Faith
Mardi Gras, esa celebración que hacía que las calles del barrio francés se saturaran de personas. Balcones adornados con lazos de colores y perlas, ridículos sombreros y antifaces, turistas a montones y sobre todo, gente degenerada en su máxima expresión, o posiblemente sea una mojigata por no querer andar en topless caminando por las calles de esta gran ciudad. Simplemente, no me agradaba un contacto tan cercano con las personas, o no de esta manera, yo era feliz atendiendo pacientes en la clínica; quizás no había logrado entrar a la escuela de medicina, pero sí cursé enfermería, concluyendo con éxito, Bueno, aún debes concluir tu interinato, Faith.
A veces sentía no encajar con este ambiente tan movido, a decir verdad, no encajaba siquiera con mi familia, los Murphy. Nací en algún lugar de Luisiana, o por lo menos, fue ahí donde me encontraron, no duré mucho tiempo en el orfanato, estas buenas personas me acogieron y me criaron como a una hija, todo pudo ser miel sobre hojuelas, sin embargo, me enteré a los catorce de mi adopción. Mi hermano mayor, Steven, abrió su bocota en un ataque de ira porque rompí su móvil accidentalmente, fui un mar de lágrimas por semanas al grado de caer en una ridícula depresión, él se disculpó, pero el daño estaba hecho, luego comprendí por qué no era pelirroja como ellos, mis tres hermanos lo eran, Steven, Matt y Damon, incluso papá tenía una melena pelirroja antes de que su cabello se volviera blanco por las canas, solamente mi madre era castaña, sin embargo, no había una pizca de parecido conmigo, luego fue el empatar las fechas, Damon y yo nos llevábamos un año y pocos meses, un embarazo poco viable y luego esas idas de nuestros padres al cementerio, todas las piezas del rompecabezas encajaron de a poco y me sentí estúpida.
La historia de mi nombre es un tanto peculiar, yo soy la más joven de la casa, la familia Murphy tenía tres varones, mamá tuvo un embarazo complicado, mi hermano menor, Damon, tuvo una melliza, sin embargo, esta no sobrevivió al nacimiento, mamá no solo pasó por la pérdida de una hija, sino que además, tuvieron que realizarle una histerectomía, perdiendo la capacidad de embarazarse de nuevo. Los meses transcurrieron, convirtiéndose en un año y cuatro meses, y justo ahí fue que la llamaron de la oficina, en ese entonces se desempeñaba como trabajadora social, acudió de inmediato al enterarse de la llegada de un bebé, dijo haber tenido fe durante todo el camino hacia el sitio, orando porque fuera una niña, era su más grande deseo, y de ahí mi nombre, Faith Murphy.
—Oye, Faith. —llamó Briggith a mis espaldas, giré un poco mi cabeza y ahí ella con su gran sonrisa pícara.
Éramos amigas desde que se mudó acá hace seis años, su familia era de Carolina del norte, pero solían mudarse demasiado por el trabajo de su padre en el ejército, coronel, me contó que por lo menos se había mudado unas treinta veces antes de cumplir la mayoría de edad, luego de eso, se aventuró a venir acá aprovechándose de tener familia en Metairie. Estudiamos juntas en la universidad de Tulane y al igual que yo, realizaba su interinato en el centro médico.
—¿En serio? ¿Solo un oye Faith? —reclamé ladeando mi cabeza mientras ella tomaba asiento frente a mí—. Te he estado buscando por horas, Bri, no respondes ni el maldito móvil.
—Lo siento. —se disculpó en tono infantil haciendo pucheros—. Estaba muy ocupada. —canturreó agitando sus pestañas. Mi boca cayó abierta al ver cierta marca en su cuello y me di un golpe sobre la frente.
—No me jodas, Bri, ¿Otra vez estás con Brad? —pregunté, ella solamente asintió, sus mejillas sonrojadas y gran sonrisa delataron que no nada más lo había visto y saludado, se había bolseado con él.
