Judith López
Después del paseo en remo Daniel me invito a caminar para ver a los animales del zoológico, todo era muy emocionante para mí. Era como volver a ser una niña de nuevo pero esta vez una niña feliz. Mire a Daniel, quede hipnotizada al ver sus cabellos castaños, sus ojos marrones y su mirada coqueta, al igual que la sonrisa que me brindaba de vez en cuando. Era extraño sentir estas ansias por estar cerca de él, era como una necesidad, pero me entristecía que este momento tuviera que terminar. Si tan sólo pudiera durar un poco más.
—Daniel —un impulso en mi me hizo pensar en una locura.
—Dime.
Me arme de valentía y tome su mano entrelazándola a la mía. Él abrió sus ojos de par en par no esperando ese gesto de mi parte. Pero lo más impresionante es que alzo su mano con la mía para después darle un beso suave.
—Yo te quiero —deje salir en un hilo cortado de voz.
Me miro de manera profunda, mis ojos se humedecieron. Entonces soltó mi mano para tomarme de la cintura, sentí como mis entrañas se removieron con una sensación desconocida.
—Eres una niña para mí —musito pegando su frente a la mía, casi podía sentir su aliento en mi nariz.
—Y tu demasiado viejo y apuesto…
—Cuando tenga 60 tu tendrás 46 entonces si se notará la edad.
Otra vez esa punzada de dolor en mi pecho.
—¿Sientes lo mismo por mí? —le pregunto añorando una respuesta.
Él asiente y mi corazón comienza a latir desbocado.
—Desde que tengo 17 he estado con muchas mujeres, me han roto el corazón, lo he roto también, me han sido infiel y yo también he sido infiel, he tenido relaciones libres, he estado en un trio, no puedo con la idea de que tu siendo tan inocente, tan pura, puedas estar con alguien como yo, en especial por que no pienso robarte esos años de tu vida Judith.
Una lagrima solitaria salió de mi ojo. El la limpio con su mano. Debía hacerme a la idea de que Daniel y yo no teníamos oportunidad. Además, era la empleada de su madre, sentí vergüenza por portarme de esta manera.
—Lo siento… —dije bajando la vista.
En un movimiento él levanto mi barbilla, se inclino hacía mí y me beso. Fue un beso profundo, nuestras lenguas se encontraron, ahora como podría borrar a Daniel de mi corazón si me estaba regalando algo que jamás olvidaría. Me había llevado al cielo y de regreso en un solo beso.
—Como no poder desear a alguien tan joven y atractiva como tú —se separa de mis labios de a poco —pero a tu edad aún te faltan muchas cosas por hacer, mucho por vivir, y si me dejo llevar por mis sentimientos algún día te aburrirás de mí, me dejarás por alguien de tu edad.
—¿Cómo puedes saber eso Daniel? —pregunto escandalizada, él no me conoce bien.
—Lo se por que lo he visto —dice tajante —nuestro amor no esta equivocado, es el tiempo en el que coincidimos, quiero verte feliz, verte realizada por que creo que puedes convertirte en alguien exitosa Judith, eso es lo que me haría verdaderamente feliz.
Asiento. Por más que intenté jamás podré convencerlo de lo que siento, yo no sería capaz de dejarlo, lo amo. Pero al mismo tiempo de alguna manera también entiendo que hasta hace poco nunca me hubiera fijado en alguien mucho mayor que yo.
Suspiro, acerco mis labios a los de él cerrando los ojos.
—Entiendo, quiero que sepas que siempre te agradeceré todo lo que has hecho por mí y que no te fallaré, voy a salir adelante.
Daniel acaricia mi mejilla.
—Sé que puedes Judith, yo creo en ti.
El resto del paseo no fue tan malo, de vez en cuando se formaba entre nosotros un silencio, pero trataba de interrumpirlo haciendo algún comentario sobre las jirafas, los chimpancés o los elefantes. Daniel insistió en que me subiera a un pony, él me veía como una niña, pero tampoco era para exagerar así que me negué de manera rotunda, en cambio preferí que me comprará un enorme globo rojo.
