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Bajo el hechizo del príncipe Bajo el hechizo del principe 2

🔒 Capítulo 103: Un acuerdo…

—¡Majestad! —Llamó uno de los guardias con pasos apresurados intentando alcanzar a Karim, que solo quería alejarse de aquella caja jaula donde encerró el monstruo que era Fátima Al Thani. —¡Majestad, por favor, majestad ahora debemos seguirlo a todas partes por su propia seguridad!

—¡Quiero estar solo Jasad, solo! —rugió Karim exasperado y todos los guardias se detuvieron en seco a mitad del pasillo que llevaba al despacho que perteneció a Hudad Al Thani. —Todavía no soy vuestro Emir oficialmente, y me gustaría tener algo de paz antes de asumir mis nuevas obligaciones como presidente.

—Lo único que queremos es servirle mi señor. —se justificó el que era ahora su nuevo jefe de la guardia real. —Nuestro trabajo es dedicar nuestras vidas a proteger al hombre más importante de este país, usted, por favor permítanos cumplir con ese honor.

—Mi deseo es estar solo Jasad, tengo derecho a descansar después de todo lo que ha sucedido en estos días y quiero hacerlo lejos de todo…de todos. —contestó Karim con firmeza pensando en su mujer y en sus hijos, pues ansiaba estar con ellos.

Jasad dio un paso hacia atrás inclinando la cabeza ante su jefe. Solo le restaba acatar las órdenes del nuevo Emir sin rechistar.

Luego de dejar atrás a la Guardia Real, Karim se dirigió a la puerta del despacho mientras las luces del palacio se iban apagando de una en una, en señal de respeto por la situación que estaban atravesando la familia Al Thani.

Aquella era una noche oscura para la familia real, pues por primera vez el brillo de la dinastía más poderosa del Oriente desaparecía ante el mundo y sus secretos más obscuros salían a relucir.

Con la mano en el pomo de oro, Karim observó la primera lágrima que cayó de sus ojos mojando la tela de su traje.

Detrás de esa gran puerta había muchos recuerdos que él quería borrar. La dureza de su padre cuando le enseñaba a ser un príncipe, sus exigencias, sus amenazas y la falta de amor que nunca hubo en su infancia. Todo era muy doloroso, el peso del poder era peor de lo que el príncipe heredero se había esperado. Pero en ese preciso momento no estaba tan solo como había deseado.

Karim sintió la sombra de alguien a su espalda, entonces suspiró con cansancio. Sabía perfectamente quien era y que el momento de estar unido a esa persona había llegado.

—¿Eres mi condena verdad, Farid? —masculló sintiendo la mano del hombre sobre la suya y lo vio girar el pomo de la puerta abriéndola para darle paso.

—A partir de ahora seré tu sombra, estaré conectado a ti hasta los últimos días de mi vida…ese es mi juramento. De mí no podrás librarte como lo estás haciendo con los demás. —contestó Farid colocándose delante de la puerta para mirarlo de frente. —Cuando entres en ese despacho, borra cualquier cosa que esté relacionada con tu padre. Ahora todo esto es tuyo, majestad y puedes tomar pose de ello como se le pegue la gana. —anunció y Karim apretó los dientes soportando las lágrimas de tristeza antes de entrar.

En el centro del ostentoso despacho, repleto de obras de arte y todos los lujos que rodeaban a Hudad Al Thani, Karim pasó la mirada por cada centímetro reviviendo cada maldito recuerdo. En sus ojos Farid supo lo que deseaba hacer realmente y le entregó un palo de golf hecho entero de oro que perteneció al anterior Emir.

—Es tuyo mi señor, puede destruirlo si así lo desea, esa es la única manera de esfumar el rastro que dejó su padre entre estas paredes. —dijo Farid seguro de que eso era lo que el heredero necesitaba.

Entonces Karim tomó el palo en sus manos, después el hombre se apartó dándole al joven el espacio que necesitaba para desahogar su ira.

Fue como un huracán pasando por cada estantería. Un terremoto que no tenía la intención de dejar nada en pie. Cada estatua que decoraba aquel despacho sintió la ira que el último varón de la familia Al Thani cargaba en su corazón. Entre lágrimas, gruñidos, maldiciones e ira, Karim empezó a destruirlo todo.

Karim se detuvo en frente del enorme cuadro donde se veía ilustrada la imagen imponente de su padre, agarró el palo con más fuerza con las dos manos y descargó su rabia en aquella imagen. Hasta que el marco cayó al suelo revelando lo que había detrás de él. Una pequeña caja fuerte con el blasón de su familia por la cual Karim deslizó la punta de sus dedos, mirándola con curiosidad.

—Esta caja no estaba aquí antes, estoy seguro de jamás haberla visto, sino lo recordaría. —dijo con la respiración convulsa. Sus hombros subían y bajaban frenéticamente después de esa sorprendente descarga de energía y odio hacia sus propios recuerdos. —¿Sabes cuál es la contraseña? —preguntó girándose para ver a Farid que asintió curvando sus labios en una fina línea.

—La contraseña es la fecha del nacimiento del mayor regalo que Emir pudo haber recibido en toda su existencia. —respondió y Karim bajó la cabeza con tristeza, pues así era como su padre se había referido a él durante varios años, luego volvió a mirar la caja con desconfianza.

Algo en su pecho le decía que el contenido de aquella caja fuerte no sería de su agrado, pero bien como le había dicho Farid, ahora ese despacho era suyo, por lo tantos todos los secretos que habían en él también.

Pero todo lo que escondía Hudad, todos sus pecados, sus acuerdos con los demonios que caminaban sobre la tierra eran mucho peor de lo que Karim podría haberse imaginado.

—¡Maldito infeliz! —se envaró Karim lanzando lejos algunos documentos y regalos especiales que Hudad escondió por mucho tiempo, luego echó una mirada interrogante a Farid. —¿Sabías que mi padre estaba involucrado con la peor lacra que camina sobre este mundo?

—¿De verdad me lo estás preguntando? —rebatió Farid con tono sarcástico y Karim gruñó furioso. —Mi trabajo era seguir a tu padre, acompañarlo y jamás abrir la boca sin su autorización. Hudad Al Thani tiene pecados suficientes para pasar la eternidad entre las llamas del infierno y aún así sería poco para pagar todos sus crímenes, pero aún no has visto el peor de ellos.

Farid se acercó a la caja fuerte y sacó de su interior una carpeta de cuero, acompañada de una pequeña bolsa aterciopelada del mismo color y las puso sobre el escritorio delante de Karim.

—¿Qué es esto Farid? —preguntó Karim temiendo la respuesta, pero el hombre apenas abrió la carpeta enseñando los documentos, el horrible acuerdo que había allí guardado durante años.

Karim empezó a leer una a una cada hoja y mientras sus ojos paseaban por los puntos principales de aquel contrato, más se horrorizaba con sus cláusulas.

—¡No! —exclamó Karim apartando las hojas, se levantó y empezó a dar vueltas por el despacho con las manos en la cabeza. Aquello era como volver a una terrible pesadilla. —¡Mi padre no pudo haber sido tan miserable al punto de volver a hacer algo así, Farid!

—Conoces bien a tu padre, ¿estás seguro de que Hudad no sería capaz de volver a hacerlo para tener más poder? —cuestionó su hombre de confianza y Karim tomó las hojas en la mano, las puso sobre la basura y encendió un mechero que había sobre la mesa, pero Farid lo impidió de cometer aquella locura. —¡No lo hagas! —demandó. —¡Seguramente existirá en alguna parte del mundo otra copia de este acuerdo, destruir la que tienes podría ser un error irreversible!

Karim lanzó sobre la mesa aquel infeliz acuerdo y tomó a Farid de la camisa con brusquedad.

—¿¡De quién es esa firma Farid!? —inquirió, y el hombre notó la tensión de sus músculos, la indignación y el terror en sus ojos. —¡Habla, dime quién firmó ese acuerdo con mi padre!

—No tengo la menor idea Karim, sea quien sea no permitió que tu padre estuviera acompañado en el momento que aceptó ese trato. —respondió Farid apenado. —Lo siento hijo, pero en esto no puedo ayudarte.