A pesar de no ser tan alta, Bri tenía un cuerpo espectacular, de curvas perfectas, risos rubios y ojos verdes, sus tetas amenazaban con desprender los botones de su blusa muy seguido y ella era amante de llamar la atención a donde quiera que fuere, bueno, cómo no llamaría la atención, es extrovertida, divertida, de esas chicas que en cuanto llega, era capaz de llenar el lugar con chicos hambrientos que se morían de la emoción cuando ella los llamaba cariño, sin embargo, en el hospital conoció a un joven médico, Brad Cameron, hubo rumores de que ella fue la manzana de la discordia, destruyó la relación del tipo que llevaba años con una anestesista. Mi amiga desvergonzada poco le importó besarlo frente a ella, todos llegamos a sentir un poco de pena por la señorita Smith, no obstante, el karma llegó y la relación de Bri y Brad se complicó volviéndose algo tóxica, idas y venidas, infidelidades de ambas partes, toda una novela de hospital en la vida real.
En cambio, mi vida no era tan interesante, la mayoría de chicos que me dejaban su número telefónico eran casados o con compromiso, o simplemente buscaban una enfermera que pudiera cuidar a su familiar enfermo a cambio de un insignificante café, ¡Idiotas!
—Faith, ¡Es que es tan lindo! —exclamó con su voz chillona, no evité rodar los ojos, suspiré y negué con la cabeza.
—No vas a llegar a ningún lado con una relación así, Bri. —subrayé—. Deberías buscar a un buen hombre que no se acostara más que contigo.
—¡Dios! —vociferó alzando sus manos al cielo—. Ya hablas como mi madre. —bufó.
—Soy tu amiga. —destaqué dándole una mirada fría—. Es más que obvio que me preocupas, sabemos la reputación de Brad y sé que puedes conseguir a alguien mejor, Bri, ¡Joder, mírate! —la señalé con mis manos de pies a cabeza—. Puedes tener a cualquier hombre comiendo de tu mano y agarraste al más idiota.
—Tiene una polla muy grande. —dijo en voz cantarina. Mis ojos se agrandaron y sentí mis mejillas arder.
—¡Briggith Donovan! —grité escandalizada, ella reventó a carcajadas. Me froté las mejillas con las manos, me sentí avergonzada por su comentario—. En definitiva, no sabes el significado de intimidad.
—No seas tan mojigata, Faith, sabemos que tú también tienes un historial de chicos entre tus piernas. —refirió, sin poder creer lo que estábamos hablando en frente de tanta gente, negué con la cabeza con frustración.
—No soy virgen, pero no han sido tantos, además no considero que eso importe, Briggith.
—¡Dios! No te pongas así.
—¿Y cómo quieres que me ponga? —cuestioné poniendo mis brazos cruzados sobre mi pecho, di un vistazo rápido a las otras mesas, si bien había curiosos, supuse que una parte de nuestra conversación pasó desapercibida o eso me gustaba pensar—. No es que me guste hablar de esto, tu estilo de vida es respetable, más no es de mi gusto.
—¿Temes experimentar? Te sorprenderías al jugar en un club swinger, suceden cosas grandiosas ahí. —Guiñó un ojo y negué con la cabeza de forma errática, una ira corrosiva se concentraba en mi interior, luchando por desatarse, tomé mi café de la mesita y bebí un sorbo en un intento por controlarme.
—¿Sabes qué? Me voy —sentencié poniéndome de pie.
—Faith, no, de verdad, lo siento, prometo que ya dejaré ese tema de lado y…
—¡Shh! —la silencié enseguida—. No estoy de buen humor, Bri, tuve un día terrible en pediatría y tú vienes a joder con esa mierda con Brad, quería que mi amiga me escuchara, pero al parecer activaste tu modo perra egoísta y como no quiero pelear, prefiero ir a mi agujero de ratón.
Tomé mi bolso y los libros que había dejado sobre la mesa acomodándolos en un solo brazo, di un último sorbo a mi café dejando el vaso vacío sobre la mesita, ni siquiera me sabía bien, es lo malo de estar disgustada, la bilis subía por mi garganta rápidamente y todo se volvía amargo, horrible.
—Faith, por favor. —suplicó con sus manos juntas, pero yo ya había tenido suficiente.
Bri tenía sus formas excéntricas de disfrutar la vida, acepto que compartíamos gustos, pero en cuanto al plano sexual, no había nada en lo absoluto que nos igualara, yo era una romántica, ella lo veía como una práctica tan casual cómo ir a comprar dulces, siempre hablaba de sus hábitos para incomodarme, incluso hubo algún momento en nuestros años de universidad donde mintió diciendo que era bisexual y que me haría bailar entre sus piernas, sus malditas bromas pesadas no me cayeron en gracia y por un tiempo se comportó, no obstante, tenía rachas como las de hace un momento.
—Hablamos después. —puntualicé, rápidamente, caminé por la acera sin esperar a que me abordara de nuevo. La hora pico de la calle Bourbon ya había pasado, no obstante, no dejaba de ser una de las calles mayormente transitadas durante el día, bueno, también durante la noche y era peor con el carnaval en marcha, la primera ronda de celebración había concluido, pero pronto vendrían más carros coloridos, más tipos en sancos y una lluvia de collares.
Miré hacia los costados al cruzar la calle, tenía una jaqueca terrible, este día había tenido que soportar más que a simples niños llorando, un pequeño paciente con el cual me había en cierto modo encariñado, falleció esta mañana, eso me puso fatal, necesitaba llegar a casa, darme un largo baño con agua caliente y hacer lo posible por relajarme. El pobre niño había estado luchando contra el cáncer durante dos años, se encontraba en fase terminal, su dolor no se mitigaba ni con morfina. Sacudí mi cabeza tratando de apartar ese tema de mi mente y en un descuido, choqué contra algo, o quise decir, con alguien, mis cosas cayeron al suelo enseguida, fruncí el ceño disgustada por mi torpeza.
—¡Oye! —protesté agachándome de inmediato para recoger mis libros—. ¿Quieres fijarte por donde caminas? —repliqué tomando el reguero de hojas que se escaparon de uno de los folders. La persona que había provocado el desastre, tuvo la cortesía de ayudar, lo primero que noté es que se trataba de un hombre, o eso supuse al ver el traje y los zapatos bien lustrados que fácilmente podría reflejarme en ellos.
Inevitablemente, subí mi mirada de a poco, había tomado uno de mis libros y lo observó con atención, unas manos bien cuidadas, piel tan blanca como el alabastro, hombros anchos. Subí un poco más, vacilante, mis mejillas ardieron al toparme con sus labios, una mandíbula bien definida con un rostro ovalado marcando perfectamente la línea del mentón, nariz recta, cabello castaño claro, casi llegando al rubio, pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos azul hielo. Por un momento me sentí intimidada, era en extremo guapísimo, incluso podría jurar que era extranjero, ¿Ruso quizás? Si, muy probablemente. Me sentí pequeña cuando sus ojos se fijaron en los míos, mi corazón se aceleró de golpe cuando una perfecta sonrisa se formó en su rostro, perlas blancas.
—Discúlpame. —habló con una voz varonil que me hizo tragar en seco—. Me distraje y ocasioné este desastre. —prosiguió haciendo gestos divertidos, me entregó el libro y ¡Madre mía! Al ponernos de pie pude verlo en todo su esplendor, alto, fácil superando el metro con ochenta, cuerpo atlético, de piernas gruesas o eso juzgaba al ver los pantalones de su traje un tanto ceñidos. Una pizca de vergüenza me invadió al ver un poco entre esas piernas, podría estar segura de que eso no era relleno. Acalorada, acomodé el libro con el resto de cosas y tiré levemente del cuello de mi suéter.
—Mmm, yo… —carraspeé mi garganta que de pronto se puso seca, balanceé mi peso de una pierna a otra y negué con la cabeza—. Yo, no te disculpes. —dije tratando de pasar las cosas por alto, era evidente que no me volvería a topar con este tipo de nuevo, seguro era solo un turista curioso por el Mardi Gras—. También he estado distraída, lo siento, voy tarde, discúlpame. —Sin esperar una respuesta, salí huyendo a toda prisa del lugar, necesitaba aire, era la primera vez en mucho tiempo que un hombre me ponía nerviosa, quizás la última vez fue cuando conocí al famoso doctor Simmons, tenía la apariencia de ser un Sugar Daddy, bastante coqueto, sin embargo, resultó ser un hombre muy enamorado de su esposa, Bri se decepcionó cuando no logró llamar su atención.
