Categorías
Hank: Inmortal

🔒 Capítulo 20: Vínculo

Log in or Register to save this content for later.

Quinta parte

Ascensión

“Aunque mis ojos ya no

puedan ver ese puro destello

que en mi juventud me deslumbraba.

Aunque nada pueda hacer

volver la hora del esplendor en la hierba,

de la gloria en las flores,

no debemos afligirnos,

porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.

En aquella primera

simpatía que habiendo

sido una vez,

habrá de ser por siempre.”

Oda a la inmortalidad, William Wordsworth.  

Hank

Mi corazón aporreó contra mi pecho con tal fuerza, que creí que fracturaría mi esternón, quizás, esta sería la primera vez que me sentí tan nervioso, si de algo estaba seguro era de que estaba haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad para no vomitar. Cada paso fue más difícil que el anterior, tan pesado como el plomo, mis pulmones ardieron cuando tomé una bocanada de aire fresco.

La brisa nocturna chocó contra mi piel, había llegado la hora de entrar a la casa de los Smith, Rosa y Trent me acompañarían, estaba demasiado alterado cómo para conducir, así que terminé dándole el mando del BMW a mi amigo que nos trajo sin problemas.

Cuando mis manos tomaron el pomo de la puerta, me quedé estático, el olor a sándalo con el cual Chuy solía ocultar su verdadera esencia, llegó a mi nariz, me asqueé al imaginar que él y Krista compartieran semejante aroma, sin embargo, mi malestar se apagó cuando ese sutil dulce perfume de mi esposa llegó a mí.

—Tú puedes, viejo —dijo Trent, colocándome una mano sobre el hombro. Sin atreverme a mirarlo, di un asentimiento y giré el picaporte, la puerta abrió al fin, al primero que logré ver fue a Frank.

El tipo tenía una estatura promedio, un metro con setenta y tantos, pelirrojo y de ojos color miel, un vampiro que había migrado a América desde Irlanda, lo conocí hace dos décadas en Portland.

Al notar mi presencia, me ofreció una sonrisa que dejó al descubierto sus colmillos, correspondí a su gesto con un asentimiento y me adentré al lugar, temiendo que la languidez invadiera mis miembros.

—¡Qué hay, Trent! —saludó Frank a mi acompañante, no obstante, no venía a una visita social, sino a reencontrarme con Krista con la esperanza de arreglarlo todo.

—Frank… —lo llamé, centró su atención en mí y aclaré mi garganta con el fin de que mis palabras fluyeran—. ¿Dónde está Chuy?

—En el living —indicó señalando con su pulgar hacia atrás—. Te están esperando.

Suspiré, el miedo me carcomía y cuando creí que desfallecería, una mano amiga me tomó por el brazo, se trataba de Rosa que me observó con esos ojos llenos de entendimiento y paciencia.

—Vamos —me ordenó—. Tu chica espera, prometo que no estarás solo.

—Gracias —musité. Juntos nos encaminamos con Trent y Frank a nuestras espaldas, unos metros más adelante nos topamos con Alec y Joshua, no me atreví a decir nada, aunque ellos parecieron comprender la situación, apartándose silenciosamente de nuestro camino.

El sonido de nuestros pasos reverberando por el pasillo, no era nada comparado con el ensordecedor sonido de mi pulso en los oídos, eran como gritos del corazón, una voz que clamaba por Krista, el deseo de una existencia a su lado, un nuevo comienzo sin secretos ni mentiras.

Al llegar a la pieza, me quedé suspendido, Krista, Joe, Nathan y John Anderson estaban acomodados en los sofás, mientras que Chuy yacía sentado en el sillón.

Cuando la mirada de mi esposa se encontró con la mía, un escalofrío recorrió mi columna, ella era preciosa, su cabello ya no lucía tan rojizo, pronto ese color quedaría deslavado para mostrar su tono negro natural, su piel blanca con rubor en sus mejillas, labios carmesíes, ojos de ese color gris tan brillante, cómo dos joyas, simplemente, preciosos. Por el movimiento de su garganta, me percaté de que tragó con dificultad, era probable que estuviese tan nerviosa como yo. No pude evitar recorrerla con la mirada, sus pechos lucían más voluminosos con ese escote de su camisa, la tela de sus vaqueros se adhirió a su piel cómo si fuese líquida, marcando sus bien formadas piernas de muslos gruesos que me volvían loco.

