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Gabriel

Capítulo 3: Cita.

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Faith

Grandes y relucientes letras plateadas formaban el nombre del restaurante, Domenica, un lugar que supuraba lujo, ubicado en la calle Baronne, tragué en seco y oculté mi nerviosismo bajo una máscara de seguridad, no quería demostrar mi falta de experiencia en este tipo de lugares, no todos los días era invitada a un sitio así. Al acercarme a la entrada, uno de los empleados abrió para mí ofreciendo un leve saludo con su cabeza, al cual correspondí con un asentimiento. Justo ahí, una chica rubia uniformada me recibió con una sonrisa, supuse se trataba de la hostess, me acerqué hasta ella que me observó aprobando mi vestimenta.

—Buenas noches, bienvenida a Domenica. —saludó en una línea cuidadosamente ensayada—. ¿Cuenta con alguna reservación? Señorita…

—Murphy. —completé—. Tengo una reservación a nombre del señor Cross, Gabriel Cross. —señalé, sus ojos se abrieron cuál plato, como si hubiese dicho algo indebido.

—¿A dicho Cross? —preguntó sorprendida, me limité a asentir y ella le hizo una seña a una de las empleadas del lugar—. Disculpe, mi compañera la llevará al reservado.

Di un nuevo asentimiento y la chica morena me hizo una señal.

—Por aquí, señorita Murphy. —indicó, guiándome por el restaurante. El sitio era enorme, la decoración variaba conforme avanzábamos, yendo de lo clásico a lo minimalista con diversas tonalidades del gris al marrón oscuro, candelabros colgaban del techo creando un ambiente digno de película romántica, un poco de arte colgaba de los muros y me sorprendí de ver a tanta gente, la mayoría de ellos pretenciosos que me observaron cómo si fuese bicho raro.

—Señor Cross, la señorita Murphy ha llegado. —anunció, me hizo una seña para entrar a un reservado, era un área bastante íntima, decoración minimalista, con muros chocolate y espejos dorados, candelabros con luz tenue, era precioso, no evité sonreír, me adentré y contemplé la mesa para dos personas, justo de pie al lado de esta, se encontraba Gabriel, enfundado en vaqueros oscuros y vistiendo camisa blanca con una americana encima, su sonrisa se amplió al verme, parecía estar maravillado, por lo menos yo lo estaba, lucía perfecto, un bombón sexy.

—Buenas noches, Faith. —saludó a la vez que esbozó una media sonrisa, sentí un mariposeo y una contracción en mi vientre bajo, me aproximé hasta él tratando de guardar la compostura.

—Buenas noches, señor Cross.

—Gabriel. —insistió, sonreí y me acerqué a su rostro con algo de coquetería, acercándome hasta su oído.

—Gabriel. —musité, noté como soltó un suspiro y esa piel sensible se erizó, parecía agradarle, inesperadamente, sus manos fueron a mi cintura.

—No provoques si no podré obtenerlo. —advirtió alejándome lo suficiente cómo para verme a los ojos.

—No te he negado nada aún. —proseguí, sus mejillas mostraron un sonrojo febril, sus ojos, tan azules como el cielo, emitieron un brillo iridiscente que decidí pasar desapercibido, seguro todo era a causa de la iluminación.

—Primero hay mucho que hablar, luego no lo sé, podrías darme lo que deseas, aunque como lo dije anoche, soy tímido, Faith.

—Si fueras tan tímido, no me estuvieras ligando. —inquirí, él negó con su cabeza, divertido.

—Punto para la señorita Murphy, ahora, ¿Te gustaría tomar asiento?

—Por supuesto. —afirmé, me acerqué a una de las sillas y me ayudó acomodándola para mí—. Gracias.

—No hay de que, dime, ¿Deseas comenzar o prefieres esperar un poco más?

—Comencemos, no es que esté muy hambrienta, es solo que una buena comida al lado de una buena compañía, siempre trae de la mano una buena plática y ayer me dejaste con mucha curiosidad.

—Bien. —Hizo una seña a una mesera cercana, esta se aproximó sin dudar y sacó el bloc de notas de su bolsillo.