—¿Sabes lo que significa esto, en qué situación me pone este maldito acuerdo? —gruñó Karim sintiendo como su sangre hervía en sus ventas por la rabia. —¿A lo que me obliga a hacer?

—Por supuesto que lo sé, y no sabes cuanto me gustaría impedirte de cumplir con ese acuerdo, pero está hecho Karim, no hay nada que se pueda hacer evitarlo. —afirmó Farid y Karim lo soltó abruptamente.

—¡No, no está hecho y no pienso cumplir con lo que el hijo de puta de mi padre decidió sobre una vida que no le pertenece! —escupió Karim y después salió del despacho con una desesperación sobre sus hombros que iba a volverlo loco.

Karim se dirigió a la planta superior del palacio, una planta que ya estaba prácticamente vacía, donde apenas una persona ocupaba las habitaciones que habían pertenecido a los herederos de la familia Al Thani.

Al abrir la puerta de una preciosa habitación llena de flores, Karim vio a Dalia durmiendo plácidamente en su cama, ajena a toda la maldad que había en aquel palacio, de los malnacidos que la vida les había dado por padres y del futuro que habían reservado para sus hijos sin importarse con su felicidad.

Sobre la mesita de noche había una foto, Dalia con tan solo cinco años en los brazos de Karim y al lado estaban Farah y Amín. Esa única imagen de sus hermanos juntos saltó las lágrimas del Emir.

Karim se sentó en la cama al lado de su hermanita y pasó las manos por su cabello. Era una niña hermosa, un pequeño ángel que él debía proteger, aunque para esto iba a tener que tomar una decisión que rompería su alma.

Después de una hora entera velando el sueño de Dalia y dando vueltas en sus pensamientos Karim tomó una dura decisión. Entonces con todo su dolor, indignación e impotencia se dirigió al jardín.

Delante del lago, con lágrimas en sus ojos, el nuevo Emir hizo una llamada a alguien de su pasado.

Karim tuvo que esperar varios minutos antes de que la persona al otro lado decidiera contestar. Seguramente la mujer al otro lado de la línea había tenido que armarse de valor para tomar su teléfono y aceptar la llamada de un amor que había dado por perdido.

—¿Karim, eres tú? —preguntó una voz que sonaba rota, triste y débil.

—Amanda, sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero por favor tienes que tomar un vuelo a Arabia Saudí lo cuanto antes… —respondió Karim con el corazón en la mano, deseando estar entre los brazos de Rania, pero en ese momento estaba solo.

—¿Karim ocurre algo, estás bien? …¿tu padre te hizo daño?… —inquirió Amanda nerviosa.

—Solamente tienes que saber que te necesito, ahora mismo te necesito más que nunca, Amanda…

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🔒 Capítulo 102: ¡Larga y solitaria vida a la Emira!

—¿De qué estás hablando…cómo que… cómo que tus… tus hijos? —balbuceó Fátima ansiosa.

—Por favor, madre, no te hagas la loca cuando sabes perfectamente de lo que te estoy hablando. —escupió Karim acortando la distancia con su progenitora y Fátima retrocedió. — Sabías que Rania estaba embarazada y por eso querías matarla. Acabar con mi mujer y con mis hijos para no perder tu lugar en este palacio. Eso es algo que no podrías soportar, pero se acabó.

Fátima llevó la mano a su pecho con un gesto dramático. No iba a permitir que Rania quedará cómo una víctima ante su hijo y ella la villana.

—No sé que mentiras te habrá contado esa mujer, pero yo tengo pruebas de que ella te engañó con otro hombre. —rebatió y Karim hizo una mueca. —Ella te traicionó con otro hombre, hijo. En el mercado y en la gala de tu empresa. Ese bastardo…o esos mocosos que está esperando no son tuyos… ¡Rania es una zorr…

—¡Cállate madre! —bufó Karim asqueado con la hipocresía de Fátima. —No permitiré que le faltes al respeto a la mujer más importante de este país. Porque Rania volverá a ser mi esposa y en mi corazón ella siempre ha sido la verdadera Emira de este país.

—¡Te has vuelto completamente loco si crees que entregaré mi lugar a esa odalisca… esa hechicera que logró manipularte con sus engaños! —bramó Fátima completamente en cólera, porque estar por debajo de Rania era algo inaceptable para la madre de Karim. —¡Yo soy la Emira de este Emirato y seguiré siéndolo ante los ojos de todos hasta que me muera, lo quieras tú o no!

 —Mi palabra ahora es ley, mis deseos, mis decisiones serán la mayor prioridad en esta tierra a partir de ahora. —Karim cerró la chaqueta de su traje, tomó aire y miró a su madre a los ojos con total frialdad, que era lo único que se merecía. —Ya no eres nadie en este palacio Fátima, de la misma forma que cayó Hudad Al Thani, tú también caerás.

—¡No puedes condenar a la mujer que te dio la vida! —exclamó Fátima furiosa. —¡Alá jamás te dará su perdón si muero por tus manos!

—¿La mujer que me dio la vida? —Karim sonrió con sarcasmo y dio un paso hacia su madre. — Yo solo me sentí realmente vivo el día que me enamoré de Rania… Para mí, ella es la mujer que me dio el soplo de vida que necesitaba. Gracias a ella ahora sé mi lugar y la misión que tengo en la vida. Ella es mi todo, algo que tú jamás serás.

—¡Soy tu madre, niño mal agradecido! —Escupió Fátima enfrentándolo y agarró la solapa de su traje sin importar las consecuencias. —Sacrifiqué muchas cosas por ti, incluso mi libertad, mi juventud y hasta…

—¡Hasta tu propia alma! —se adelantó Karim apartándola de él, su toque le causaba repulsión. —Eres una asesina fría y calculadora, una amenaza para cualquiera que viva bajo este techo. Un monstruo como tú no puede estar en libertad.

—¿Me vas a condenar a la muerte como lo hiciste con tu padre? —lo increpó con un gesto de desprecio. —¿Serás capaz de ver cómo asesinan a la mujer que te alimentó y que cuidó de ti?

—No me hagas reír con tus dramas Fátima, sabes perfectamente que nunca fuiste una madre de verdad. Tuve muchas madres entres las criadas de este palacio, pero tú nunca estuviste entre ellas para cuidar de mí, ni de ninguno de tus hijos. —Karim le dio la espalda, pero Fátima se agarró a su brazo suplicando por piedad, que el Emir ignoró por completo. —¡Guardias!

Los guardias entraron en la habitación y tomaron a la Emira de los brazos para separarla del Emir. Una mujer como ella ya no era digna de estar en la presencia de Karim, y él se certificaría de llevarla a un lugar donde nadie más tendría que soportar su cercanía.

Por todo el palacio se escuchaban los gritos de la Emira rogando por su vida, pero la respuesta fue el frío y duro silencio. Karim no volvió a pronunciar palabra, apenas guiaba a los guardias que arrastraban a su madre.

En el subsuelo del palacio Karim ordenó que se preparara algo especial para su madre y la mirada de Fátima reflejó su horror al ver el destino que su hijo había elegido para ella. —¡No, no puedes hacerme esto… esto es lo más cruel que le podrías hacer a tu madre! —dijo Fátima horrorizada mirando la habitación oscura que solo tenía un pequeño tragaluz por donde entraba algo de luminosidad. En la estancia apenas había una cama y algún que otro mobiliario antiguo.

—Nadie tendrá que volver a verte Fátima, si depende de mí, aquí pasarás los últimos días de tu vida. —masculló Karim con la mirada perdida en alguna parte de aquella habitación que en realidad era la peor de las cárceles. —Estas cuatro pareces ahora serán tu vida, lo que tú misma has elegido para ti.

Los guardias soltaron a Fátima dentro de la habitación, después cerraron las rejas que habían en la puerta.

En el interior Karim vio por primera vez el verdadero rostro de su madre. Ella lo miraba con todo su odio, un rencor que él podía sentir quemando su piel.

Los guardias empezaron a levantar un muro sellando aquella puerta, dejando tan sólo una pequeña abertura debajo por donde entregarían cada día la comida de la Emira. Karim la estaba condenando a vivir encerrada, pero no a morir de hambre.

