Gabriel
Los ojos de Faith reflejaron un inmenso temor, no podíamos hacer nada en lo absoluto, habíamos perdido, el dolor emocional era tan perceptible como si se tratase de algo físico. Miré a mi alrededor, la devastación era inminente, mi atención fue a Nina quien me observó con gesto suplicante, uno que me pedía piedad en silencio, miré hacia el resto, estaban abrazándose a su último momento en este mundo, quizás guardaban la esperanza de poder volver a encontrarse, sin embargo, podía asegurar que nuestras almas serían destruidas para siempre.
—Talvez debes ver un poco más de destrucción para motivarte a cumplir con tu misión, Gabriel. —ronroneó Metatrón, mi mandíbula se tensó, la ira bulló bajo mi piel, sus burlas eran insoportables, ¿Cómo es que había caído tan bajo? ¿Cómo es que un ser de luz se volvió oscuro?
—Gabriel… —musitó Faith llamando mi atención, se puso de puntas, me acababa de dar cuenta de que iba descalza, temí que estuviera lastimada, no obstante, ella no se quejó. Se acercó a mi rostro y me dio un suave beso en los labios, uno cálido, lleno de su esencia, un último beso. Rompió el contacto y se acercó a la altura de mi oído—. Ya no podemos más, haz lo correcto. —lloriqueó, cerré los ojos y mis mejillas se humedecieron de nuevo a consecuencia de las lágrimas. Levanté el rostro y me encontré con los ojos de Nina.
—Nina. —la llamé—. Trae mi trompeta, por favor. —le pedí, ella se limitó a asentir y se desmaterializó enseguida. Una horda de ángeles estaban listos para ir tras ella, sin embargo, Metatrón los detuvo.
—¡Se escapa!
—Basta, Zariel. —gruñó—. No tiene a dónde ir, al fin nuestro hermano decidió poner orden. —dijo con un dejo de satisfacción. Un halo de luz lo cubrió y tomó su forma humana, sus ojos llamearon rojo encendido y su aura chocó contra la mía, mi cuerpo se estremeció, su presencia era tan imponente, quizás igualándose a la de mi padre.
Nina apareció de vuelta, justo frente a nosotros, en sus manos, la trompeta crepitó con energía oscura, sus ojos se iluminaron y esta fue absorbida por su cuerpo, para en un instante, hacerme entrega del instrumento.
—Por favor. —rogó con su voz temblorosa—. No extiendas nuestra agonía. —Lo único que pude hacer fue asentir. Tomé una respiración profunda y miré hacia Faith.
—Mantente a mi lado, puedes sostener mi mano. —espeté, me devolvió una sonrisa triste y acaricié su mejilla con el dorso de mi mano—. Te amo, jamás quise que pasaras por esto. —declaré sintiéndome miserable.
—Estoy dónde debo y quiero estar, te amo, Gabriel. —Sus palabras me dieron impulso, mi mano se aferró a la empuñadura del instrumento, entrecerré los ojos observando a Zariel quien rio con autosuficiencia, llené de aire mis pulmones y coloqué la boquilla de la trompeta sobre mis labios.
El fuerte sonido reverberó por la zona, una ventisca fría chocó contra mi rostro, los cabellos de mi novia revolotearon, las auras de los nuestros se alteraron. Mi corazón latió con fuerza, tanto así que podría jurar que se saldría de su sitio.
—Faltan seis, no nos hagas esperar, Gabriel. —dijo Zariel cruzando sus brazos sobre su pecho. ¡Maldita serpiente! Renegué en mi mente a la vez que continuaba con mi tarea.
Rayos y truenos cayeron del cielo, la lluvia se manifestó azotando con furia, aun así no me detuve. Cuando di la última nota, escuché un fuerte estruendo y luego una luz roja desde el cielo hacia la tierra, nos iluminó. Escuchamos gritos de horror, no provenían de ninguno de nosotros, más bien, eran de las personas que habitaban el vecindario, sufrían.
Faith tembló aferrándose a mi brazo, dejé caer la trompeta al suelo y la abracé con ambos brazos.
—Ya está hecho. —siseé. Metatrón me dio una mirada seria y de su túnica sacó una daga de oro, la cual levantó hacia el cielo.
—¡Ahora, el sacrificio final! —clamó, mis ojos se abrieron de par en par cuando me señaló con la punta de la hoja—. El último arcángel caído, así cómo Abraham debió sacrificar a Isaac para el deleite de nuestro padre, tú te convertirás en el cordero y con tu sangre purgaremos la tierra.