—¿Listo para ordenar, señor Cross?

—Si, ¿Faith?

—Lo que tú decidas estará perfecto. —indiqué, él asintió y miró la carta.

—Cómo platillo principal, elegiremos algo de pasta… Rigatoni estará perfecto. —dijo, miró hacia mí y nuevamente sentí ese pinchazo en mi vientre con un delicioso calor que se expandió, me afectaba de una forma que me hizo sentir a su merced—. Faith, ¿Bebes vino?

—Sí.

—Perfecto. —miró de vuelta a la mesera que se sonrojó, y como no reaccionar de esa manera cuando el tipo parecía un dios—. Una botella de Cabernet Sauvignon, siendo específicos, Cabernet Franc Sassicaia del noventa y siete.

—¿Botella? —preguntó incrédula.

—Así es, señorita. —espetó dejando el menú sobre la mesa.

—En un momento traeré su orden, señor Cross. —subrayó, se giró en sus talones y se alejó por uno de los pasillos.

—¡Wow! Parece que te gusta tener el control.

—No, la verdad solamente lo hice para que nos dejara solos, ayer te lo mencioné, disfruto de tu compañía, me gusta tu voz, quiero oírte hablar.

—Gabriel… —suspiré—. De verdad, ¿Eso es lo que deseas?

—No soy un oportunista, Faith, tampoco me aprovecharé de ti, sé que no me crees, pero soy verdaderamente tímido, eres la primera chica que despierta mi curiosidad, sí bien, siento algo de coqueteo de tu parte, me agrada, no eres exagerada, esto es natural, ¿Sabes con la cantidad de mujeres con las que he tenido que lidiar?

Los celos se encendieron en mi interior, ¿Mujeres?

—No me malentiendas. —continuó como si hubiese leído mis pensamientos—. En mi trabajo me topo con personas a diario, muchas buscan obtener información a cambio de favores, no accedo a ello.

—¿A qué te dedicas? —cuestioné tratando de evadir mis pensamientos negativos.

—Soy asistente personal del embajador Edevane. —respondió, mis cejas se arquearon, después de todo se trataba del mismo tipo sobre el que leyó Matt—. Viajo demasiado, aproveché que me dio un descanso después de tanto tiempo y quería aprovecharlo.

—¿No tienes familia?

—Tengo algunos hermanos, pero nuestra relación no es la imagen de la comunicación.

—Disculpa, sé que parece una entrevista, pero me matas de la curiosidad.

—Adelante, pregunta lo que gustes. —me alentó—. Cómo te lo dije, me gusta tu voz, me calmas.

—Mmm… —Me aclaré la garganta y tomé el vaso frente a mí bebiendo un sorbo de agua—. No tienes apellido ruso.

—Es una historia un tanto graciosa, mi madre era rusa, papá inglés, vivieron un tiempo en Rusia y luego se mudaron a Israel, luego terminé en América y conocí a Howard Edevane, para esto, yo ya había sido asistente de otros congresistas, tuvo la amabilidad de ofrecerme una oportunidad y ahora trabajo para él, es un buen amigo.

—¡Wow! Yo con trabajo conozco algunos lugares dentro del país, ¿Qué edad tienes?

—Adivina. —me retó, lo observé con detenimiento y él sonrió, luego dirigí mi atención a sus manos, tomé una de ellas y la analicé cuidadosamente, cada milímetro de piel perfecta, dedos largos, algunos cayos, nada molesto, seguro, por el cuerpo que tiene, sea por levantar pesas o algo así—. ¿Qué haces?

—¡Shh! —lo silencié continuando con mi tarea y disfrutando de él, ¡Deja de imaginar perversidades, Faith! Me regañé a mí misma esbozando una sonrisa—. Puedo jurar que tienes treinta, a lo mucho, treinta y cuatro.

—Treinta y dos, y ¡Wow! ¿Eso lo supiste con ver mi mano?

—Tu piel, tus manos, uñas, soy enfermera, ¿Lo recuerdas? Lidio con muchos pacientes, su aspecto puede decir la edad, o por lo menos cuando se encuentran saludables o levemente enfermos, se facilita.

—¿Cuántos años tienes?

—Veinticinco, dentro de dos meses, cumpliré los veintiséis.

—Creo debo buscar un obsequio.

—Gabriel…

—No aceptaré una negativa, señorita Murphy.

—Está bien. —dije levantando mis manos en una clara señal de derrota—. Pero tú me dirás cuando es tu cumpleaños.

—Veinticuatro de marzo, aunque ahora tienes una ventaja sobre mí, yo no sé la fecha de tu cumpleaños, pequeña tramposa. —se burló.

—Veinticuatro, pero de septiembre. —indiqué. La mesera se acercó con nuestra orden y con destreza magistral, acomodó los platos, un olor delicioso a hierbas finas llegó a mi nariz, las copas fueron acomodadas al costado de la botella, cuando estuvo por abrirla, Gabriel la detuvo y esta le entregó el sacacorchos sin protestar.

—Que lo disfruten, estaré en aquel sitio. —señaló más adelante cerca de una mesa auxiliar—. Si necesitan algo más, no duden en llamarme.

—Por supuesto, gracias. —La chica asintió y se alejó, Gabriel dirigió sus ojos a los míos en un movimiento, se puso de pie, extendió su mano hacia mí, me sentí un poco desconcertada, vacilando, tomé su mano y me ayudó a incorporarme, mi corazón latió a toda prisa golpeando contra mi esternón cuando acunó mi rostro por las mejillas.

—Faith. —musitó acercando su rostro al mío, tragué en seco, nuestros alientos chocaron—. ¿Puedo? —preguntó, no solía hacer esto, menos con un desconocido, no obstante, tomé la iniciativa y mis manos fueron a su nuca atrayéndolo a mí, lo que más deseaba era no poner esto incómodo, no quería tener que verme en la necesidad de salir huyendo.

Nuestros labios chocaron y me besó lenta y tortuosamente, me sorprendí, no parecía lascivo, era tierno, dulce, cómo un primer beso. Lo dejé marcar su ritmo, sus manos bajaron a mi cintura acariciándome a su paso y continuamos con nuestro contacto, atrevida, acaricié sus labios con mi lengua, sentí cómo gesticuló una sonrisa contra mi boca y me imitó, me sentí en las jodidas nubes, me estaba gustando bastante, el calor se extendía cada vez más, me pegué a su cuerpo, era firme, mis manos fueron a su espalda y pude sentir esos músculos bajo la tela, ¿Cómo demonios se miraría sin todo esto encima? Encantador.

Cuando el aire escapó por completo de mis pulmones, rompimos el contacto, agitada, miré hacia sus ojos que tenían las pupilas dilatadas, sus mejillas ruborizadas y los labios hinchados levemente manchados de lápiz labial, le sonreí y luego lo tomé de las manos.

—Eres increíble, Gabriel Cross.

—No, tú lo eres más, ¡Wow! Quiero más de eso. —manifestó arqueando sus cejas, solté una risita y me acompañó.

—Quizás pueda haber más, pero no soy fácil, además puedo apostar que eres un rompecorazones, Cross.

Su mirada se ensombreció, su gesto cambió a uno más serio haciendo que mi estómago se encogiera de golpe, había metido la pata y no sabía cómo exactamente.

—Gabriel. —lo llamé, cautelosa. Parpadeó un par de veces y de nuevo, recuperó su gesto alegre.

—Mmm, lo siento. —negó con su cabeza levemente—. Solamente me quedé pensando en algo.

—¿Puedo saber que hay en tu mente?

—Digamos que además del deseo por seguirte besando, no hay mucho, te lo dije, soy algo tímido con esto. —señaló con tono divertido, luego tiró de mí, conduciéndome de vuelta a mi asiento—. Vamos a cenar, podemos seguir con una noche agradable.

Suspiré y asentí, colocándome de vuelta en mi sitio, cuando Gabriel tomó asiento miré con detenimiento como servía las dos copas de vino de una forma diestra, sin derramar ni una gota.

