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Engaño al corazón

Capítulo 4. ¿Aún la conservas?

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Luego de aceptar la invitación de Marcelo, Alessandra se vio gratamente sorprendida de nuevo, pues él la invitó a cenar esa noche y así ultimar los detalles del viaje. Alessandra no cabía en su cuerpo de tanta felicidad, aunque trataba de mantenerse serena, teniendo a Marcelo cerca era una misión imposible.

Alessandra preparó sus maletas tan pronto como volvió a casa y Marcelo se hubiese marchado con la promesa de pasar a recogerla al día siguiente. Esa noche no pudo pegar el ojo, las emociones estaban a flor de piel y el deseo de que su amor fuese correspondido era cada vez más fuerte. Ella no pudo evitar que su mente jugara con diversos escenarios en los que se confesaran su amor.

El lunes, muy temprano por la mañana, Marcelo pasó por ella, tal y como le había prometido. El trayecto al aeropuerto fue una charla trivial, ella le habló sobre sus proyectos y sobre la semana de moda que tendría lugar en seis meses, pero para los que se tenía que preparar con tiempo, pues “Glamourdaucy”, era un referente fuerte en Nueva York, por lo que su papel tenía que ser impecable.

—Si hay algo en lo que pueda ayudarte, cuenta conmigo, Alessa —se ofreció Marcelo, acelerando el corazón de la joven.

—¿Hablas en serio?

Marcelo asintió y Alessandra sonrió, era la primera vez que él quería inmiscuirse en sus asuntos y se sentía bonito.

Alessandra hubiese deseado que el viaje al aeropuerto durara un poco más, pero no fue así y pronto se reunieron con el resto de la familia. Ella miró a Kiara, estaba echa un mar de llanto y se aferraba a Harrison, ella los miraba y aún no creía que estuvieran en una relación. ¡Se habían odiado por más de cuatro años!

—¿Tengo que ir? —la escuchó preguntar y, sin pensar, su mirada se desvió a Marcelo, él sonreía, pero había algo en sus ojos que le hizo estremecer. Él parecía triste, por lo que, dejó de prestar atención a la despedida de los enamorados y caminó detrás de Marcelo a la sala de espera.

El viaje duró doce largas horas, de las cuales las primeras horas fueron amenas con una charla interesante sobre el proceso y la comercialización del chocolate; el resto del viaje, se quedó dormida sobre las piernas de Marcelo.

Recordarlo hizo que Alessandra se sonrojara con violencia, viendo a Mía y a Meghan meterse a la piscina, mientras Patrick y Kiara conversaban en la tumbona frente a ella, al otro lado de la alberca.

—¿No vas a refrescarte un poco?

Alessandra deslizó las gafas lentamente por el puente de la nariz, se mordió el labio cuando el perfecto cuerpo de Marcelo quedó delante de sus ojos, su mirada se deslizó de arriba abajo, apreciando cada detalle del hombre, hasta que se quedó viendo su fuerte pecho, fijándose en la cadena que ella le había regalado.

—¿Aún la conservas? —preguntó.

Marcelo pareció desorientado con la pregunta, por lo que, Alessandra señaló con su dedo la cadena.

—Creí que la tenías guardada —dijo, poniéndose de pie, para acercarse a Marcelo.

Él agachó la mirada y a duras penas pudo ver la medalla que colgaba de su cuello, debido a que le quedaba corta, ya no era el mismo muchacho de hace siete años.

—Desde que me la puse, nunca me la he quitado —le confesó Marcelo, dejando que la medalla cayera sobre su pecho.

Pum, pum…

Los latidos del corazón de Alessandra se aceleraron al escuchar su confesión, ella estiró la mano y con cuidado tomó la medalla de Nuestra Señora de Aparecida, rozando la piel de su pecho, logrando estremecer a Marcelo con tu toque.

Marcelo se apartó cuando sintió un cosquilleo recorrer su piel, el toque de Alessandra había sido como una pequeña descarga.

—Ven, vamos a divertirnos —se las arregló a decir, tratando de ignorar lo que acababa de sentir.

—Bien.

—Espera, Alessandra —pidió, cuando ella iba a pasando por su lado.

—¿Qué pasa?

