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Hank: Inmortal

🔒 Capítulo 4: Monstruo

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Hank

La culpa me abatió de la misma manera en la que el dolor invadió mi cuerpo. Un llanto mudo emergió de mi garganta, mi cuerpo era demasiado débil como para poder ir al rescate de mi familia, no, no estaba débil, me estaba muriendo. Mis ojos estaban nublados a consecuencia de las lágrimas, el frío me provocó un repentino estremecimiento y el terror se acrecentó al imaginar la desgarradora escena del sufrimiento de mi esposa e hijas.

—Vámonos, Duncan —escuché una voz, en ese momento recordé que lord Fulton y sir Thomas se encontraban en el lugar. Con algo de dificultad, giré mi cabeza hacia ellos, encontrándome con la mirada de lord Fulton.

—¡Piedad! —sollocé en casi un susurro. La sangre botó de mi boca cuando un ataque de tos se manifestó.

—Thomas, debo ayudarlo.

—¡No es nuestro problema! —vociferó, su mirada fiera me fulminó e hizo un mohín, a pesar de mi visión un tanto borrosa, pude ver un par de colmillos sobresaliendo—. Él fue un imbécil al querer salirse con la suya, ¿cómo no pensó en su familia al cometer semejante inmoralidad?

Sus palabras reverberaron en mi cabeza y tenía razón, yo había sido un cínico, tomé a la hija del conde, robándole su virtud que quizás, fuera lo único que podía ofrecer. Nunca había pensado en las consecuencias, iba a los prostíbulos cuando se me venía en gana, fornicaba con mujeres dejando a Margaret sufriendo por mi ausencia, lo miraba como una diversión y en este momento, me acababa de dar cuenta, que la víctima de la desgracia no era yo, sino mi mujer, mis hijas, el pequeño que venía en camino y la misma Alice, mi desvergüenza dañó a seis personas y no había forma en la cual remediar lo que provoqué.

Entre hipos y sollozos, mi cuerpo tembló, escuché un par de pasos aproximándose y lord Fulton se puso de cuclillas frente a mí.

—¿Estás dispuesto a proteger a los inocentes hasta tu último aliento? —preguntó—. ¿Dar tu vida por…?

—¡No lo hagas, Duncan! —advirtió sir Thomas—. Ya está amaneciendo, debemos irnos cuanto antes.

—Escúchame, John, hay una forma de salvar a tu familia, el conde no tardará mucho en ir tras ellos y cumplir con su amenaza, pero para poder ayudarte, tienes que estar dispuesto a renunciar.

—¿A qué? —susurré desesperado, de existir una forma de salvarlas, lo haría sin dudar.

—A todo, a la luz del día, a tu vida, a tu familia, es un precio justo que pagar a cambio de salvar inocentes. —explicó, cerré los ojos y respiré con dificultad, el frío aumentó y me fue más difícil mantenerme consciente.

—Duncan, no lo hagas, no es digno.

—Cuando fueron tras tu esposa tu hubieras querido salvarla, Thomas —espetó tomándome por la muñeca.

—Lo que sucedió con Mary fue diferente, yo no hice que la asesinaran, fueron unos ladrones, así que no te atrevas a mencionarla de nuevo y mucho menos, me compares con este cerdo asqueroso —siseó con desprecio, sin embargo, lord Fulton negó con su cabeza y a pesar de las advertencias de su compañero, se llevó mi muñeca a su boca.

—Te daré una segunda oportunidad —susurró, y sin darme tiempo para reaccionar, sus colmillos traspasaron mi piel, haciéndola sangrar. Torpemente, intenté forcejear para zafarme de su agarre, pero fue inútil, su mano me aferró con más fuerza y su boca cubrió la herida.

De pronto mi cabeza dio vueltas, mis párpados pesaron siendo presos de un cansancio atroz, el latido de mi corazón me ensordeció, al principio frenético, casi un zumbido cómo el aleteo de las abejas, y poco a poco, yendo lento, apagándose. Pasé de sentir frío al calor insoportable, mi cuerpo ardía, una sensación parecida a la de la cera hirviendo cayendo sobre la piel. No era consciente del paso del tiempo, ni de lo que ocurría exactamente a mi alrededor, el dolor invadió mi ser, siendo sumido por este.

Mi mano cayó, estrellándose contra el suelo, lord Fulton me había liberado, pero yo ya no tenía fuerzas. Un líquido viscoso cayó sobre mi boca, el olor era penetrante, férreo, era sangre.

—Bebe —ordenó lord Fulton, abrí mi boca y el sabor me asqueó, si no fuera porque me encontraba al borde de la muerte, seguramente, me hubiese negado a obedecer—. Al principio no será de tu agrado, pero lo necesitas más de lo que crees.

—Duncan, no hay tiempo, el sol —Apenas y escuché la voz de sir Thomas, mi espalda se arqueó de forma sobrenatural y escuché crujidos.

Sentí como algo tiraba de mí, una fuerza invisible tomó la piel de mi pecho, músculos y huesos, estirándolos, cerrando la herida, acomodando todo en su sitio, el dolor comenzó a ceder. Mis ojos se abrieron de golpe, pude ver más allá de las nubes, las estrellas las veía como si estuviesen a un palmo de distancia, me incorporé de golpe y me aterroricé aún más al verme por completo curado y no solo eso, percibí sensaciones difíciles de explicar, había algo diferente en mí, seguro había sido producto de la hechicería.

—¡Santo cielo! ¡El diablo! —grité dando un paso atrás, tropecé con una rama y caí de culo contra el suelo. Los hombres frente a mí, entornaron los ojos y negaron con la cabeza, sir Thomas, sacó algo de entre sus prendas, pude ver dos pequeñas botellas, iguales a las de las infusiones, le entregó una a su acompañante y ambos las bebieron de golpe.

—Te dije que no lo hicieras, Duncan —Se pasó la manga de su casaca por los labios, limpiándose los restos de ese líquido.

—Thomas… —suspiró—. Quizás este muchacho pueda ser de utilidad —Levantó su mano y me hizo una seña—, no tengas miedo, no somos demonios, hay cosas que en este momento no puedo explicarte, tienes que salvar a tu familia, no dejes pistas de tus acciones, no debemos ser descubiertos, no por nosotros, más bien, se trata del bienestar del hombre.

—¿Por qué debería creeros? —cuestioné con vacilación y él me devolvió una media sonrisa.

—Porque yo creí en ti y salvé a tu familia con el regalo que te he dado, así que anda, ve, sálvalos, te veré en el cementerio al atardecer.

—Dijiste que si estaba dispuesto a renunciar a todo, ¿a qué te referías con eso? —pregunté curioso, dando un par de pasos hacia él. Los hombres se miraron entre sí, parecieron comunicarse con la mirada, luego, los ojos verdes encendidos de lord Fulton se fijaron en los míos, provocándome escalofríos.

—Al atardecer te daré respuestas, obedece o de lo contrario, podrías arrepentirte en la mañana, más si te topas con el sol, muchacho.

Cerré los ojos con algo de pesar, no quería estar con la incertidumbre, sin embargo, el tiempo no era algo que me favoreciera, así que, ofreciendo un asentimiento, caminé hacia mi caballo para montarlo de un salto, fue tanta la facilidad que tuve para el impulso que podría comparar mi peso con el de las plumas.

Sin pensarlo más, agité las riendas y Thunder corrió de prisa, el viento frío chocó contra mi rostro y fruncí el ceño cuando escuché voces. Miré hacia el costado, pero no había nadie. Los olores se magnificaron y mi visión fue tan aguda que pude ver a lord Neville y a sus hombres cerca del puente, debía detenerlos cuanto antes. Me incliné hacia adelante y salí disparado del caballo, el impulso fue tal, que caí de pie a varios pasos de distancia del animal, pero no podía detenerme, no debía dudar, quedaba poco tiempo, el conde no tardaría mucho en llegar a las afueras de mi propiedad.

Como alma que lleva el diablo, corrí, incluso siendo más rápido que cualquiera de mis corceles. Con mis brazos me protegí de algunas ramas de los árboles que eran arrancadas de estos al chocar contra mí, no solo era rápido, era como una montaña, resistente ante cualquier inclemencia.

En un instante, había tirado del caballo a uno de los guardias, el animal cayó al otro lado del camino, mientras que el hombre era sostenido por mí. En sus ojos vi el miedo, el cual me llenó de una satisfacción mórbida, deseaba verlo sufrir, cómo sus ojos se apagarían de a poco, era por completo excitante, un placer tan prohibido que me hizo desconocerme a mí mismo, sin embargo, me dejé llevar por las emociones.

