Categorías
El amor de mis sueños

CAPÍTULO 7

Log in or Register to save this content for later.

Giró en la esquina. Sus zancadas eran tan largas que apenas podía seguirlas. Cuando llegué a la esquina, lo había perdido. Ya no lo veía por ningún lado. No estaba. ¿Había sido producto de mi imaginación?

No, no podía haber llegado hasta allí sólo por una ilusión. El chico era real. Mi sueño era sólo un sueño. Por un momento contemplé la idea de volver al café a preguntar si habían visto lo mismo que yo. El mesero tendría que haberlo visto. Era un chico bastante alto como para no verlo.

Mi móvil me distrajo con la llegada de un mensaje. Era Sara, que me invitaba a almorzar. Todas mis amigas estaban pendientes de que no me aburriera. Les parecía una niña pequeña a la que tenían que entretener.

Le contesté que estaría en su casa a la hora del almuerzo y emprendí a pie el camino hacia allí.

Sara me recibió con comida casera recién salida del horno. Aunque trabajaba, preparaba ella misma todas sus comidas. Adoraba cocinar y se tomaba el tiempo de seleccionar todos sus ingredientes.

—Siéntate, Abi —invitó Sara—. En un momento serviré la comida.

—Déjame ayudarte. ¿Qué necesitas que haga?

—En realidad está todo listo. Sólo un minuto más en el horno —dijo, sonriendo—. Dime, ¿tienes novedades de cuándo volverás al trabajo? Pareces desesperada por volver.

—No hay novedades… me aburro demasiado en casa.

Sara sirvió la comida.

—Espera, debo presumir esto ante las demás —dije, tomando mi móvil.

—No le sacarás sólo a la comida. Ven, tomémonos una selfie.

Sara me arrebató el móvil de las manos, encuadró nuestros rostros, sin dejar afuera los platos, y de inmediato envió la fotografía a nuestro grupo, seguida de un audio.

—Hola, perras, aquí me reporto con la dulce Abi, a punto de mangiare —dijo Sara, enviando el audio.

No pude evitar soltar una carcajada. Tomé mi móvil y envié un mensaje de texto.

“Envídienme. Hoy almorzaré un plato hecho por mi mejor amiga”, escribí.

Nos bombardearon con mensajes durante la siguiente hora. Todas amaban la cocina de Sara.

—Ignóralas, Abi. ¿Y qué haces durante el día?

—Lo mismo de siempre, pero sin ir al trabajo. Informarme, leer, ir a correr, ordenar…

—Suena aburrido —dijo Sara, llevándose un bocado a la boca.

—Si, algo así. Esto está delicioso, Sara. No sé por qué no te dedicas a la cocina.

—Gracias. Ya sabes que lo mío es el periodismo. La cocina sólo es un pasatiempo.

—No sé cómo haces para preparar todo casero.

—Organización y voluntad, sólo eso.

—Es admirable.

—Amiga, volvamos a lo importante. Te noto distraída… ¿Qué tienes?

—Estoy bien.

—No lo estás. Siempre has sido más callada y solitaria que las demás, pero ahora estás distante.

—Estoy yendo a terapia con regularidad—comenté—, no debes preocuparte.

Sara me dedicó una mirada fulminante.

—Sabes que de todos modos voy a preocuparme, como el resto de tus amigas.

—Es que estoy descansando mal, eso es todo. Cuando vuelva a la rutina mis horarios se acomodarán y volveré a dormir bien. Sólo tengo el reloj desfasado por no ir al trabajo.

—¿En serio crees eso?

Me encogí de hombros.

—Sé que eres una freaky del trabajo —dijo Sara—, pero, ¿no disfrutas de tu tiempo libre?

—No. No lo sé. Algo.

Sara sonrió. Estaba claro que no podía entenderme.

—Explica eso, por favor.

—Bueno, pues… —pensé en la mejor manera de ponerlo en palabras—, necesito tener mi vida estructurada. En este momento mi tiempo libre es un caos, pues es todo tiempo libre, no está equilibrado con otra labor. Y cuando estoy en casa no sé qué hacer. He leído casi todos los libros que tenía pendientes, por ejemplo.

