis manos en su cuello. Imaginé que lo estaba haciendo bien porque me apretó con sus dedos.
—¿Qué haces Carol? —susurró en mi oído.
—Bailar —contesté inocente, mientras repetía el movimiento y escuchaba como respiraba profundo por la nariz.
—Estás haciendo más que bailar. —Su voz profunda y ronca era un claro indicativo de lo afectado que se encontraba.
—¿Qué estoy haciendo? —ronroneé coqueta.
—Me estás volviendo loco. Eres mi obsesión —gruñó mientras besaba mi cuello.
No puedo explicar la sensación de placer que sentí al contacto de su lengua con mi piel desnuda y caliente. Volteé mi rostro hasta quedar frente a frente, solo bastó una mirada, para saberlo. Nos fundimos en un beso desenfrenado, lleno de anhelo y deseo. Su lengua jugaba con la mía y mis labios adoraban los suyos, me encantaba que me besara.
—Vamos arriba, quiero estar a solas contigo sin tantos ojos mirándonos —ofreció cuándo nos separamos, ambos jadeando. Solo pude asentir con mi cabeza, estaba hipnotizada. Tomó mi mano y me llevó escaleras arriba a una de las habitaciones vacías de aquella gran casa. Una vez dentro cerró la puerta con el seguro.
—No te muevas de aquí. —Me dejó junto a la puerta y caminó hasta la cama.
«¿Qué hacía?»
Encendió las lamparitas a los lados de esta, y apagó las luces blancas del techo, quedando un ambiente de penumbras en la habitación. Llegó hasta mi sonriente, sacó su teléfono del bolsillo delantero de sus pantalones y la canción ‘Perfect’ de Ed Sheeran comenzó a sonar. Tomó mis manos una vez más y guiándonos al centro de la habitación, las envolvió en su cuello mientras acariciaba mi espalda.
—Quiero que escuches atentamente la letra de esta canción porque cada una de las palabras en ella representa como me siento por ti y lo que espero de nosotros —confesó y luego comenzó a cantar junto al cantante mientras nos balanceábamos. Recosté mi cabeza en su pecho, disfrutando de cada segundo de esta burbuja de felicidad en la que nos encontrábamos.
“Encontré un amor para mí,
Querida solo entrégate y sígueme.
Bueno, encontré a una chica, hermosa y dulce
Oh, nunca supe que tú eras la que estaba esperando por mí
Porque solo éramos niños cuando nos enamoramos
Sin saber lo que era
No te dejaré esta vez
Querida, solo bésame lentamente.
Tu corazón es todo lo que tengo.
Y, en tus ojos, estás sosteniendo el mío
Amor, estoy bailando en la oscuridad
Contigo entre mis brazos.
Descalzos en el césped.
Escuchando nuestra canción favorita
Cuando dijiste que no te veías bien
Susurré muy bajito pero lo escuchaste
Querida, te ves perfecta esta noche
Bueno, encontré una mujer
Más fuerte que cualquiera que conozco
Ella comparte mis sueños,
espero que algún comparta mi hogar
Encontré un amor para llevar más que mis secretos.
Para llevar amor, para llevar a nuestros hijos
Aún somos niños, pero estamos tan enamorados
Luchando contra todas las posibilidades
Sé que estaremos bien esta vez.
Querida, solo toma mi mano
Sé mi chica, yo seré tu hombre
Veo mi futuro en tus ojos
Amor, estoy bailando en la oscuridad
Contigo entre mis brazos
Descalzos en el césped
Escuchando nuestra canción favorita
Cuando te vi en ese vestido
Te veías tan hermosa
No merezco esto.
Querida, te ves perfecta esta noche
Amor, estoy bailando en la oscuridad
Contigo entre mis brazos
Descalzos en el césped
Escuchando nuestra canción favorita
Tengo fe en lo que veo.
Ahora sé que he conocido un ángel en persona.”
Terminó la canción y nuestras frentes estaban una contra la otra, respirábamos nuestros alientos y nos mirábamos a los ojos.
—”Ahora sé que he conocido un ángel en persona, y se ve tan perfecta. No merezco esto, te ves perfecta esta noche” —repitió la letra de la canción para luego juntar sus labios con los míos.