Mis labios se unieron en una fina línea, sintiéndome avergonzado por las reacciones de mi cuerpo, era inevitable contenerme, no había un interruptor, la deseaba a cada instante, una sola mirada suya y estaba listo, con mi verga rígida y la determinación de complacerla.

—Al fin llegas —siseó John, mi mirada fue a él que mantuvo un gesto ceñudo, era normal que estuviese molesto, después de todo, le había fallado a todos.

—Discúlpenme, tuve algunos contratiempos.

—¿Contratiempos? —cuestionó poniéndose de pie, era claro que su intención era intimidarme—. ¿Qué es más importante que mi hija?

—¡Papá! —lo llamó Krista.

—No, hija, sabes que todo esto no hubiera ocurrido si no fuese por este hijo de puta.

—¡Papá! —chilló mi esposa una vez más, suspiré derrotado, agachando mi cabeza.

—Tiene razón, pero no puedo devolver el tiempo y creo que tengo derecho a tener un momento a solas para hablar con Kris —señalé, atreviéndome a levantar de nuevo la mirada.

—Si me permiten… —Chuy habló y se incorporó, para luego dar un par de pasos hacia Krista. Mi pulso se aceleró de nueva cuenta cuando vi como ella reaccionaba, sus pupilas se dilataron y gracias a mis sentidos súper desarrollados, percibí el aroma dulce de su ranura, estaba en éxtasis ante la cercanía de su progenitor.

Mis testículos se contrajeron, quería comerle el coño, recorrerlo con mi lengua, beber de ese delicioso néctar que me volvía loco y después, solo después de haber logrado satisfacerla, me atrevería a reclamar su cuerpo y hundirme en ella.

Mi deseo se vio opacado cuando se lanzó a los brazos de Chuy, quien pareció incómodo al evitar que Krista lo besara.

—Te dije que deben hablar, Krista —increpó molesto.

—Jesús, no lo hagas —suplicó, entrelazando sus manos sobre la nuca del vampiro. Mi estómago se hundió, había escuchado que me amaba, sabía que odiaba sentirse de esa manera, todo era justificable en cuanto a su actuar, aun así, no dejaba de dolerme.

—Krista —La tomó por las mejillas, obligándola a mirarlo—. Comprende que debes hablar con él, tú lo amas, ahora te sientes así por el vínculo, pero te voy a liberar, necesito hacerlo.

—Un beso —musitó Kris y mi corazón se detuvo—. Quiero que me vea besándome contigo.

—No creo que debas ser tan infantil, niña —interrumpió Rosa.

—No te metas en esto —masculló mi esposa, fulminándola con la mirada—. Es un precio bajo que debe pagar, yo no me acosté con una maldita psicópata ni engañé a mi esposa diciendo que era su primera pareja inmortal.

—Hank…

—Hazlo, Chuy —lo interrumpí en tono afligido—. Si ella lo desea, dáselo, quiero que todo esto termine.

Sus labios se unieron en una fina línea, era increíble, pero parecía lamentar el hecho de estar en esta situación, su atención volvió a Krista que le sonrió con coquetería. Mis ojos se cristalizaron, Rosa tomó mi mano brindándome su apoyo, no dudé en sujetarla con fuerza cuando justo frente a mis ojos, vi cómo alguien más reclamaba los labios de mi esposa.

Ella se entregó, lo disfrutaba, o por lo menos, ese gemido agudo que emergió de su garganta, la delató. Quería correr, alejarme de ese lugar sin mirar atrás, mi corazón se estaba volviendo añicos, y aunque podría ser tildado de cursi, poco me importaba, era mi manera de vivir y sufrir el amor verdadero, únicamente podía hacerlo con esta intensidad, tan pasional, tan fuerte, tan único.

Las lágrimas bañaron mis mejillas, mi cuerpo tembló, pero Rosa no se apartó de mi lado, de pronto, vi un hilo de sangre emergiendo de sus bocas, los ojos de Krista se abrieron cuál platos y Chuy se separó de ella, con su labio inferior sangrante y mirada anodina.

