Daniel Rubier
Mi secretaria me informa que mi madre ha venido a verme a la oficina cosa que se me hace extraño por que siempre que tenemos algo de que hablar me pide que vaya a casa.
—Haz pasar a mi madre…
Minutos después esta frente a mí. Me pongo de pie y camino hasta ella para saludarla con un beso en la mejilla.
—Mamá que sorpresa que vengas a mi oficina.
El guío para que se siente en la silla frente a mi escritorio.
—He venido a hablar contigo Daniel.
Entrecierro las cejas.
—¿Es tan importante que no me llamaste para ir a casa?
Mi madre guarda silencio.
—Es sobre Judith —siento como mi cuerpo se tensa.
—¿Pasa algo con ella?
Mi madre niega.
—Todo bien, es una buena chica, creo que me he encariñado con ella, ahora que Julieta esta haciendo sus residencias y casi no esta en casa, con Judith es con quien más convivo.
Recargo mi codo sobre el escritorio de madera frotando mi barbilla con los dedos.
—Entonces, no entiendo.
Mi madre sonríe de manera irónica levemente.
—Judith me ha confesado que te quiere, te conozco y he notado como la miras, ahora que la conozco no me molestaría que dejarás a África para estar con ella, aunque África sea un buen prospecto para ti, Judith es una noble muchacha y se ha ganado mi corazón y el de los niños, los cuida como si fueran sus hijos.
Escuchar a mi madre hablar de esa manera sobre Judith me hace reflexionar sobre que no me equivoque al llevarla a casa de mi madre, ella es una buena mujer. Pero también ha pasado por muchas cosas que la han hecho vulnerable.
—Mamá —hago una pausa —¿le has dicho a Judith sobre que estudie una carrera?
Mi madre asiente.
—Le he dicho que le pagaré la ficha y veremos si obtiene buenas calificaciones si la ayudo con la mitad de la matricula, ella no sabe que quien financia su salario al igual que financiara su carrera en realidad eres tú, pero no entiendo que esperas, es que ¿ella no te interesa como algo serio?
—Es complicado, y la verdad no quiero hablar contigo de esto…
Desvío mi vista.
—Daniel, en todo este tiempo jamás hemos vuelto a tocar el tema sobre lo que sucedió hace años —vuelvo a mirarla —si te dieras la oportunidad con Judith, ella y tú no son iguales a tu padre y a mí, nuestro matrimonio ya venía desgastándose de hace tiempo…
—¿Por eso le fuiste infiel? —la cuestiono rugiendo. Mi madre se sobresalta ante mi pregunta Me mira avergonzada —ahora que soy mayor entiendo muchas cosas, mi padre alguna vez nos dijo a Anuar y a mi que nunca nos fijáramos en mujeres mucho más jóvenes por que siempre terminan traicionándote, no sé si él sabía, pero yo sí y no dije nada, tú eras quince años menor que él, te sorprendí con otro hombre siéndole infiel, dime la verdad, ¿Por qué lo hiciste?
Es la primera vez que hablamos tan abiertamente sobre el tema, había tratado de evitarlo puesto que a pesar de todo ella es mi madre, la quiero y como madre siempre ha sido la mejor, pero eso no quita que sienta un remordimiento por haberme callado lo que vi aquel día, no quería que mis padres se divorciaran, mi padre se quedaría con nosotros, él era un abogado con carácter muy fuerte, si se enteraba que mi madre lo había traicionado era capaz de alejarnos de ella, por eso callé. Pero en mi memoria aún tengo el recuerdo de ese día. Mi madre con otro hombre.
—Es complicado, sabes cómo era tu papá cuando nos casamos comenzó a celarme mucho —sonrió sarcástico, ¿Por qué sería? —ya no me dejo trabajar, sólo estaba en casa todo el día, yo era muy joven y…
De pronto calla. Suspira y baja la mirada.
—Ahora entiendes eso, ¿entiendes por que no puedo tener algo con ella?
—Pero ustedes no son iguales a nosotros.