—Pero cada vez trabajas más, Abi. Pasas más tiempo dentro de esa oficina. ¿Eso no desequilibra las cosas?

—En realidad no, pues son las mismas horas que dedico en casa al trabajo, pero en la oficina. ¿Recuerdas que existe algo llamado tecnología? Bueno, en casa puedo usar mi laptop.

Sara se llevó la mano hacia la frente en muestra de indignación.

—Entonces estoy de acuerdo con las demás, necesitas relajarte, hacer algo distinto. No te estoy diciendo que salgas a conocer chicos, pero una actividad diferente, Abi.

Bueno, ahora era yo la que quería conocer a cierto chico. Pero no podía contarle a Sara lo que me estaba pasando, pues corría riesgo mi libertad. Si le contaba que esa misma mañana había perseguido a un atractivo rubio de un metro ochenta para saber si era el hombre con el que soñaba, mis amigas iban a internarme en un hospital psiquiátrico.

No, mejor no mencionaba que quería conocer a ese chico.

—¿Estás aquí, Abi?

—Si, disculpa, sólo pensaba.

—Bueno, sabes que puedes contar conmigo. Si necesitas hablar, aquí estoy.

—Gracias, Sara.

Las intenciones de Sara y las demás de mis amigas eran buenas, pero aquí el problema era otro. Yo necesitaba recuperar mi trabajo para volver a tener mi equilibrio y necesitaba entender qué era lo que sucedía en mis sueños. Ninguna de ellas podía ayudarme con esos asuntos. Luego de almorzar y despedirme de Sara, volví caminando a mi apartamento mientras sopesaba todas estas ideas en mi cabeza y leía los mensajes que habían enviado mis amigas, envidiando el plato gourmet que había comido.

Algunas de ellas seguían enviando consejos para resolver mis problemas de estrés laboral.

“Si no quieres un novio, consigue un gato, amiga”, ponía Lena, “es lo mejor que puedes hacer para tener compañía”.

“Estoy de acuerdo con lo del gato”, respondía Amelia, “son anti-estrés”.

“No deberíamos descartar el tema de la pareja. La vida sexual no deja de ser importante, chicas, aunque me parece bien lo del gato, consigamoslo”, continuaba Eva.

Al parecer estaban tomando decisiones por mí, estando yo ausente en la conversación. Puse los ojos en blanco mientras terminaba de leer los mensajes, aunque a decir verdad, no me parecía mala idea la del gato. Las ignoré por completo el resto del trayecto al apartamento y cuando llegué, puse música y comencé a limpiar.

Al terminar, estaba tan cansada que me desplomé en el sillón y me quedé dormida en plena tarde. Algo que no me había sucedido nunca. Debió ser por tanta caminata y limpieza.

Entré de inmediato en mi mundo de sueños, y allí estaba de nuevo, en el espeso bosque, que a diferencia de las demás veces, estaba iluminado por la luz del sol. Caminé con cautela, buscándolos a ellos, los seres alados. Debían encontrarse allí, en alguna parte.

Sentía que podía ir a donde quisiera y mover mis pies a voluntad, como en un sueño lúcido donde puedes tomar tus propias decisiones. Cada vez me movía y desplazaba mejor allí.

Luego de caminar por lo que parecieron varios minutos, atravesé el bosque y encontré un camino de piedras, rodeado por unas bellas flores color carmesí. Quedaría al descubierto sin poder esconderme, pero decidí seguirlo para saber a dónde conducía. En un momento, agucé el oído para escuchar el sonido que traía consigo el viento. Era el parloteo de dos personas.

Busqué refugio entre los árboles para no ser vista y continué mi camino hacia las voces, caminando con sigilo. Vislumbré dos figuras, recostadas a la orilla de un lago, compenetradas en su diálogo. Me acerqué todo lo que me permitió la línea de los árboles, para permanecer oculta entre ellos.

