Categorías
Doctor Stone

🔒 Capítulo 21

Log in or Register to save this content for later.

Pandora Muller

—¿Esperas a alguien? —Yo soy la primera en reaccionar, pero él se nota tan sorprendido como yo. —¿Pediste algún delivery?
—No. No pedí nada. —Se levanta conmigo en brazos y me coloca en el piso. —Seguramente alguien se equivocó de piso. Espérame en el comedor, iré a ver quien es.
Deja un beso corto en mi boca antes de caminar hasta la entrada. Yo hago lo mismo hacia el comedor, pero una voz que reconozco bien, me detiene a mitad de camino.
—Hola, de nuevo, Norman. Disculpa que haya vuelto sin avisar, pero perdí mi arete, y vine a preguntarte si lo has visto por ahí.
«¿Hola de nuevo? ¿Haya vuelto sin avisar? ¿Perdí mi arete?» miles de preguntas empiezan a rebotar en mi cabeza mientras un nudo se me forma en la garganta. ¿Qué significa esto? ¿Por qué esa mujer habla de ese modo tan íntimo con Norman? ¿Y qué es esa forma de comportarse con él, tan sonriente?
Me doy la vuelta y mi mirada se encuentra con la de Norman. No sé como sentirme con respecto a esto que está pasando y él parece notar mi conmoción. La situación es obvia, hay algo entre ellos que estoy ignorando.
—Hola, Pandora —La profesora me saluda de lo más normal como si nada estuviese pasando. Asiento hacia ella sin mucho ímpetu.
—Profesora Bo —Mi voz sale algo ronca. —Buenas noches.
—¿Dónde crees que pudo haberse caído? —Pregunta Norman rompiendo la tensión entre nosotras. —No vi nada.
—Por favor. Es urgente que lo encuentre. Es una herencia de mi abuela, no quiero perderlo —Chilla la mujer tomándolo del antebrazo. La amargura en mi estómago aumenta a mil por segundo. —Creo que está en la habitación, recuerdo haberlo tenido cuando estaba ahí.
«Mierda» «Tranquila, Dora. Respira profundo» me insto mentalmente y me siento en la silla, paciente, esperando que la susodicha haga todo lo que tenga que hacer y se vaya.
Escucho que ambos van hacia la recámara y mis ojos se empiezan a aguar. No me puedo permitir que alguno de los dos me vea herida o inconforme. Me niego rotundamente a darles alguna razón para que crean que soy débil. Respiro profundo y me recompongo.
Poco tiempo después se oye su risa por todo el salón, externando su alegría por encontrar su tesoro perdido.
«Estúpida»
En ese punto ya no escucho nada. Cierro mi mente a todo lo que pueda estar pasando y me concentro en lo tonta que me veo con mi juego de camisón nuevo, totalmente sexy y totalmente ignorada. Solo la puerta cerrándose me saca de mi ensoñación y las pisadas de Norman llegando hasta la cocina unos segundos después.
—¿Quieres más vino? —Deja un beso en mi cabeza que se siente exactamente como el beso de Judas en este preciso momento. No debo sentirme engañada, pero tontamente lo hago.
Niego sin decir una sola palabra y él empieza a servir los platos de espaguetis.
Nadie dice nada durante la cena. Mi plato está como lo sirvió y mi estómago está revuelto, no quiero comer nada.
—Tengo sueño —digo dejando mis cubiertos a un lado y sin haber comido un solo bocado. —Iré a dormir.
Intenta decir algo, pero no me quedo a averiguar qué es, simplemente voy directo a la habitación y tomo una de las píldoras para dormir que tengo para mis días de jaqueca. No quiero estar despierta cuando entre por esa puerta.
—¿Fuiste capaz de romper nuestro trato de exclusividad? —me pregunto en un susurro, pero está claro que él no está aquí para responderme. —No puedo creer que me hayas hecho esto, Norman. Estoy decepcionada.
Me cepillo los dientes y entro la cama.

(…)

Mi alarma suena y me sobresalto por el sonido agudo que me taladra las sienes.
Me levanto aturdida. A mi costado, Norman duerme profundamente.
Tomo mi cabeza entre mis manos y resoplo. Realmente duele y ni siquiera sé por qué.
Me tomo unos segundos para dispersarme y finalmente me levanto. Todavía es temprano, pero quiero salir de aquí antes que él despierte y terminemos discutiendo por algo que no tiene sentido.
Voy hasta la ducha y no me demoro demasiado, tampoco en vestirme, me pongo un conjunto deportivo y ya, lo único que quiero es salir lo antes posible.
Cuando estoy lista, tomo mi cartera y salgo. No dejo ni una nota, ni un mensaje, nada. Él siempre ordenó que todo fuera así, y hoy no tengo ganas siquiera de hablar con él.
Mientras bajo por el ascensor me doy cuenta de que es demasiado temprano para ir a casa. Mis padres seguramente van a preguntar qué sucedió, se van a preocupar y no quiero eso. Tampoco puedo ir a lo de Lucy, es domingo y apenas 6 am.
Esto se me está complicando mucho.
Volver al departamento no está en planes, así que le doy pecho a la calle. Camino por un tramo largo, ni siquiera sé por cuanto tiempo, hasta que llego a una cafetería que se encuentra abierta. Lo mejor que podía sucederme justo ahora.
Para mi suerte está sin clientes y la atención es inmediata, pido un café negro, fuerte, y me lo traen enseguida.
Me quedo un largo rato. Repito el café dos veces, hasta que me decido y llamo a mi amiga.
Ella me pide que vaya a su casa y así lo hago. Tomo un taxi y en 20 minutos llego. No sé como contarle lo de la profesora y Norman sin parecer una tóxica celosa, pero necesito desahogarme con alguien o me voy a volver loca.
—Buenos días —Abre la puerta. Ella continúa en bata y no la culpo, es domingo y apenas pasan de las siete de la mañana.
—¿No te molesto? —Me abrazo a ella y el nudo que tenía desde anoche en la garganta, se acrecienta.
—Tú nunca molestas, Dora. No vuelvas a preguntar tal estupidez. —Me da unos golpecitos en la espalda. —Mejor pasa, voy a preparar un café para nosotras y a charlar.
—¿Tu marido no se va a enojar porque vine tan temprano? —Miro hacia la escalera, avergonzada con ella.
—No te preocupes por él —Me alienta a seguirla a la cocina. —Los domingos se despierta muy tarde. Los niños también porque se la pasan jugando en la computadora y duermen ya llegada la madrugada.
—Disculpa por despertarte, amiga. No quería ir a casa, ya sabes, mis papás van a hacer preguntas y no tengo ganas ni fuerzas para contestarlas.
—Hiciste bien en llamarme, Dora. Para eso somos amigas.
Empieza a preparar el desayuno mientras yo le cuento con lujos de detalles todo lo sucedido. Ella no puede creer que Norman sea capaz y no la culpo, yo tampoco lo pensaba hasta anoche, nunca me pasó siquiera por la cabeza que él pudiera estar con otra mujer cuando me pidió exclusividad.
—Esa mujer, la vi antes —dice mi amiga cuando vemos algunas fotos en el perfil de Instagram de la profesora Beatriz. —Estuvo dos veces en el hospital. De hecho, yo misma la atendí la primera vez cuando me preguntó por el consultorio de tu papurri. Con decirte que la llevé y todo.
Con esto no me cabe duda que mis sospechas son ciertas. Ellos se han estado viendo a escondidas de mí.
—Te lo dije, Lucy. Todo es muy raro. —Mi corazón se empieza a apretar con esta nueva revelación.
—Estuvo ahí el tiempo de consulta y luego se fue. Al menos yo no vi nada raro —Agrega, pensativa. —Pero de ahí, a que vaya a su departamento y cuando tú no estas es otra cosa. No es lo mismo y si da para pensar mal.
Asiento con mucho pesar. Es cierto, una cosa no tiene que ver con la otra y nadie me saca de la cabeza que hay algo raro.
Pese a lo mal que me sentía cuando llegué aquí, Lucy consigue despejar mi mente. Pasamos todo el día, viendo películas, tomando helados, jugando cartas, viendo memes en las redes, hasta que llega la noche y decido ir a casa de mis padres.
La ventaja es que queda solo a unas cuadras, por lo que una vez más me voy caminando.
Abro la puerta y los veo a ambos, sentados en el sillón viendo una película. Los dos me miran extrañados cuando me notan.
—Dora, ¿Qué haces aquí? —Pregunta mi madre desde el sofá. —No te esperábamos.
—Hola, pas —Pongo mi mejor semblante o al menos lo intento. —Quería poner en orden mi habitación y como desde mañana tengo examen, decidí hacerlo hoy. ¿Hice mal en venir?
—¡Claro que no, Hija! —Contesta mi papá. Ambos sonríen cómplices. —¿Por qué estaría mal que vengas a tu propia casa?
—Gracias —Suspiro hondo. —Los dejaré solos de nuevo para que terminen su película. Iré a acomodar mis notas y libros mientras llega la hora de cenar.
—Voy contigo enseguida, hija —Grita mi madre cuando subo corriendo por las escaleras.
—Te espero, mami.
Entro a mi cuarto y toda la pesadumbre del día me cae encima como un camión de cemento. Saco mi celular de la cartera y como imaginé, no hay un solo mensaje de Norman, tampoco una llamada perdida, nada durante todo el día. Es obvio que no le interesa explicarme nada y tampoco que haya desaparecido precisamente el día de su cumpleaños sin siquiera felicitarlo.
Me tiro a la cama y pienso si sería correcto al menos enviarle un mensaje de felicitaciones, pero no quiero que piense que quiero iniciar una conversación con él.
Quiero estar en paz solo por hoy, no pensar, necesito volverme fuerte.
—¿Sucedió algo entre tu novio y tú? —La voz de mi madre me sobresalta. —¿Quieres contarme lo que pasó?
—Mami, no te oí entrar —Me levanto y me siento en la cama para mirarla.
—No contestaste mi pregunta, Dora —Se sienta a mi lado y toma mis manos.
—No pasa nada, mami.
—Te parí, Dora. Te conozco más que a mi misma, no me puedes mentir. Apenas te asomaste por la puerta, vi en tus ojos que algo no andaba bien. ¿Peleaste con tu novio?
—Es que ese es el problema, mami —Un suspiro pesado se me escapa. —Él no es mi novio.
No sé que es peor, si la cara de confusión y enojo de mi madre o todo lo que tengo para contarle.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *