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El rol del asesino

🔒 CAPÍTULO 7: FAMA Y FORTUNA

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A la mañana siguiente, Emil decidió llevar la figura de acción a su hijo y algunas compras como para llenarle la alacena a Lisa. Pensó que podría funcionar.

Se posicionó frente al timbre, pero dudó por un momento. Dio media vuelta y volvió a encaminarse hacia su coche. Finalmente, tomó coraje y pensó que tenía que enfrentar los gritos de Lisa. Caminó con paso rápido y tocó el timbre antes de que se arrepintiera de nuevo.

Lisa asomó su rostro por la puerta entreabierta y lo observó.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, mirándolo de arriba abajo con cara de pocos amigos.

—Vengo a ver a Dani. Le he traído algunas cosas. A ti también.

Lisa salió y cerró la puerta tras de sí.

—No sé si puedes verlo ahora —dijo, pensando sus próximas palabras—. Pero dame tiempo para pensar cuándo lo verás.

—Mira, para ustedes —ofreció Emil.

Ella estiró sus manos hacia las cosas que Emil llevaba consigo y él se las entregó.

—Dile que le traje esto especialmente para él —le dijo, dándole la figura de acción.

—Claro —contestó Lisa.

—Y… discúlpame por… todo. Te veo luego.

Giró sobre sus talones y se encaminó a su coche. Lisa entró y cerró la puerta y Emil se subió a su coche. Con las manos en el volante soltó el aire que no se había dado cuenta que estaba conteniendo. Al menos no le había cerrado la puerta en la cara. Ya habían pasado por eso.

Se dirigió a la productora a firmar el contrato. Oscar le había pedido que estuviera temprano en la mañana, porque la lectura del libreto se había adelantado. Marco estaba haciendo lo posible por adelantar el rodaje de esta película por todo el asunto de Ana y la mala prensa que eso acarreaba consigo. Temía no poder conseguir el dinero, y antes de que alguien se bajara del proyecto, decidió acelerar las cosas.

Después de firmar su contrato, Emil tuvo que esperar a que los demás actores seleccionados llegaran a la productora, y tuvo tiempo de almorzar. Lo hizo en automático, y mientras comía, recordaba el día que Lisa le había pedido el divorcio.

“No aguanto más esta rutina, Emil. Tu indiferencia es algo que no puedo soportar. Lo único que haces es ir a trabajar, comer y dormir. ¿No piensas que necesitamos algo más que eso? Sabes que no me refiero al dinero. Y no me digas que no sabes cómo hacerlo pues tampoco te veo intentarlo. No podemos continuar así. No puedo seguir inventando excusas con Dani. Estoy cansada. Quiero el divorcio.”

Y tenía razón. Emil había sido muy distante y nada amoroso tanto con Lisa como con Dani.

Los golpes en la puerta de su oficina lo quitaron de su ensimismamiento y alzó la mirada. Era Oscar.

—Emil. Es hora de la lectura grupal del libreto —dijo Oscar, asomando su rostro por la puerta—. Conocerás al resto de los miembros de la película. Vamos.

—Sí. Enseguida.

—¿Estás bien? Te noto un poco… ido.

—Si, sólo perdido en mis propios pensamientos. Nada de qué preocuparse —dijo Emil, levantándose de su silla y caminando hacia Oscar.

Desechó la basura de su almuerzo y lo siguió.

Luego de conocer al reparto de la película, hicieron la lectura y compartieron un café todos juntos. Marco presidía la reunión. Le llegaron a Emil unos rumores de la mano de Oscar, de que Elena pensaba que era muy atractivo, lo que confirmaba lo que le había dicho Alma.

Emil miró a Oscar y puso los ojos en blanco.

—Es atractiva. ¿Y sabes que sucede con las mujeres jóvenes y atractivas? —dijo Emil en voz baja a Oscar, sentado a su lado.

Oscar lo miró.

—Se acuestan con mi padre —concluyó Emil.

—Vamos, Emil. Olvídate de eso. No creo que haya estado con tu padre.

—Yo creo que sí. Los he visto juntos.

—Claro, porque trabaja para él. Pero definitivamente esta chica te está mirando a ti. Debes seguir adelante. No me puedes decir que todavía estás pensando en Lisa. ¿O sí?

—No, pero tampoco quiero acostarme con las mujeres con las que se acostó Marco.

Oscar hizo un gesto con la mano, desestimando lo que decía Emil.

