—Fuerza, Fuentes —Le dice el Mayor Corleone parado detrás de él cuando descendió de su camioneta—. Entraré contigo —Le anuncia—. Ustedes quédense afuera por si se presenta algo, que lo dudo —Le dice al resto de los agentes que los acompañan.
Ingresaron al edificio donde está medicina legal del estado. En seguida fueron atendidos por dos funcionarios que parecían estar a la espera de ellos. No tuvo inconveniente en el proceso de reconocimiento del cuerpo. En seguida que ingresó al área donde están las cavas, el cuerpo de su hermano era el primero que encabezaba la fila de seis que reposaban en los mesones ubicados en el área central.
Fue duro volverlo a ver después de dos años, y precisamente allí, tirado sin vida, como si estuviera dormido. De su cuello se evidencia la laceración que produjo tal vez una soga o cualquier objeto que le hubiere servido para colgarse y acabar con su vida de esta manera.
«¡Qué ironías tiene la vida!» Exclama en su mente mientras observa fijamente a Anuel.
«Yo desde hace dos años deseando acabar con mi vida y he sido incapaz de dar ese paso, y mírate a ti hermano, al parecer no dudaste en hacerlo» Afirma en su mente como si Anuel lo escuchara.
«¿Qué pudieras estar sufriendo para tomar esta decisión? ¿Qué?» Le inquiere en la mente en reclamo porque Ariel piensa que este lugar debería estarlo ocupando él y no su hermano menor.
Sintió mucha frustración por tanto desconocimiento, por tanta ausencia, la rabia mezclada con una buena dosis de tristeza volvió a apoderarse de él.
—¿Listos? —Les pregunta una mujer vestida de blanco—. Debemos terminar de prepararlo para enviar el informe al departamento de investigación criminal. Exigieron el informe para ya.
—¿Tan rápido? —Pregunta Ariel.
—Sí, Fuentes, desde ayer, apenas me informaron dispuse todo para que agilizaran la investigación, solo estaban esperando que hicieras acto de presencia —Le informa el Mayor.
—¿Conoces los detalles del suicidio? —Le pregunta Ariel al Mayor.
—Lo que se me informó ayer en la tarde cuando hicieron la remoción del cadáver —Responde el Mayor indicándole el camino para salir de allí—. Lo encontraron colgado en las vigas de la ventana de la habitación principal, una persona que hasta ahora se desconoce quién pudiera ser, llamó para reportar el hecho.
—¿Dónde vivía? Tenía dos años sin saber de él —Le dice Ariel al Mayor.
—En unas residencias de clase media en Bogotá —Responde.
—¿Vivía con alguien? —Pregunta Ariel con curiosidad.
—Hice la misma pregunta y los agentes que llevan la investigación me informaron que al parecer no, en el lugar no había más que sus pertenencias, libros y enseres que indican estar llevando la vida de un soltero; además su identificación aparece con datos de soltero —Informa el Mayor—. Todo parece indicar que tu hermano y tú han vivido en la misma soledad, pero distantes.
Ariel no siguió haciendo más preguntas. El simple hecho de saber que ambos pudieron perfectamente hacerse compañía y así evitar este lamentable incidente lo obliga a sentirse más deprimido. La culpa juega con él. Por ser el hermano mayor, piensa que debió estar más pendiente de Anuel, y por estar lamentándose de su miserable y, por qué no reconocerlo, acomodada vida dentro de la elite, no quiso ver a su alrededor, no quiso detenerse a considerar que la vida no se acabó con la muerte de Sherelyn. Olvidó por completo que otra persona, sangre de su sangre, pudiera estar necesitando de él.
—¿A dónde piensas ir ahorita? —le pregunta el Mayor.
—Volveré a casa, no tengo ánimos de nada —Admite.
—¿No tienen algún otro familiar que te acompañe? —Le inquiere.
—No, solo quedábamos él y yo —Responde cabizbajo.
—Chicos escolten a Ariel hasta su casa —Le pide el Mayor a dos de los agentes.
—No es necesario, estoy bien —Asegura—. No voy a hacer nada que pueda lamentar, creo que ya bastante castigo tengo con ver a mi hermano tirado en esa bandeja de acero.
—¿Seguro? —Pregunta el Mayor dudoso—. No quiero sorpresas.
Sin responderle Ariel se encaminó hacia su camioneta bajo la mirada observadora del Mayor y el resto de los agentes que han sido sus compañeros por años. Arrancó el motor apenas lo encendió y en seguida se adentró en el tráfico de la ciudad con rumbo a la autopista central que lo llevaría hasta su casa.
Cinco días después le fue informada que habían dado la orden para darle sepultura a Anuel, la investigación, aunque no está concluida, está guiada sobre el móvil del suicidio, por lo que Ariel decidió no intervenir, además que la depresión que lo acompaña no le permite hacer gran cosa sin dar un mal paso, todo por el nivel de aturdimiento en el que se encuentra.
Al final, Ariel quiso cremar el cuerpo, pero por las características y ante la duda del móvil de su muerte, el juez que lleva la investigación ordenó inhumarlo. Lo que se hizo de inmediato, y solo con la presencia de Ariel, el Mayor y cuatro de los agentes más allegados a Ariel.
Así fueron pasando los días, del departamento criminal le entregaron las llaves del departamento de Anuel, al cual pese a haber transcurrido ya un mes de su deceso, Ariel se niega a ir.
Buscando una forma de olvidar y recuperarse de todo, pasa la mayor parte del tiempo en el gimnasio. Aunque piensa no tener evolución con las terapias y el tratamiento, cerca del cuarto mes el mismo doctor Arraiz lo felicitó porque el nivel de ansiedad que presentó los primeros días, e incluso con la muerte de Anuel, ha disminuido, por no decirle, superado.
¿Cómo no ha de ser así? Sí ahora en lugar de querer pelear con el mundo, vive encerrado en los recuerdos y en los monólogos internos que adoptó como forma de supervivencia a tanta soledad.
Llegó a su casa y apenas pasó por el frente de la puerta de entrada desde el garage, observó tirado al otro lado un papel debajo de la puerta principal. A paso lento se encaminó hasta ella, se agachó y lo tomó entre las manos. Curioso, por saber qué pudiera ser, pues no estaba guardado ni siquiera en un sobre, lo cual le da a entender, de entrada, que no es un documento oficial, lo abrió. En letras recortadas y pegadas en un orden lineal, la nota decía:
“A tu hermano lo asesinaron”.
Quedó paralizado, allí en frente de la entrada de la cocina, lugar al que logró avanzar antes de leer la nota.
Estás breves palabras bastaron para poner el mundo de Ariel cuesta arriba. Se había mantenido tranquilo porque los organismos oficiales están cumpliendo con su trabajo, o eso creía hasta ahora, pero esta nota pone su mente a mil, trayendo un sinfín de interrogantes que por más que quiere no las puede responder. Todo por el simple hecho de que Anuel para él era un desconocido. Tenía dos años exactos, con sus días y sus noches, sin saber de él. Encontrar respuestas le será difícil.
—Nada tengo que perder —Afirma Ariel en voz alta—, quien me hizo llegar esta nota espera que devele las verdaderas razones de tu muerte hermano. Y lo voy a hacer.