Judith López.
No se ni como he llegado aquí. He venido con Daniel a su departamento, quería algo de compañía para no volverme loca con tantos pensamientos. Ahora mismo estoy abrazada a él como niña pequeña, los dos recostados en un sofá.
—En casa no podríamos estar así, mi madre me echaría —ríe. Asiento divertida.
—Por un momento siento que tengo todo, a mi hijo cerca, mis hermanos y a ti, pero todo como si dependiera de un hilo tan delgado, que puedo perderlos en cualquier instante.
Daniel me besa en los labios.
—A mi no me perderás Judith, quiero estar contigo por que te amo.
Lo beso de nuevo.
—También te amo, pero mis pensamientos están sumergidos en Jorge, ¿Cómo podré tenerlo cerca si ni si quiera cumplo con lo que se requiere?
Daniel frunce los labios.
—Veré que puedo hacer, pero es algo difícil mi amor por que no puedes hacerte cargo de tu hijo sola, la ley no permitirá que lo tengas viviendo en la habitación en casa de mamá, hay requisitos hasta de espacios, hay algo que se me ocurre, la única manera que podrías estar con Jorge, casándote conmigo.
Lo miro boquiabierta.
—Pero ni si quiera somos novios…
—Lo sé, es una idea, yo haría lo que fuera por estar contigo, no sería un sacrificio para mí, podemos saltarnos esa parte.
Muerdo mi labio inferior, con duda.
—Pero Daniel…
—¿Me amas Judith? —pregunta mirándome directo a los ojos. Asiento.
—Te amo demasiado —respondo.
—Eso es suficiente para mí.
Me acaricia el rostro con sus nudillos. Siento su mano en mi cuello acercando mi rostro al suyo, intenta besarme y yo accedo al beso que me da. Nuestros labios se mueven de manera lenta, casi puedo oír nuestros corazones latir fuertemente. Me separo en busca de aire. En este momento, no se que esta pasando ni que sucederá es como si estuviera hipnotizada, inmóvil. He sentido esto antes, la manera en la que me mira, la manera en la que baja su mano recorriendo mi cuerpo despacio, contengo su mano con la mía.
—Judith… —musita —si no quieres me detendré.
Muerdo mi labio por instinto.
—Es que quiero, pero tengo miedo, sólo ha sido una vez y no recuerdo mucho de lo que sucedió por que ni si quiera lo disfrute —me sincero.
—Esta bien pequeña, lo haré despacio, no te embarazaré ni te abandonaré si es tu miedo, ya estamos lo suficientemente grandes para cometer ese tipo de errores ¿no crees?
Lo miro. Se pone de pie y me jala de la mano, caminamos hasta entrar a su habitación. Es muy espaciosa, los muebles son de un color negro que contrastan con el blanco de las paredes, una habitación al estilo muy varonil. Huele a su fragancia por donde respire. Va hasta el closet, me muestra un paquetito, un condón.
—La prevención ante todo…
Tengo mucho miedo por lo que paso la última vez. Pero también quiero estar con él. Quiero saber si con él podré sentir algo especial, como sucede en las telenovelas.
Se acerca de nuevo, rodea con sus manos mi cintura atrayéndome a su cuerpo, toda mi piel se eriza con su sola cercanía, baja sus labios a mi cuello, cierro los ojos, la sensación es demasiado placentera, baja poco a poco hasta llegar a la altura de mi escote, me mira, su rostro a cambiado, ya no me ve con ternura si no que puedo identificar muy bien el deseo en su mirada. Me saca la blusa, siento algo de vergüenza, pero es que no tengo mucha experiencia en estas cosas como supongo él lo ha de tener. Se desabotona la camisa. Sonríe al ver que mis ojos se abren aún más, no puedo dejar de ver su tórax desnudo, las camisas que usa le disimulan muy bien todo ese cuerpo trabajado, sus músculos son grandes y firmes al igual que los cuadritos que se asoman por su abdomen. Respiro de manera agitada, me pongo nerviosa.
—¿Qué pasa? —me pregunta tomándome la mano.
—Creo que estoy nerviosa —digo apenada.
Sonríe coqueto.
—¿Por qué? ¿Quieres que nos detengamos?
Paso saliva.
—No —musito.
—No tengas pena, eres la mujer más hermosa que conozco, y no me gustas por eso solamente —levanta con su mano mi barbilla para que lo mire —eres especial Judith, desde que te vi lo supe.
—Yo no tengo mucha experiencia en el sexo… —digo de pronto arrepintiéndome al instante.
Sonríe de nuevo.
—Eso no importa —creo que va a decir algo, pero se detiene.
El miedo comienza a invadirme, pongo mis manos en su pecho.
—¿Dije algo malo?
Niega, pero esta serio.
—¿No te importa que te lleve más de once años de experiencia? ¿Qué no sea un jovencito de tu edad con el que puedas experimentar primeras veces?
Entonces comprendo.
—No me importa, nunca me ha importado tu edad, como tampoco me importo cuando te conocí y pensé que eras un señor vagabundo —río apenada, él también lo hace.
—Aún lo soy —frunzo el ceño —¿sabias que vagabundo significa persona que va de un lugar a otro sin un destino o finalidad determinado? Tengo 34 años y me siento así, perdido, sin un motivo hasta que te conocí, ahora se que mi destino eres tú, mi amor, si me aceptas… cásate conmigo, tu hijo, tus hermanos podrán estar cerca de ti, los podemos traer si tu quieres.
Mis ojos se humedecen.
—Si quiero, quiero ser feliz a tu lado…
Nuestros labios se funden en un solo beso ardiente y lleno de pasión, amo a Daniel con locura. Tal vez en el pasado haya sufrido, pero nunca he perdido la fe de tener eso que durante tantos años siempre soñé, tener a mi bebé conmigo y formar una familia junto a alguien que me ame de verdad.
3 respuestas a «🔒 30. Es que te amo»
Bien
Excelente
Ahora si
Amor
Amor
Y más amor
Bueno Daniel con esto me caíste muy bien!!🥰🥰 por brindarle a Judith la ayuda que necesita y por mostrarle tu Amorr🥰🥰🥰
Ijole 🙈🙈🤭