—De todas formas, no hace mal generar una amistad con nuevas personas. Inténtalo —lo animó Oscar.

Cansado, Emil se levantó de su silla y se excusó con los demás, diciendo que tenía que estar en otro lado. La verdad era que estaba aburrido y ya no estaban ensayando ni hablando de la película. Sentía que eso era una pérdida de tiempo.

Fue a intentar hacer las paces con su madre, y de camino a casa de Isabella compró una caja de chocolates y un vino. Aparcó su coche en la puerta y tocó timbre, pues ya no tenía sus llaves. Isabella abrió la puerta y lo observó.

—Hola, ma. Te he traído un presente —dijo Emil.

Su madre se movió para dejarlo pasar, sin decir nada. Emil dejó los chocolates sobre la mesa y guardó el vino en la cava, e inmediatamente puso a hacer café. Sirvió dos tazas y las colocó sobre la mesa.

Isabella se sentó y tomó su taza.

—Aquí tienes, ma. Te he traído chocolates —dijo Emil, abriendo la caja.

—Ah, no debería. Me hace engordar. Bueno, se vive una sola vez —dijo Isabella, tomando uno de los bombones.

—Sabes, hoy hemos leído el libreto en conjunto. He conocido al resto del reparto —comentó Emil.

—¿Alguna mujerzuela nueva de tu padre? —inquirió Isabella, buscando otro bombón.

—Supongo que habrá alguna. Siempre hay. Pero qué importa.

—No lo ocultes. Dime.

—He visto una actriz dejar la productora con él. Pero también dicen que me busca a mí. Así que no lo sé —dijo Emil, que sabía que si no le contaba algo a su madre no se callaría nunca.

—Ah, la señorita lo quiere todo. Claramente quiere asegurarse su puesto. Y busca dinero. Todas buscan dinero. Como tu ex, Lisa. Todas son traicioneras. Debes tener cuidado.

—No, mamá. Lisa nunca estuvo detrás de mi dinero. No fue así —dijo Emil, revoleando los ojos, cansado de tener siempre la misma discusión con ella.

—¿Y cómo fue? Todas esas zorras quieren lo mismo. Debes tener cuidado con esa… esa… ¿cómo se llama esa actriz que me dices? Debes tener cuidado con esa, porque vas a tener una sorpresa, como con Ana. Debes mantenerte alejado de ella.

—Ana falleció. ¿Sabías? —dijo Emil.

—Si, lo vi en las noticias. Finalmente tuvo su merecido.

Emil no dijo nada. Isabella bebió un sorbo de su café.

—¿Puedes darme mis llaves de vuelta? —preguntó Emil.

—No lo sé, Emil, no lo sé. Andas metido con esas zorras todo el tiempo. Me tienes preocupada. Tengo miedo que las traigas aquí. No sé lo que puede pasar. No quiero que te conviertas en tu padre.

—Ah, lo que me faltaba.

Emil dejó su taza bruscamente sobre la mesa, derramando un poco de café, y se levantó de la silla. Se encaminó a la puerta y salió, dando un portazo.

—¡Emil! ¡Emil! ¿Qué sucede? —oía que su madre gritaba dentro de la casa.

Se subió al coche y condujo, sin saber exactamente hacia dónde iba.

 

***

 

Se dio cuenta que había vuelto a la productora, pero había dejado su coche aparcado en otro lugar, lejos de allí. Le preguntó a Alma dónde se encontraba Oscar.

—Oscar se encuentra con los demás del reparto. Decidieron quedarse a cenar.

—Gracias, Alma —dijo Emil, y se dirigió a la sala de conferencias donde habían leído el libreto.

Cuando llegó hasta la sala de conferencias espió por las ventanas de vidrio de la puerta doble y pudo ver que se encontraban cenando. Estaban sentados de manera diferente a cuando él dejó el lugar. Su padre estaba junto a Elena.

—Maldita zorra. Mi madre tenía razón. Al final, todas quieren dinero y fama.

Deambuló por los pasillos durante un buen rato, mientras estrujaba sus manos de manera compulsiva y nerviosa. Volvió a espiar y vio a Elena levantándose de su silla y saludando a los demás comensales. Corrió hacia los elevadores y bajó.

Cuando salió del elevador, Elena salía del elevador contiguo.

—Emil, hola —dijo ella.

—Hola.

—No estabas en la cena. ¿Dónde te habías metido?