Me prometí que cuando llegara a casa de los Rubier, me olvidaría por completo de esta loca idea de mirarlo como algo más. Él tenia novia, era abogada, estudiada y muy hermosa, además de ser de su edad, ella era perfecta para él y yo… sólo era Judith, ni si quiera podía buscar trabajo en otra parte por que ni certificado tenía. Pero todo eso estaba a punto de cambiar por que nuestra conversación despertó en mí, esas ansias por superarme me faltaban apenas dos meses para terminar la preparatoria cuando me salí, checaría si había posibilidad de culminarla. Ahora que tenía un trabajo estable y tiempo por las tardes podía estudiar algo, no sólo por mí si no también por mi bebé.
…
Pasaron los días, decidí enfocarme en otras cosas, a veces se me hacía algo imposible ya que por lo regular el fin de semana Daniel y su novia estaban en casa. Evitábamos mirarnos, después de ese día en el zoológico entre los dos ya nada volvió a ser igual.
Uno de los días fríos de principios de principios de diciembre preparé té para doña Cristina que sabía estaba viendo a esta hora sus telenovelas.
—Gracias, eres muy amable Judith —dijo mirando el té de canela que le había preparado.
—¿Se le ofrece algo más?
—Ven, mira las telenovelas conmigo —me sorprendió que me invitara.
Fruncí los labios.
—Lo siento señora Cristina, me encantaría, pero ahora estoy estudiando.
Ella arqueo una ceja.
—¿Qué estudias?
—Presentaré un examen esta semana para obtener mi certificado de preparatoria —dije un poco avergonzada, pero por dentro mis ánimos crecían por que pronto sería capaz de tener un mejor trabajo, aunque me gustaba trabajar para ella.
—¿Y después que harás? Piensas continuar estudiando —mordí mi labio al escuchar su pregunta, era algo que, si deseaba, pero aún no sabía si podría hacerlo.
—Me gustaría, pero tengo que ver que no interrumpa con mi trabajo.
—Siéntate Judith —pidió y yo obedecí sentándome a su lado —si deseas estudiar te apoyo, es más, si apruebas tu examen yo misma te pagaré la ficha de inscripción, ¿Qué te gustaría estudiar?
Mis ojos se abrieron enormes.
—Quisiera algún día tener una guardería y apoyar cuidando a madres solteras que no tengan donde dejar a sus niños mientras trabajan.
Ella me miro con ternura.
—Me parece que es una meta muy bonita, eres una buena muchacha, ahora veo por que Daniel siempre esta al pendiente de ti —entrecerré las cejas, pero mi espalda se tensó —no me mires así, que no soy tonta y conozco demasiado bien a mi hijo.
Baje la vista.
—Yo…
—¿Lo quieres verdad?
Asiento apenada.
—¿Me despedirá por eso?
Se echa a reír.
—¡Si te despido mi hijo me mata! —suelta a modo de broma —lo que no entiendo es por que sigue con África si cada vez que viene a la casa te derrites como gelatina ante él, lo he notado.
Miro a la señora Cristina, la admiro, por su templanza y la manera en que se toma las cosas. Muchas veces he sentido cariño por ella.
—Señora Cristina, entre Daniel y yo no puede haber nada por que nos llevamos trece años de diferencia.
—Eso lo dice él o tú…
—Él…
—Ya veo… —se frota la barbilla con los dedos —regresa a estudiar, debes presentar un examen.
Frunzo el ceño confundido. La actitud de la señora Cristina cambio completamente de un momento a otro. Podría ella saber algo que yo no sepa.
6 respuestas a «🔒 18. El paseo (parte II)»
Ya salio el trauma
Daniel ve a terapia y listo
Hay muchos matrimonios que si funcionan
Me encanta la historia
Me encanta cada bes esta mas interesante
Me encanta cada bes esta mas interesante
Gracias por darle la oportunidad a esta historia ♥️
Así es Judith termina de estudiar y dile a Daniel todo la verdad lo antes posible, para que te ayude a encontrar a tu bebé . Gracias por actualizar Nancy.
Gracias a ti Maria, te mando un super saludo ♥️😘