—Gabriel, acepto que me gusta tu compañía, uno de mis defectos es que puedo llegar a ser muy sincera con las personas, aunque casi todo el tiempo trato de tener el mayor tacto posible. —Acercó mi copa de vino y la tomé agitando un poco el líquido rojizo—. Pero me veo en la necesidad de preguntarte, ¿Qué quieres de mí? Digo, soy una desconocida, pudiera ser una asesina o quizás una pervertida que busca un acostón con un tipo sexy.

—¿Sexy? —ronroneó con una sonrisa—. Creo que solo tuve suerte genética, pero volviendo a tus inquietudes, y en vista de que anoche te salvé, dudo seas asesina, y juzgando por tu forma de besar, eres demasiado dulce como para ser una degenerada. —inquirió para inmediatamente después beber un poco de su vino.

—No respondiste mi pregunta.

—Faith… —suspiró—. Tengo un empleo absorbente, me es difícil encontrar amigos, ¿Sabes? Tú me pareces diferente, no eres de las que se abalanza sobre un tipo nomás porque si, incluso ahora te estás midiendo, cosa que agradezco

—¿Eres gay? —pregunté de manera estúpida, ¡Mierda, Faith! Te acaba de besar y ¿Crees que es gay? ¡Dios! Él rompió a carcajadas desconcertándome, me abaniqué con mi mano a sabiendas de que acababa de hacer el ridículo. Tomé un sorbo de mi vino y agaché la mirada.

—No, Faith, creo que acabas de constatar que soy hetero, lo siento, eres divertida con eso de hacer preguntas que pueden resultar incómodas para otros, eres fascinante. —aseguró alucinado, mis labios se unieron en una fina línea y nerviosa, probé un poco de la pasta, un suave sabor especiado deleitó mis sentidos y no pude evitar gemir—. Ese sonido es encantador.

—En serio, tienes que probar esto. —dije en un pobre intento por desviar su atención. Se inclinó sobre la mesa y tomó mi tenedor para probar directo de mi plato. —¡Oye! —protesté, sin embargo, poco le importó llevándose el bocado a la boca.

Una imagen sexy apareció, él cerrando los ojos, con una media sonrisa mientras disfrutaba de la pasta, un ronco gemido y al final, recorrió sus labios con la lengua, tragué saliva con dificultad y bebí otro sorbo de vino, la temperatura había aumentado considerablemente en el reservado, no, mejor dicho, yo estaba ardiendo.

—Bastante buena. —manifestó, luego se limpió un poco con la servilleta—. Aunque no tan buena como la compañía.

—¿Me estás coqueteando?

—Sí. —afirmó sin dudar, mi boca cayó abierta ante la contestación.

—Gabriel, ¿Te parece si disfrutamos esto como lo que es?

—¿Cómo?

—Una noche, no necesitas ser condescendiente, probablemente llegues a encontrar que no soy de tu tipo y me olvides en la mañana.

Frunció el ceño jugando con su tenedor, alzó sus ojos encontrándose con los míos, ese azul glaciar se iluminó de nuevo de forma iridiscente, arqueé mi ceja, ya no estaba segura de que fuera una simple ilusión óptica.

—No estoy siendo condescendiente, me gusta esto, estar contigo.

—¿De qué quieres hablar? —pregunté dejando de lado la tensión.

—De ti, ¿Tienes familia?

Sonreí ante su pregunta, siempre era mejor hablar con la verdad y mi situación familiar no era algo que me avergonzara, al contrario, estaba orgullosa de quien era y del amor que recibía de parte de mis padres y hermanos.

—Soy adoptada. —indiqué—. Mamá y papá tienen tres hijos biológicos, mis hermanos mayores, Steven, Matt y Damon, mamá perdió a su única niña al nacer, era melliza de mi hermano Damon.

—Lo siento.

—Descuida, deja sigo con esto, al tiempo, los que se supone fueron mis padres biológicos, me dejaron abandonada en el orfanato donde trabajaba mamá, ella era trabajadora social, en cuanto me vio, no dudó en llevarme con ella, papá lo aceptó sin problemas, por eso me llamaron Faith, tuvieron fe, querían de algún modo honrar a su hija y me cuidaron cómo si en verdad fuera de su sangre, no me enteré de mi adopción hasta los catorce. —reí quedo y agité la copa de vino con un giro de mi muñeca—. Me sentí tonta, mis hermanos son pelirrojos, soy la única castaña.

—Un final feliz.

—Algo así, he tenido mis altibajos, pero he salido adelante, ahora trabajo en el centro médico Tulane, cubro un interinato, estos últimos días fueron difíciles, uno de los niños a los que cuidaba falleció, cáncer.

—Es una lástima, los niños son una alegría en este mundo cruel, ser torturados por una enfermedad es de las cosas más atroces.

—Ni que lo digas. —suspiré y agaché la mirada—. Fue bastante grato encontrarte ayer, me sentía un tanto perdida, triste, pero bien dicen que el sol sale después de la tormenta.

—No creo ser tan cálido cómo el sol, pero gracias. —bromeó. Tomé mi tenedor y agitándolo en el aire, me incliné sobre la mesa hundiéndolo en su plato.

—Ahora me toca probar del tuyo.

—Es el mismo platillo.

—Sí, pero está en tu plato, y lo prohibido puede llegar a ser tentador, señor Cross.   

—Faith… —vaciló reprimiendo un jadeo mientras llevaba pasta a mi boca, gemí con deleite y repetí la operación de tomar un bocado con mi tenedor, ahora, extendiéndolo hasta su boca.

—Sé un buen niño y abre esa boca tuya.

—Me estás tentando.

—Tú también lo haces y no me quejo, pero te recalco que no me acuesto con nadie en la primera cita. —Guiñé y él sonrió negando con su cabeza, le hice una seña con el tenedor y abrió su boca recibiendo el bocado—. Buen chico.

 —¿Podemos ir por mi auto? No quiero dejarlo muy lejos.

—De acuerdo, pero, ¿A dónde iremos?

—Plaza Duncan, sé que no nos queda lejos, pero será más sencillo tomar el auto ahí para llevarte a casa cuando desees. —afirmó, di un leve asentimiento y tomó mi mano.

La cena había sido exquisita, pasta, pizza y vino, risas y trivialidades, un Gabriel despreocupado que me sorprendió al hablar algo de italiano para mi deleite, además de regalarme más de sus gemidos y jadeos al comer, fue erótico.

Nos encaminamos por la acera, metió su mano libre a los bolsillos y sacó un pequeño mando a distancia, presionó un botón y los faros led de un auto frente a nosotros se encendieron, me sorprendí al ver aquel ostentoso vehículo, si bien, no era experta, papá y mis hermanos no dejaban de parlotear sobre el tema, era un Audi e-tron, deportivo, en color negro, tenía estilo, si combinaba con su dueño.

—¿Te gusta? —cuestionó acercándonos hasta abrir la puerta del copiloto para mí.

—Es bastante, ¡Wow! —logré articular mientras abordaba, asientos de piel, un interior impecable con un ligero toque a pino, Su aroma, tablero electrónico y botones en el volante. Rápidamente, rodeó el auto y entró acomodándose en el lado del conductor.

—Es eléctrico, a muchos no les agrada, pero a mí me encanta, bastante cómodo.

—Y no contaminas tanto, yo tengo un Beetle, es insignificante al lado de este bebé.

—Cada auto tiene lo suyo, Faith, seguro es adorable, aunque, ¿Vienes en él?

—Mi hermano Damon lo chocó contra un poste la semana pasada, espero me lo entreguen este viernes.

—Ya veo. —arrancó el motor y el auto tomó camino suavemente—. ¿Tienes algo que hacer mañana?

—Trabajar, me toca guardia vespertina, salgo a las diez del hospital.

—¡Oh! Quería invitarte a salir de nuevo.

—¿De verdad?

—Si, pero en vista de que no debo absorber tu tiempo y tienes cosas por hacer, me gustaría que me permitieras llevarte a casa después del trabajo.

—Gabriel…

—Por favor, en verdad disfruto de esto.

—De acuerdo. —me rendí—. Pero te aclaro…

—No te acostarás conmigo. —interrumpió—. Lo sé, de hecho tengo un secreto un tanto vergonzoso, espero no te burles. —manifestó aparcando el auto al lado de la plaza Duncan.

—Dime.

—No era un juego eso de decirte que soy un hombre temeroso de Dios, soy un fiel creyente al grado de… mmm, casi me dedicaba al sacerdocio.

—¿De verdad? —pregunté escandalizada—. ¡Naaah! —exclamé, él me ofreció una sonrisa tímida con sus mejillas sonrojadas y asintió.

—Misionero, dedicado a mis creencias, más no fanático.

Mi boca trabajó más rápido que mi cerebro y escupí—. ¡Carajo! Gabriel, ¿Eres virgen?

—¡Faith! —Sus ojos reflejaron terror, sus mejillas se sonrojaron y mi boca cayó abierta, agachó su cabeza, removiéndose incómodo en su asiento.

—L-lo siento. —balbuceé.

—Te dije que era muy vergonzoso.

—¡Hey, no! —referí, mi mano fue a su mejilla y lo acaricié con mimo—. Gabriel, no me estoy burlando, solo es sorprendente, eres sexy, inteligente, divertido, ¡Mierda! Besas increíblemente bien.

—¡No digas palabrotas, Faith!

—Y tú postura correcta me derrite, desde ayer me has dado momentos increíbles, no voy a burlarme y mucho menos delatarte, me gustas, ¿Ok? Pero no quiero parecer fácil ni mucho menos, ya tuve que lidiar con patanes en mi pasado que me rompieron el corazón y no busco eso de nuevo. —aclaré, suspiró y me percaté de cómo sus hombros se relajaron, me regaló una mirada y me incliné besando su mejilla.

—Tú también me gustas, y ya se tú discurso, no te conozco, pero tú tampoco me conoces a mí, y aun así, quieres quedarte.

—Quizás ambos estemos dementes, pero una vez escuché a mi hermano decir que había que disfrutar el momento, más cuando no tienes idea de cuánto tiempo estarás entre los vivos. —concreté—. Aunque me debes una explicación, señor Cross.

—Adelante.

—¿Cómo es que siendo célibe sabes besar tan bien?

—Dije célibe, no santo, tuve curiosidad, cómo todos, besé a una chica solo para no quedarme con ello y creí que jamás lo volvería a hacer, luego me dediqué a mis estudios y trabajo.

—Por ahí también escuché que los nerds besan increíble porque rara vez lo hacen, por lo tanto, se esfuerzan en impresionar.

—¿Nerd? —rio bajo—. Bueno, uso gafas nada más cuando estoy frente al ordenador.

—Anda, vamos a dar un paseo y quizás te permita besarme bajo las estrellas, aunque el auto es bastante cómodo y mañana pienso que será conveniente besarnos aquí dentro y no en casa.

—¿Por?

—Papá es un poquito sobre protector.

—No me intimidan tan fácilmente, a decir verdad, supongo que lo único que me hacía trastabillar ya te lo he dicho, así que puedo con tu papá.

—Tiene una motosierra y una máscara de Jason Voorhees.

—¡Oh que miedo! —se burló agitando las manos al aire—. Para un crío.

—Está bien, hombre fuerte y valiente, vamos a estirar las piernas y quizás te enseñe algunos trucos.

—¿Cómo?

—El movimiento de mi lengua al hacer un nudo al tallo de una cereza, pero en tu boca. —dije, probablemente el alcohol me haya desinhibido un poquito, pero disfrutaba de este coqueteo, no era tan enfermo cómo el de Bri, Briggith, ¿Cuántas llamadas perdidas tendré ahora?

—Señorita Murphy, me estás tentando más de lo que piensas y si la curiosidad me lleva a caer en la tentación, prefiero mil veces caer ante sus perversas manos que ante las de alguien más. 

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