Fátima se acercó a la puerta, se agarró a los barrotes, que la separaban de su primogénito mientras los bloques de ladrillos se levantaban entre ellos, miró dentro de los ojos de Karim y proclamó.

—¡Yo te maldigo Karim Al Thani, jamás tendrás paz en tu vida y de la misma manera que encontraste en el amor mi destrucción, tus hijos te harán lo mismo! —Fátima pegó la frente en los barrotes para acercarse más. —Nunca encontrarás la paz, ni tú ni tu descendencia. Un día un monstruo peor que yo aparecerá para destruir todo lo que más amas.

Karim tocó la mano de su madre respondió con la voz calmada a toda la rabia y resentimiento que había en sus palabras.

—Alá me maldijo el día que te eligió para ser mi madre. ¡Larga y solitaria vida a la Emira!

Karim le dio la espalda escuchando como Fátima hacía rezos que para muchos eran considerados brujería. Sin saber que al otro lado del continente árabe, esa maldición que Fátima proclamó estaba siendo concebida.

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🔒 Capítulo 101: Eres nuestra mayor maldición.

Un sequito de guardias iba siguiendo los pasos del Emir, del nuevo Emir de Arabia Saudí. Los empleados del palacio que atravesaban su camino caían de rodillas en el suelo, el único heredero que restaba de la dinastía Al Thani parecía un dios caminando entre los mortales.

Karim observaba aquellas paredes que lo vieron crecer sintiendo el peso del poder sobre sus hombros. No estaba orgulloso de su nuevo puesto. Acusó a su padre de ser un usurpador y a sabiendas de todo lo malo que hizo su familia no se sentía en el derecho a asumir aquel cargo, pero era un legado que no podía rechazar. Su familia dependía de él y miles de personas más también, pero sobretodo necesitaba hacer justicia por su hermana y por su mujer. Solamente como Emir y presidente del Consejo Supremo sería capaz de castigar a los malos y traer a Rania de vuelta a su lado.

En la tercera planta de la lujosa construcción, el Emir se detuvo delante de la puerta de la suite de la Emira. Condenar a su padre a muerte fue una de las decisiones más difíciles de su vida, pues por desgracia ningún hijo desea terminar de esa manera con la vida de su progenitor, con su madre la experiencia no sería mucho mejor y menos conociendo el carácter de Fátima Al Thani.

Karim miró al guardia que estaba en la puerta custodiando la única salida que había en la habitación de la Emira y preguntó.

-¿Recibió la visita de alguien mientras no estaba?

-No majestad. Tal y como usted ha ordenado nadie ha podido ver a la Emira en las últimas horas, ni siquiera la princesa Dalia.-respondió el guardia que con un gesto de Karim se apartó de la puerta para darle paso al Emir.

Dentro de la estancia, Fátima estaba sentada en el sillón cerca de la ventana con sus larguísimos cabellos negros sueltos, sin nada de maquillaje. Lo que más llamó la atención de Karim fue ver que su madre no cargaba ninguna de sus caras joyas, algo de lo que ella siempre presumía.

Fátima vio a su hijo y corrió para recibirlo, ignorando el semblante severo en su rostro. Ella sabía lo que había sucedido con su marido, pero no pensaba rogar por su vida. Su primogénito ya había decidido el destino de Hudad, pero el suyo no tenía porqué ser el mismo. Ella no pensaba seguir a su esposo en su corto trayecto hacia el infierno.

-¡Mi hijo, mi niño…mi adorado niño!-exclamó Fátima tomando la mano de Karim entre las suyas.- No sabes lo preocupada que estaba por ti.-la mujer besaba el torso de la mano de su hijo con desesperación, buscando ablandar su corazón de alguna manera.-Tu hermano ha resultado ser un hombre cruel capaz de atentar contra su propia sangre y tu padre…¡Por Alá!…Nuestro Dios sabe lo mucho que me duelen los pecados de mi marido, pues fallé como esposa y no pude detenerlo a tiempo de cometer estas atrocidades. Pero los crímenes de Hudad no tienen porqué afectar tu futuro mi amor, ahora eres nuestro Emir y yo te ayudaré en todo lo que haga falta para guiarte en tus nuevas obligaciones y a llevar nuestro pueblo por el camino correcto…

-¿También serás mi cómplice si decido matar a alguien o vender a mi hermana pequeña a un monstruo? —la increpó Karim indignado con su hipocresía y ella lo miró desconcertada.

—No… pero ¿¡Qué sandeces estás diciendo!? No sé a que te refieres con tus palabras mi amor… Yo nunca sería capaz de apoyar tal cosa… —Las manos de Fátima temblaban. Su respiración estaba acelerada y hablaba con ansiedad.

Karim tiró al suelo el jarrón que tenía más cerca haciendo que un estruendo resonara dentro de la habitación de su madre.

Fátima retrocedió cuando su hijo caminó en su dirección. Karim la miraba como si fuera el más repugnante de los monstruos.

—Te estoy hablando de mi hermano mayor. ¡Tú mataste a Mohamed para que yo ocupara su lugar! —la acusó Karim, incapaz de seguir guardando toda la ira que sentía hacia su madre. — Obligaste a mi hermana a casarse con un maldito violador y cuando finalmente estaba libre la trajiste de vuelta aquí para utilizarla en mi contra… ¡Para chantajearme!

—Todo lo que pasó fue porque tu padre así lo exigió, yo solamente obedecí las órdenes de mi marido como buena esposa que soy… ¡Yo también fui una víctima de la ambición de Hudad!

—¡Mentirosa! —rugió Karim asustándola. —¡Tu hija se quitó la vida porque estaba asustada, sola con dos monstruos que amenazaban destruir su vida una vez más y tú no hiciste nada para ayudarla! —tomó a su madre del brazo y la zarandeó. —¡Eres aún más cruel que mi padre Fátima! Matar a un niño indefenso, vender a una niña a un hombre que abusó de ella, humillar a tu hijo pequeño hasta convertirlo en un psicópata… ¡Porque eso fue lo que le hiciste a Amín!… Tú no eres una madre, eres nuestra mayor maldición.

Por primera vez era hora de hablar con la verdad, y Karim ya esperaba lo peor de su madre.

Fátima tiró de su brazo para liberarse del agarre de Karim, que comenzaba a lastimarla y después lo empujó.

—¡Alá me maldijo con hijos débiles, y un estorbo en mi camino, porque eso era el primogénito de tu padre…un maldito estorbo enfermizo que no podía ser mejor que el niño sano que yo saqué de mis entrañas! —escupió Fátima con rabia. —Ellos no eran como tú, eran imperfectos, humanos y frágiles… por eso terminaron todos en desgracia. Yo solo me encargué de proteger a mi joya más preciada… a mi hij…

—¡A ti misma, Fátima! —soltó Karim, no iba seguir escuchando las excusas de su madre. — Incluso amenazaste la vida de Rania y de mis hijos por tu ambición.

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🔒 Capítulo 100: Usurpador.

—¿Qué hacemos con él? —preguntó uno de los guardias cerrando la puerta de la celda.-Es un príncipe, ¿no debería estar en una cárcel especial? 

—Después de lo que hizo ya no es parte de la familia real. —escupió el otro guardia que cerró la celda con llave. —A partir de este momento el apellido Al Thani también ha dejado de pertenecerle. Ahora es un hombre común… es solo Amín, el sujeto que intentó asesinar a nuestro príncipe heredero. 

—Pues yo lo veo demasiado tranquilo para alguien que acaba de perder absolutamente todo lo que poseía.–opinó el guardia observando a Amín. 

El hermano pequeño de Karim levantó el rostro para mirarlos. Es cierto, lo sacaron de su hogar como si fuera basura de la cuál querían deshacerse. Había cometido el error de confiar en Idris, que resultó ser un completo inútil y un problema hasta después de muerto, ya que tuvo la estupidez de confesar a Karim todos sus planes. 

Amín fue repudiado por su padre, lo habían metido preso y seguramente tenían planeado para él largos años tras las rejas, pero un plan frustrado no sería suficiente para detenerlo. 