—¿Qué hiciste? —preguntó ella, retrocediendo un paso, él miró en mi dirección y liberó una sonora exhalación.

—Ya es libre —sentenció y sin esperar a un agradecimiento, se alejó por el pasillo, dejándonos a todos atónitos. Mientras la besaba se hizo sangrar para liberarla, estaba asegurándose de que ella no se negara a beber su sangre.

—¡No! ¡No puedes liberarme! —vociferó Krista, dejándose caer sentada sobre el sofá, se cubrió el rostro con ambas manos, atacada en llanto—. ¡No siento nada! ¿Por qué rompiste el vínculo? ¿No entiendes que él me dolía demasiado para soportarlo?

—Krista, cálmate —se dirigió Joe a ella, que levantó su rostro en mi dirección.

—¿Querías verme así?

—Kris… —suspiré—. Ven conmigo, por favor.

—Hank, no estoy lista.

—Ella no quiere oírte, muchacho —intervino su padre, fruncí el ceño y Rosa se separó de mí.

—Debo ir a ver a Chuy —me dijo—. Jefe Anderson, acompáñeme, por favor.

—Pero mi hija…

—Es una adulta —lo interrumpió, extendiendo su mano hacia él, en una clara invitación para abandonar el living—. Y es esposa de Hank, a menos de que sea una mujer maltratada, usted no tiene razones para meterse en sus discusiones de pareja, ¿o sí?

A regañadientes, el señor Anderson se alejó junto a Rosa, Joe, Nathan y Trent los siguieron seguramente, reuniéndose con el resto de vampiros en alguna parte de la casa, otorgándonos algo de privacidad.

Krista se frotó ambos brazos, algo de delineador negro manchó su rostro, aun así lucía preciosa, aunque me odié a mí mismo por causarle dolor, después de todo, sus palabras no pasaron desapercibidas para mí.

—Hank —habló al fin—. ¿Por qué ocultaste todo esto?

—Por vergüenza —me sinceré, mirándola a los ojos. Me encaminé en su dirección y me señaló hacia el sillón.

—Si no te importa, no quiero que estés a mi lado.

—No me molesta, pero quiero una razón.

—Pensé que era lógico —Se encogió de hombros—. Si te acercas voy a flaquear, no es como que tenga un interruptor para dejarte de amar, mucho menos para que me dejes de gustar, eres exageradamente sexy.

—¿Gracias?  

—Hablo en serio, Hank —Incluso molesta, me pareció por completo adorable.

—Lo siento —me disculpé, dejándome caer sentado sobre el sillón—. Me pones nervioso.

—Tú a mi igual, lo sabes, pero necesito respuestas.

—Te responderé todo, lo juro.

—¿Me amas? —interrogó con un susurro.

—Más de lo que puedes imaginar, Krista, te amo con toda el alma —respondí, observando el brillo esperanzador en sus ojos.    

—¿Más de lo que la amaste a ella?

—Mucho más, sinceramente, comprendí lo que era el amor verdadero hasta que te conocí a ti.

—Entonces, ¿por qué dudaste en transformarme la primera vez?

—Temí que te convirtieras en una asesina como ella, créeme cuando te digo que no quería verte morir, me quedé sin saber que hacer, aun cuando Hayley me insistió, tuve miedo de volverte un monstruo, di un salto de fe y cuando vi que eras por completo diferente a ella, me sentí bendecido —le expliqué, sorbió por su nariz y se pasó las manos por el rostro en un intento por limpiarse las lágrimas.

—Odio desarmarme así, ¿sabes? Eres el único que ha logrado romperme el corazón.

—Quiero ser el único en poder repararlo y darte la felicidad que mereces.

El calor escapó de su expresión, la esperanza fue remplazada por la decepción y por un segundo, mi corazón se detuvo.

—La felicidad que merecía ya no es posible, Hank…John.

—Por favor, llámame Hank —le pedí—, John es un pasado doloroso que quiero olvidar, me recuerda mi vergüenza, mis estupideces y por favor, dime que es lo que ya no es posible.

