Narrador omnisciente
Son más de las 10 pm cuando Norman llega a la mansión. Su madre continúa internada, pero su padre se encuentra en casa, su auto está estacionado en el garaje, al igual que el de Gaby.
En el día ya dio instrucciones a su abogado sobre la demanda de divorcio y al acuerdo económico que desea llegar con su esposa. También inició los papeleos para reconocer legalmente como su hija a Amelia y hacerla parte de su seguro de vida, entre otras cuestiones que el profesional le sugirió hacer para que la niña tenga todos los derechos.
Se queda unos minutos dentro del auto, pensando en la manera correcta de conseguir que la separación no sea tan brutal para Gaby. Su familia ya está al tanto de sus intenciones, así que solo debe lidiar con ella. Y tal parece que esa parte será la más difícil.
Con algo de pesar, baja, y se dirige hasta la entrada principal. Sube hasta su habitación y como se imaginó, Gaby lo espera, sentada en la cama.
—¿Cómo está tu hija? —dice con voz ronca. Norman se saca el abrigo y deja sus cosas en el buró antes de sentarse en el sillón.
—Está bien —Responde sereno. —De ella es que quiero hablar contigo.
—No te preocupes, tus padres ya me dijeron todo lo que necesito saber, porque a ellos si les dijiste y a mí que soy tu esposa, no.
—Creo que no hacía falta que te lo dijera, porque ya lo sabías todo ¿No es así? Por eso fuiste a buscar a Dora para enfrentarla y pedirle que se vaya.
—¡Esa mujer se metió en nuestra relación, Norman! ¿Qué querías que hiciera? Fue tu amante durante un año. Siempre nos llevamos bien, fuimos la pareja perfecta, hasta que ella apareció en tu vida y te alejó de mí. Y ahora está esa niña que pone nuestro mundo de cabeza. Nos vino a destruir.
—Esa niña, como tú la llamas, es mi hija Gaby, y Dora no sabía nada de mi compromiso contigo, le mentí. Te prohíbo que vuelvas a acercarte a ellas en ese plan. —Gaby no puede creer que él esté defendiendo a esa mujer a tal punto de echarse toda la culpa, ¿Tanto la ama? —Si hay alguien al que debes reclamar por esa traición es a mí. Y eso ni siquiera tiene sentido ya, porque no cambiará lo que siento, lo que he sentido por todos estos años por ella.
—Tú me amabas, Norman —Camina hasta él y cae sentada al piso entre sus piernas sollozando. —Nuestro amor no puede terminarse así como así, desde niños siempre me dijiste que estarías conmigo.
Se aferra a sus piernas tan fuerte que Norman no tiene de otra que dejarla estar. La mira con cuidado, analizando cada uno de sus movimientos y palabras, sin tocarla. Desde que Dora le dijo lo que había hecho, un pico de desconfianza nació en él con respecto a ella. Gaby siempre ha conseguido todo de él desde pequeña, porque él se lo permitía en su afán de protegerla y darle bienestar luego de la perdida de su madre, pero hubo ocasiones en que ella no le daba más opciones, lo manipulaba a tal punto de tener que aceptar lo que sea que le pida; sin embargo, todo eso no era relevante, como ahora.
—Sabes que no fue amor realmente, Gaby, sino cariño. Lo intentamos con otras personas y siempre terminamos volviendo el uno al otro por costumbre, no por amor. Porque era más fácil volver a lo mismo antes que intentar algo nuevo. Fue comodidad y el miedo a empezar de cero, lo que nos movió por todos estos años.
—¡No! Es amor, Norman, tú me amas, yo te amo —Lloriquea. —Aún podemos ser felices. Si traes a la niña yo puedo cuidarla como si fuera mi hija. Formar la familia que tanto soñamos entre los tres.
—No puedo creer que me propongas tal cosa —La poca paciencia de Norman se agota con gran rapidez. Se levanta del sillón y se separa de ella, ofuscado. —Estoy aquí tratando de ser sincero contigo, de que lleguemos a un acuerdo de manera adulta, pero no colaboras en nada, Gaby. ¿Qué te hace pensar que yo haré eso? ¿De verdad quieres volver esto una guerra?
—No tiene nada de malo, soy tu esposa y puedo cumplir ese papel.
—¡Nooo! No entiendes nada. Ya no quiero seguir con este matrimonio, y no lo hago solo por lo de mi hija y su madre, eso es independiente. Me iré de la casa esta misma noche, me instalaré en el departamento y no hay marcha atrás. Todos los trámites de nuestro divorcio lo hablarás con mi abogado.
Gaby empieza a llorar desconsoladamente ante la respuesta de su esposo. Se acerca a él, pero Norman se aleja nuevamente. En algún momento pensó que podían hablar civilizadamente, continuar con esa amistad que tienen desde siempre, pero tal parece que ella no está dispuesta a acceder a un plan pacífico.
Va hasta el armario y empieza a empacar sus cosas en una maleta mediana con lo necesario para poder vivir estos días, ya después se encargará de llevar todo.
—Norman, por favor, piénsalo bien —Ruega entre sollozos ahogados llegando hasta su posición. Su rostro está totalmente empapado de lágrimas y para Norman es obvio que está sufriendo, pero no pueden seguir con esta farsa solo por complacerla. —¿Qué pasará con todos nuestros planes?
Con un suspiro profundo, cierra su maleta y camina hasta ella. La abraza. Gaby no deja de llorar y eso le duele, después de todo no le gusta verla así, pero no hay nada que pueda hacer.
—Nunca me dejarás de importar porque eres una persona que representa mucho en mi vida —Le dice peinando su cabello rubio con sus dedos y tratando de reconfortarla. —Por favor, no hagas que eso cambie. Llevemos la fiesta en paz. No quiero perderte como amiga y como prima.
—No quiero eso. Te quiero a ti.
—Entonces no podemos tener nada —deja un beso en su frente y sale con su maleta en la mano. Se coloca nuevamente su abrigo y toma sus cosas que había dejado en el buró y baja. Afortunadamente, ella no lo sigue, o sería más difícil todo.
Su padre, sentado en el sofá de la sala, lo mira bajar, pero no parece sorprendido por su maleta. Deja el periódico que está leyendo a un lado y se levanta para caminar hasta él.
—Te fallé, papá. Al final, si la hice sufrir —Norman se pasa sus dedos por el cabello, frustrado y alicaído.
—Eso es inevitable, el error ya está hecho, Norman y lo único que queda por hacer es pagar las consecuencias de nuestros actos. Es normal que sufra, pero se le pasará y aprenderá a aceptar que ambos se equivocaron.
—Siento que todo se me complica.
—Espero que esta vez no pierdas el norte y pienses bien antes de tomar un paso y en las consecuencias que eso puede acarrear. Ya tienes una hija por quien velar, Norman, ya es hora que madures y pongas su bienestar incluso antes que el tuyo. No quiero que tu madre se preocupe por demás por ti, no está en condiciones de aguantar estas cosas.
La doctora le dio la noticia a Andrés hace dos días atrás de que la leucemia de su esposa está mucho más avanzada y que los tratamientos no habían dado el resultado que estaban esperando. Esa noticia le pegó en el alma y ni siquiera está seguro de que ocultárselo a Norman y Mariana sea lo correcto, pero ella le exigió llorando que callara y no tiene más opción que cumplir con su deseo. Le queda muy poco tiempo de vida.
Enterarse de ello, le abrió los ojos. Norman siempre tuvo razón cuando decía que dejó a su familia de lado mucho tiempo. Ahora está decidido a hacer que ella pase sus últimos días de manera amena, rodeada de toda la familia.
Vio en sus ojos la ilusión por su nueva nieta y hasta él se sintió extrañamente emocionado cuando lo supo. Está seguro que esa pequeña le dará las alegrías que tanto le hace falta luego de años de dolor y sufrimiento. Como si el mismo destino se hubiera encargado de traerlas hasta aquí en el preciso momento.
—Ve tranquilo, hijo, le diré a tu hermana que venga a acompañarla, estará bien —dice tomando el hombro de Norman.
Norman asiente y sale hacia su nuevo destino. Ya es casi media noche cuando llega y lejos de acostarse a dormir, luego de ducharse, se queda lo que resta de la noche pensando en Amelia y Dora. Su vida está cambiando mucho en estos pocos días.
Si alguien le hubiera avisado que todo esto pasaría nunca lo hubiese creído.
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