Eran Oniros y Tánatos. Oniros jugaba con las hierbas que encontraba en el suelo, y Tánatos se levantó para arrojar rocas al lago. Me aseguré de no hacer ni un sólo ruido para poder escuchar su conversación.

—Ker es demasiado violenta —decía Tánatos.

—Todos lo son. ¿Te crees que con tu estúpido toque mágico eres diferente?

—Al menos no voy por la vida derramando sangre —replicó, arrojando rocas.

—Nunca me gustó esta idea. Todos metidos en mi mundo haciendo de las suyas.

—No eres diferente a nosotros, Oniros.

—No pedí esto, Tánatos, nunca pedí estar haciendo esto. Yo no asesino a nadie, no te confundas.

—¿Te crees distinto? No seas hipócrita. Estás tan involucrado como cualquiera de nosotros.

¿De qué hablaban? Necesitaba comprender de qué estaban hablando. Parecía algo serio. Oniros parecía de verdad disgustado. Quise ver su rostro más de cerca, y al hacerlo, me moví para apreciarlo desde otro ángulo reptando con mis rodillas en el suelo. Tuve que ahogar un quejido, pues una rama rasgó mi piel, y mi pierna comenzó a sangrar. Al menos logré captar la expresión en el rostro de Oniros. Se lo notaba meditabundo y taciturno.

—Creo que esto ya es un abuso —contestó Oniros.

—¿Eso crees? No te opusiste en primer lugar.

—Ya has escuchado lo que dijeron los demás. En algún momento los humanos se darán cuenta de que algo anda mal y comenzarán a investigar.

—Para cuando eso pase, cambiaremos de estrategia.

—¿Y haremos esto durante toda la eternidad? ¿Has pensado explotarme para siempre?

—Eres todo un dramático —dijo Tánatos volteando y revoleando la piedra hacia Oniros en vez de al lago.

—¡Oye! —dijo él enojado, metiendo la mano en su bolsillo y tomando algo de allí adentro.

Oniros había soplado el polvo extraído de su bolsillo en dirección a Tánatos, moviendo sus manos y creando una nube brillante de poder, y Tánatos se reía como un tonto.

—Sabes que eso no funciona en mi —dijo él, recibiendo la nube en su rostro.

—Si, pero me encantaría que lo hiciera. Deseo que algún día mis poderes de algún modo evolucionen y poder usarlos contra ustedes.

Tánatos continuaba riendo. Oniros tomó la roca que Tánatos le había arrojado en primer lugar y se la devolvió, asestando en medio de sus ojos. Tánatos dejó de reír de inmediato, lleno de furia, y Oniros fue esta vez el que comenzó a reír por lo que había hecho.

Tánatos desenfundó su espada y comenzó a corretear a Oniros. Aproveché la confusión para moverme lejos de ellos y así poder continuar explorando.

Quería volver a encontrar esa construcción con la que me había topado la vez anterior, esa arquitectura arrasada por el tiempo. Quería saber de qué se trataba e investigar por qué se reunían allí. Quizá era un lugar clave o algo por el estilo.

De pronto, vi que Oniros alzaba vuelo por encima de mi cabeza y antes de ser vista corrí a la espesura del bosque para refugiarme allí. ¿A dónde se dirigía? Decidí seguirlo y cambié mi rumbo. Tardé en encontrarlo, pues con esas enormes alas podía cubrir grandes distancias en cuestión de segundos.

Estaba entrando en una casa, acompañado de Dolus. Parloteaban y reían juntos. Primero me aseguré de que no hubiera ningún otro alado por allí y me apresuré a bordear la casa y espié por la ventana.

Los oí dentro de una habitación. Un jóven dormía plácidamente en su cama y Oniros lo observaba.

—Ohhh mira cómo duerme —dijo.

—Muéstrame —pidió Dolus.

Oniros pasó sus manos por encima de la frente del muchacho y de allí brotaron imágenes que quedaron suspendidas por encima de él, flotando en el aire. Con otro movimiento de manos, Oniros introdujo elementos en su sueños.

—Este sueño pronto se convertirá en una pesadilla —dijo Oniros.

—Pon un dragón —sugirió Dolus.

—Es una idea estúpida. De conocer mi oficio, sabrías que este sujeto adora los dragones. Dejaría de ser una pesadilla y pasaría a ser un sueño. No queremos que se divierta, queremos que se asuste.

Dolus bufó, en el rincón donde se encontraba sentado, observando la pesadilla, como si se tratara de una película en el cine.

—Esa serpiente hará el trabajo.

—Pero las serpientes son iguales a los dragones —se burló Dolus—. Tienen escamas y todo.

—Los miedos muchas veces son irracionales —explicó Oniros.

Observé, a través del cristal de la ventana, cómo el muchacho huía, temeroso de la serpiente.

—Aquí se está terminando la diversión, Dolus. Vayamos a buscar otra víctima —dijo Oniros.

Dolus se puso de pie de un salto y ambos salieron por la puerta de entrada.

—¡Oniros! —gritó otro de los hermanos, desde el exterior de la casa.

Se trataba de Tánatos, que se acercaba caminando hacia ellos.

—¿Qué quieres tú? —espetó Oniros.

—¿Puedo unirme a ustedes?

Me moví entre las casas y los edificios, procurando no hacer ruido para que no me oyeran. Se dirigían a la entrada de una casa vecina.

—No quiero más peleas, Tánatos —pidió Oniros.

—No vengo a eso. Quiero ver algún sueño bonito.

—De acuerdo. Ven.

Los tres ingresaron en la siguiente casa y luego a la habitación del nuevo soñador. Era una muchacha. Oniros comenzó de nuevo el procedimiento, pasando sus manos por encima de su cabeza y las imágenes flotaron, proyectándose en una esfera, mostrando lo que ella soñaba.

Aproveché que estaban entretenidos con el sueño y me propuse investigar el lugar. Me sentía “despierta” y en control y quise retomar mi investigación de ese mundo.

De pronto, comencé a escuchar un ruido que estaba fuera de lugar. Un sonido demasiado familiar. Alcé mi vista, miré hacia los lados… no podía determinar de dónde venía. Era un sonido repetitivo y demasiado molesto.

En ese momento me di cuenta de lo que era: la alarma de mi despertador. La estaba escuchando dentro de mi sueño. Estaba por despertar, ¡pero no quería hacerlo!

No hubo caso. Desperté, maldije mi móvil y apagué la alarma.

Había perdido mi oportunidad de moverme libremente por ese mundo. Deseaba al menos poder hacerlo de igual manera la siguiente vez que soñara.

Me di cuenta de que había dormido durante toda la tarde y durante toda la noche. Algo que jamás me había sucedido. Había perdido varias horas de mi vida real, pero también había aprendido algunas cosas acerca de los alados.

Así que comencé mi rutina, me levanté y me dirigí a la ducha. Al desvestirme para meterme bajo el agua, me percaté de que mi pierna izquierda sangraba. Era la pierna que me había cortado cuando me arrastraba en el bosque. ¿Había sucedido de verdad? Era demasiado extraño. No le di demasiada importancia y seguí con mi rutina matutina.

Esa tarde tenía terapia. Maquillé mis ojeras, pues no estaba descansando con esos sueños tan activos, pero no engañé a nadie. Angelica pudo notar mi cara demacrada. Seguí diciendo que lo único que necesitaba era la normalidad de la rutina para llegar cansada a casa, y así poder descansar durante la noche, y consideró la idea de permitirme volver al trabajo por media jornada, sólo de prueba, así que prometió hablar con mi jefe para hacerlo efectivo. También me pidió que siguiera trabajando los conflictos no resueltos de mis sueños y le dije que eso hacía, que no iba a faltar a mi palabra. En parte era cierto, estaba comprometida a resolver los conflictos que se habían presentado en mis sueños. Sólo tenía que encontrar la forma de permanecer más tiempo en ellos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *