Hace tres horas que Gabriel está en el pasillo del hospital esperando por su hermano. Y tal como se lo había advertido muchas veces en el camino, su consulta con su doctor, se extiende demasiado.
La paciencia no es exactamente una virtud de lo que pueda jactarse Gabriel, pero por su hermano es capaz de soportar cualquier cosa.
Cuando ya todo su ser le pide a gritos huir de ahí, Gabriel, ve a su hermano finalmente salir de la sala donde le estaban realizando su tratamiento.
El corazón se le encoge al notar la palidez de su cara y sus pasos, pocos coordinados, tratando de llegar hasta la sala de espera.
Rápidamente, Gabriel camina hasta él y lo toma del codo para sostenerlo.
—Estaré bien, solo necesito descansar un rato antes de irnos —dice Lían con la respiración agitada. —Ya te acostumbrarás a esto, siempre es así.
Gabriel lo mira bastante preocupado. Abre la botella de agua que tiene en su mano y se lo pasa.
Luego de sentarse por un buen rato en la sala esperando a recuperarse un poco, salen de la clínica.
—Deberíamos ir a dar alguna vuelta por la empresa —dice Lían al ver que su hermano toma la avenida para volver a la mansión.
—Tenemos mucho tiempo para eso, Lían —Contesta el profesor tomando el volante con más fuerza. —Es preferible que descanses ahora.
—Estoy acostumbrado a esto, Gabriel. Además, debemos aprovechar que Dayana está de viaje.
—¿Aprovechar para qué? ¿Qué pasa si Dayana se va de viaje?
Lían se ríe ante lo la pregunta de su hermano. Obviamente, está intentando mortificarlo una vez más, como lo hizo en la mañana.
—Hay tanto que me gustaría mostrarte, especialmente a las chicas —Contesta Lían guiñándole un ojo.
—No creo que tú estés en condiciones para eso —Gabriel lo mira con la ceja levantada. —Y creo que yo tampoco.
Y Lían vuelve a reír. Hecho que alivia bastante a Gabriel considerando la forma en que salió de su tratamiento.
—¿Dónde fue tu esposa? —Pregunta Gabriel sin desviar su mirada del camino.
—Bélgica —Contesta Lían con un tono de voz bastante bajo. —Estará cuatro semanas enteras ahí.
¿Tanto tiempo? Los nudillos del profesor se vuelven blancos de tanta presión que ejerce en el volante.
—¿Para qué es el viaje? Dijiste que tenía que ver con una especialización.
—Sí, ha esperado por este curso durante muchos meses.
—¿Y qué especialización es? —Pregunta Gabriel para continuar con la inquisición.
—Fertilización —Contesta, Lían con la mirada fija en el camino.
No menciona nada más. Gabriel nota que todo lo relacionado con ese tema lo afecta mucho.
—Ojalá hubiera podido tener muchos hijos con ella —dice de pronto en un susurro sorprendiendo a Gabriel. —Un niño y una niña al menos.
Lían sonríe con amargura al decir eso.
—Un hijo con Dayana es lo más deseo en mundo, hermano. Una niña con sus ojos y su sonrisa y un niño todo grandote quien proteja a su hermana de todo.
Gabriel no sabe qué responder. Un nudo enorme se forma en el pecho del profesor al oír a su hermano. Ojalá él pudiera darle esperanzas de que en el futuro todo será diferente, pero el que puedan tener un hijo propio es casi improbable. Aunque él consiga recuperarse, las probabilidades de que puedan tener un bebé son nulas, y él lo sabe mejor que nadie.
—La ciencia ha avanzado lo suficiente, hermano. Tal vez ella misma pueda solucionar eso alguna vez para ustedes, pero siempre tienen la opción de adoptar.
Lían se queda callado una vez más, pensando. Gabriel sabe que su hermano le está ocultando algo, pero prefiere no presionarlo demasiado, al menos que él le dé algún indicio de querer hablar, dejará que se tome su tiempo.
Lían se remueve impaciente por varios minutos en su asiento, con la mirada perdida, estrujándose los dedos contra los muslos cada tanto.
—¿Si quieres podemos hablar sobre eso? Parece mejor idea que estés así tan nervioso —Gabriel lo señala mientras Lían emite un sonoro suspiro. —Sabes que puedes contar conmigo siempre, te lo he dicho en más de una ocasión. Haría lo que fuera por ti, hermano, así como estoy seguro, tú también lo harías por mí en caso de que lo necesitara.
Lían mira fijamente a su hermano cuando termina de decir aquello, pero sin responder.
—Sé que no es mucho lo que te ofrezco en estos momentos, pero mi apoyo es incondicional —Completa, Gabriel.
—Confío plenamente en que lo harás —Responde Lían antes de voltear nuevamente hacia la ventanilla.
De nuevo, a Gabriel lo embarga la sensación de que hay algún mensaje oculto en las palabras de su hermano, como unas las tantas frases de las que ya le dijo desde que llegó.
Gabriel decide dejar de lado todas sus dudas por el momento, despejar su mente y enfocarse en el camino.
—¿Quieres que te acompañe hasta tu habitación? —Pregunta el profesor al terminar de estacionar el móvil. —No te ves de todo bien.
—Sí, necesito que me acompañes —Replica Lían al darse cuenta de que no podrá llegar solo en la planta alta.
Gabriel nunca había visto a Lían de esa forma, ni siquiera cuando tenía que ser internado de niño. Todo esto lo aflige de sobremanera.
Lían parecía ya repuesto en el camino y así se lo dio a entender a su hermano cuando charlaban durante el viaje, pero rápidamente eso cambió.
—¿Te quedarías un rato más conmigo? Por favor —Lían ruega en un susurro. —Como cuando éramos niños y te quedabas a cuidarme.
Gabriel asiente. Tampoco necesitaba pedírselo. Él no tiene ninguna intención de dejarlo solo en el estado en que se encuentra.
—Si necesitas que volvamos al hospital, no dudes en decírmelo, por favor —dice Gabriel, preocupado y con el ceño fruncido.
—No te preocupes demasiado, hermano, estaré bien si estás aquí, conmigo —Responde Lían con una sonrisa triste. —Todo lo que necesito ahora es que estés aquí en casa con nosotros.
El castaño toma la mano de su hermano para demostrarle que no piensa abandonarlo, que aquí estará todo el tiempo que él necesite.
Después de un buen rato más recordando algunas cosas de su niñez, Lían se queda profundamente dormido.
Gabriel lo observa por un tiempo largo y no puedo evitar sentirse triste por él. Todo lo que desea es que él se recupere.
Se levanta del sillón procurando de no hacer ruido para dejarlo descansar.
Al pasar al lado de su cama para dirigirse a la salida, un hermoso retrato en el buró llama su atención. Se acerca sin siquiera dudarlo y lo toma en sus manos. Su corazón empieza a latir furioso dentro de su pecho al ver la foto de su cuñada.
¿Se está obsesionando con ella? ¡Claro que sí!
Dayana ve preciosa en ese vestido color beige y el ramo de rosas rojas en su mano. Sus ojos verdes hipnotizan sus sentidos completamente por varios segundos.
Gabriel pasa sus dedos suavemente por su rostro.
Aquella noche en que llegó y ella se acercó por demás para ayudarlo con la herida, el aroma de esa mujer lo hizo estremecer de una y mil maneras.
Se insta a sí mismo a calmarse, pero no puede. En estas últimas horas se dio cuenta de que no puede hacerlo cuando se trata de ella.
Gabriel deja la fotografía en su lugar y sale de la habitación antes de que se le ocurra hacer algo más de lo que me arrepienta después.
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🔒 12. Obsesionado con ella
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