El guardia retrocedió cuando Amín se levantó de la cama que estaba al fondo de la celda y con toda la calma caminó hasta que sus manos tocaron las rejas. 

Amín pasó la lengua por lo fríos barrotes con la mirada puesta en los dos guardias que lo miraran desconcertados. No era una actitud muy normal para una persona que sería condenada por intento de homicidio. 

—No existe jaula lo suficientemente fuerte para encerrar a un dios, porque eso es lo que soy, y no voy a parar hasta que gentuza como ustedes se arrodillen ante mí y supliquen por mi clemencia. Pero permítanme decirles que no encontrarán misericordia en mí.-los amenazó Amín con una sonrisa explícitamente dibujada en su cara. —Los que están contra mí no son mis enemigos, son repugnantes insectos que merecen ser aplastados con el peso de mi ira. Destruiré todo, solo quiero destruirlo todo… 

—Pues ya puedes hacerlo en tus sueños principito. —se burló uno de los guardias. —Porque no saldrás de aquí nunca más. 

Los dos guardias se rieron de él haciendo caso omiso a sus amenazas, le dieron la espalda al monstruo dejándolo encerrado en la oscuridad, pensando que así lo tendrían bajo control…que de esa manera podían contenerlo. Pero Amín Al Thani se alimentaba de sus sombras desde el día que conoció la envidia, y ese momento de fría soledad solo serviría para darle tiempo, tiempo para pensar y para volver a ordenar sus planes, con un único objetivo. Matar a su hermano, deshacerse de su hijo y poseer a su deseable cuñada. 

Al otro lado de Riad, su hermano, el príncipe heredero miraba las sabanas de la cama que ocupaba en la habitación de un exclusivo hospital mientras su padre rodeaba la habitación caminando de un lado a otro. 

—¡No sé como haremos para ocultar todo esto, uno de mis hijos intentando asesinar al otro!-bramó Hudad exasperado. —Tu hermano me pagará muy caro por lo que ha intentado hacerte, eso te lo aseguro. 

Hudad miró a su hijo que permanecía callado mientras lo escuchaba, y verlo así en ese estado, tan ensismismado como si estuviera perdido en sus pensamientos, lo dejó intrigado. 

—¿No piensas decirme nada?-inquirió Hudad incómodo. —¿No estarás pensando en perdonarle la vida a tu hermano como lo hiciste con la zorra de la sobrina de Idris? —el Emir hizo una mueca de asco al pronunciar ese nombre. —Maldito sea Idris Hassan, espero que su pudra en su propia tumba, y Amín se merece el mismo destino. Ya demasiado dolor de cabeza me ha dado en los últimos años. 

—¿Estás listo para matar a otro de tus hijos? —cuestionó Karim abriendo la boca por primera vez desde que su padre entró en la habitación. —¿Por qué de eso se trata verdad…matar a los que no sirven, atropellar cualquier obstáculo que se cruce en tu camino, aunque lleve tu sangre? 

—A veces el poder exige cierto sacrificios hijo, algunos más dificiles que otros.-contestó Hudad con una indiferencia que su hijo percibió en la manera como arrastraba cada palabra. 

—¿Eso fue lo que hiciste con tu primo? —preguntó Karim sin rodeos y Hudad lo miró sorprendido. —¿Lo mataste porque era un obstáculo que debía desaparecer? 

—No sé de lo que estás hablando. —replicó Hudad buscando huir de aquella pregunta que no pensaba contestar. —Mi primo murió en una explosión accidental en una de sus minas, junto con uno de sus empleados… 

—¡Un muchacho que en realidad era uno de sus amantes! —agregó Karim. —No hace falta que me lo niegues, lo sé todo…porque Idris me confesó la verdad antes de morir, seguro de que yo sería el fallecido y no él. Tú eres el asesino de tu primo, los rumores eran ciertos… Mataste al Emir de Qatar para tomar su lugar, eres un usurpador. 

Hudad le dio la espalda a su hijo. Estaba nervioso y Karim sabía que no podía sostener su mirada. Por primera vez su padre parecía afectado, no lo había visto así ni siquiera cuando le echó en cara la muerte de sus hermanos. Por lo que Karim pudo notar, Hudad Al Thani no era capaz de afrontar sus propios pecados, aquellos que cometió con sus propias manos. 

—Mataste a tu primo y a un hombre inocente porque necesitabas más poder, porque querías ser el hombre más influyente de los Emiratos Árabes. —soltó Karim apretando la sábana entre sus manos, la ira y la indignación que sentía eran muy difíciles de controlar, y mucho más de disimular. —Tu avaricia no tiene límites, papá. 

Hudad sonrió con armargura y miró sus manos, recordando la noche en la que asesinó a su primo, el hombre que durante muchos años fue su mejor amigo, hasta que un día sus diferencias los convirtieron en enemigos. 

—Hice lo que tenía que hacer. —murmuró Hudad, con una respuesta fría e indiferente. ——Mohamed no entendía o no quería entender que necesitabámos explotar la tierra para tener más petróleo. Él solo pensaba en el pueblo, un pueblo mediocre que no nos sirve para nada. Son todos unos muertos de hambre que nos dan más problemas que soluciones.-Hudad se giró para mirar a su hijo. —Le hice una oferta de unir fuerzas para juntos dominar este continente. Pasaríamos a ser los reyes del Oro Negro. Pero ese maldito maricón estaba más preocupado por fornicar con esos hombres, que hacer fuerte nuestro legado y nuestro nombre en esta tierra. ¡Lo hice por nosotros! —afirmó Hudad. 

—¿Entonces confiesas que mataste a Mohamed Al Thani para ser el Emir de Qatar? —inquirió Karim con asco, su padre era un asesino. 

—Mucho más que eso, aquella noche elegí un camino para guiar a nuestra familia a la inmortalidad, a ser partes de la historia que nace en los desiertos áridos de esta tierra. Maté a Mohamed al mismo tiempo que tu madre le arrebataba la vida a tu hermano. Esa noche dos vidas fueron sacrificadas, para que hoy tú y yo podamos ser los dueños y señores de este país. —Hudad confesó sus crímenes ante su hijo, sin que nada le importara ya. No tenía porque seguir ocultando la verdad cuando Karim ya conocía su verdadero rostro. —El legado Al Thani fue construido sobre nuestra propia sangre, eso es algo que jamás podrás cambiar y con lo que tendrás que vivir. 

El Emir retrocedió en el instante que su hijo se levantó de la cama, agarrándose al portasueros para mantenerse de pie y miró a su padre directamente a los ojos. 

—Mis hijos y yo no continuaremos con ese legado de sangre, avaricia y envidia que tú nos has dejado a mi y a mis hermanos. —aseguró Karim y Hudad frunció el ceño. 

—Todavía no tienes hijos… —refutó el Emir con incomprensión. —Pero el día que los tengas entenderás para que sirven realmente. 

—Sirven para ser amados y protegidos, sirven para ser guiados por el camino correcto de la bondad, el amor y la amabilidad. —replicó Karim rígido, soportando el dolor que sentía de aquella herida de bala en su abdomen. —Mientras que mis hijos crecen el vientre de Rania, eso es lo único en lo que pienso. 

—¿De qué mierda estás hablando, Karim? —inquirió Hudad aturdido. —El bebé de Rania es de otro hombre, de su amante estadounidense. 

—No padre, te equivocas… —respondió con dificultad, luego tomó aire y siguió. —Eso fue lo que Rania te hizo creer para proteger a los mellizos que lleva en su interior, mis mellizos…dos herederos de la dinastía Al Thani. 

Hudad tomó a su hijo de la camisa del pijama hospitalario y sin que le importase su estado lo estampó contra la pared. 

—¿¡Me estás diciendo que llevo meses aguantando un hijo malagradecido como tú, cuando la zorra de Rania Hassan está cargando la solución para todos mis problemas y lo que necesito para deshacerme de ti como lo hice con mi primogénito!? —lo increpó Hudad y Karim esbozó una media sonrisa. —¿Te hace gracia saber que ya no te necesito ahora que sé la verdad, que preñaste a tu perra? 

