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Feo amor

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Los días avanzaron, era el primer casting para el papel protagónico. Otto y Fiona se habían visto muy poco, llevaban un mes siendo novios a escondidas. Nadie lo presentía. Se veían esporádicamente, Fiona alimentaba un poco la flama del romance, con algunos besos, Otto la colmaba de regalos, le platicaba todo lo que hacía, pero a ella no le importaba, lo único que anhelaba de ese hombre era su veredicto que la hiciera protagonista de la temporada de baile.

Estaban reunidos en el teatro de Sayer Corp. Bianca estaba al lado del director Ashton y su hijo Otto. También estaba Alice y Rita.

Tras bambalinas estaban Inna, Lilith, Fiona y Elizabeth. Fiona ardía de nervios, no podía respirar. Tenía demasiado estrés, no se recuperaba.

Inna fue la primera en pasar, esta vez el jurado lo conformaba Ashton, Bianca y Otto. Inna hizo su mejor esfuerzo, pero su baile no estuvo a la altura.

Luego fue Lilith, ella lo hizo bien y sorprendió a los jueces.

Cuando fue el turno de Elizabeth impactó a los jueces, bailó increíble, de forma limpia, con técnica y pasión. Ashton que era experimentado, sonrió feliz. Era un cuarentón atractivo, intentando hacerse jovial, y con un gusto por las jovencitas. Ahora trabajaba, además de Sayer, en televisión, ya era una celebridad, así que su opinión era bastante respetable

—Esa chica es adorable, tiene madera de estrella —dijo refiriéndose a Elizabeth—. Además, es preciosa.

Otto lo miró receloso, no le gustaba el morbo con que observaba a la joven.

En el turno de Fiona, ella tomó su lugar, comenzó muy bien, fingió seguridad, pero había visto el solo de Elizabeth, quería controlar su pensamiento, pero no pudo. Recordó el baile perfecto de Elizabeth Zok, sin querer tropezó con su pie, cayendo al suelo. Se levantó con apuro, se quedó congelada, su rostro se lleno de angustia y salió despavorida. Alice no lo podía creer, contuvo un grito de frustración y se apuró a correr a los camerinos.

Otto también estaba impresionado por lo sucedido. Se levantó para buscarla.

Fiona lloraba al fondo del pasillo. Sintió una mano acariciar su cabeza, alzó la vista y encontró a Elizabeth

—Tranquila, fue un error, y tiene solución, pediré a Bianca que te dejen repetir la coreografía. Eres buena, no permitas que un error te defina, vale —Elizabeth la abrazó, Fiona quería que se alejará, no pudo hacer nada

—¡Elizabeth, déjanos solas! —exclamó Alice, Elizabeth obedeció

Levantó a Fiona del suelo, sujetando sus cabellos con fuerza

—¡Eres una idiota! ¿Cómo pudiste hacer semejante barbaridad? Acabas de arruinar tu única oportunidad de triunfar. Asthon estaba ahí, y te vio hacer el ridículo ¡Eres un fracaso, Fiona Hanx! ¡Eres un completo fracasó!

Fiona lloraba, cubría su rostro, entonces Alice le retiró las manos con suma fuerza

—¡Guarda tus lágrimas para un funeral! Ahora debes tener cuidado, tienes una última oportunidad, ese feo es tu solución, pero debes asegurarlo, porque después de como defendió a «La rusa» no sé qué pensar.

Fiona limpió sus lágrimas y asintió

—Haré lo que sea —dijo convencida

—Entonces, pídele el protagónico, ¡Exígeselo!

—Pero, ¿Cómo?

—En la cama, niña, ¡Reacciona! Solo en la cama se controla a un hombre, hazlo y veras que tus deseos se volverán órdenes que acatará.

Fiona abrió los ojos incrédula

—¡No! No podría…

 —Déjate de puritanismos, como si nunca hubieses tenido sexo.

Otto apareció ante ellos y Alice decidió dejarlos, apenas se fue, Otto abrazó a la joven

—¡Soy una torpe, una perdedora!

—No digas eso, Fiona, eres la mejor, solo fue un error.

Ella comenzó a llorar.

—Todo lo que quería era ganar. Ahora no sé qué hacer.

—Tranquila, aun no termina la competencia —dijo Otto.

Esa noche las chicas de Sayer Corp. decidieron salir a cenar, festejando el cumpleaños de Lilith. Por primera vez Fiona se unió a ellas, aprovechando que Otto había salido a un nuevo viaje de negocios. Estaban en un salón de la casa de Lilith, cuando Fiona vio a Elizabeth sola se acercó a abordarla

—Elizabeth, quiero agradecerte por tu atención hacia mí.

—No tienes nada que agradecer, sé que tu hubieras hecho lo mismo —Fiona sonrió, sabia que no era así, pero admiró la buena fe de la rubia

—Debes estar feliz, tienes las probabilidades altas de ser la nueva protagonista.

—No me gusta hacerme ilusiones antes de tiempo. Mi madre solía decir, que es mejor «pájaro en mano que cien volando» —dijo Elizabeth y Fiona la miró sin entender

—No entendí.

—No debes dar nada por sentado, en un segundo todo puede cambiar. No te duermas en la victoria, sino hasta que la competencia haya terminado. Aún así debes seguir trabajando, dando lo mejor de ti.

—Ya veo porque siempre ganas, eres muy competitiva —dijo Fiona con coraje.

—No, en realidad no, mi madre lo era, me disciplinó mucho, sigo sus consejos, pero mi vida no se centra en ganar, no es mi meta en la vida.

—¿Y entonces? ¿Cuál es tu meta, Elizabeth?

—Tengo dos metas ahora, una no es mía y la otra, me pertenece. Una se trata de mi madre, ella quería que yo trabajará en Broadway, ser protagonista de la Sayer Corp., sería como cumplir ese deseo.

—Tu madre vendría a verte, seguro.

—Mi madre murió, padeció cáncer, era una gran coreógrafa, y luchó mucho contra su enfermedad, así que, seria un homenaje —dijo Elizabeth

—Lo lamento —Fiona se sintió conmovida por la chica, pensó en ella, no tenía algún motivo real que no fuera su desmedida ambición por el protagónico

—Y mi otra meta es hacer lo que me gusta, quisiera tener un pequeño estudio de danza, educar niños en el baile y verlos crecer como grandes bailarines. Vivir tranquila y en paz, tener mi familia, ser más feliz.

—Elizabeth, eres una chica de cosas simples.

—Sí, lo soy —dijo la chica sonriente.

Otto caminaba por los aparadores de Los Ángeles, había viajado para ver unos negocios en Wall Street, él tenía sus propias inversiones, que ya estaban rindiendo sus frutos, pero ahora quería cambiar. Se sentía feo, quería verse atractivo, para Fiona. Miró en una tienda ropa de hombre, eran prendas elegantes, pero Otto no tenía buen gusto, ni experiencia, no sabia que debía elegir.

Dentro de la tienda lo observaron unos vendedores, se miraron entre sí y cuchichearon, se burlaban entre dientes. Otto se animó a entrar y uno de ellos lo abordó

—Buenas tardes, señor, ¿Puedo ayudarle?

Otto admiró un esmoquin pulcro, color negro

—Sí —dijo tomándolo en sus manos —. Quiero probarme esté.

—Claro, miré es como ese —señaló el vendedor a un hombre elegante, cuyo traje le quedaba pintado, espectacular, era un hombre atractivo, joven y delgado, casi un playboy. La inseguridad de Otto volvió a embargarlo

—¿Sabe algo? No me convence, quizás pueda recomendarme algo para mi.

—¿Algo para usted? Claro, permítame —dijo el vendedor, luego volvió con su compañero y comenzaron a reír. Otto prefirió pensar que reían de otra cosa. Miró de reojo al hombre que llevaba el traje que le gustaba, cuando lo miró, ese tipo le barrió con la mirada, desaprobándolo.

Otto se sintió pequeñito, bajó la mirada. Deseaba ser como ese hombre, quizás así los demás lo respetarían, quizás así se sentiría bien consigo mismo.

—Señor, ¿Quisiera saber cual es su presupuesto? Así podre indicarle que ropa elegir —dijo el vendedor

—No hay problema por el presupuesto —Otto le mostro su tarjeta negra ilimitada, el vendedor se sorprendió, después lo dirigió hacia al fondo, donde Otto se sentó a esperar la ropa

Los vendedores se burlaban detrás de Otto, habían decidido hacerle al hombre una broma cruel. Otto no pudo preverlo.

Le eligieron las peores prendas. Trajes de colores satinados y coloridos. Otto se los probó, no se sentía tan cómodo

—Le quedan bien, señor, son elegantes, es la moda actual —esos comentarios positivos terminaron por convencer a Otto de comprar aquella ropa. Incluso se llevó puesto un traje de color amarillo brillante.

Al caminar por las calles era admirado por todos, entre desaprobación y burlas. Otto se sentía nervioso, quería creer que se veía bien, pero era ridículo. No era la ropa adecuada. Cuando llegó al hotel, se peinó diferente, en lugar del típico apartado por en medio, hizo un apartado cerca de la oreja, y llevo el cabello de un lado, relamido. No era el mejor peinado, se veía diferente. Otto creyó que lucía bien, pero en el fondo, no le gustaba.

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