—Me gustaría pedirte un favor muy especial —dijo, mirando a Patrick y a Kiara.

—Tú dirás, ¿qué necesitas que haga?

Marcelo la guio hasta la orilla de la piscina.

—Entremos a la piscina y te cuento, ellos nos están mirando con insistencia y no quiero que sospechen.

Alessandra estaba confundida, pero aceptó, se quitó el sobretodo y dejó ver su perfecta y delicada figura. Una imagen que no pasó desapercibida para Marcelo y que le hizo sentir un tirón en su entrepierna. Era deseo, nada más. La reacción de un hombre viril ante la imagen seductora de una mujer…, de una mujer espectacular.

Ella se lanzó al agua y cruzó la alberca nadando hasta llegar a la orilla contraria de Mía y Meghan.

—¿Qué favor necesitas? —preguntó cuando Marcelo se le unió, ella hizo un esfuerzo titánico para no ver su pecho y se resistió al deseo de tocarlo de nuevo.

—Mía está a nada de proponer una competencia.

—No entiendo, ¿qué tiene que ver Mía con el favor que quieres? —murmuró, desviando la mirada de la niña al pecho de Marcelo.

Alessandra estaba tan tentada a colocar sus manos sobre el pecho de Marcelo, deslizar sus dedos por su piel y…

—Harrison está en el hotel, quiere darle una sorpresa a Kiara y espera contar con nuestra ayuda.

Alessandra no respondió, estaba luchando para mantenerse quieta, su mano se aferró a la orilla de concreto para no estirarla y acariciar a Marcelo.

—Alessa, ¿me has escuchado? —le preguntó, tocando la piel desnuda de su brazo.

Ella se agitó y lo miró.

—¿Qué? —preguntó.

—Te he dicho que Harrison está en el hotel y que quiere darle una sorpresa a Kiara —repitió, mirando sin querer cómo el pecho de Alessandra subía y bajaba. Aquellos pechos que eran como dos preciosas montañas y el color de su piel era tan…

—¿Y qué es lo que propondrá? —preguntó, mirando a Mía y a Meghan, parecían discutir o quizá estaban poniéndose de acuerdo.

—Una competencia de natación, sé que eres buena, por lo menos, es lo que recuerdo. Así que, me gustaría que participaras y te dejaras ganar.

—¿Harrison será el premio? —preguntó.

Marcelo sonrió y asintió.

—Aún no sé cómo ellos han terminado juntos, los veo y todavía no lo creo —meditó.

Marcelo suspiró.

—Todo ha sido gracias a Meghan —le contó, captando la atención de Alessandra.

—¿Cómo? ¿Qué tiene que ver ella con la relación de Kiara y Harrison? —preguntó con curiosidad.

—Todo y nada.

—¿No vas a explicarme?

Marcelo dejó escapar una ligera carcajada.

—Eres demasiado curiosa, Alessa.

—Algo, y como no quiero morir como el gato, quiero saberlo. Por favor —pidió con un tierno puchero.

—Está bien, voy a contarte. Todo empezó cuando Patrick presentó a Meghan como amiga de Harrison. Tenías que ver la cara de Kiara, estoy seguro de que faltó poco para lanzarse sobre Meghan y sacarle los ojos. —Él continuó contándole la situación y de cómo Kiara, su melliza, se declaró a Harrison en su arranque de celos.

Cada palabra pronunciada por Marcelo, provocaba esperanzas en Alessandra, aunque era una espada de doble filo. Harrison llevaba enamorado de Kiara mucho tiempo, Marcelo, por el contrario, no había mostrado interés por ella hasta hora, pero… ¿podía tener una oportunidad con él?

—¿Nos ayudarás? —insistió Marcelo y ella lo miró con complicidad.

—Puedes contar conmigo —dijo.

Marcelo le tendió la mano, pudo haber llegado al otro lado nadando, pero por alguna razón, prefirió caminar hasta donde Mía y Meghan esperaban.

—Parece que de este lado se están divirtiendo —expresó Marcelo, fingiendo no saber los planes de Mía, para que todo pareciera natural.

—¡Sí! Meghan y yo vamos a hacer una competencia. Ella está segura de que puede ganarme —dijo.

—¿De verdad? —preguntó Marcelo viendo a Meghan.

