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El francotirador: Disparo al corazón

🔒 Aliska Brooke

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—¿Qué me piensa hacer? —Pregunta Aliska con el rostro bañado en lágrimas—. ¿Alirio? ¿Dónde lo dejó? Anuel debe estar buscándonos —Habla en desesperación.

Lleva varios días encerrada en una especie de bodega. El único recuerdo que tiene es el de haber estado a dos cuadras de la guardería con Alirio esperando a que Anuel pasara por ellos. Era cerca de las siete de la noche, cuando recuerda haber recibido el llamado de Anuel para que lo esperarán justo en esa esquina, para no desviarse. Esa noche tenía un examen en la universidad y quería aprovechar el tiempo de llevarlos a casa e irse en seguida.

No tenían ni diez minutos esperándolo cuando frente a ella y Alirio se detuvo una camioneta haciendo ruido con los neumáticos del freno estruendoso que dio y así sin más se bajaron tres hombres dos la agarraron en peso mientras el otro bordeó la camioneta con Alirio en los brazos.

En seguida la montaron en la camioneta perdió el conocimiento, hasta que despertó en el lugar donde se encuentra. Perdió la noción del tiempo y los días. Recuerda haber despertado por breves horas, también que la obligaron a comer y beber líquidos y como si le pusieran algún somnífero, volvía a caer en coma.

De tanto que ha dormido, se siente débil, al despertar solo llora y pide ver a su hijo, pregunta por Anuel, y ninguno de los hombres que ha visto en el espacio, responde a sus preguntas, solo se limitan a observarla. Unos con pesar, otros con apatía, mientras que hay dos que si no fuese por la presencia de los otros, ya le hubieran caído encima ante la mirada enfermiza que le dirigen.

—Señor, ayúdeme, por favor —Pide en suplica a un hombre corpulento alto, moreno, que está acuclillado detrás de ella desatando el nudo de la soga con la que la han mantenido inmóvil por todos los días que ha permanecido en cautiverio.

—Póngase de pie —Le ordena el hombre dejándole escuchar su voz gruesa, enronquecida. Da temor solo escucharlo, por lo que hizo caso y se tambaleó al sentir un mareo repentino—. Camine hacia afuera sin intentar hacer alguna estupidez.

—¿Qué me van a hacer? —Pregunta Aliska con la voz temblorosa mientras da cortos pasos—. ¿A dónde me llevan? Dígame, por favor.

—Guarde silencio —Le pide otro de los hombres que camina al lado del que la desató.

Hizo caso al ver que este tiene peor aspecto. La llevaron por un largo pasillo de paredes rusticas, y luego subieron dos pisos hasta llegar a una sala de estar bien acomodada, todo de lujo, paredes pintadas de blanco y grandes ventanales de vidrío que permitían ver al exterior. La vista era hermosa, pero por dentro de ella, en su interior, la desolación jugaba con sus emociones. Solo quería ver a su hijo, saber de Anuel.

Mira alrededor desesperada, gira varias veces sobre sus pies esperando verlos salir por cualquiera de las puertas que hay alrededor.

—Manténgase tranquila y no le haremos nada —Le ordena el primer hombre que le habló.

Volvió a hacerle caso, aun temblando buscó la manera de paralizar su cuerpo. Pasaron unos minutos y una de las puertas se abrió. Asustada porque temía encontrarse con algo feo, bajó la mirada al piso, lo que la permitió ver que solo ingresó una persona, un hombre, y nada de Alirio, en su lugar un hombre avanza hacia ella, uno que usa zapatos negros finamente lustrados, nuevos, pudiera decir.

—Aliska Brooke —Escucha el tono gutural de una voz que nunca olvidaría, no le había tenido temor, sino hasta ese momento, involuntariamente comenzó a temblar—. Por fin te tengo para mí.

Sus oídos no pudieron creer las palabras que salieron de la boca, esa voz, se negó a levantar la mirada.

—Mírame —Le ordenó este— ¡Qué me mires! —le ordena por segunda vez, al ver que ella no mueve la cabeza.

De un tirón le sube el mentón, obligándola a mirarlo a los ojos. Aunque quiso controlarlo, todo su cuerpo tembló del susto. Jamás se había sentido tan desolada.

—Señor Olivetti, ¿Qué…, qué…, qué hará conmigo? —Le pregunta Aliska temblorosa, mientras de sus ojos se escapan algunas lágrimas.

—Lo que debí haber hecho hace apenas un año. Demasiadas consideraciones tuve contigo. Me hiciste gastar en flores, estúpidos chocolates, joyas, y todas, absolutamente todas mis atenciones las rechazaste —Le recuerda en voz pausada, pero con la dureza que se desprende de la ira que siente de verla indefensa y no tan altiva como las veces que lo rechazó.

Hubiera querido recibir de ella la dulzura, y el amor que le profesaba al hombre que hoy está tres metros bajo tierra. No podía soportar más verla con él, era demasiado el sufrimiento de ver como la mujer que quería para él, lo ignoraba, rechazaba sus atenciones por estar con un maldito muchacho que jamás, por más estudios que tuviera, iba a darle la vida que ella se merece.

Rafael Olivetti, es el presidente del banco donde Aliska viene trabajando desde hace varios años, ella es su secretaria. Si bien se ganó ese cargo, no permanece allí por ser diligente sino por ser el objeto de obsesión de su jefe.

Al principio pensó que se confirmaría solo con ver a esa rubia de ojos verdes, pequeña, menudita, pero tierna y provocativa. La dulzura que se desprende de su voz y el efecto de su mirada lo atrapó desde el principio. Fueron muchos años conteniéndose, aguardando en silencio que ella se detuviera a verlo. Llegó un momento que la ansiedad le ganó y comenzó a cortejarla con intención de convertirla en su amante, ya que tanto ella como él están comprometidos. Ella lo ignoró, no veía para ningún lado que no fuera adonde estuviese ese hombre.

—Ahora tendrás que cumplirme si quieres volver a ver a tu hijo, al bastardo que tuviste con el maldito hombre —La amenaza destilando todo el veneno que sale por sus poros.

—¿Cómo cumplirle? ¿No trabajo para usted ya? ¿Qué quiere? ¿Usted tiene a mi hijo? —Sin poderse controlar muchas fueron las interrogantes que dejó escapar.

—Nerio —Llama a uno de sus hombres—. Guíala hasta la habitación donde la espera Sofia.

—Sígame señorita —Le dice el mismo hombre que la desató.

—¿Y mi hijo? ¿Usted lo tiene? —pregunta entre sollozos mientras el hombre le da un leve empujón para que camine.

—Sigue al chico, y prepárate, en dos horas te veré —Le dice Rafael sin titubear mientras camina hasta un bar que tiene allí en la sala de estar.

—¿Cuándo voy a salir de aquí? Quiero ver a mi hijo. Anuel ¿Sabe de Anuel? —Pregunta Aliska en desesperación mientras es arrastrada por el brazo por un pasillo, desde el cual vio que se dirigían hacia otras escaleras, pero más lujosas que las que acababa de transitar para llegar al nivel donde estuvo hasta ahora—. Señor Olivettiiii —Gritó Aliska en desesperación.

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