—Mi padre jamás quiso sacrificar a Isaac. —mascullé—. Solamente era una prueba de fe y obediencia.
—No puedes negarte a los hechos, Gabriel, él… —Señaló hacia el cielo—. Clama sangre de uno de sus hijos más virtuosos, a pesar de ser un caído, te sigue considerando cómo una de sus creaciones más amadas, así que déjame terminar con la terrible agonía de la humanidad y de los tuyos.
—Gabriel, no. —las palabras salieron atropelladas de la boca de Faith, la miré y la angustia se manifestó en su rostro, una arruga surcó su frente, sus cejas estaban arqueadas en un gesto suplicante. Tragué con suma dificultad, tenía miedo, miedo a la oscuridad, a extinguirme, a perderla, a que le hicieran daño, sin embargo, no teníamos salida.
—Faith, yo… —mi frase se vio interrumpida cuando Metatrón usó su poder en mí, inmovilizando mi cuerpo por completo, cada músculo se volvió rígido, mis articulaciones no respondían, una electricidad crepitante me recorrió de pies a cabeza y solté un alarido, sentí el poder de la energía oscura torturándome una vez más.
—¡Gabriel! —gritó Faith mientras era arrastrado hacia Metatrón. Una sonrisa siniestra partió en dos el rostro de Zariel, mientras un grupo de corruptos aplaudió por mi sometimiento.
—Ahora, tu sangre condenará a este mundo, el libre albedrío morirá junto a todos. —manifestó, empleando sus poderes, me giró y me tomó por los cabellos, echando mi cabeza hacia atrás, dejando mi cuello expuesto, mis ojos se cristalizaron al ver la desesperación de Faith.
—Te amo, señora Cross. —sollocé dándole unas últimas palabras, cuando el filo se encontró a una distancia minúscula de mi piel, una estela de luz blanca emanó del cuerpo de mi novia a la vez que soltó un bramido de ira.
En el cielo sobre nosotros, la luz roja desapareció; lo que antes era completamente negro, se iluminó con una aurora boreal que mostró sus colores verdes, rosados y azules, todo a consecuencia del desprendimiento de poder de Faith. Mi boca cayó abierta por el incremento brutal de su aura, quizás igualándose a la del mismo Metatrón, pero mi sorpresa no paró ahí, una vez la luz se disipó de su cuerpo, pude verla.
Su piel era tan blanca cómo el alabastro, sus ojos antes verdes, cambiaron a un tono aguamarina encendido que llameaba con furia, su cabello se tiñó de un blanco brillante cómo la luna misma, y lo más impactante, un par de alas blancas brotaron de su espalda. Lágrimas doradas corrían a raudales por sus mejillas, sus dientes estaban tan apretados que podía escucharlos chirriar.
—F-Faith… —balbuceé anonadado.
—¡Suéltalo! —estalló en un rugido que desató un vendaval, Zariel corrió en un intento por embestirla, no obstante, con una fuerza desconocida, invisible e incomprensible, lo hizo impactar con un muro a quizás diez metros de distancia de nosotros.
Un perímetro de fuego azul se formó a nuestro alrededor, todo ángel corrupto, salvo por Metatrón terminó de rodillas contra el suelo, estrechándose la cabeza con las manos, Faith levantó sus manos al cielo, y con una mirada impávida, analizó a cada uno de los ángeles, estos se encontraron aterrorizados, el aura de mi novia pasó del índigo al turquesa en un parpadeo y la cacofonía por los gritos de nuestros atacantes fue bestial, al grado de casi reventarme los oídos, sin embargo, no le temí, no a ella. No estaba seguro de lo que era realmente, pero seguía siendo mi amada.
—Libéralo. —exigió con firmeza.
—Es su destino. —señaló Metatrón.
—A la mierda el destino. —siseó ella, levantó su mano derecha a la altura de sus ojos y los ángeles sometidos volaron en pedazos, dando un espectáculo sangriento, el líquido que debía ser dorado, ahora era negro por la energía oscura que habían absorbido; el olor férreo de la sangre invadió mis fosas nasales.
En ese momento, Metatrón alejó la hoja de mi cuello y me liberó, metí las manos para no estrellarme contra el suelo y rápidamente me incorporé corriendo hasta Faith.