—Tenía mucho trabajo. Estaba en mi oficina —mintió Emil—. Ya he terminado y estaba por ir a mi casa.

—¿No te excusan por ser el hijo del dueño? —preguntó Elena, comenzando a caminar hacia la salida.

—Pfff qué va. Jamás ha pasado eso.

—¿Has comido algo?

—En realidad no, se me ha pasado el tiempo. No me he dado cuenta de la hora que era.

—Yo me retiré antes. No como nada de lo que había allí. Soy vegana. Si seguía allí un minuto más me iba a descomponer —bromeó Elena—. ¿Quieres ir a comer algo?

Ya se encontraban fuera de la productora y Emil estaba algo nervioso.

—En realidad, no sé si tengo mucha hambre —dijo Emil—. Creo que preferiría un trago.

—Mi apartamento está cerca de aquí. Podemos ir a tomar algo si quieres —sugirió Elena.

—De acuerdo. No hasta muy tarde que mañana tenemos que ensayar.

Elena sonrió.

—Claro.

Una vez en casa de Elena, ella buscó unos vasos y le pidió que se sentara.

—Ponte cómodo. ¿Qué deseas beber? —preguntó.

—Cualquier cosa menos whiskey.

—De acuerdo.

Abrió el aparador y sirvió un poco de brandy en los vasos y se sentó junto a él.

—Aquí tienes —dijo.

Emil tomó su vaso. Elena se terminó de un gran sorbo todo el contenido del suyo. Él la observó mientras lo hacía y luego dejó su vaso sobre la mesita ratona. Se acercó a él y se echó encima suyo, para besarlo. Emil abrió enormes sus ojos, sorprendido, y dejó el vaso sobre la mesa, antes de que se le cayera de las manos.

—Oye, Elena —dijo Emil, como pudo, con Elena encima de él—. ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

—Claro, desde la primera vez que te vi.

Emil cerró los ojos y la besó. Recordó el momento en que su padre besaba a aquella chica, que a él le parecía demasiado pequeña. Pero qué podía opinar él, había dicho su padre, si era sólo un niño. No debía decirle nada a su madre para que no se disgustara con ambos. Y así lo hizo Emil.

“Por suerte he traído protección”, pensó Emil, mientras Elena acariciaba su pecho y su miembro se ponía duro. Las manos de Elena bajaron, recorriendo su abdomen, y desabrochó su pantalón.

—¿Estás segura? —preguntó Emil.

 

***

 

Marco se encontraba entrevistando a una jovencita que quería participar de un nuevo proyecto suyo. La niña tenía unos flamantes dieciséis años y estaba convencida de que lo suyo era la actuación. Su madre la había acompañado hasta la casa de Marco e Isabella, donde Marco tenía su oficina personal, y en ese momento se encontraba bebiendo un café con Isabella.

La niña estaba dando una performance personal a Marco. Quería impresionarlo para que el rol fuera suyo.

Lo que Marco no sabía, era que antes de que ellos ingresaran a la vasta oficina, Emil había estado jugando a las escondidas solo, como era hijo único, y se había escondido detrás del sofá de dos cuerpos que había allí.

Marco le pidió a la jovencita que interpretara una escena con un beso.

—Bianca —dijo Marco—. Ven aquí. Tú sabes que para ser actriz debes interpretar cosas que no son reales, ¿verdad?

—Si —dijo ella.

—Bien. Yo haré este otro papel. Te ayudaré. Siéntate a mi lado.

La niña, obediente, se sentó a su lado y Marco se arrimó a ella.

—Aunque luego no será el papel que tengas que interpretar, haremos esta prueba para probar tus habilidades artísticas.

La niña leyó sus líneas y Marco las suyas. En el libreto la pareja debía besarse, así que Marco metió su lengua dentro de la boca de la pobre Bianca, y acarició su pierna.

Emil oyó a la niña, no muy convencida de lo que estaba haciendo, y a su padre, instándola a seguir.

—Vas muy bien. Sigamos. Tú puedes.

Luego de besarla y tocarla, Marco le informó que el rol era suyo. Que lo había hecho a la perfección. La pobre salió de allí llorando, y Marco salió detrás de ella.

—¿Qué ha pasado? —preguntó la madre de Bianca, cuando la puerta de la oficina se abrió.

—¡El papel es suyo! Llora de emoción —dijo Marco.

—¡Felicitaciones! —dijo Isabella.

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