—¡Suéltame, demonio! —vociferó forcejeando. Su cuerpo se agitaba frenéticamente, provocando que mi pulso se disparara, era por completo emocionante, podía oler su miedo, no tenía idea de lo que lord Fulton me había hecho, pero tener tanto poder me hizo sentir un dios.

Sonreí negando con la cabeza y miré hacia el resto de mis enemigos, que se habían detenido y observaban la escena con terror.

—¡Soltadlo! —gritó el conde, y de un movimiento, tomé la cabeza del guardia, separándola de su cuerpo, ganándome las miradas atónitas de mis rivales.

—¡Demonio! —gritó el segundo guardia desenvainando su espada, me incliné en una posición amenazadora y le hice señas, indicándole que se aproximara, sin embargo, este se mostró nervioso. Su cuerpo tembló con un estremecimiento y antes de que lograra siquiera bajar del caballo, fui tras él y le arranqué el brazo en el que portaba la espada en un solo movimiento. El animal dio un respingo, tumbando al jinete y saliendo a todo galope del lugar.

—¡No! —sollozó el guardia que yacía sobre el suelo, apenas y lograba moverse, llevó su mano a la herida que sangraba profusamente, el hueso estaba expuesto, y por mucho que fuese impactante una herida de tal magnitud, no sentí nada en lo absoluto, salvo satisfacción. Mi sangre bulló bajo mi piel, la excitación se desató dejando a una bestia sin control, me dirigí hacia el malherido guardia y a la velocidad de un rayo, lo tuve sometido, con mis colmillos siendo enterrados en su garganta.

Sentí su pulso bombeando con fuerza, cómo su cuerpo se agitó, tratando de escapar, pero no lo permitiría, el buqué férreo cedió, siendo cambiado por uno tan dulce como la misma miel. Su sangre tenía mejor sabor que cualquier vino que hubiese probado antes, di un par de succiones, sintiendo como la vida escapaba de su cuerpo, como su piel se apagaba con cada gota de sangre que salía de él y me detuve cuando su brazo cayó inerte a mi lado.

—¡Monstruo! —vociferó el conde, bajando de su caballo y desenvainando su espada—. Eres peor que cualquiera de los demonios.

—Seré tu peor pesadilla por querer meterte con personas inocentes.

—¡Tú no eres ningún inocente! —siseó frunciendo el ceño. Tenía razón, no era un santo, pero él tampoco lo era, al contrario, él podía ser peor hombre que yo al querer robar la inocencia de una pequeñita, una la cuál apenas y comenzaba a aprender a bordar—. Vi con mis propios ojos cómo fornicabas con mi hija —escupió apuntándome con la espada.

—No hablaba de mí —señalé, dejé el cuerpo inerte del guardia caer y me puse de pie—, sino de mis hijas y mi esposa.

—¡No pensaste en ellas al hacerle eso a mi hija!

—Pero te enfrenté y abusaste de tu poder, ahora te toca pagar las consecuencias.

—¡Te puedo pagar! ¡Te daré oro! —gritó desesperado, su mandíbula estaba por completo tensa y su labio inferior tembló—. ¡Te daré a Alice como amante! ¿Es lo que deseas? Lo tendréis todo, pero dejadme vivir —Sus ojos se cristalizaron con lágrimas contenidas, no bajó la espada, no obstante, era la primera vez que había visto al conde tan aterrorizado.

—Dejarte vivir sería un error —sentencié, me acerqué rápido y repetí la misma técnica que con el primer guardia, le di una muerte rápida, arrancando la cabeza de su cuerpo.

Al haber terminado con mi obra, me tiré al suelo de rodillas y extendí mis manos a los costados, cerrando los ojos con mi rostro hacia el cielo, ¿qué había ocurrido realmente? ¿Acaso había hecho justicia?

Me sentí por completo consternado, aun así, debía terminar con esto, deshacerme de los cuerpos, ver a mi esposa y quizás, solo quizás, reunirme con lord Fulton en el cementerio, necesitaba respuestas, si era el diablo, necesitaba saberlo.

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