—¡Dios! Faith, eres, eres… —titubeé mirándola de arriba a abajo, ella arqueó sus cejas, al parecer no estaba muy consciente de lo que ocurría. Tomé uno de los mechones de su cabello, empapado por la lluvia y lo estiré un poco, sus ojos se abrieron cómo platos al notar la coloración. Involuntariamente, agitó sus alas y soltó un chillido, estaba asustada.
—¡Mierda! —maldijo.
—Eres un arcángel, Faith. —declaró Metatrón, me giré en mis talones para encararlo y una sonrisa diáfana se manifestó en sus labios desconcertándome.
—¿Qué significa todo esto? —pregunté fiero, levantó sus manos y las llamas azules se extinguieron, mientras el sol se asomó en el firmamento, desapareciendo la lluvia, las tinieblas y los gritos, volviendo todo a la normalidad.
—Todo tiene un fin mayor, Gabriel, debíamos detener a la verdadera corrupción, destruir a los verdaderos traidores, no hay bondad pura, ni maldad pura, sino un equilibrio perpetuo, es por eso que… —se interrumpió a sí mismo y sus ojos se volvieron por completo blancos, la tierra tembló y estelas de humo negro aparecieron una a una, mis ojos se abrieron cuál platos, eran ellos, todos ellos, mis amigos, mis hermanos, sus hijos e hijas, nietos, todos estaban aquí.
—¡Ángel! —escuché el grito desesperado de Dominick que corrió con su hijo de la mano hacia Annie, del mismo modo se le unió el resto de su familia en un abrazo de grupo.
Los llantos de alegría no se hicieron esperar, los gritos de los pequeños, siendo los jinetes los últimos en aparecer, una gran emoción me invadió, no estaba seguro de si Metatrón estaba jugando con nosotros, sin embargo, me alegraba de poder ver a todos una vez más.
—El apocalipsis vive dentro de cada uno de nosotros, Gabriel. —continuó Metatrón—. Bien y mal, dos caras de la moneda siempre dentro del mismo ser, con la libertad de elegir su camino y enfrentarse a sus propias consecuencias, ya sea para ascender o para hundirse. Cada día de nuestra existencia es el juicio final de alguien, todos los días hay guerra, hambre, enfermedad y muerte, cada día hay millones de pecadores. Estos príncipes infernales y deidades son protectores del mundo, al igual cómo lo son los ángeles.
—Los ángeles nunca intervinieron, Metatrón. —expuse, sus labios se curvaron en una media sonrisa.
—Azrael, Baraqel, Kesabel, Azqueel y ahora tú, Gabriel, los caídos son un claro ejemplo de los ángeles que rompieron las reglas para intervenir en el mundo humano y salvarlos, incluyendo a aquellos que dieron su existencia para crear a los celestiales. —explicó dejándome patidifuso—. Todos tuvieron y siguen teniendo su libertad de elegir su camino, su propio destino, todos pueden vivir en paz y hacer que este mundo prevalezca cómo lo han hecho, mientras que nosotros, ahora que el cielo se ha purificado destruyendo a los corruptos, nos dedicaremos a seguir las enseñanzas del padre cuidando y guiando a las almas buenas en su camino a la rencarnación.
—Pero tú, tú… Eras una marioneta con energía oscura. —señalé. Él negó con su cabeza.
—Fue lo que quisieron creer, recuerda que antes de ser un arcángel, fui un humano, sé como mentir y actuar de ser necesario. —dijo dando un guiño, fruncí el ceño y miré de él hacia Faith y de vuelta.
—¿Por qué se convirtió en ángel? Yo la volví celestial con la chispa de Ralph.
—No fue así, Ralph nunca la asesinó, lo único que hiciste fue darle su merecido a un traidor que se corrompió con energía oscura, y antes de que te preguntes cómo si los ángeles no pueden aniquilar a sus iguales, nuestro padre te concedió la gracia para llevarlo a cabo. —Parpadeé un par de veces tratando de procesar la información, sentí la bilis subir por mi garganta, quemándola, todo pareció estar planeado así desde el comienzo. Cuando estaba por decir algo, Faith carraspeó.
—¿Por qué soy un ángel? —cuestionó.
—Porque eres mi hija.
—¿Qué? —gritó escandalizada, su cuerpo volvió a la normalidad en un parpadeo y sus mejillas se tiñeron de rosado, di un suspiro de alivio, era preciosa de cualquier manera, no obstante, la prefería con su bello cabello castaño, sus ojos verdes encendidos, su piel sonrojada y su aroma a vainilla y canela—. No, no, eso no puede ser, estás de broma, ¿Cierto?