Luego de dedicarme tan bella canción me sentía aún más enmarada de él, fue tan romántico y tierno, sabía que no estaba en su forma de actuar ser así de romántico, confesar sus sentimientos, pero que se haya esforzado tanto esta noche, me llenaba de amor por él. Le devolví el beso con igual intensidad, disfrutando de estar así entre sus brazos.
Entonces comenzó a caminar hacia atrás, hasta que mis piernas tocaron la cama cayendo ambos en esta, él sobre mí.
Acaricié su cabello y fui bajando hasta que mis manos chocaron con la chaqueta, las introduje dentro de esta deslizándola por sus brazos, la quería fuera de su cuerpo. Sus besos pasaron de mi boca a mi cuello, sus manos vagando por mi cintura, aproveché para zafar los botones de su camisa y quitarla de su cuerpo también, quería verlo, tocarlo, sentirlo. Se levantó para ayudarme con la tarea, mis ojos quedaron prendados de ese cuerpo musculoso y totalmente sexy, delante de mí.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó con la sonrisa ladina en su cara, esa sonrisa que tanto lo caracterizaba y que me encantaba.
«¡Como si no notara la baba cayendo por mi boca!»
—Mucho, me encanta tu cuerpo —jadeé mientras deslizaba mis manos por todo él.
Me ayudó a incorporarme de rodillas frente suyo, y despacio fue subiendo el vestido que llevaba puesto. Rozaba mi piel con la punta de sus dedos mientras lo hacía, todo ese tiempo sin apartar la mirada de mis ojos. La conexión en este momento entre nosotros era increíble, tenía la piel erizada y mi corazón iba a cien kilómetros por hora, pero sabía que no estaba solo en esta carrera de velocidades.
—Mierda, nunca me adaptaré a lo hermosa que eres Carol. Esta noche quiero adorar tu cuerpo, como te mereces —declaró, observándome atentamente. El deseo en sus ojos me cautivó.
Tenía puesto solamente unas bragas de encaje rojo, pero no sentí vergüenza porque él me viera en este estado, todo lo contrario, me gustaba que se sintiera así de encendido por mí.
Nos recostamos juntos sobre las sábanas blancas, besándonos una vez más, se había vuelto una adicción entre nosotros. Lentamente pasó a mi oído, bajó hasta el cuello y luego a mi escote, dejaba besos húmedos a su paso, provocando que suspirara de placer constantemente. Se detuvo en mis pechos deleitándose en ellos, chupando, lamiendo e incluso mordiendo.
—Me tienes fascinado Carol, ¿qué me has hecho? —gimió mirándome a los ojos, sus labios hinchados y su respiración laboriosa fue la imagen más hermosa que podría ver.
Llenó mi abdomen de besos hasta llegar a la cinturilla de mis bragas, enganchó sus pulgares a los lados y las bajó por mis piernas sin quitar sus ojos de los míos. Acercó su cara a mi zona íntima respirando profundamente y haciendo que me sonrojara por su deleite. Luego comenzó a besarme sin parar, colmándome de placer y amor. Nunca me había sentido más completa y realizada como en este momento, Alex me hacía sentir especial, amada y única.
Me hizo estremecer una y otra vez hasta que el orgasmo inundó mi cuerpo y la sensación fue increíble e irreal. Sin esperar más se levantó quitando el resto de su ropa y colocándose un preservativo se posicionó sobre mí en posición de misionero.
—Tan malditamente dulce y perfecta. ¿Me permites el placer de hacerte mía, ángel? —susurró con sus labios pegados a los míos. No necesitaba pensar nada, mi corazón había decidido hace mucho tiempo, desde la primera vez que lo vi y me advirtió que no me enamorara de él.
—Siempre he sido tuya —contesté y lo próximo que sentí fue un inmenso placer inexplicable al sentir como entraba en mí y comenzaba a moverse.
—¡Ah, Alex! —No pude evitar expresarlo en su oído, lo que él me provocaba. Gruñó repitiendo mi nombre también.
Al principio lo hizo despacio, probando, adorando, me besó y me mimó hasta que fue inevitable que tuviese otro orgasmo agotador. Pero entonces aceleró el ritmo de las embestidas, más duro, más rápido, hasta que descargó su liberación dentro de mí.
—Maldita sea. Sabía que esta sería mi perdición. Lo mejor que alguna vez sentí —confesó abrazándome, podía sentir su corazón galopando contra el mío.
Como dice la canción: “Tu corazón es todo lo que tengo, y en tus ojos estás sosteniendo el mío.”