Mi móvil vibró en mis bolsillos, con cuidado de no tropezar y no terminar con mis cosas de nuevo en el suelo, me detuve y lo saqué de su sitio, miré la pantalla y rodé los ojos, mi hermano Damon era quien llamaba, no debería responderle, después de todo, por su culpa me quedé sin auto, se lo presté al muy idiota y terminó chocando contra un poste, la excusa: No quise hacerlo, hermanita, un ciervo apareció en la carretera y di el volantazo. Pero, estaba segura de que de no responder, insistiría o haría que el resto de mis hermanos llamaran, sin más, toqué la pantalla y me lo llevé al oído.
—¿Qué? —gruñí por el auricular.
—¡Qué genio!
—No me jodas, Damon, por tu culpa ando a pie, dime, ¿Qué es lo que quieres? —pregunté, escuché una sonora respiración desde el otro lado de la línea.
—Necesito tu ayuda.
—¿En serio crees que debería ayudarte? ¡Chocaste mi auto!
—Tu Beetle saldrá el viernes del taller, lo tendrás para el fin de semana, Johnny me mostró los avances, ya sacó todas las abolladuras, remplazó el parachoques y pronto haría el trabajo de resanado y pintura, confía en mí, quedará mejor que antes. —subrayó, un corto silencio se manifestó y suspiré rendida.
—¿Qué ocurre ahora, Damon? Espero sea de vida o muerte.
—Es Mardi gras, sabes que se pone bastante bueno y Mindy quiere ir al Vampire Café, pero sabes cómo son los Thomas, no quieren que su princesa salga sola conmigo.
—Eres una mala influencia para su florecita, Damon.
—¡Oye! —protestó, ahogué una risita, mi hermano es adicto a las fiestas, por completo extrovertido, había sido una estrella en el equipo de baloncesto en la universidad, tenía una reputación de mujeriego y con justa razón, salió con la mayoría de las porristas.
—Solamente digo la verdad, Mindy es todo lo contrario a ti, hermano.
—Sí. —suspiró y se puso serio—. Ella es diferente, ¿Sabes? Me gusta, Faith, es de verdad, quiero tomarme las cosas en serio.
—¡Wow! Alguien tuvo la epifanía de su vida.
—¡No te burles! —replicó—. Te estoy abriendo mi corazón, carajo, no quiero arruinar las cosas con Mindy, estoy consciente de que no somos niños, aunque en su casa la traten como a una, hemos trabajado en la misma oficina durante los últimos tres meses, la conozco desde la secundaria, Faith… —hizo una leve pausa, podría imaginar sus gestos—. Ella es la elegida.
—¿Estás seguro?
—Sí, es por eso que necesito tu ayuda.
—Damon.
—Por favor. —suplicó—. Necesito que me ayudes con esto.
—Está bien. —respondí rodando los ojos, miré en todas direcciones, la gente estaba hecha loca buscando un lugar, pronto habría una ronda de collares voladores y no quería ser tacleada por algún idiota si me caía un collar encima—. ¿Qué quieres que haga?
—Drake Thomas, necesito que lo distraigas durante mi cita con Mindy.
—¿Qué? —chillé demasiado alto—. No, no me enredes con Drake, ¡Es un idiota! —protesté.
—Por favor, sus padres quieren que Drake nos acompañe, no sé qué pretendan poniéndolo de chaperón, pero quiero poder hablar a solas con ella, te pagaré lo que cenes, únicamente tienes que entretener a Drake.
Suspiré, Drake Thomas era menor que yo, durante años insistió en salir conmigo, aunque era el clásico bravucón al que preferías mantener lejos, incluso Damon lo golpeó cuando intentó tomarme un pecho en preparatoria, sí, mi terrible hermano y yo compartimos clases en el último grado, por cuestiones de la vida y su fascinación por las fiestas, se vio obligado a recursar, era por eso que a pesar de ser mayor, terminamos juntos
Sabía que estaba bastante desesperado cómo para pedirme eso, no cabía duda de que le gustaba Mindy, más cuando supo que llevaba las de perder al pedirme “salir” con Drake, pero tenía que tomar en cuenta el factor: Somos adultos y es posible que haya madurado, así que sin más rompí el silencio.
—¿A qué hora debo estar lista?
—¿De verdad?
—Dime antes de que me arrepienta.
—¡Si! Eres la mejor, Faith, te confirmo cuando estés en casa, ya casi salgo de la oficina.
—Bien.
—Te amo, hermanita.