—¡En trece años hay mucha diferencia de edad mamá! Diferencia de pensamientos, además no es sólo la edad —aprieto los dientes tratando de tragarme las palabras pero ya no puedo —es también que ella no tiene ni el certificado de la preparatoria, y no es que eso me importe por que me vale un bledo, pero lo que si es que si yo tuviera una relación con ella si un día le llegara a recriminar algo, ella se sentiría sin el poder de replicarme, porque se podría sentir menos persona que yo y eso no es justo, para que dos personas puedan tener una relación al menos deben estar un poco a la par y yo no me aprovechare de eso, yo no quiero ser como mi padre, ¿ahora me entiendes?
Mi madre asiente en silencio. Me duele tener que discutir con mi madre, pero ahora me siento mucho más tranquilo porque al menos se que no estoy equivocado con respecto a Judith. Deseo que se supere, pero no por mí, si no por ella, que sienta que sus triunfos son de ella, porque sólo así podre ver esa mirada destellante cuando ella es feliz. Yo no quiero que se sienta atada al deberme algo, por ello es por lo que le pedí a mi madre que le motivará para que estudie una carrera universitaria. Y si en el camino encuentra un hombre que sea digno de ella, yo no me interpondré, he decidido que me bastará con verla feliz. Porque la amo…
—Espero que con el tiempo no te arrepientas hijo… —se pone de pie y veo como camina hacía la puerta y se marcha.
Me quedo viendo los documentos del caso en el que estoy trabajando, se me han quitado las ganas de continuar. Para acabarla África entra a la oficina sin anunciarse y eso me molesta un poco por que a pesar de que desde hace unas semanas esta trabajando en el bufete una cosa es nuestra relación amorosa y otra muy diferente es nuestra relación profesional. Suspiro buscando mi paciencia.
—Hola cariño, vi que tu madre vino a verte, la saludé en el pasillo…
—Si quería platicarme sobre algo —me encojo de brazos.
Alzo una ceja cuando veo que le ha puesto seguro a la puerta.
Camina hacia mí, caminando despacio sin dejar de verme. Giro mi silla y ella se sienta sobre mi regazo de frente a mi rostro.
—Estas muy tenso amor —me besa el cuello poco a poco, siento cosquilleos, pero la verdad es que ya no es lo mismo a las primeras veces que salíamos, hemos estado juntos varios meses, pero se ha ido esa emoción que sentía al compartir intimidad con ella. Cierro los ojos, hecho la cabeza atrás tratando de concentrarme. A mi mente llega el rostro de Judith, quiero bloquearlo, abro los ojos encontrándome con el de África y el beso de manera apasionada introduciendo mi lengua hasta sus amígdalas, comienza a frotar su trasero con mis partes. La detengo de golpe. No siento nada y no creo que mi cuerpo reaccione.
—Aquí no África —la empujo de a poco para que se ponga de pie.
—Es excitante, además cerré la puerta.
—Si, pero aquí no —mi voz sale gruesa. Ella me mira con furia para después ponerse de pie, rodea el escritorio y se cruza de brazos.
—¡Hace dos semanas que estás en otro mundo! ¡Ya ni me miras… ya ni me tocas! ¿Qué te pasa Daniel?
—Cálmate y no grites, este no es lugar para discutir —la regaño entre dientes, esta armando un escandalo en el lugar equivocado.
—¡No, no me voy a calmar! ¿Es que hay otra? —suelta irradiando ira de sus ojos, niego con la cabeza, estoy mintiendo —no te creo, que no se te haga raro si yo me busco otro también.
Rodeo el escritorio con rapidez.
—Que estupideces dices —ahora soy yo quien esta alterado —¿quieres terminar la relación África? Dilo ahora de una vez…
Ella no dice nada, se da media vuelta y se encamina a la puerta abre de golpe y cierra ocasionando un gran estruendo. Tuve que llevarme una mano a la frente y la otra a la cintura, encontrando paciencia de donde no la tengo al ver que frente a mi esta Anuar con cara de pocos amigos.