—Ser humana una vez más junto a ti —respondió con un hilo de voz—. Darte hijos, sentir la luz del sol calentando nuestra piel, envejecer juntos, tener esa vida normal que tienen nuestros amigos y no estar congelados en el tiempo.

—Pero dijiste que no querías hijos.

—No los quería al principio, sin embargo, no puedo sacar de mi cabeza la idea de un niño con tus ojos y sonrisa, Hank, yo, yo… —balbuceó, nuevamente se dejó arrastrar por la tristeza, me puse de pie dirigiéndome hacia ella, me incliné tomándola en brazos y luego me acomodé sobre el sofá, meciéndola cual bebé.

Su cuerpo tembló entre mis brazos, su dolor se volvió mío y la seguí, llorando en silencio, era nuestra pérdida, nuestra esperanza rota, sin embargo, aún nos tendríamos el uno al otro y haría todo lo que estuviese en mis manos para regalarle algunos momentos de felicidad, curar sus heridas, tratando de borrar las cicatrices de su alma. Se aferró con fuerza a mi chaqueta, hundiendo su rostro en mi pecho, yo acaricié su espalda y olisqueé su cabello, llenándome de su aroma.

—Te amo, Krista, te amo y morí mil muertes cuando te arrebataron de mi lado, fue peor cuando Josephine te hizo esto, si supiera que desapareciendo no te causaría dolor, me lanzaría por la puerta en un día soleado.

—¡No lo hagas! —lloriqueó entre hipos—. Por favor, tenemos mucho que arreglar, mucho que hablar y sanar, pero no quiero un mundo sin ti.

—¿Aunque yo haya sido el causante de tu desgracia? Te hice perder tu mortalidad, Kris.

Se separó lentamente de mí, lo suficiente como para tomarme por las mejillas y mirarme a los ojos.

—¿Recuerdas nuestra primera cita? —preguntó con una peculiar timidez que pocas veces mostraba—. Bueno, nuestro primer acostón —mis labios se curvaron en una media sonrisa, y asentí.

No habría forma de olvidar aquella noche, me sentí con suerte, durante semanas estuve coqueteando con ella, una noche llegó al bar acompañada de un tipo, reventé una botella en mi mano, haciéndola sangrar, estaba seguro de que sanaría sin problemas, pero hice una actuación digna de película para que ella me «auxiliara», su cita se molestó, huyendo del lugar, así que ella y yo terminamos pasando la noche juntos.

Fui un cobarde al alejarme, aquella noche comenzó a hablar mientras dormía, en sus sueños dijo amarme, me asusté, yo era un vampiro y ella humana, no quería volverla un monstruo. Cuando Hayley apareció en mi radar, sentí de inmediato aprecio por ella, era diferente a mí en muchos aspectos, pero sabía bien que Adam la amaba, y decirle que la volvería mi compañera fue más en afán de que él dejara sus inseguridades de lado y se decidiera por la chica, después de todo, él jamás había transformado a nadie, no cometería mis mismos errores, «No, Hank, realmente fue el hecho de que no te sentiste digno de volver a tener una compañera» me regañé a mí mismo.

—Yo también te amo desde entonces, Krista, he sido un idiota todo el tiempo por miedo a repetir la historia.

—No soy Josephine.

—Lo sé —suspiré—. Lo comprendí algo tarde.

Acarició mi mejilla derecha con el dorso de su mano y cerré los ojos ante el contacto.

—Admito que será doloroso ver como mueren todos a nuestro alrededor —inquirió con algo de melancolía—, voy a extrañarlos, pero confío en que estarás conmigo cuando todo eso ocurra, en que no me dejarás sola, tú eres el único que le da sentido a mi inmortalidad y este minúsculo momento en que puedo mirarte a los ojos y ver ese amor en ti, me hace sentir bien, me das paz.

—Quiero disculparme por todo lo que te he hecho, por callar, por todo lo que te hice sufrir, en verdad, quiero compensarte por todo, así se me vaya la existencia en ello.

—Vamos un paso a la vez, ¿de acuerdo? Tenemos que salvar al mundo, bebé —musitó para luego acercarse a mi rostro y besar mi frente—. Debo ponerme de pie, el tubo de bloqueador que traes en tus bolsillos se aplastará con mi trasero.

