Carol
—Ven Betty, quiero presentarte a mis amigos —dije, mientras la guiaba al otro lado del estadio donde se encontraba mi antigua escuela que, aunque no estaban festejando como nosotros, tenían una sonrisa en los rostros.
Conocía es sonrisa, era la satisfacción por el buen trabajo realizado, y aunque no habían ganaron, se sentían victoriosos.
—¡Rachel! —llamé a mi amiga que me daba la espalda mientras hablaba con el grupo de animadoras.
Al voltear su grito de alegría fue acompañado por el de todas las demás chicas que me vieron cuando Rachel se giró.
—¡Carol! ¡Que gusto me da verte! —gritó emocionada mientras me abrazaba. La apreté contra mí también, había extrañado sus abrazos de mamá osa.
—Hola chicas, hicieron un buen trabajo allí. Me siento como una madre orgullosa de sus niñas. —Teatralmente limpié las lágrimas inexistentes debajo de mis ojos, lo que provocó la risa de todas.
—¡Abrazo grupal! —gritó Rachel. Nos dimos un abrazo grupal como hacía mucho que no hacíamos y no pude evitar que la nostalgia me embargara mientras todas nos exprimimos entre risas y besos.
—Estuviste genial con esa apertura, bien ejecutada y súper sexy, todo hay que decirlo —bromeó mi amiga en lo que el grupo se dispersaba y quedábamos solo nosotras tres.
—Ra, te quiero presentar a Betty, mi nueva amiga aquí en Victory. —Señalé a la susodicha a mi lado, que estaba un poco nerviosa y cohibida.
—Carol me ha hablado mucho de ti, es un gusto conocerte al final —dijo Betty mientras se daban un beso en la cara y un abrazo cordial.
—El gusto es mío. Me alegra que Carol tenga a alguien de confianza en este nido de víboras. —La risa de las tres debe haberse escuchado en lo último de las gradas, porque reíamos a carcajadas ruidosas. Rachel era muy ingeniosa para los chistes.
—Espera, ¿te dicen Ra? ¿Cómo el dios egipcio? —La curiosidad y duda en el rostro de Betty era digno de ver.
—¿Viste como son mis amigos? Me comparan con deidades porque me quieren un montón. ¿A qué si Carol? —alardeó Rachel limpiándose los hombros en un gesto de altanería.
—No te creas tanto. Que Marcos te tenga en un pedestal no quiere decir que todos lo hagamos. —Guiñé un ojo hacia ella. Sabía que estaba bromeando, siempre era así entre nosotros—. Verás Betty, cuando éramos unos niños de doce años jugamos una vez a los dioses egipcios, y Rachel estuvo peleándose con Susana una hora por quien sería la diosa más poderosa. Ya me tenían cansada con tanto grito, así que declaré que Rachel seria “Ra” y además es como el abreviado de su nombre. —Terminé de contar encogiéndome de hombros. Recordar aquel tiempo cuando éramos niños inocentes me llenaba de felicidad y anhelo por volver a esos momentos de diversión e inocencia.
—Estuve tan contenta al saber que sería una diosa poderosa, sin saber que en realidad el dios egipcio era masculino no femenino. Desde ese día se me quedó el sobrenombre —contó con una sonrisa en sus labios. Entonces se volteó y gritó:
—Cariño, mira quién vino a saludar —Su voz se escuchó sobre el ruido de las voces mientras hacía señas con las manos. Marcos volteó al momento de escuchar su voz, y abriendo los ojos del asombro vino corriendo hacia donde estábamos.
—Pero mira quien es, la traidora que nos abandonó por una escuela de niñatos ricos —dijo un serio Marcos mientras abrazaba a Rachel por detrás.
Mi cara de desconcierto fue tal que Betty tomó mi mano para reconfortarme. Estaba paralizada. ¿Por qué mi amigo pensaba eso de mí? En ese momento ambos comenzaron a reír mientras y Marcos venía a abrazarme con los brazos abiertos.
—¡Me asustaste idiota! No lo vuelvas a hacer —chillé mientras lo golpeaba en el hombro.
—Valió la pena con tal de ver tu cara de incredulidad. —El muy maldito reía aún por su broma de mal gusto—. Sabes que te amamos, aunque ya no nos veamos tan seguido como antes. —Se acercó a mí dándome un beso en la frente.
«Había extrañado esto.»
Un chico que pasaba en ese momento por el lado de Rachel tropezó y derramó el contenido de su vaso sobre la blusa de mi amiga.
—Perdona, joder lo siento mucho. —Se disculpó el muchacho, apenado por su torpeza.
—Está bien, no fue para tanto. —Le sonrió mi amiga con amabilidad, restándole importancia.
Ella era una amante de la paz, siempre trataba bien a las personas, sin importar lo que le hubiesen hecho. El chico siguió su camino rojo como un tomate cherry.
—Tengo una blusa de repuesto en mi bolso, pero está en los vestuarios. Espérame un momento y enseguida te la traigo, ¿vale? —ofrecí mientras me dirigía ya en esa dirección.