—Y yo a ti, idiota, te veo en casa. —Finalicé la llamada y enseguida continué con mi camino, era probable que fuese una señal para cambiar mi ánimo y dejar atrás lo ocurrido en el hospital y con Bri.

—Faith, ¿Quieres bailar? —preguntó Drake, fingí una sonrisa cansada y negué con la cabeza.
—Soy pésima bailando, Drake.
—No creí que una chica tan atractiva fuera tan aburrida.
—Y yo jamás pensé que seguías siendo un imbécil. —siseé, sus ojos se volvieron rendijas y un sonrojo febril coloreó sus mejillas. Odiaba a este tipo, Damon me deberá muchas, Te deberá su alma, Faith.
Miré hacia la pista, mi hermano se divertía con Mindy, la chica era toda piernas, alta y esbelta, mientras que él era bastante fornido, un abrazo suyo seguro la partiría en dos, pero imaginaba que con ella era una tierna florecita. No pude evitar suspirar, esa canción me gustaba, le había mentido a Drake, a pesar de no ser sociable, me gustaba y sabía bailar, sin embargo, no lo hacía con cualquiera.
—Oye, en serio. —llamó mi atención sobresaltándome al tomarme por el brazo—. Podemos ser adultos, Faith, ser buenos amigos. —Dio un guiño y puse los ojos en blanco.
—Drake, tengo veinticinco años, tú veinticuatro ¿Cierto? —asintió con su cabeza—. Y aun con esa edad, te sigues comportando cómo si siguieras en la pubertad, solamente esta noche me has arrojado cuatro papas al rostro para llamar mi atención.
—¡Me estabas ignorando! —alzó la voz—. No iba a pararme cada dos minutos para hacer que me escucharas.
—Cuando llegamos dijiste que tenías ganas de azotarme el culo.
—¡Era un cumplido! —chilló con indignación—. Eres ardiente, Faith. —completó, mis mejillas ardieron, estaba cabreada, mi mandíbula se tensó y cuando estaba por ponerme de pie para darle su merecido, Damon apareció tomándolo por el hombro.
—¿Qué mierdas dijiste? —increpó con furia—. Deja de joder a mi hermana.
—Tú deja de follarte a la mía. —reprendió, Damon le dio un tirón obligándolo a ponerse de pie.
—Es mi novia y es un adulto, lo que hagamos o dejemos de hacer no es tu asunto.
—¡Basta, Drake! —gritó Mindy—. Te estás comportando como un completo idiota.
—Papá me obligó a venir, no es mi culpa que seas una zorra, Mindy. —Sus palabras fueron opacadas con el fuerte puñetazo que le soltó Damon a la mandíbula. Las personas que se encontraban en el Vampire abuchearon y tiraron chifletas animando la pelea, Mindy se sonrojó y sus ojos casi se salen de sus órbitas cuando mi hermano arrojó a Drake contra el suelo.
—¡Basta! —sollozó, rodé los ojos e hice lo mío, me acerqué a la mesa vecina tomando dos tarros de cerveza llenos.
—Disculpen caballeros, yo les invito su siguiente ronda. —espeté ofreciéndoles un guiño, pero parecían más distraídos por la pelea, me acerqué directo hasta donde se encontraban el par de bestias salvajes y les vacié las cervezas frías encima.
El imbécil de Drake se ahogó un poco cuando algo del líquido entró a su nariz, mi hermano, por el contrario, se giró a ver quién había interrumpido su pelea, su mirada matadora se tranquilizó al verme.
—Vámonos. —ordené, él asintió. Mindy se acercó a toda prisa a ayudar a su hermano, este le dio un manotazo alejándola, Damon estaba por atacar de nuevo y lo detuve poniendo una mano sobre su hombro.
—Es problema de ellos.
—Es mi novia.
—Es adulta, ella sabe hasta donde permitirá que la mangonee su familia, Damon, sé que la quieres, pero ella debe quererte también y poner de su parte dejando de ser la niñita de su casa, tener mi edad y verse en la obligación de salir con chaperón es algo ridículo, así que te daré un consejo que no me pediste, dile que necesitas aire y vamos a fuera, si ella sale para hablar contigo, significa que realmente le importas, si solamente te ignora para cuidar de su inútil hermano, jamás fue para ti, tómalo o déjalo. —concluí, soltó una exhalación cansada y asintió—. Dile, te veo afuera en dos minutos.
