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El francotirador: Disparo al corazón

La muerte de Anuel

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Con un nivel de frustración similar al que le dejó la muerte de Sherelyn, Ariel salió del comando sintiendo una ira que rebasa a cualquier emoción fuerte que haya experimentado. No cabe dentro de él tanto odio, tanto pesar y tristeza acumulada, haciendo de su vida un caos. Uno que pareciera no tener solución y solo le pide acabar con algo, incluso con su existencia.

Manejó a casa por cuatro horas, no tenía prisa en llegar a un lugar donde nadie lo esperaba, donde solamente se haría eco de la soledad y la tristeza que suele abrazarlo cada vez que vuelve al lugar que compartió con ella. Muchos recuerdos quedaron grabados en cada rincón, muchas fueron las experiencias vividas a su lado.

En el camino se detuvo en un almacén y se abasteció más de licor que de provisiones para llenar la alacena. Es incrédulo respecto a la posibilidad de volver a la elite. En toda su trayectoria ha visto que ninguno de los que han sido dados de baja reingresen, él no será la excepción. Duda que pueda volver. No después de los errores tan tremendos que cometió. Errores que a simple vista parecen insignificantes, pero que como bien se lo hizo ver el Mayor, le hubiera costado la vida de cualquiera de sus compañeros y la de él mismo. Aunque poco le importa si perecía en cualquiera de esas misiones, y aun así con la tan mala suerte que tiene, ni eso le concede la vida.

Se mantuvo tomando licor hasta bien entrada la madrugada cuando sin conciencia cayó rendido en el sofá de la sala de estar de su casa. No supo de él sino hasta las nueve treinta de la mañana cuando el repique de su móvil lo obligó a despertar. Un tremendo dolor de cabeza lo recibió cuando intentó abrir los ojos. No pudo. La pesadez se lo impidió, quiso volver a dormirse, pero el insistente repicar del aparato no le dio tregua. Como pudo se puso de pie y caminó hasta la mesa del comedor donde dejó no solo la maleta sino también su móvil, las llaves de la camioneta y de la casa.

Apenas tomó el móvil entre sus manos este dejó de repicar, iba a dejarlo en el mismo lugar para ir al sanitario, pero este volvió a invadir el espacio con la melodía que ahora le resulta insoportable. Pulsó la tecla verde en la pantalla sin ver quien pudiera llamar. Tampoco es que pudiera enfocar bien la vista ante el incómodo dolor de cabeza que comienza a martirizarlo desde la parte frontal e irradia a las sienes, como si martillaran en ella.

—Diga —Contesta tosco.

Actitud esta que no es diferente a la que ha venido manifestando en estado sobrio. Una de las razones por las que el Mayor decidió someterlo a la evaluación, es precisamente por esta forma de contestar que advirtieron su situación.

Ariel se caracterizaba por actuar siempre bajo perfil, sin mostrar ningún tipo de alteración por más complicada que pudiera resultarle una situación determinada. Intentó mantenerse de la misma forma después del sepelio de Sherelyn, pero el paso de los días le mostró su realidad, una donde no tendría nunca más su compañía ni esa llamada diaria del cómo estas, comiste algo, ese te amo, o te extraño que ella solía profesarle día a día. Tanta ausencia y carencia de sentimientos expresados de los labios de la mujer que escogió para hacer una vida terminó de afectar su relación consigo mismo, y a su vez, con el mundo que lo rodeaba, es decir, los miembros de la elite.

—Agente Fuentes —Escucha al otro lado de la línea la voz de una mujer.

—¿Quién le habla? —Le pregunta mientras aprieta los ojos.

Decide encaminarse al sanitario de la habitación en busca de un analgésico que le ayude a sobrellevar esa tremenda resaca que amenaza con hacer lo que las balas no pudieron por más que rogó al aire que sucediera.

—Le hablo del consultorio del doctor Arraiz, tenía una cita para las ocho y treinta de la mañana, no ha hecho acto de presencia y el doctor aguarda aun por su asistencia —Le informa la chica dejándolo sorprendido.

Tapa el móvil con su cuerpo para no ser escuchado.

—¡Carajo! —Exclama para sí mismo por haberse saltado la primera cita.

No es que tuviera mucho interés en asistir, pues dado el nivel de pesimismo que le acompaña, ve con poca fe lograr algún avance con eso del tratamiento y las terapias, lo que estima que será más una pérdida de tiempo, pero por cumplir con el protocolo no perderá nada, igual no es que tenga gran cosa que hacer en los próximos días, con eso por lo menos llena su espacio de tiempo en las mañanas. Ocupa la mente en algo que le impida olvidarse de su tragedia, así sea dos horas al día.

—Acabo de despertar señorita, estoy en casa, no creo que me dé tiempo de llegar, sino en dos horas —Le informa a la chica.

—No se preocupe, el doctor Arraiz lo esperara —Le dice la chica en tranquilidad—. Lo esperamos, agente Fuentes.

Así sin más, la chica colgó la llamada. Comprometido como se encuentra, no le quedó más opción que ir a darse una ducha, no sin antes tomarse el analgésico con bastante agua fresca y poner a preparar café bien cargado en la cafetera mientras va a ducharse.

Voltea a ver hacia la sala de estar y solo encuentra el reguero de botellas esparcidas en el suelo como muestra de su total intención de olvidarse del mundo ahogándose en licor.

Veinte minutos después, ya listo, vestido con un jean, una camisa manga larga también tipo jeans, unas botas cazadoras beige, el aliento oloroso a menta de la crema dental y el enjuague bucal aunado a la loción que se aplicó para disminuir el aroma a licor que se desprende de su humanidad, se sirvió café y lo tomó sentado en una de las butacas de la isla, sorbo a sorbo mientras procura no pensar en nada.

Decidido a averiguar qué carrizo es eso de las terapias y la medicación que pudieran indicarle para ver si logra olvidar sus desgracias, volvió al sanitario para lavarse nuevamente los dientes, luego tomó los lentes de sol, sus llaves, el móvil, el arma de reglamento y la placa que pese a estar dizque destituido, no le decomisaron. Solo por eso decidió cumplirle al Mayor que parece tener una fe ciega en él, no obstante, su actuar tan contrario a las normas de la institución.

—Buenos días —Saluda dos horas después al ingresar al consultorio donde lo esperan.

—Buenos días, agente Fuentes —Lo saluda una chica pelinegra, menudita que apenas está viendo por primera vez.

Se sorprendió al ver que lo llamó por su apellido y no solo eso, sino que no le pareció desconocido su rostro, aun llevando los lentes oscuros.

—¿Me conoce de algún lugar? —Le inquiere curioso.

—No, disculpe, es que de la elite nos envían un reporte completo de los pacientes, entre ellos una fotografía, eso nos sirve de referencia para autorizar el ingreso de las personas al edificio —Le informa la chica—. Sí pudo ver abajo, en la recepción muchos deben hacer antesala, a usted no le hicieron pasar por ella porque ya habíamos dado la orden de dejarlo ingresar apenas llegara.

—Entiendo —Responde Ariel mientras mira alrededor.

—Pase, siga por el pasillo, tercera puerta a la izquierda, ya el doctor lo espera, agente —Le indica la chica.

Pasó el resto de la mañana respondiendo preguntas similares a las que le hizo el doctor Capote. El doctor Arraiz, confirmó el diagnóstico y le indicó una medicación que le entregó allí mismo, así como también fijó las terapias tres veces por semana allí en el consultorio. Como tenía espacio de tiempo suficiente accedió sin problemas.