—Vale, me quedo aquí hablando con Betty de tus trapitos sucios. —Se abrazó a Betty por el brazo y vi cómo se sentaban en uno de los bancos a conversar. No pude evitar sonreír por ver lo bien que se llevaban mis amigas nada más conocerse.
Entre a los vestuarios y caminé hasta llegar a mi casillero, pero de repente una mano me agarró fuerte del brazo, volteándome con brusquedad.
—Hola Carol, soy Víctor. Quería felicitarte por lo bien que hiciste ese baile al principio del partido, estuviste muy sexy y caliente allí. —La voz rasposa y el aliento a cigarro y alcohol golpeó mi cara.
Sabía quién era, jugaba en el equipo de futbol y Betty me había contado que era un imbécil total que no sabía lo que significaba la palabra NO.
—Gracias, ahora por favor suéltame. —Traté de ser amable con él, pero me estaba costando.
—No las des, te lo mereces. Bueno, ahora que lo pienso, sí que me las puedes dar, conozco una forma… —dijo, mientras tomaba mi mano y la llevaba hasta su entrepierna para que sintiera el bulto duro en sus pantalones.
—¡¿Qué te pasa, estás loco?! Suéltame ahora mismo Víctor no estoy jugando. —Rápidamente quité mi mano de la suya, el tono duro en mi voz y la cara seria esperaba que fueran más que indicativo suficiente para él.
Pero estaba equivocada, antes de que pudiera impedírselo tomó mis dos manos, empujándome contra la pared y colocándolas sobre mi cabeza, me aprisionó entre su cuerpo y la pared, evitando que pudiera moverme.
—Vamos, no te hagas la dura. Sé que quieres esto, si no porque te movías tan sensual en ese baile. Además, te has vuelto el dulce prohibido de la escuela, tengo curiosidad por probar. —Presionó su entrepierna contra mi bajo abdomen.
—¡Suéltame maldito enfermo! ¡Te dije que no! —grité mientras trataba de zafarme de su agarre, pero el bastardo tenía mucha más fuerza que yo.
—Lo quieres así entonces, a la fuerza. Me gusta cuando se resisten, pero al final terminarás gritando de placer, ya verás. —Pegó bruscamente su boca a la mía, tratando de besarme.
Lo próximo que supe fue que Víctor estaba rodando por el piso a dos metros de mí y un muy enojado Alex esperaba a que se levantara con las manos en puños.
—¡Te dije que te alejaras de ella imbécil! Pero no fui lo suficientemente claro al parecer —rugió con ira.
Al ver que Víctor se levantaba golpeó su cara mandándolo al suelo una vez más. El sonido repugnante de un hueso rompiéndose lleno el silencio del vestuario. No conforme con esto se le subió a horcajadas sobre el pecho y comenzó a golpearlo sin parar. Víctor trataba de defenderse, pero Alex prevenía todos sus golpes y se los devolvía con el doble de fuerza.
«Dios, ¿este era Alex? Me recordó a un… demonio.»
—¿Estás bien? —Al voltear vi a Derek a mi lado, me miraba con cara de preocupación.
—¡Has algo Derek, lo va a matar! —El desespero estaba presente en mi voz. Estaba preocupada por el estado sangriento de Víctor. Preocupada porque Alex se podría buscar un problema, no por el bastardo que se lo tenía merecido.
Al ver que Derek no hacía nada y solo observaba, corrí hasta acercarme un poco y grité el nombre de Alex con todas mis fuerzas. Al momento de escuchar mi voz su mano quedó suspendida en el aire, y miraba fijamente a un casi inconsciente Víctor.
—Esta es una advertencia imbécil, para la próxima será mucho peor que esto —amenazó en un susurro escalofriante, entonces se levantó despacio y volteó hacia mí.
Su respiración laboriosa y los nudillos ensangrentados captaron mi atención, abría y cerraba las manos con fuerza, una y otra vez. Está escena, es igual que el día de las carreras.
—¿Qué pasa si no sacas la adrenalina de tu cuerpo?
—Pierdo el control Carol, ocurren cosas peligrosas.
Recordé lo que me había dicho aquella vez. Mierda, si Alex se encontraba en ese estado ahora mismo, sería una bomba andante.
Revisó mi cuerpo con la vista en busca de daños visibles, pero al ver que estaba bien se giró y salió de los vestuarios con rapidez y sin mirar atrás. Derek lo siguió, pero antes me dio una mirada de disculpas por su comportamiento.
¿Qué le pasa? ¿Me defiende y luego se va así sin más? Entendía que se sintiera como un claustrofóbico en una caja, pero al menos podríamos haber hablado…
«Querías ayudarlo como la última vez, nada de hablar.»
«¡Claro que no! Calla conciencia.»
Tomé mi bolso del casillero y salí de los vestuarios lo más rápido posible, evitando mirar a Víctor tendido en el suelo con la cara ensangrentada y gimiendo de dolor. Caminé en dirección al estacionamiento, lo único que quería era irme a casa y olvidarme de todo lo que había ocurrido.