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Enamorada de un vagabundo

🔒 7. El vagabundo

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Daniel Rubier

Apenas llegué a la oficina a las 9 am, caminé pasando a un lado de Anuar sin saludar ya que ya lo había hecho en casa.

—Llegas tarde son las nueve y cinco —me detiene haciendo que me gire para enseñarle el reloj en mi muñeca.

—No lo creo yo tengo las nueve, además fui a dejar a Julieta a la escuela ya que alguien… le quito el auto.

Veo con gracia como el rostro de mi hermano mayor se torna a rojo de la molestia que le causan mis palabras. Me doy vuelta y me dirijo a mi oficina repasando los pendientes que tengo para hoy. Siento los pasos de Anuar detrás de mí.

—Tengo un caso para ti, me has estado pidiendo nuevos retos y creo que este es el correcto, hazlo bien y nos llevaremos una buena comisión —frunzo el ceño tomando la carpeta que él lleva en sus manos, leo los documentos mientras lo escucho —es el caso de un hombre que esta peleando los derechos de acciones de una empresa de telecomunicaciones, alega que su medio hermano quiere quitarle todo lo que le heredo su padre.

—Me interesa —sonrío travieso —sobre todo por la parte de la herencia es buena ganancia.

—Así es, sólo que… ya hablé con este hombre, sólo que creo que deberías cortarte ese cabello, no te hace ver como un abogado formal.

Chasqueo la lengua con molestia, me dejo caer sobre mi silla y pongo ambas manos sobre el escritorio.

—¿A quien le molesta mi cabello largo Anuar? ¿A ti o al cliente? —refuto enfadado.

Suspira y se sienta frente a mi al otro lado del escritorio.

—Daniel, eres un buen abogado, creo en tus habilidades, pero lo que nunca me ha terminado de gustar es que te dejes el cabello largo como si fueras un rocker, esos tiempos ya pasaron, fue la época de la universidad, tienes treinta y tres, ya no somos aquellos jóvenes rebeldes que hacían y deshacían a su antojo, ahora nuestra imagen vende y lo que queremos proyectar es que somos abogados serios.

Sonrío burlesco.

—Todos los días me recojo el cabello por tus peticiones absurdas, tengo treinta y tres, pero no estoy casado, no tengo compromisos, tal vez tu si los tengas y no es algo de mi incumbencia, pero te pediré que no trates de manipularme Anuar por que en una de esas terminaré hartándome de ti hermano y no dudaré para abandonar este bufete, no es el único de la ciudad y no me moriré de hambre si renuncio.

Anuar niega incrédulo.

—Deshonraras la memoria de papá.

—Papá ya no está, otra cosa, necesito que le regreses el auto a Julieta, esta en período de exámenes y no puedo hacerla de su chofer todos los días que tengas confiscado su auto, además las zonas de la ciudad a las que va por tarea son muy peligrosas ¿quieres que algo le pase?

—Eso fue para que se eduque y sepa que en casa hay reglas, no puede hacer lo que quiera.

—Dame las llaves de su auto.

—¿Qué?

Lo miró fijamente.

—Dame las llaves —repito.

Nos retamos con la mirada.

Saca de mala gana las llaves de uno de los bolsillos de su saco y las deja caer sobre la mesa, las tomo y las guardo en uno de los cajones de mi escritorio. Alzo el teléfono y como si Anuar no estuviera en mi oficina le pido a mi secretaria que me concrete una cita con el cliente de la herencia. Anuar se pone de pie saliendo de la habitación. El resto de la tarde me la paso entre el juzgado y haciendo las visitas a los nuevos clientes de casos que tengo. Por la tarde, enciento mi teléfono, veo que tengo varias llamadas de mi hermana, ahora recuerdo que debo pasar por ella a la universidad.

Detengo mi auto en la acera cuando veo a Julieta esperándome de pie junto a la entrada de su facultad. Estaba a punto de salir del auto pero veo como corre hacía la puerta del copiloto, mi hermana siempre ha sido así, será porque creció entre dos hombres, siempre tan autosuficiente, determinada y sin exigir tratos especiales o caballerosos de nuestra parte.

—Hola Dani, ¿cómo te fue hoy en el trabajo? —me da un beso en la mejilla antes de acomodar su mochila en el asiento de atrás.

—Regular y ¿tú?

Muerde su labio, mejor no hubiera preguntado.

—Quiero pedirte un favor —pone los ojitos esos de cachorrito a los que nunca he podido resistirme —tengo una última actividad antes de entregar mi proyecto de final de semestre.

Con un pie casi en el acelerador, no puedo evitar poner los ojos en blanco.

—¿A dónde quieres que te lleve?

—Es que no es sólo eso hermanito, necesito grabar unos videos en una colonia marginada de la ciudad, se supone que es sobre el día a día de las personas más necesitadas, para mi mala suerte se me ocurrió escoger el día a día de un hombre que vive en la calle, pensé que sería fácil pero ahora que lo pienso y ya corta de tiempo, ¿crees que puedas ayudarme vistiéndote para que pueda tomarte un video? Porfis…

Arqueo la ceja, por quien me esta tomando esta chiquilla.

—No —presiono el acelerador.

—Daniel, tienes que ayudarme por favor.

—No me vestiré de nada, por que no se lo pides a alguien más.

—Por que tu ya tienes el cabello largo, con la ropa andrajosa que conseguí te veras perfecto además nadie te reconocerá.

—¿Quieres vestirme de vagabundo? —pregunto colérico.

—Nooo… en el diccionario dice que un vagabundo es la persona que va de un lugar a otro, te vestiré de un señor que pida dinero en una de las plazas de las colonias marginadas.

—Estas loca si piensas que lo haré…

Una hora más tarde…

Aquí estoy sentando bajo la sombra de un árbol en la banqueta de una plaza simulando que pido dinero. Mi hermana tuvo que hacerse la victima con el discurso de siempre que soy su hermano mayor y responsable de alguna manera de que cumpla con las cosas de su escuela. Suspiro.

—Lo que sea que grabes hazlo ya —le digo en voz alta.

—Piensa como vagabundo hermanito, y no hables por que luego tendré que editar el video —responde desde su posición.

Después de casi dos horas tomando videos cortos, comencé a desesperarme, odiaba esta ropa que hizo que vistiera, los pantalones de mezclilla rotos me incomodaban y además no sabá de donde demonios había sacado esta camisa harapienta.

—¿Ya terminaste Julieta? —le pregunto con exigencia.

—Si ya hermanito, por fin…

Suspiro de alivio. Veo que ya está oscureciendo, miro mi móvil y veo que ya es tarde. Para esto, habíamos dejado el auto a unas cuadras cerca de la plaza a la que habíamos venido, mientras caminamos Julieta se burla de mi a manera de juego diciendo que me queda muy bien el look de pordiosero, la asesino con la mirada. Pero en eso veo a lo lejos como un hombre casi arrastra a una chica hasta un callejón, me detengo para poder ver bien.

—Vete a casa Julieta, llegaré más tarde —le digo a mi hermana.

—¿Qué pasa Daniel? —me mira extrañada.

—Haz lo que te digo corre al auto y ve a casa, me las arreglo para regresar.

—Esta bien pero más tarde llámame, esta colonia es peligrosa.

 Lo que dice mi hermana lo acabo de comprobar al ver la escena de hace unos instantes. Veo como Julieta sube al auto y lo pone en marcha. Regreso mi vista a aquel callejón donde el hombre arrastro a la chica. Camino rápido hasta llegar ahí donde él ya esta encima de ella. Sin pensarlo lo alejo y le propino una serie de golpes. Veo como la chica me mira aterrada para después comenzar a correr. Le doy un rodillazo al tipo dejándolo inconsciente en el suelo. Corro detrás de ella.

—¡Niña, detente! —mi voz sale ronca al vere su rostro angelical a la luz de una de las luces de las luminarias de la calle, es apenas una niña, de la edad de mi hermana o más joven. Paso saliva mientras que mi instinto protector se activa. Esta aterrada y llorando.

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