—No, en eso no puedo mentir, por algo no conociste a tus verdaderos padres, por algo no existió jamás un registro de nacimiento, fuiste traída a este mundo en mis brazos, te dejé para que los Murphy te encontraran, así debía ser. —aseguró Metatrón.
—Los ángeles no pueden procrear. —subrayé—. No entre ellos, y si se mezclan con humanos, salen nephilims, no ángeles.
—Ella es hija de mi carne, creada en el cielo por gracia del padre, sacada de una de mis costillas, un ángel sobre la tierra que cerraría el círculo, pensé que eras más observador, Gabriel. —El brazalete vibró en mi muñeca, levanté mi brazo y las palabras se dispersaron cómo por arte de magia, formando una frase:
Yo soy la luz y la verdad del padre, venid a mí.
Leí, luego miré hacia mi novia y creí comprenderlo todo, el brazalete me protegió al liberarme del tormento al que fui sometido, siempre advirtiéndome de los peligros, y luego entendí que era el mismo que alguna vez vi en la muñeca de Enoc, su brazalete, un recuerdo de su vida terrenal.
—P-pero, ¿Y el Séfer Raziel? Ellos lo buscaban y…
—Gabriel, una trinidad forma el círculo conectando a la tierra con el cielo y de vuelta, un humano, un ascendido y un ángel, somos una pirámide, el libro de Raziel no es un algo, sino un alguien, Faith lo es, estabas destinado a encontrarla, a guiarla y protegerla, después de todo, eres un mensajero, ¿No?
—Creo que me voy a desmayar. —inquirió mi novia, me acerqué para cargarla en mis brazos antes de que cayera al suelo.
—Metatrón…
—Cuida de mi hija, vive cada día cómo si fuese el último, sé feliz y ama con fuerza, así cómo la amas a ella, así cómo amarás a tus hijos, porque Dios ha hablado y te concede la gracia de vivir cómo el resto de tus amigos y hermanos, en paz. Solamente que no puedo devolverte tus alas, lamento eso.
—¿Mis alas? —pregunté casi en un grito—. ¡Me importan un carajo las alas! ¡SOMOS LIBRES! —chillé de emoción, él negó con su cabeza, divertido, y sin importar nada, acerqué mis labios tomando los de Faith con desesperación, con anhelo, con una inmensa alegría que me sanó el alma.
—Te amo. —sollozó.
—Yo también te amo, te amo más que a nada en el universo. —respondí pegando su frente a la mía.
Sin mirar, me percaté de que las auras de todos los ángeles aún existentes, incluyendo el mismo Metatrón, desaparecieron, seguro ascendiendo de vuelta al reino, sonreí mientras disfrutaba de tener a mi amada en mis brazos.
—¡Hey! Por aquí. —llamó nuestra atención George, no pude evitar sonreír al escuchar su voz.
—Puedo caminar. —dijo Faith.
—Estás descalza, no quiero que te lastimes, además, estás cansada.
—¡Tórtolos! ¡Tenemos hambre! —gritó Will, Faith y yo rompimos a carcajadas.
—Vamos adentro, aún queda algo de comida. —sugirió mi adorada.
—Dom, yo… fui débil. —lamentó Annie algo apenada. Ella era una mujer extraordinaria, había aguantado quizás uno de los peores tormentos al perderlo todo, no obstante, ahora está aquí, una vez más, teniendo a su familia de vuelta.
—Tranquila, ángel, yo debí protegerte, no fuiste débil, por el contrario, me demostraste lo fuerte que eres a pesar de las circunstancias, pero te aseguro que esto jamás ocurrirá de nuevo.
—Entonces, ¿Esto es un felices para siempre? —preguntó Skylar abrazada de Nicholas y la pequeña Maia.
—Sí. —respondió Zeth—. Ahora viviremos felices por toda la eternidad.
—Me salvaste, señorita Murphy. —musité mirando a Faith directo a los ojos, estos mostraron su iridiscencia y un delicioso calor emanó de ella envolviéndonos.
—No, ambos nos salvamos el uno al otro, por el amor que nos tenemos.
2 respuestas a «🔒 Capítulo 20: Esperanza.»
Wow wow genial hermoso magnifico. Felicidades..
Ale! Qué magnífico capítulo!!! Estuvo increíble!!!