Se dirigió hacia donde Mindy y yo me acerqué a los tipos a quienes les había quitado sus cervezas, estos parecían divertirse.
—Oigan. —los llamé sacando algo de dinero de mis bolsillos—. Les debo sus cervezas.
—¿Bromeas? Linda, esa pelea fue increíble, ¿Crees que le interese a tu amigo pelear para nosotros? —preguntó uno de ellos, arqueé una de mis cejas.
—Es mi hermano, y no, no peleará, y cómo tampoco me gusta deber tragos. —empujé un billete de cincuenta sobre la mesa, dejando la cara del presidente Grant hacia arriba—. Aquí algo para que sigan disfrutando de la noche —zanjé, y cómo siempre, antes de cualquier réplica, me abrí camino hacia la salida, pasando entre la gente que abarrotaba el lugar.
Cuando por fin estuve afuera, sentí una brisa fría chocar contra mi rostro, instintivamente cerré los ojos y eché mi cabeza hacia atrás, disfrutando de lo refrescante de la noche, abrí mis ojos de nuevo y un collar de cuentas rojas golpeó mi pecho, negué con la cabeza rodando mis ojos, chicas en topless arrojaban collares desde un convertible deportivo, tipos ebrios silbaban y gritaban improperios, la fiesta seguía, mis ojos fueron hacia el collar, era un color extraño considerando que lo usual fueran cuentas doradas, verdes o moradas, así lo establecía la tradición, poder, fe y justicia respectivamente.
—Esto se pone caótico, ¿Cierto? —escuché la voz masculina algo familiar. Giré levemente mi cabeza hacia el costado y justo ahí, el mismo tipo con el que había tropezado hace unas horas, vestido informal, con vaqueros, zapatos deportivos, polera y chaqueta.
Mis cejas se arquearon, con traje lucía sexy, aunque el outfit relajado le iba genial; mis mejillas ardieron al percatarme de que todo este tiempo no le había quitado la mirada de encima, incluso me estuve mordiendo el labio, me maldije internamente, jamás creí topármelo de nuevo.
—Mmm, sí. —Carraspeé—. Algo caótico —respondí con tono agudo.
—Lindo collar, el rojo te va bien. —señaló haciendo que el vello de mi nuca se erizara, se acercó aún más a mi rostro y su aliento chocó contra mi oreja—. ¿Puedo? —preguntó haciendo que mi pulso se acelerara de sobremanera, me quedé rígida, se alejó de mí y tomó el collar de mis manos, sonrió y juro que sus ojos azules brillaron en tonos iridiscentes, seguro era por las luces fluorescentes.
—¿Qué…?
—Inclina la cabeza, señorita desconocida. —interrumpió en tono socarrón, con algo de duda, hice lo que pidió y me colocó el collar en su sitio sin atreverse a rozar mi piel, una parte de mí estaba tranquila, mientras que otra se decepcionó de que no lo hiciera. El viento sopló de nuevo y un aroma refrescante llegó a mi nariz, algo así como menta y pino, no estaba segura del todo, pero me agradaba.
—Gracias. —musité con mis mejillas ardiendo.
—¿Puedo saber tu…?
—¡Faith! —gritó mi hermano a mis espaldas, seguro me estaba buscando, solté una pesada respiración.
—Debo irme, mi hermano me busca.
—Entonces, tu nombre es Faith.
—Así es, señor desconocido, ahora tú tienes ventaja, no tengo idea de cómo te llamas.
—Gabriel. —respondió con una sonrisa cálida, correspondí el gesto y Damon nuevamente me llamó, rodé los ojos.
—Debo irme.
—Espero verte de nuevo, Faith.
—Será un placer, Gabriel, hasta luego. —me despedí, mi voz salió más sensual de lo esperado, por un momento me arrepentí de mi coquetería, sin embargo, toda inseguridad se desvaneció cuando sus labios se curvaron en una sonrisa de medio lado.
—El placer será todo mío, Faith. —respondió dando un guiño, me giré en mis talones y me encaminé hacia Damon, después de todo, los últimos minutos en este lugar habían valido la pena.
Gabriel, lindo nombre para un hombre sexy.