—Parece que las baterías de Mía son inagotables —bromeó Meghan, encogiéndose de hombros.

—Mía siempre tiene energía, es muy difícil que le lleves el ritmo —comentó Alessandra participando en la conversación, mirando a Meghan con interés, ella era bonita y la manera en la que Marcelo la trataba, hablaba de la confianza que había entre ellos. Estaba tan concentrada, que no escuchó la respuesta de Meghan, pero sí sintió la mano de Marcelo sobre su brazo.

—¿Quieres competir? —le preguntó él y ella se perdió en su mirada caoba—. ¿Ale?

—Claro —respondió, dándose cuenta de que estaba divagando, mientras Meghan suspiró.

—¿Están listas? —preguntó Mía.

Ambas mujeres asintieron.

—Voy a ganarte, pequeña —le susurró Meghan.

—Eso lo veremos, Meg — respondió Mía con ojos brillantes.

—Me gustaría competir, pero… es una competencia de chicas y no quiero ir con ventajas —dijo Marcelo—. ¡Kiara, ¿quieres unirte?! —gritó, llamando a su melliza.

—¡Estoy cuidando de Pat! —respondió y él entornó los ojos.

Alessandra esperó a que Patrick convenciera a Kiara a participar en la competencia, de lo contrario, nada de eso tendría sentido.

—¿Crees que acepte? —murmuró al oído de Marcelo.

—Tiene que hacerlo o soy capaz de ir hasta ella y lanzarla al agua. Harrison debe estar impaciente por aparecer —le respondió al tiempo que Mía gritaba.

—¡Ven, Kiara!, será divertido, ven —insistió la niña con impaciencia.

Alessandra estaba poniéndose nerviosa, pero luego se relajó cuando vio a Kiara caminar en dirección de ellos, mientras Marcelo dejaba escapar un suspiro de alivio.

Meghan y Mía salieron del agua para ponerse en posición, Kiara y Alessandra se les unieron y formaron una línea, adelantado un pie al borde de la piscina.

—¡¿Están listas?! —preguntó Marcelo, mirando a Patrick asentir y él volvió la atención a las mujeres.

—Tal vez deberíamos darle un poco de ventaja a Mía —sugirió Alessandra, sintiéndose en ventaja por la edad y altura, pero Mía se negó.

Alessandra asintió y no insistió, cuando Marcelo gritó “¡Ahora!”, cuatro cuerpos cayeron al agua y empezaron la competencia.

Marcelo vio con fascinación cómo Alessandra tomaba la delantera en un inicio, su cuerpo y movimientos le hacían pensar en una sirena. Él se sobresaltó ante la línea de sus pensamientos y para apartarse de ellos, caminó hasta donde Patrick observaba, sentado en la tumbona.

—¿Quién crees que gane? —le preguntó, llegando a su lado.

—Quien mejor lo haga —respondió él.

 Marcelo achicó los ojos ante la respuesta de su hermano, pero no quiso entrar en una discusión con él.

—Las cuatro lo hacen genial, tienen un mismo estilo y parecen sincronizadas —susurró, mientras Meghan tomaba la delantera, seguida por Mía y muy cerca de ellas estaba Kiara. Alessandra bajó su ritmo y fue quedándose atrás.

Los ojos de Marcelo no se apartaron de ella, ver cómo el perfecto cuerpo de Alessandra se movía dentro del agua le hizo sentir deseos, de ese tipo de deseo que no debía sentir; sin embargo, llevaba varias semanas sin estar con Miranda y él era un hombre sano y activamente sexual. El celibato no iba con él.

—Creo que será Meghan —murmuró Patrick, interrumpiendo los pensamientos de Marcelo. Él pudo notar el atisbo de emoción en la voz de su hermano, pero decidió ignorarlo. Tenía otras cosas de las cuales preocuparse.

—No estoy muy seguro, Kiara ha dejado a Mía en el camino y va por Meghan. Oye, no ha practicado en las últimas semanas y parece una sirena en el agua —señaló Marcelo, pero su mirada seguía fija sobre Alessandra, ella era como un imán para sus ojos.

—Es una Ferreira, no va a dejarse vencer tan fácilmente —farfulló Patrick con orgullo.

Marcelo sonrió, justo cuando Kiara dejó atrás a Meghan y se alzó con el triunfo, llegando a la orilla de la piscina segundos antes que las demás.

Las cuatro mujeres salieron de la alberca y los ojos de Marcelo siguieron las gotas de agua que resbalaban por el cuerpo de Alessandra, ella movió la cabeza, sacudiendo sus rizos, se lamió los labios y él deseó poder hacerlo.

Una nueva descarga de deseo le travesó el cuerpo y su corazón latió acelerado ante la idea de probar aquellos tentadores labios. ¿Qué era lo que le sucedía con Alessandra? ¿Por qué ardía en deseo por ella? Marcelo no tenía una respuesta, así que trató de apartar los pensamientos y los ojos de ella; sin embargo, no fue posible, Alessandra se apresuró en su dirección mientras Mía gritaba.

—¿Qué tal lo hice? —le preguntó muy cerca del oído, provocándole un escalofrío por toda la columna y frío no era.

—Genial, gracias —murmuró Marcelo.

Alessandra le sonrió, pero con decepción lo vio apartar los ojos cuando Mía llamó su atención.

—¡Sorpresa! —gritó la niña, al tiempo que Harrison aparecía delante de Kiara.

Alessandra caminó al lado de Marcelo para acercarse a los demás, mientras Kiara seguía en shock, los ojos se le llenaron de lágrimas y el corazón se le aceleró.

—¿Harrison? —preguntó había emoción en su voz y Alessandra supo la razón.  Ellos se amaban y ver cómo demostraban su amor, le hizo desear lo mismo para sí misma. Quería vivir un amor bonito.

—¿Cómo? —dijo—. ¿Cómo llegaste? —preguntó Kiara sin alejarse y sin perder la alegría.

Harrison le dio un beso en la frente.

—Salí casi detrás de ti —le confesó. Eso sorprendió a Alessandra y miró a Marcelo, él sonreía debido a la felicidad de su hermana.

—No podía permitir que se separaran justo en este momento. La distancia no siempre es buena —dijo Patrick.

Kiara miró y le sonrió.

—¡Eres el mejor hermano del mundo, Pat! —gritó.

Marcelo carraspeó al escucharla.

—De nada, Kiara… —dijo, un poco tenso.

—Son los mejores hermanos que he podido tener, los tres —dijo, viendo a Mía, la niña sonreía de oreja a oreja mientras se aferraba a la estrecha cintura de Meghan.

De repente, Alessandra se sintió fuera de lugar, no supo la razón, pero sentía que estaba de más. Aunque, Marcelo estaba justo a su lado, se sentía sola y una ola de tristeza la invadió, por lo que, se alejó unos pocos pasos.

—¡Somos los mejores y somos los únicos! —le escuchó gritar a Mía, mientras se alejaba; sin embargo, no llegó muy lejos antes de sentir una mano tomar su brazo, deteniéndola.

—Alessandra —la llamó Marcelo.

Ella sintió un nudo formarse en su garganta.

—Vaya sorpresa que le han dado a Kiara y qué bonito detalle —murmuró, parándose al lado de Marcelo, tratando de ignorar los latidos acelerados de su corazón al darse cuenta de que él la había seguido. Eso quería decir que estaba pendiente de ella, ¿verdad?

—Están muy enamorados, hasta puedo escuchar sonar las campanas de la iglesia —comentó Marcelo, mirando al horizonte, como si anhelara lo mismo para él.

—¿Crees que se casen pronto? —preguntó Alessandra, mirando el rostro perfecto de Marcelo.

—Solo hay que mirarlos para saberlo, ese par no volverá a separarse en los próximos años, se han tardado su tiempo y ahora les toca disfrutar de las mieles del amor —aseguró Marcelo, sin mirarla.

Ella le tocó el brazo, llamando su atención.

—¿Y tú, Marcelo? —preguntó, sintiendo un nudo en la garganta, nerviosa por la respuesta que él podía darle.

Marcelo elevó una ceja.

—¿Yo qué, Alessa? —cuestionó.

—¿Estás enamorado de alguien? —preguntó Alessandra, animándose a dar ese paso que había querido dar desde un tiempo atrás.

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