Era mediodía cuando logró salir del edificio. Al no tener un destino fijo optó por ir a comer en uno de esos pequeños restaurantes que se consiguen en la vía. Le fue inevitable dejar de recordar a Sherelyn, pues esto era una práctica común entre ellos, las veces que visitaban la capital o salían de paseo a cualquier lugar. Amaban las comidas de estos lugares. Verse solo en esto, no le dio el mismo gusto, por lo que terminó dejando la comida a medias, pagó y se montó en su camioneta con rumbo a su casa para ver si logra esconder la tristeza.

Así se mantuvo en lo que, sin darse cuenta, se convirtió en un mes. Para no volver a casa hubo días en los que después de la terapia se internaba en un gimnasio para entrenar y de ahí a una habitación de hotel que reservó.

Finalizando el segundo mes de tratamiento, iba manejando de vuelta a casa cuando a su móvil entró una llamada que decidió ignorar al ver que el código de área correspondía al comando de la elite. Pese a no haber dejado de asistir a ninguna de las terapias y estar cumpliendo el tratamiento según lo tiene prescrito, no se siente preparado para hablar de su situación. Decidió silenciar el móvil y colocarlo boca abajo en el asiento del copiloto.

Manejó el resto de las horas hasta que solo siendo las ocho de la noche, estacionó su camioneta en el garaje de su casa. Después de cerciorarse que el portón quedó bien cerrado, tomó todo lo que había adentro de la camioneta e ingresó a su casa. Como siempre, el peso de la ausencia de Sherelyn lo recibió. Dejó todo lo que traía entre las manos sobre la mesa del comedor, y se dirigió a la habitación principal, se despojó de la ropa y sin dudarlo se metió bajo la ducha de agua tibia por espacio de media hora.

Estaba preparándose algo de comer cuando la vibración del móvil lo alertó. Recordó las llamadas y decidió apagar la estufa para revisar quién pudo haberlo estado llamando. Encontró muchas llamadas perdidas del comando y además mensajes instantáneos. Optó por revisar los mensajes y no hubiera querido leer lo primero que sus ojos pudieron divisar. Este día no se le olvidará más nunca en su existencia, así como quedó marcado con la muerte de su amada.

Mayor Corleone:

10:45 p.m.

Tu hermano, Anuel fue encontrado muerto en su casa. Llámame.

10:00 p.m.

¿Dónde estás, Fuente?

Y así, un sin fin de mensajes pidiéndole su ubicación, solo este primer mensaje leído, y el último en entrar a su número, le da la razón de ser de tantas llamadas y mensajes.

Pensó jamás volver a sentir esa sensación. Se equivocó. Como si estuviera marcado por la desgracia, la vida volvió a sorprenderlo, y de qué forma. Años sin hablar con Anuel y solo de esta forma vuelve a tener noticias de su paradero.

Justo en ese momento el móvil vuelve a repicar entre sus manos haciéndolo reaccionar. Contestó en seguida al ver que es el Mayor Corleone.

—Fuentes, ¿Dónde carrizo estabas? —Le reclama en tono de preocupación.

—Estuve entrenando después de la terapia, y de ahí rodé varias horas hasta llegar a casa, pensé que llamaban por otra cosa, por eso no quise contestar —Le explica al Mayor.

—Lamento lo sucedido Fuentes, descansa, mañana a primera hora estaré buscándote con una comisión para ir a reconocer el cadáver —Le advierte el Mayor—. Ya sabes, es el procedimiento.

—Sí, entiendo —Responde Ariel y cuelga la llamada sin despedirse.

Ya bastante desgracia pesa en su vida, y esta es una de esas que provoca arrastrarse hasta morir y al mismo tiempo acabar con el mundo. Pensó en sumergirse en el licor, pero sabiendo que sería objeto de un regaño y hasta de un arresto por parte del Mayor, optó por apagar todas las luces e irse a dormir o por lo menos hacer el intento de escapar de la realidad. Lo cual le resultó imposible ya que recordando a Anuel y sintiéndose culpable por haberse apartado de él durante estos años, no logró descansar, ni siquiera pegar los ojos en toda la noche. La culpa y el remordimiento no lo dejaron en paz.

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