—No padre, me complace decirte que quien no te necesita, quien jamás te necesitó soy yo y que a partir de ahora este país tampoco te necesitará. —escupió Karim utilizando sus fuerzas para apartar las manos de Hudad de encima de él y empujarlo lejos. El esfuerzo fue tan grande que algunos de sus puntos reventaron. 

—Yo soy el hombre más poderoso de este país, no hay nada que puedas hacer contra mí, ahora mismo me aseguraré de traer de vuelta a tu puta y sacarle los bebés que lleva dentro. —rugió Hudad levantándose del suelo, pero Karim se adelantó agarrando su cuello. 

En ese instante el príncipe giró el rostro de su padre hacia la puerta del baño que estaba a oscuras, donde segundos después la luz brilló revelando que padre e hijo no estaban solos en aquella habitación. Junto con ellos había una pareja de demonios, gozando de asistir en primera mano la caída de un ser despreciable como Hudad, Reich y Reagan, y con ellos tenían algo especial….una grabadora que registró la confesión del presidente de los Emiratos Árabes Unidos. 

—Esta habitación huele a mierda. —se burló Reagan jugando con sus dos revólveres Magnum y su hombre se puso a su lado con una sonrisa diabólica. 

—Esa basura humana seguramente se habrá cagado encima al vernos aquí, cariño. Nadie quiere tener al demonio delante. —agregó Reich con satisfacción. 

—Mucho menos dos. —dijo Reagan sentándose en la cama con las piernas cruzadas. 

Karim miró a su padre de frente, viendo el horror y el desespero en sus ojos. En su iris podía apreciar el reflejo de la derrota. 

—¿Era una trampa? —cuestionó Hudad dándose cuenta del error que había cometido. —¡Tú me engañaste, a tu propio padre! —acusó a su hijo y Karim lo soltó haciéndolo caerse sobre sus rodillas ante él. 

—Para todos los efectos yo también soy un Al Thani, y por primera vez decidí tomar algunas de tus enseñanzas, padre y puedes estar seguro de que no alcanzarás a conocer a tus nietos. —Karim se levantó ignorando la sangre que brotaba de su herida y miró a su padre como si fuera una repugnante cucaracha. —Yo Karim bin Al Hazad Al Thani, Emir de Qatar y Arabia Saudí, te condeno a ti, Hudad Al Thani por la muerte de Mohamed Al Thani, Emir de Qatar y por el asesinato de Mohamed bin Hazad Al Thani, príncipe primogénito y que algún día fue el verdadero heredero de la dinastía Al Thani. 

—¡No puedes condenarme, todavía no eres el Emir y no estamos ante un tribunal! —exclamó Hudad peleando por su vida, pero Karim estaba decidido. 

Karim se inclinó hasta que su rostro estuvo a pocos centímetro de la mirada de su progenitor y susurró. 

—Cuando era un niño repetías en diversas ocasiones que somos dioses sobre el desierto, solo estoy haciendo caso a tus palabras, padre. —Karim volvió a levantarse mirándolo desde arriba y tomando por fin el poder sobre su vida y sobre todo lo demás. —Los dioses podemos hacer cualquier cosa, por eso dentro de veinte días morirás fusilado públicamente. 

Reagan saltó de la cama y se acercó a Karim para darle todo su apoyo. Ella miró al príncipe, inclinó la cabeza con respeto y después giró para ver a Hudad arrodillado en el suelo mientras que Reich apuntaba la pistola a la cabeza del ex Emir. 

—Estaré en primera línea con el mejor fusil que encuentre y lo descargaré en tu puta cabeza enferma, después escupiré sobre tu cuerpo.-aseguró la chica de cabellos rojos, luego volvió a mirar a su amigo. —No lo hizo solo, Fátima es su cómplice en todo esto. —recordó Reagan. 

Karim levantó el rostro para mirar el techo, suspiró con cansancio y después contestó a Reagan. 

—Primero necesito un médico, después me encargaré de mi odiosa madre y le daré el castigo que se merece…por el momento. 

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🔒 Capítulo 99: Un tigre, un dios… un ángel protector.

En Estados Unidos Rania también se enfrentaba a los dos hombres que entraron en su casa. Como una leona que estaba preparada para proteger a sus cachorros.

—¡El bebé que estoy esperando no es de Karim Al Thani, todos saben que lo engañé con otro hombre! —negó Rania protegiendo su vientre, pero los dos hombres se miraron riéndose de ella.

—No es necesario que mientas mujer, sabemos que tu hijo es un Al Thani, pero también te aseguramos que ese bastardo no llegará a nacer. —replicó uno de los hombres pasando el cuchillo de una mano a otra, saboreando la vida que estaba a nada de quitar caminado en la dirección de la mujer que se encontraba indefensa.

Rania retrocedió y tomó en la mano uno de los jarrones de su tía, lo único que podía utilizar para defenderse de esos dos desconocidos que tenían la intención de herir a sus bebés.

—¡No voy a permitir que nadie haga daño a mi bebé, nadie lo va a tocar o juro que se arrepentirá con su vida! —bramó con firmeza viendo que no tenía salida, no había manera de escapar, pero iba a luchar por sus hijos con uñas y dientes.

—Cómo prefieras “princesa”. De todas formas, siempre me han gustado más las mujeres que saben como dar pelea y veo que eres de las mía… Una gatita salvaje. —escupió el hombre con una sonrisa maliciosa.

—¡Pues este tigre te va a enamorar bebé, porque nadie sabe dar más pelea que un Vandrell! —vociferó alguien más en aquel salón saliendo de las sombras, después de entrar por una de las ventanas sin hacer ningún ruido. —¿Cuál de las dos nenazas cobardes quiere probar primero a esta rubita guerrera? —preguntó Kaled Vandrell con una brillante sonrisa en su rostro levantando la pistola y un cuchillo de caza especial con una hoja de acero. —Estoy de humor chicas, así que les daré a elegir…¿Prefieren morir como hombres o puedo matarlos como los putos cerdos que son?

Los dos hombres se miraron sorprendidos de ver aquel hombre surgir de la nada, como si fuera un ángel de la guarda, armado para proteger a la mujer del príncipe, pero no había tiempo para pensar demasiado en lo que debían hacer con Kaled Vandrell. Ellos estaban en aquella casa para cumplir una misión y nadie iba a impedirles hacerlo, pero el dios vengador que tenían en ese humilde salón no era “nadie”, era un Vandrell y nadie pasa por encima de un Vandrell.

Kaled se preparó para enfrentar a los sujetos y miró a Rania para darle una sola orden, decisiva para proteger su vida y la de sus hijos.

—¡Rania huya de aquí ahora! —demandó señalando la puerta principal, pero cuando ella hizo un movimiento para escapar uno de los hombres de Amín hizo un intento de clavar el cuchillo en su panza, entonces Kaled le propinó una patada en el cuello haciéndolo caer al suelo sin poder respirar. —Emira, tiene que huir de aquí ahora y me va a tener que perdonar, pero voy a teñir este salón de rojo.¡Estos cabrones eligieron morir como cerdos y voy a convertir esta casa en un maldito matadero!

Rania no se lo hizo repetir, salió disparada de la casa de sus tíos dejando a Kaled solo con un hombre con una rotura de tráquea y otro que que estaba deseando matarlo.

Kaled tomó la cabeza del hombre que no podía respirar, mirando al segundo que estaba rígido por ver aquel cuchillo tan cerca del rostro de su compañero.

—¡Nos iremos, si es lo que quiere nos iremos y la dejaremos en paz, pero no le hagas nada…déjame sacarlo de aquí, mi hermano no puede respirar y necesita ayuda o morirá! —pidió el hombre planeando engañar a Kaled para salvar a su hermano y después matar al ángel protector de Rania Hassan, pero el ex militar miró a ambos con interés.

—Tienes razón, tu hermano no puede respirar y si sigue así terminará muerto. —murmuró Kaled con una sonrisa denotando toda la maldad que llevaba en las venas. —Para que veas que soy una buena persona ayudaré a tu hermano a salir de esta.

