Arrastras Aliska llegó al primer nivel de la casa, con la mano del hombre al que Rafael le dio la orden alrededor de su muñeca, siente dolor de la presión tan tremenda que este hombre ejerció sobre ella. Un sollozo se escapa de sus labios. Se siente confundida. Nada de lo que está sucediéndole es comprensible a su razón. Solo piensa en Alirio y Anuel. Solo busca entender por qué está pasándole esto, qué hizo de mal para que su jefe la tuviera en ese lugar y en contra de su voluntad.
Observa como el desconocido gira la cerradura de la puerta frente a la cual se detuvo sin avisarle, haciéndole chocar en contra de su cuerpo que parece una roca. Una vez abierta dicha puerta, jalándola por la mano, la obliga a ingresar con él a la habitación y de un tirón la empuja hasta hacerla caer al piso.
—Sofia —Aliska lo escucha hablar—. Ahí te manda el patrón. Ya sabes qué hacer. En dos horas debe estar lista.
—Como ordene, Nerio —Escucha le contesta una voz femenina.
Con el rostro fijo sobre la alfombra que cubre el piso de toda la habitación, mirando en dirección contraria a ellos dos, Aliska solo fue consciente de que después de esta breve comunicación entre las ellos dos, las únicas dos personas que cree están en la habitación, a parte de ella, una puerta se cerró. No supo si se quedó sola o aún seguía en compañía del hombre y la mujer dueña de la voz, hasta que escuchó cuando esta ultima la llamó por su nombre.
—Aliska, necesito que colabores —Le pide la mujer sin ninguna sutileza—. Ponte de pie y desnúdate. Vamos para que te des una ducha.
—Quiero ver a mi hijo —Pide Aliska ignorando la orden que le acaba de dar la mujer. Se atreve a levantar la mirada del piso alfombrado—. Por favor, necesito saber sí mi hijo está bien.
—Por supuesto que lo sabrás, tendrás la noticia que tanto esperas, pero después de cumplirle al patrón —Asegura la mujer de más o menos su edad, alta, pelirroja, de cuerpo mediano, pero de aspecto rudo, tal cual los hombre que vio al despertar, tal cual es el hombre que la llevó hasta allí—. Vamos, no tengo tiempo que perder. Aprecio demasiado mi vida para perderla por culpa de una chica caprichosa —Le dice esta y camina hasta Aliska para hacer tal cual lo que hizo el hombre que la dejó tirada allí, la toma por el brazo y de un tirón la obliga a ponerse de pie.
—¿Qué me va a hacer? —Pregunta Aliska temerosa.
—Si no pones de tu parte, meterte a la ducha con todo y ropa y luego rompértela encima —La amanezca—. Tú decides, colaboras o colaboras.
Asustada Aliska comenzó a despojarse de los botones del pantalón de lino que trae puesto, el cual había visto mejores momentos, pero al verlo cuando se lo quitó demostraba el tiempo que lo lleva puesto y lo mal que ha venido pasándola desde que la secuestraron. Porque en su mente reconoce que el estar allí en contra de su voluntad, no es más que eso, un secuestro.
—Apresúrate, no pierdas tiempo en tonterías chica, tu tiempo son segundos de mi vida, y no quiero morir aún —Le dice alzando el tono de su voz, lo cual alertó a Aliska a obedecer.
Mientras seguía a la mujer, se fue despojando de la ropa hasta quedar en ropa interior. La mujer al voltear advirtió ese detalle. y mostrando estar enfada le grita.
—Dije todo —Bufa sin contemplación al tiempo que le arranca de un tirón el brasier, lastimándola con las ligas del encaje.
—¡Auch! —Exclama Aliska adolorida.
—Eso es para que hagas caso, ¿Crees que estoy jugando? Debo cumplirle al patrón y para ello debes estar lista antes de la hora que me fijó —Le informa en tono de voz fuerte y amenazante—. No creo que quieras sufrir más de lo que ya veo te ha tocado.
Lanzando la amenaza en el aire, logró que Aliska terminara de quitarse el resto y sin esperar a otro grito, se metió debajo de la ducha. Tarde se dio cuenta que estaba helada, o por lo menos, la temperatura está por debajo de lo que su cuerpo puede soportar en este momento, se siente en estado febril. No ha dejado de temblar. Mientras el agua recorre su piel sus dientes comenzaron un tiritar de una forma tal que parece que se iban a quebrar en cualquier momento.
No se dio cuenta en que momento la mujer echó una buena porción de champú sobre su cabello. Solo fue consciente de ello cuando con brusquedad, comenzó a estrujarlo sobre su cabeza sin importarle el daño que pudiera ocasionarle. Dejó de hacerlo y en seguida le lanzó al cuerpo una pastilla de jabón.
—Apresúrate, lávate bien el cuerpo, el patrón te quiere limpia y dispuesta —Le dice con ira.
—¿Para qué? —Cuestiona Aliska aun confundida.
—Ahora me saliste mojigata, bien sabes para qué te quiere, por algo estás aquí —Contesta la mujer y se da la vuelta para salir del baño—. Allí tienes una toalla, sal ya —Le ordena y se pierde de la vista de Aliska.
Sin poderse controlar, comenzó a llorar de manera desconsolada. No entiende las razones de estar aquí, se niega a aceptar lo que su mente comienza a advertirle. Entre espasmos brutales su cuerpo se sacude sin control. No puede parar de llorar. Solo desea dormirse y despertar en casa al lado de Anuel y Alirio. Desea con todas sus fuerzas que esto no sea más que una pesadilla, un mal sueño producto de la ingesta de tanta comida. Pero no, la estruendosa voz de la misma mujer desde la habitación, volvió a ubicarla en su realidad, en la triste, deplorable y amenazante realidad, que pareciera acabar con la Aliska feliz y enamorada que recuerda ser al lado de las dos personas que más ama en la vida.
—Vienes o te traigo por los cabellos —Le grita.
Como pudo, aun ahogada en llanto, salió de la ducha, envolvió su cuerpo en la toalla que la mujer había dejado sobre el váter, y caminó hasta la habitación, allí la encontró disponiendo sobre la cama lo que parecía un vestido de color rojo, tan pequeño como su ropa interior. En silencio se paró a un lado de la cama.
—Sécate el cuerpo y aplica esto —La mujer le ordena al tiempo que tira sobre el colchón un frasco de loción—, Y es para ya.
Al ver que Aliska no obedecía a su orden, la mujer perdió la paciencia y la tensó por el cabello hasta hacerla emitir un gemido de dolor. Sintió arder el cuero cabelludo, y la humillación hizo presa de su corazón al sentirse peor de lo que ya venía padeciendo.
«¿Qué hice para estar pasando por esto?» Se pregunta mentalmente entre sollozos, mientras dentro de lo débil que aún se siente, se apresura a secar su piel y comenzó a untar la loción por su cuerpo, allí desnuda ante la mirada amenazante de la bestia que luce como mujer, pero que ante los ojos de Aliska es el ser más abominable que ha podido conocer.
Asustada terminó de hacer todo cuanto le pidió hasta quedar en ropa interior y la hizo sentarse en una silla en frente del espejo del buró, donde no solo la maquilló, sino que también secó su larga y ondulada cabellera, dejándola lacia, totalmente lisa.
—Ponte el vestido, y los tacones —Le ordenó al ver el resultado de lo que acaba de hacer.
Cualquiera que hubiere visto la forma en la que esta mujer ha venido tratando a Aliska, pudiera pensar que es de todo, en el mal sentido de la expresión, menos una profesional en materia de estética. Tanto el maquillaje como el peinado que le dio son perfectos, pulcros para un profesional, algo de lo que ella por simple apariencia no demuestra y menos por la forma de expresarse.
Sin titubear Aliska se puso de pie y caminó hasta la cama, tomó el vestido y se lo colocó por debajo de las piernas. Agradeció que si acaso tiene varios centímetros por encima de la rodilla, no es tan sugerente como pensó en cuanto a mostrar sus nalgas, temía hacerlo. De lo que si no escapa es de lo ceñido que queda al cuerpo, no la asfixia, pero si se adhiere a su piel como un guante, resaltando de manera grotesca sus bondades. Al mirarse al espejo, se escandalizó. Nunca en la vida había lucido una prenda similar, ni siquiera estando con Anuel, ni siquiera en esas sorpresas que organizó para seducirlo antes de la llegada de Alirio. Ver su imagen reflejada en el espejo le dio más temor del que ya sentía.
—No voy a salir así —Se queja casi en un susurro.
—¿Qué tú no que, dices? —Le inquiere la mujer en un grito colocándose los dedos en el oído a modo sarcástico—. Aquí no estas para decidir qué hacer o no. Te toca obedecer, complacer y aceptar el destino que te toque niña, grábate eso. Voltéate para subirte la cremallera —Le ordena una vez más.
Escucharla decirle todas esas cosas, aceleró aun más su sistema nervioso, sintió una convulsión en su estómago. Se preguntó varias veces ¿Qué es lo que tiene que obedecer? La mujer le señaló los tacones y caminó hasta el lugar donde están y se los colocó sin protestar, con suerte sabe caminar en tacones, pero lo que no asegura es que en medio de tanta debilidad y el susto que carga se pueda mantener sobre ellos mucho tiempo sin caer al piso.
—Aquí tienes —Le anuncia la mujer una vez tira sobre la cama una caja de terciopelo negra—, ponte eso, es lo único que falta. Ah, y el perfume, recuerda colocarte un poco.
Como autómata hizo el resto de lo que le exigió y sin poder sostenerse en pie decidió tomar asiento en el borde de la cama mientras espera una nueva orden.
Mientras esperaba, su cuerpo pasó de sentir ese frío tiritante a un calor incómodo que la obligó a pasarse los dedos por la frente en repetidas ocasiones. No es normal esta reacción, la habitación está fría por el aire acondicionado. Teme estar presentando un problema de presión arterial o un síntoma de ansiedad. Se siente desmayar. Parpadea varias veces buscando que pase el efecto.
Mientras lucha con el malestar, no había transcurrido mucho tiempo cuando la puerta fue abierta de golpe y frente a sí quedó parado observándola, el mismo hombre que la llevó a esa habitación que se convirtió en lo que ella compara con un cuarto de castigo.
—Vamos —Le habla el hombre con brusquedad—, ya el patrón te espera.
—¿A dónde me lleva? —Pregunta Aliska insistente, negada a admitir lo que su cabeza ya le viene avisando.
—A la primera de las veces que representarás el papel que voluntariamente te negaste a aceptar —Le responde la mujer.
—¿Cuál? —Insiste Aliska.
—El de amante del señor Olivetti, el dueño y señor de tu vida a partir de ahora —Asienta la mujer de golpe.
Palabras más, palabras menos, fueron suficientes para que Aliska abriera los ojos de par en par y de ellos dejara escapar unas lágrimas. Poco le importa si daña el maquillaje, poco le importa su apariencia, solo le preocupa estar perdiéndose en la nada por el capricho de un hombre inconforme.
—Vamos, ya es hora —Le dice el hombre y le señala la puerta—. Tú decides caminas o te llevo en brazos.