—No traigo nada en mis bolsillos —ronroneé, su boca formó una gran «o» y jugueteé con mis cejas, ganándome una de sus sonrisas.

—Estarás en cuarentena, Hiddleston, aún hay mucho que hablar.

—Bebé —protesté con mis cejas arqueadas y fingiendo un puchero—. Me van a doler las bolas.

—Pues usa tu mano para consolarte, sabes que no la tienes fácil, amor.

—¡Vamos Kris! Tengamos una reconciliación —la incité a pasar la noche juntos, ella entornó los ojos para luego morderse el labio.

—Lo pensaré, pero primero debemos resolver unos asuntos.                    

—¿Cómo cuáles?

—Josephine, debemos acabar con esa psicópata, no permitiré que le haga daño a Hayley Lu y a los niños.

—Ni yo, por eso le pediré a Adam que no salgan de su escondite hasta que esto termine.

—¿Crees que esa demente nos deje en paz?

—No, es por ello que esta vez estoy dispuesto a terminar lo que empecé hace poco más de un siglo, ella debe morir.

—Viejo, Chuy y Rosa se fueron —señaló Trent. Ladeé mi cabeza, confundido y le dediqué una mirada a Krista, sus mejillas se arrebolaron levemente, ella sabía algo que yo no, era probable que me lo dijese cuando tuviéramos otro momento a solas.

—De acuerdo, ¿y los Anderson? —cuestioné.

—Patrullan la zona junto a Alec, Frank y Joshua, idearon un plan para hacer creer que Adam y su familia se encuentran en casa, quieren que la francesa loca aparezca y capturarla para exponerla en la celda con tragaluz.

—Ya veo, entonces…

—Creo que únicamente nos queda descansar, ¿cierto? —interrogó mi esposa, Trent asintió y pasó sus manos detrás de su cabeza.

—Yo pido el diván de la biblioteca, es más cómodo —caminó en esa dirección lentamente—. No hagan mucho ruido, niños —se burló, Krista y yo compartimos miradas de complicidad.

Tomé su mano para juntos caminar rumbo a las escaleras, mi buen amigo siempre tenía una habitación disponible para nosotros, una la cual solíamos respetar, sin embargo, al no estar ni él ni su familia en casa, era probable que nos tomáramos ciertas libertades.

—¿Por qué crees que Rosa y Chuy se fueron?

—Hank…

—No me voy a molestar, amor, sería demasiado hipócrita de mi parte.

—Jesús está interesado en mí —Detuve mi andar y le di un vistazo, ella miró hacia el techo en búsqueda de la iluminación y yo suspiré.

—Sería un tonto si no. Eres preciosa, lógico que quiera tenerte.

—Lo conocí antes que a ti —farfulló, un atisbo de celos se manifestó en mi interior, pero me contuve de no decir nada estúpido.

—¿Estuvieron juntos?

—¡Dios, no! —se escandalizó—. Me ayudó a volver a casa, estaba ebria entonces.

—Ya veo, lo siento, sabes que soy un tanto celoso.

—Yo también lo soy, aunque me pareció increíble que Josephine no sucumbiera tanto como yo a tus encantos.

—Ella era una aristócrata snob que le encantaba follar, no quiero entrar en detalles, pero me vio como un escape de su infeliz matrimonio.

—Lo sé, pero se tenían el uno al otro, no comprendo porque no solamente fue feliz con eso y ya.

—No tengo idea, ni deseo saberlo, ella es un pasado que quiero dejar atrás para siempre.

—¿Sientes algo por ella?

—No —respondí secamente, retomando nuestro camino hacia la habitación—. Ni siquiera un poco de atracción, digamos que quien quiere algo viejo, hueco, maltratado y amargo, teniendo a su lado a la criatura más hermosa sobre la faz de la tierra.

—¡Qué cruel! Es una pobre y trastornada mujer.

—No merece tu compasión luego de lo que te hizo, Kris, anda, déjame por lo menos masajear tu espalda.

—¿Debo creer eso? —preguntó con una sonrisa pícara dibujada en su rostro.

—No, pero quiero intentar llegar lejos contigo esta y todas las noches.

Una respuesta a «🔒 Capítulo 20: Vínculo»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *