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El día que te perdí

CAP 60 ME GUSTAS

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Más tarde Dante regresó, las oficinas de ambos estaban cerca, él llegó a su puerta y tocó.

Al darle el pase, entró a la oficina de Miranda, ella trabajaba en unos documentos que no entendía, fruncía el ceño, se veía encantadora. “Miranda, lo que viste… yo no tengo ya nada que ver con esa mujer, terminó hace mucho tiempo”.

Miranda lo detuvo interrumpiéndolo. “No tienes por qué explicarme nada, es tu vida y tú sabes lo que haces”.

Dante se acercó. “Pero quiero que te importe”.

Ella levantó la vista mirándolo.

El camino más hacia ella. “Me gustas”.

Ella se quedó en silencio repitiendo en su mente las palabras, era muy joven y nunca tuvo un novio y después su padre la casó, no sabía que era que le gustara alguien, además de que lo que vivió con su esposo fue tormentoso.

Ella le dijo tajantemente. “Lo siento, pero no estoy interesada”.

Se hizo un silencio incómodo.

Dante siguió acercándose, ella se levantó y caminó lejos de él, pero la detuvo del brazo acercándola. “¿Por qué?”.

Miranda giró su rostro para que no la viera, estaba nerviosa de su toque, solo Alonso y Erick la tocaban porque eran como sus hermanos, pero Dante era distinto.

Ella gritó. “¡Suéltame!”.

Dante no lo hizo y siguió acercándose a ella.

Miranda cerró sus ojos con dolor y podía ver la mirada de su esposo gritándole, viéndola con odio y golpeándola. Miranda se derrumbó y sus lágrimas empezaron a caer. 

Suplicó. “Por favor suéltame”.

Dante aflojo su agarré y la miro asustado.

Miranda se dejó caer en el piso recargándose en el escritorio haciéndose un ovillo.

Dante quiso acercarse, pero ella gritó. “¡No! ¿Por favor vete!”.

Al escuchar sus gritos Luana entró junto con Matheus rápidamente, Luana la ayudó a levantarse mientras Matheus sacaba el estuche de primeros auxilios y preparaba una dosis de tranquilizante.

Miranda lloraba sin control gritando incoherencias.

Erick y Alonso entraron rápidamente, Erick cargo a Miranda y la recostó en el sillón, le hablaba suavemente. “Estoy aquí, Miranda mírame soy yo Erick, estás a salvo”.

Ella murmuraba. “Por favor, ya basta, no me golpees, por favor, me duele”.

Luana tomó la jeringa de manos de Matheus y se acercó inyectando el líquido.

Miranda poco a poco fue entrando en un profundo sueño.

Dante estaba de pie mirando toda la escena, no entendía que pasaba, se observó las manos, nunca se imaginó que lastimaría a Miranda con solo tocarla.

Alonso apretó su hombro. “Es un episodio, despertara tranquila no te preocupes”.

Dante tartamudeo. “Pe… pero que… ¿Por qué? Solo la toque, yo… no me imagine que se pondría así”.

Erick al ver que estaba dormida le pidió a Luana que la cuidara y se dirigieron a la oficina de Erick.

Ahí Alonso le contó algunas cosas sobre Miranda. “Como te dije antes, el padre de Miranda la obligó a casarse cuando Erick no estaba, ella sufrió durante muchos años violencia doméstica, fue al tal grado que ella perdió un bebe, cuando la encontramos ella ya no estaba bien”.

Dante estaba sentado en el sillón inclinado, sus codos posaban en sus rodillas y apretando sus nudillos con sus manos. Solo susurro. “Maldito infeliz”.

Erick se levantó del sillón. “Ella no puede tener contacto con los hombres porque recuerda lo que paso, ya está en tratamiento hay un doctor en México que le está dando terapia”.

Dante recordó que ellos siempre se iban de viaje los fines de semana. Se levantó y dijo firmemente. “Erick. Miranda me interesa y mucho, me gusta, no me importa lo que haya pasado, yo estaré con ella”.

Alonso y Erick se miraron, ya había pasado tiempo, Dante trabajaba bien y no tenían problemas, habían visto la interacción de Miranda y Dante, esperaban que ella pudiera seguir adelante.

Miranda poco a poco despertó, al primero que vio fue Dante. Ella entrecerró los ojos. “¿Qué haces aquí?”.

Dante la miró y le sonrió. “Te estaba cuidando, lo siento Miranda, no debí tocarte”.

Ella se sentó y trató de levantarse. “No te preocupes, sigamos con el trabajo”.

Dante negó. “No. Nos tomaremos el día libre, quiero llevarte a un lugar”.

Llegaron al hospital, Dante la dirigió a una sala privada. Entraron a la habitación encontrando a la señora Grace.

Miranda observó a la mujer en la cama y se cubrió la boca, sus lágrimas empezaron a caer, se acercó a mirarla, tenía su cabello largo y castaño, sus rasgos eran muy parecidos a los de Dante.

Dante acarició la mano de la mujer. “Es mi madre, ha estado así por años, han querido desconectarla, pero me niego, yo sé que despertara”.

Miranda agacho su rostro recordaba que ellas quedaron de verse, pero ella nunca llegó. A veces se sentía culpable por el incidente.

Dante y Miranda estuvieron un rato más, al salir Miranda le preguntó a Dante. “¿Puedo venir a visitarla?”.

Dante miró a Miranda. “Si claro, cuando quieras”.

Miranda sonrió. Salieron juntos y caminaban por el patio del hospital cuando Dante le dijo. “Todos tenemos nuestros problemas Miranda, de una o otra forma afectan en nuestra vida, nosotros mismos decidimos si nos destruyen o aprendemos de ellos y los superamos”.

Miranda extrañada miró al hombre nunca lo había visto tan serio, era juguetón, carismático y coqueto con las mujeres, pero esta parte de él no la conocía.

Él la miró y sonrió. “¿Qué?”.

Miranda siguió caminando. “Es una faceta de ti que no conocía, a veces puedes ser serio”.

El puso su mano en su pecho e hizo cara de asombro. “Me ofendes Miranda, soy una persona seria y comprometida cuando es necesario”. Dijo altanero y dramático.

Miranda rio apuntándolo con su dedo burlonamente. “Y ahí está el Dante que conozco”. Ella se carcajeó.

A Dante le encantaba ver su sonrisa, ella era muy bella y carismática cuando estaba con gente de su confianza y agradecía que ella confiara poco a poco en él.

“Miranda lo que te dije en la oficina es cierto… Me gustas y mucho, seré paciente solo quiero que me des la oportunidad de estar a tu lado y juntos salir adelante”.

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