Miranda seguía en el sillón después de contarles todo a ambos hombres, Alonso y Erick la escuchaban atentos en silencio.
Ella levantó su rostro y les dijo. “Lo primero que papá hará es quitarme todo, no voy a permitir que se haga más poderoso, por eso quiero que tú te hagas cargo Erick”.
Erick asintió, todavía estaba aturdido por la historia de su hermana, todo lo malo que ella tuvo que pasar. Se acercó y la abrazó. Ella sintió la calidez de su hermano y se sintió protegida, ahora tenía algo de paz en su corazón, no mas miedo, no mas maltratos y golpes, era libre.
Alonso se levantó del sillón, tirando lo que había en la mesita de la sala, salió de la casa furioso, escuchar que ella se casó por su culpa no era nada bueno, mientras él escapaba a otro país.
Los presentes se asustaron y Erick trató de detenerlo. “¡Alonso!”. Pero su amigo no escuchó y salió rápidamente.
Alonso caminaba por el jardín exaltado y molesto consigo mismo. Nunca se imaginaría que todo eso le pasaría a Miranda por su culpa, era una joven bella y buena, se odiaba a sí mismo por lo que pasó.
Su teléfono sonó era Dinora. “Hola”.
Alonso le dijo con lágrimas en los ojos. “Soy el peor de todos Dinora, no deberías estar conmigo, soy un imbécil”.
Ella frunció el ceño, Alonso estaba muy alterado. “Dime ¿Dónde estás?”.
Alonso se lo dijo, ella rápidamente llegó a la casa. Encontrando a Alonso en el patio caminando en círculos, sus manos estaban apretadas en puños.
Ella se acercó. “Alonso”. Lo abrazo, temblaba y era de enojo. “Dime ¿Que paso?”.
Alonso le contó lo que Miranda les dijo, Dinora lo escuchaba en silencio, al final ella lo abrazó mientras Alonso lloraba de impotencia.
Dinora levantó su rostro limpiando sus lágrimas. “Eres un buen hombre, solo te equivocaste, todos lo hacemos y nunca supiste sobre esto antes, lo que importa ahora es que estas para ella y la ayudaras ¿Verdad?”.
Alonso asintió. ”No volveré a defraudarla, ni a ella ni a Erick”.
Ella le regaló una pequeña sonrisa. Alonso se lanzó a ella besándola, necesitaba sentir el calor de Dinora, su aliento , su piel, sus labios.
Al quedar cansados de besarse, Alonso ya estaba más tranquilo y le dijo que viajaría para arreglar todos los asuntos de Miranda.
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Erick fue a la casa de Marina, tocó la puerta, Carlos la abrió y ambos hombres se encontraron. “Están Marina y David”.
Carlo asintió dejándolo pasar.
Marina salió de la cocina con un delantal, llevaba dos platos con comida en sus manos, llevaba un jeans azul y blusa blanca de flores suelta con los hombros descubiertos, su cabello estaba suelto y llevaba una diadema gruesa blanca.
Ella observó a Erick.
Después de segundos, Erick volvió de su trance. “¿David?”.
Marina observó el pasillo. “Está en su habitación, lo llamaré”.
Erick afirmó y se quedó de pie entre la mesa y la sala. Ambos hombres se miraban entre sí con gran incomodidad.
David salió del pasillo detrás de Marina.
David miró a su padre. “Hola”.
Erick se acercó. “Hola, tengo que volver a USA por unos asuntos, regresare en par de días”.
David asintió.
Erick le dijo. “Puedes llamarme en cualquier momento”.
David le dijo. “Está bien”.
Erick miró a Carlos. “Estaré pendiente de la cita, volveremos pronto”.
Carlos asintió.
Al final vio a Marina diciéndole. “Volveré pronto”. No entendía el porqué, pero quería avisarle a la mujer su pronto regreso.
Marina nerviosa asintió y regresó a la cocina.
David acompañó a Erick a la puerta, Alonso se despedía de Dinora en la acera cerca del auto, estaban en pleno beso, Miranda estaba en el coche viendo al contrario de donde estaba la pareja.
David se despidió y Dinora entró a la casa.
Todos se sentaron a la mesa, mientras comían Dinora les informó. “Murió el esposo de Miranda, es por eso que regresan para el funeral”.
Marina escuchó a su amiga. David recordó a su tía, era una mujer hermosa pero triste.
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Al día siguiente Carlos llevó a Marina y David a casa de su padre, charlaron en el jardín disfrutando su comida, el hombre mayor se veía cansado y débil, no era el doctor que David y Marina conocían, el cáncer había hecho estragos en él.
Carlos jugaba con David a volar un cometa, el señor miró a Marina. “Gracias por aceptar salir con mi hijo”.
Ella sonrió. “Es un buen hombre y es muy divertido”.
Veían como Carlos corría mientras David lo miraba con los brazos cruzados, no estaba muy interesado en volar papalotes.
El hombre conversaba con Marina, Carlos y David regresaron, Carlos estaba realmente cansado, se sentó en una silla junto a Marina y ella le dio un vaso de limonada que tomó rápidamente.
David entró a la casa al baño a lavarse las manos y limpiarse, no le gustaba el polvo ni los microbios.
El hombre mayor observó a su hijo y a Marina, aprovechó que David entró a la casa y les dijo a ambos. “Se que es muy rápido, pero me gustaría que se casaran”.
Carlos y Marina se vieron entre sí antes de mirar al hombre.
Él siguió. “No me queda mucho tiempo, quisiera ver a mi hijo casado, verlo formar una familia, somos los únicos que quedamos en la familia y no quiero que este solo”.
Marina se puso nerviosa, no estaba segura de eso y no sabía cómo contestarle al señor que siempre fue amable con ellos, Carlos apretó su mano tranquilizándola.
“Papá es muy pronto, además tú todavía tienes mucho tiempo, no te preocupes, cuando sea la hora le pediré a Marina que nos casemos tenlo por seguro”.
El hombre asintió no muy seguro. Carlos le contó que el padre de David había vuelto, su hijo podría perder terreno si el hombre se acercaba a Marina de nuevo.
David le pidió a Carlos que le mostrara su habitación, le entregaría algunos libros de los que ya habían conversado, juntos subieron a la segunda planta, Marina se quedó tomando té con el señor.