Norman Stone
—¿Dónde conseguiste este avión? —Pregunta con un jadeo cuando llegamos hasta el aeropuerto. A último momento decidí prestar uno de los aviones privados de mi padre para nuestro viaje, claro, sin que él sepa exactamente su uso verdadero. —Nunca había subido en uno tan hermoso, Norman. Debe ser muy caro.
—Es un vuelo privado, lo alquilé para que nos lleve hasta México —Miento. Tomo su maleta y le paso a Míriam, la asistente de vuelo, quien hace un asentimiento hacia nosotros a modo de saludo. Había quedado con el piloto y los asistentes que debían ser discretos frente a Dora y por supuesto no hablar de mis destinos con mi padre. Él cree que lo usaré para una ayuda comunitaria.
—Es muy lujoso —Menciona. No sale de la impresión cuando hacemos un recorrido adentro. Su rostro me causa diversión y ternura al mismo tiempo. Parece una niña feliz por su nueva experiencia.
Estos días he pensado mucho en ella, en lo que será de nuestras vidas cuando me vaya, de cómo se sentirá, de cómo me sentiré yo, si alguna vez conseguiré olvidarme de ella y amaré a Gaby como la amo a ella, si seré capaz de sentir con Gaby todo lo que siento con Dora, si cuanto tiempo me tomará acostumbrarme a mi nueva vida y cuanto le tomará a ella olvidarme.
Pensar en el futuro me revuelve el estómago y a la vez me llena de celos. No quiero pensar en la posibilidad que otro hombre la vaya a conquistar y a amar. La tendrá para él y yo estaré lejos con otra persona sin poder remediarlo.
Es absurdo, lo sé, pero cuando al fin te das cuenta de cuanto amas a alguien, nada es racional, en especial porque yo también estaré en brazos de otra mujer, pero deseando estar aquí con ella.
Yo amo a Dora. Al principio me costó darme cuenta de lo que realmente sentía por ella, pero ahora no me cabe la menor duda de lo que siento. La amo.
—Señor Stone, despegamos dentro de diez minutos, es importante que ya estén sentados y con sus cinturones de seguridad puestos, por favor —Me informa Míriam antes de volver a la cabina.
Ayudo a Dora a instalarse en su asiento y colocarse el cinturón. Yo me acomodo en el asiento del frente sin dejar de observarla. Esto es lo más parecido a una luna de miel para nosotros y me aseguraré que ambos lo recordemos toda la vida.
Cinco horas después llegamos a nuestro primer destino y nuestra aventura juntos comienza.
Pasamos dos semanas enteras en la Riviera Maya. Las dos semanas más intensas de mi vida, diría yo. El hotel donde nos hospedamos es hermoso y la vista de la playa, exquisita, aunque no es temporada de calor en México, hay muchas otras actividades y lugares turísticos y el tiempo del que disponemos no es suficiente para disfrutar de todo. Todos los días son increíbles y únicos. Nunca me había sentido tan pleno en mi vida.
Nuestro siguiente destino por dos semanas es Costa Rica, otros dos semanas en Brasil donde sí aprovechamos el calor y la playa de Copacabana y los últimos tres días de nuestras vacaciones en la Argentina.
Ella me pidió volver a casa el 23 de diciembre, para pasar la noche buena con sus padres, por lo mismo ahora estamos de regreso.
La ayudo a instalarse en el asiento del avión como cada vez que debemos partir, pero hoy la siento ida, extraña y sin la emoción que me demuestra en cada viaje.
No quiero pensar que sea debido a lo poco que falta para irme.
—Hace calor en Buenos Aires en esta época —Comento para iniciar algún tipo de conversación con ella cuando nuestro avión está despegando. —¿Te gustó estar aquí? El clima es muy parecido al de Asunción.
—Todos los lugares estaban hermosos, Norman. Lo disfruté mucho. Gracias.
—¿Avisaste a tus padres que llegamos hoy? —Me acerco un poco para tomar su mano y entrelazar nuestros dedos.
—No. Quiero darles una sorpresa.
Su mirada está fija en la ventanilla del avión, aunque sus pensamientos parecen perdidos en algún universo alterno.
El viaje es muy corto. Casi dos horas después ya llegamos al mismo aeropuerto donde partimos hace aproximadamente 7 semanas buscando una felicidad que si encontramos.
Manejo el auto hasta el departamento y lo primero que hacemos al llegar es entrar a la ducha juntos.
Después de todo este tiempo fuera, compartiendo con mucha gente nueva y desconocida, entre el bullicio y bullicio, estar aquí se siente realmente bien.
—¿Cuándo quieres ir a ver a tus padres, amor? —Beso su hombro desnudo debajo de la ducha. Continúa muy callada y eso me exaspera.
—Hoy a la tarde.
—¿Volverás a la noche?
—De eso quería hablar contigo, Norman. Dormiré ahí esta noche y mañana ayudaré a mamá con todo lo de la cena e iré a visitar a Lucy. Luego de la cena, iremos a la casa de mi tía, como cada año. No podré volver hasta después de navidad.
—Entiendo —Trato de sonreír a pesar del nudo que se forma en mi garganta.
Vuelvo a besar su hombro. La tuve tanto tiempo solo para mí que es justo que ahora comparta tiempo con su familia, aunque me gustaría estar con ella estos últimos días.
Luego de nuestro ritual de baño, la ayudo a secarse el pelo, como siempre. ¿Mencioné que su cabello negro y largo es lo que más adoro de ella?
Ya sentado en el sofá, la observo vestirse y preparar su bolso donde coloca algunas de las tantas ropas que compramos en el viaje, junto con los recuerdos que colectamos de cada país para sus padres y para Lucy.
—Hay algo que quiero darte antes de que te vayas, Dora —Me levanto del sofá y camino hasta el armario. Saco un portafolios donde tengo guardado algunos documentos importantes desde antes de irnos de viaje.
—¿Qué es eso? —Pregunta cuando me ve rebuscando entre algunos papeles y sacar un sobre de manila.
—Es mi regalo de navidad para ti —Tomo de su mano y la atraigo a mi regazo. —No nos veremos mañana y creo que es mejor dártelo ahora.
—No es necesario un regalo, Norman. Suficiente con el viaje que tuvimos. —Mira mi mano con el ceño fruncido, sin atreverse a tomarlo.
—Si, mi vida. Es necesario.—Pongo el sobre en su mano. —Son las escrituras de este departamento y del auto. En realidad no los alquilé, las compré a tu nombre. También está adjunto el depósito del salario que me pagaron en la clínica en este año.
—¡¿Qué?! ¿Por qué hiciste eso?
—Mi ida está prevista para dentro de cinco días, Dora. Dejo todo esto para ti. En compensación de todo lo que vivimos juntos.
—¿Compensación? ¿Estás tratando de pagarme por el tiempo que estuvimos juntos? —Se levanta y camina furiosa hasta la ventana, su lugar favorito cada vez que discutimos. La sigo. —¿Alguna vez te pedí compensación por algo? ¡¿Qué te pasa, Norman?!
—No malinterpretes las cosas, amor.—Intento acercarme, pero me esquiva poniendo su mano como escudo. —No es un pago, es un regalo. Nadie más que yo sé el esfuerzo que pasas día a día. Este departamento te queda cerca de tu trabajo, de la facultad. Los compré pensando solo en ti. Mi intención desde un principio fue dártelo y ayudarte para que te fuera más fácil salir adelante y cumplir tus sueños. A mí no me hacen falta.
—Sabes que no me gusta que hagas eso…
—Mi amor —Llego hasta ella y la abrazo muy fuerte. Puedo sentir el temblor de su cuerpo contra el mío. Está enojada. —Necesito que te quede claro que eres el amor de mi vida. Te amo, Dora, y a pesar de que me voy dentro de poco y no volveremos a vernos, quiero que te quede claro lo que significas para mí. Quiero irme sabiendo que estarás bien, que no te hará falta nada.
—No quiero —La obligo a mirarme a los ojos a pesar de su negativa. —Me harás falta tú, no tu dinero.
—Mi amor —Repito dejando un beso corto en su frente. —No me hagas esto, por favor, te lo pido. Hablamos de eso muchas veces. Aquí vivimos los mejores momentos, todo lo que hay aquí lo hicimos juntos, es nuestra casa, no la rechaces.
—Lo sé —Una solitaria lágrima rueda por su mejilla. —Pero es mucho.
—Si decides venderlo cuando me vaya, es asunto tuyo, pero quiero que lo pienses bien.
Asiente y me rodea el cuello con ambos brazos antes de unir mi frente a la suya.
—Te amo —Una declaración que nos hemos hecho miles de veces en estas últimas semanas; sin embargo, cada vez se siente mejor que antes.
—Yo también te amo, preciosa —Dejo besos cortos en sus mejillas.
Después de un beso, largo, profundo y mojado, la llevo hasta su casa.
Cuando regreso al departamento me siento muy solo. Supongo que ya debo acostumbrarme a su ausencia. Debo ser consiente que esto es lo que me espera en Alemania.
Abrumado, por tantos sentimientos encontrados, voy hasta el despacho y empiezo a planificar todo para el año que viene. Necesito mantener mi cabeza ocupada en algo y ocuparme de asuntos concernientes a la clínica que pronto voy a dirigir es un buen plan.
Cansado y agotado me quedo dormido sobre el escritorio.
2 respuestas a «🔒 Capítulo 24»
Esperando el próximo capítulo por qué está tan emociónate
No hay que resignarse
A perder al verdadero amor