—¡Gracias, gracias! —dijo el hombre con su marcado acento árabe levantando las manos en señal de rendición, pero se sobresaltó cuando Kaled desgarró el cuello de su hermano y cómplice como si se tratase de un animal delante de sus ojos.

—¡Ya está así no seguirá sufriendo, muerto no tendrá problemas de respiración…soy prácticamente la reencarnación de la Madre Teresa de Calcuta, deberías ponerte de rodillas, amigo, y rezar a este dios! —se burló Kaled limpiando la hoja de su cuchillo, luego ladeó la cabeza mirando el cuerpo del hombre que había matado y solo le dio pena ver como la alfombra del tío de Rania se manchaba con aquella porquería.

—¡¡Hijo de puta!! —rugió el otro en cólera abalanzándose sobre él para matarlo.

Era todo lo que Kaled quería, una pelea con mucha emoción, de esas que valían la pena, así podía matar con más ganas sacando su lado más cruel.

En la calle Rania huía buscando ayuda, pero no había nadie en su pequeño barrio. A esas horas estaba totalmente desierto y la tienda de una pareja china que solía cerrar muy tarde, también ya se encontraba con las luces apagadas.

Ella miró de un lado a otro sin saber qué hacer, su teléfono móvil lo había dejado en la casa y allí no podía volver. En medio de la desesperación que la muchacha estaba atravesando, sola y embarazada, apareció otro hombre enviado por Amín pillando a la chica totalmente por sorpresa.

—¿¡Pensabas que ibas a escapar zorra!? —escupió un hombre rozando su larga barba en el hombro de Rania mientras la sujetaba.

—¡¡Suéltame!! —ordenó la chica luchando para liberarse. —¡Por favor no nos hagas daño, mis hijos son inocentes no tienen la culpa de nada!

—Tú eres una puta creada para ensuciar la sangre de nuestro pueblo junto con tu príncipe maldito. Ustedes dos son la destrucción de nuestra cultura y nuestras tradiciones. ¡Dios nos ha enviado para acabar con la plaga antes de que nos consuma con su pecado, cortar el árbol del príncipe heredero antes de que sus frutos empiecen a caer sobre nuestra tierra! —el hombre levantó un cuchillo para enterrarlo en vientre de Rania y exclamó. —¡Alá es grande!

Rania vio aquella hoja brillar delante de sus ojos antes de quitarle la vida a uno de sus bebés o la vida de los dos, pero un disparo los salvó del peor de los destinos, y Rania sintió la sangre caliente de su atacante cayendo en su hombro.

—¡Siempre aparece otro hijo de puta para dar por culo! —escupió Kaled bajando su pistola y Rania se giró a tiempo de ver el cuerpo del sujeto que pensaba matar a sus hijos desplomándose en el suelo.

Rania se tambaleó por los nervios del terror que había acabado de pasar y que amenazaba con tirarla en el suelo. Kaled corrió para sujetarla impidiendo que se hiciera daño al caerse.

—¡Emira! —bramó Kaled abrazando a la mujer de Karim con un gesto protector. —Tranquila, ya está a salvo con sus bebés…no les pasará nada malo, lo prometo.

—¿Estabas aquí todo este tiempo? —masculló Rania preguntándose como Kaled había llegado en el preciso instante para salvarla.

—Desde que Karim vino a verte he estado en las sombras para cuidar de ti y de los herederos de Arabia Saudí. —declaró Kaled con una sonrisa. —Tu príncipe solo se marchó de tu lado cuando estuvo seguro de que no estarías sola y aquí estoy, encantado de pagar una deuda que tengo con el padre de tus hijos. ¡Puedes estar segura de que mientras viva nadie hará daño a tus hijos, nadie!

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🔒 Capítulo 98: Alá no me abandones.

Idris se levantó recorriendo su cuerpo con la mirada buscando el impacto de la bala, pero la mancha roja en la pulcra camisa blanca del príncipe le dio la tranquilidad de que su enemigo era quién estaba a nada de caer.

—Es tu destino, Alá tomó la decisión…hoy vas a morir.—aseguró Idris con la respiración entrecortada después de la pelea y miró hacia los lados buscando la pistola que había caído lejos de ello.

Karim llevó la mano a su abdomen donde había recibido el balazo y maldijo por lo bajo. No terminaba de salir de un intento de homicidio para entrar en otro. Luego miró la palma de su mano manchada de un rojo brillante, la misma sangre que salía de aquel agujero empapando su piel y la camisa.

El príncipe estaba perdiendo mucha sangre, Idris lo miraba listo para empujarlo por el borde de la montaña aprovechando su incapacidad para defenderse. Entonces Karim recurrió a su sombra, a su más fiel amigo; irguió el brazo pronunciando unas palabras en árabe y Alí posó en su hombro, clavando sus afiladas garras en la carne de su amo. Hombre y ave parecían estar conectados, la mirada fiera era la misma, la determinación y la fuerza que brillaban en sus iris era capaz de intimidar a cualquier ser sobre la tierra.

Idris levantó el rostro al darse cuenta de que Karim y Alí no estaban solos cuando escuchó el canto de otra ave, pero la luz del Sol deslumbró su visión. Sin poder evitar lo que iba a pasar, Idris llevó la mano a su cara para protegerse del ataque de aquella ave de presa que bajó sobre él como si fuera la mano de Dios.

Ámbar en un instinto protector tanto para defender a su macho como al de su ama, perforó el ojo de Idris con su afilado pico.

De la garganta de Idris salió un grito agonizante de dolor, la sangre brotó del agujero que Ámbar dejó en su rostro y sin poder ver donde pisaba, el hombre cayó por el borde desprendiendo algunas rocas.

Instintivamente Idris se agarró al borde para no caer, sintiendo un dolor insoportable por el desgarro de su ojo, pero luchando para no caer y morir en aquel vuelo sin regreso.

—¡Socorro! —gritó Idris desesperado.

Era inútil hacerlo, no había nadie cerca y él estaba imposibilitado de volver a subir para salvar su vida. La única alma que estaba unos centímetros de él seguramente no haría nada para prestarle ayuda, pero se equivocó.

—¡Agárrate, Idris…agárrate a mi brazo! —demandó Karim que aún perdiendo poco a poco las fuerzas buscó la manera de salvar la vida del hombre que segundos antes había intentado matarlo. —¡Toma mi brazo con fuerza y no sueltes, intentaré subirte!

—¡No me sueltes…por Alá no me sueltes! —suplicó Idris presagiando su muerte inminente.

En ese momento ambos hombres demostraban quienes eran realmente, Karim dejaba salir toda su valentía y nobleza a la vez que Idris Hassan probaba que no pasaba de un miserable cobarde.

La manga de la camisa de Karim comenzó a romperse por el peso del cuerpo de Idris, que se agarraba a su única esperanza, el príncipe heredero.

—¡No quiero morir! —declaró Idris en un grito desgarrador, pero Karim lo sujetaba con fuerza. –¡No quiero morir así….por favor… No me sueltes!

—¡Agárrate Idris! —insistió Karim con el rostro rojo por la fuerza que estaba ejerciendo para no dejar morir al tío de su mujer.

—¡No puedo más! —contestó Idris sintiendo como el Sol abrazador aumentaba su desespero con el golpe de los rayos que calentaban su piel, bañándola en un sudor mezclado con el miedo y el pánico de morir por el impacto de la caída. —¡Ya no puedo más, estoy cayendo!

Idris apoyaba los pies en la roca o por lo menos intentaba hacerlo, pero estas también caían al vacío.

—¡Idris! —gritó Karim viendo como Idris caía y moría por el violento impacto de su cuerpo sobre las rocas que rompieron cada uno de sus huesos. Una muerte que nunca estuvo destinada para el príncipe, sino que fue el camino que el propio Idris eligió para encontrar su final.

—Alá tomó una decisión… —murmuró Karim con la vista empañada observando lo que quedó del hombre que le entregó a Rania como si fuera una mercancía barata, para que terminará siendo su mujer.

Con las manos manchadas, la camisa y el pantalón empapados por la sangre, Karim se levantó y como pudo se dirigió a la camioneta que Idris manejaba para comunicarse con alguien, ya que en aquella parte del desierto su teléfono móvil era inservible.

En el auto que también pertenecía al palacio, Karim encendió la radio con dificultad sintiendo como su vista empezaba nublarse y estando mareado llamó a la única persona en la que podía confiar.

—¡Farid!

—¡Majestad! —respondió uno de los guardias. —¿Mi príncipe es usted? —preguntó el guardia extrañado.

—¡Aparta! —ordenó una voz de fondo.

—¡Karim! —habló Farid al otro lado angustiado. —¿¡Karim dónde estás!? —inquirió sin molestarse con las formalidades.

—Farid me han disparado…necesito ayuda…—contestó el príncipe con la voz entrecortada. —Ayuda…en las águilas…Farid date prisa…

Karim se desplomó en el suelo al lado de la camioneta mirando el deslumbrante Sol sobre él. Con la mano en su herida sintió como poco a poco iba perdiendo la consciencia.

Alí se posó a su lado para proteger a su amo de cualquier peligro que pudiera estar cerca, el príncipe giró la cabeza para ver a su fiel compañero y a Ámbar que lo custodiaban.

Karim extendió la mano mojada con su sangre para tocar una de las blancas alas de la hembra y dijo.

—Todavía no puedo volar con ustedes, mis hijos me necesitan…el amor de mi vida me necesita. –Karim volvió a mirar el cielo y suplicó. —Padre creí en ti toda la vida y sigo creyendo, dame fuerzas…Alá no me abandones ahora…

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🔒 Capítulo 97: Estás a un paso de la muerte.

—Atentar contra la vida de un futuro Emir es la mayor de las locuras, no creo que seas de los que actuan sin calcular bien las consecuencias. De ser así no seguirías aquí rondando mi familia después de todo lo pasó con Rania manchando tu apellido. —declaró Karim fijando la vista en la pistola que amenazaba su vida.

—Tiene gracia principito que me hables como si me conocieras, cuando esta es la primera vez que tengo tu atención solo para mí desde que mi sobrina se casó contigo.-escupió Idris con resquemor. —Yo conseguí una hermosa esposa para ti, prácticamente te puse a mi sobrina en una bandeja de plata y la dejé sobre tu cama, pero jamás te has dignado a darme las gracias o me has tratado bien. No tuve de tu parte el tratamiento que me correspondía.

—¿Esperabas que tuviera cualquier tipo de gesto con un hombre que fue capaz de secuestrar a su propia sobrina, maltratarla y después entregarla a un desconocido como si fuera una yegua? Karim lo miró asqueado. —Por favor no me hagas reír Idris, lo único que te mereces es mi total desprecio y si por mi fuera estarías en la cárcel.

—¡Deberías tener más cuidado con tus palabras “majestad”, recuerda que soy yo el que está armado aquí y no tú! —advirtió Idris jugando con el arma y Karim dio un paso hacia adelante, enfrentándolo.

—No soy de los hombres que se acobardan ante una pistola, el único cobarde aquí eres tú.—replicó Karim con firmeza. —Lo que no entiendo es por qué lo haces, ¿Qué ganas con todo esto?

—Voy a ganar todo lo que tú y tu puto maldito padre me habéis negado, ya que no fuiste capaz de darme el lugar que me merecía después de que hice todo lo posible por unirte a mi sobrina. —respondió Idris con un profundo resentimiento.

—¡Jamás sería capaz de darte la gracias o mucho menos darte un premio por haber humillado a Rania vendiéndola a mi familia como un objeto! —rugió Karim con vehemencia.

El brillo en los ojos del príncipe, la línea perfecta de su mandíbula tensada por la rabia y aquellos puños fuertemente cerrados, hasta que sus nudillos perdieron el color, eran la señal de que Karim no podía contener su ira.

—No sé qué tipo de trato tienes con mi hermano, pero te aseguro de que no te saldrás con la tuya, que te arrepentirás de todo lo que hiciste o de lo que estás pensando hacer. —afirmó Karim e Idris respondió escupiendo al suelo. —Si me matas ganarás a Hudad Al Thani como enemigo, y te aseguro que no querrás eso.

—Tiene gracias que menciones a tu padre cuando ya conozco de sobra el carácter del Emir. –refutó Idris acortando la distancia entre ellos. —La familia Al Thani está destinada a desaparecer de esta tierra algún día, pues los miembros de su familia terminarán matándose entre ellos…de hecho, ya lo están haciendo. —reveló. —Todo comenzó con tu padre y su primo Mohamed, el Emir de Qatar.

—¿De qué estás hablando…porque mencionas al primo de mi padre? —inquirió Karim con la mirada puesta en la macabra expresión de Idris.

—Sabes perfectamente de lo que hablo, existen muchos rumores que jamás se han podido demostrar sobre la muerte de Mohamed Al Thani, pero permíteme que te confirme la verdad.—Idris sonrió con malicia y dijo. —Sí, tu padre mató a su primo.

Era duro para un hijo tener que admitir que no le sorprendía saber que su padre era un jodido asesino, era algo que Karim ya sabía de sobra, pero lo que de verdad le dejó impactado era saber que Idris tenía el total conocimiento de esa verdad.

—¿Cómo lo sabes…por qué dices con tanta seguridad que mi padre fue el asesino del Emir de Qatar?—cuestionó Karim decidido a saber todo lo que su padre ocultaba.

—Yo era el guardaespaldas del Emir, tenía su total confianza y lo seguía a todas partes. —declaró Idris. —Lo que muchos no sabían sobre Mohamed Al Thani es que tenía una debilidad por los hombres con los cuales compartía ciertos encuentros furtivos en la madrugada. ——Idris soltó una carcajada al ver que Karim estaba asombrado. —¿Te sorprende verdad?…Pues a tu padre no. Hudad lo sabía, tenía total conocimiento de ese secreto. Pero como en tu familia todos tienen trapos sucios que ocultar, tu padre no pudo utilizar eso contra su primo, ya que Mohamed también conocía toda la mierda que el Emir intentaba esconder bajo la alfombra.

—¿Por eso Mohamed murió…mi padre lo mató porque era gay? —indagó Karim que estaba impactado por esa revelación.

—Yo estaba presente la noche en la que Hudad mató a su primo y a uno de sus amantes. –respondió Idris. —Dudo mucho que lo hiciera por ser un pervertido asqueroso, pero no contaba con mi presencia aquella noche. Yo solamente había seguido a Emir Mohamed con la intención de grabar uno de sus encuentros homosexuales para chantajearlo, pero gané algo mucho mejor que eso.

—Maldito infeliz. —gruñó Karim entre los dientes. —Tenías que haber entregado esa prueba a las autoridades, pero preferiste…

—¡Sí, elegí sacar provecho de todo esto obligando al Emir a aceptar una unión entre nuestros hijos, pero como mi hija no pudo casarse contigo por ser tu hermana de leche, ofrecí a Rania en su lugar! —escupió Idris. —Pero el príncipe Amín me hizo ver las cosas con más claridad, ahora entiendo que no importa tu relación con mi sobrina o ese bastardo que ella lleva en su interior, tu hijo. —los ojos de Karim se abrieron como platos, Idris sabía la verdad y eso lo chocó, pero Idris también se sorprendió al no ver ningún rastro de sorpresa en la mirada del príncipe. —¿Lo sabías verdad…sabías que el bebé de Rania es tuyo?

—Pero me callé para mantenerlos a salvo de personas como tú, maldito hijo de puta. —replicó Karim confirmando su sospecha.

—Me da igual si lo sabes o no, de todas formas morirás aquí y ese bebé tampoco llegará a nacer. —declaró Idris y el corazón de Karim subió por la garganta. —Tu hermano es mucho más parecido a tu padre de lo que Hudad se puede imaginar. Tú debes morir para que Amín pueda levantarse como nuevo soberano de esta nación y así me dará todo lo que quiero.

—¿Eres capaz de confiar en un hombre que está atentando contra la vida de su hermano y de su sobrino? —inquirió Karim asqueado y Idris esbozó una media sonrisa.

—En su lugar yo haría exactamente lo mismo, recuerda que el bebé de Rania también lleva mi sangre, pero no me importa sacrificarlo para lograr mis objetivos. —afirmó Idris con satisfacción, seguro de que el plan saldría perfecto, pero la expresión de Karim fue un mal presagio para sus planes.

—Ahora que sabes que yo también sé que el bebé de Rania es mío, ¿qué te hace creer que dejé sola a mi mujer y a mi hijo? —espetó Karim y Idris levantó la pistola apuntando el cañón a la cabeza del príncipe.

—El príncipe Amín se encargará de Rania y de su bastardo, así que no importa a quien tengas detrás de ella, estoy seguro de que esta misma noche te encontrarás en el infierno con tu adorada familia. —respondió Idris haciendo que Karim retrocediera llevándolo al borde de la montaña.

—Si me matas aquí investigarán Idris, y no te saldrás con la tuya.-argumentó Karim buscando ganar tiempo para huir de aquel destino que habían reservado para él. —Ese niño que me trajo aquí no permancerá con la boca cerrada y cuando encuentren mi cuerpo con una bala irán hasta el infierno para descubrir quién fue mi asesino.

—Nadie te encontrará con una bala, “majestad”. —refutó Idris y Karim frunció el ceño. —Te vas a lanzar al abismo, para todos el gran Karim Al Thani se habrá suicidado porque ya no podía soportar vivir con la humillación que Rania Hassan le hizo pasar al embarazarse de otro hombre, y decidió quitarse la vida en esta montaña.

—¡Nadie creerá eso! —vociferó Karim viendo que ya estaba llegando al borde de una caída mortal. —Los que me conocen no se van a tragar que me quité la vida.

—¿Por qué no? —cuestionó Idris con un tono sarcástico. —No serías el primer Al Thani que lo hace, tu hermanita ya lo hizo y tú simplemente has decidido seguir el mismo camino. —Idris sonrió al ver que Karim casi se caía por el borde. —Vamos principito, no me lo pongas más difícil y muere de una buena vez. —demandó con impaciencia. —Estás a un paso de la muerte y yo de ser un Emir en tu lugar.

—Nunca serás un Emir, ese lugar no es para ti y jamás lo será. —sentenció el príncipe.

En ese momento Karim escuchó un sonido que reconocía muy bien, no levantó la vista para buscar de donde provenía, pero sintió la sombra de aquellas alas volando sobre ellos y supo que no estaba solo.

De repente, sin que Idris pudiera esquivarlo, un halcón pasó volando, rozando una de sus alas en su rostro. Idris se tambaleó y Karim aprovechó para abalanzarse sobre él para quitarle la pistola.

Los dos hombres cayeron al suelo peleándose por el arma. Idris no la soltaba aferrándose a lo único que podía salvarlo de la ira que él mismo había despertado en Karim. Entonces entre una vuelta y otra mientras forcejeaban, se escuchó el sonido seco de un disparo.

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🔒 Capítulo 96: Un hombre poderoso.

El autocontrol siempre fue el punto fuerte de Karim Al Thani, pero después de aquella conversación con su padre, y de todo lo que su hermana y su mujer tuvieron que sufrir por culpa de personas tan miserables como Fátima y Hudad Al Thani, el príncipe empezaba a perder su capacidad de mantenerse calmado ante ciertas situaciones y poder actuar con inteligencia.

Su mujer estaba embarazada al otro lado del mundo, mientras él estaba obligado a estar separado de ella cuando más lo necesitaba, así que era difícil mantener la ecuanimidad.

Karim se sentó en su silla con una copa en la mano, lo primero que hizo fue sacar su teléfono móvil para llamar a Rania, así explicarle porque tuvo que colgar a prisas la llamada, pero antes de que pudiera marcar su número alguien llamó a la puerta.

El príncipe se llevó la mano a la sien para mantener la paciencia, pues lo último que necesitaba era tener otra discusión con alguien más de su familia, ya que últimamente eso era lo único que tenía en el palacio. Entonces resopló con fastidio y con un gruñido soltó una orden.

-Pase.-dijo sin denotar ninguna emoción en su voz, que sonó fría y gutural en el ambiente solitario de su despacho.

En ese momento un joven, que Karim conocía desde que era un niño, entró en el despacho vestido con el uniforme que llevaban los trabajadores de la mina. El joven minero tenía la respiración acelerada como si estuviera asustado.

—¡¡Majestad!! —dijo el chico visiblemente nervioso y Karim se levantó rápidamente preocupado por la expresión que traía el muchacho en su rostro.

—¿Ocurre algo Jahir? —inquirió el príncipe y el chico con los labios entreabiertos intentó calmarse antes de contestar.

—¡Majestad, el príncipe Amín ha dado la autorización para detonar dinamitas en la mina esta misma tarde!

—¿¡Qué!? —Bramó Karim soltando la copa encima de la mesa, casi volcando el whiski que la llenaba hasta la mitad. —Mi hermano sabe perfectamente de los riesgos que eso supone, tanto para la fauna que rodea esa mina como para el pueblo más cercano, por ese motivo lleva tantos años inactiva. Eso sin contar que hacerlo aumentaría las posibilidades de un derrumbe en los túneles. ¡No es seguro!

—¡Ya le han avisado majestad, pero el príncipe se niega a escuchar, ahora mismo está en la montaña de las águilas esperando para empezar a abrir una nueva entrada a la mina, ya que la principal está totalmente obstaculizada! —mintió el chico bajando la mirada al suelo, pues no podía engañar a su príncipe mirándolo a los ojos.

Jahir estaba muy nervioso por tener que traicionar a su príncipe, pero Idris le había ofrecido un buen dinero que serviría para ayudar a su familia e incluso ayudarlo a realizar su sueño de viajar a Europa para cambiar de vida. Por lo tanto, Jahir no podía salir de aquel palacio solo, su misión era mentir, engañar a Karim y llevarlo a la montaña de las águilas solo.

—¡Esto es una locura! —rugió el príncipe molesto. —Hay muchos hombres en esa mina y por la inconsciencia de mi hermano muchas vidas podrían llegar a perderse. —gruñó furioso, estaba cansado de ver como su hermano Amín actuaba sin pensar y sin que le importara la vida de los demás. —¡Tengo que impedirle cometer esa estupidez antes de que ocurra una desagracia! —Karim se quitó la chaqueta de su traje y miró a Jahir con interrogación. —¿Sabes exactamente dónde está mi hermano?

—Sí mi príncipe, y yo puedo ayudarlo a detener al príncipe Amín, solo tiene que acompañarme y le llevaré directamente a su hermano. —aseguró Jahir.

Karim asintió con un gesto de cabeza y siguió al muchacho hasta la entrada del palacio, donde Jahir había aparcado una de las camionetas que pertenecían a la familia real.

Algunos guardias se habían ofrecido para acompañar al príncipe, pero Karim no podía arriesgarse a tener a nadie tan cerca de él o pronto alguien podría llegar a enterarse que seguía manteniendo contacto con Rania, incluso podrían descubrir la verdad sobre sus bebés y eso era algo que no podía permitir.

En el trayecto hasta la montaña Karim se percató de que la radio de la camioneta estaba apagada, algo que le resultó extraño ya que aquel auto pertenecía al palacio y la guardia real siempre estaba en constante comunicación con los empleados a través de ella.

—¿Por qué la radio está desconectada?—cuestionó el príncipe y Jahir se rascó la nuca nervioso, algo que Karim no pasó por alto.

—Está rota mi príncipe, ya lo comuniqué a los guardias del palacio, pero todavía no la han arreglado. —volvió a mentir el muchacho viendo como Karim arrugaba el entrecejo mirando el aparato.

La radio apagada, el nerviosismo de Jahir y la forma como sudaba mientras manejaba la camioneta dejaron al príncipe desconfiado, aquello le olía muy raro.

Nada más llegar al final del camino en lo alto de la montaña, Karim se bajó de la camioneta alejándose para buscar a su hermano. Desde donde estaba el príncipe pudo ver que la mina estaba desierta, no podía apreciar el movimiento de trabajadores de un lado a lado a otro, algo común a aquellas horas. Entonces se giró para ver a Jahir que se mantuvo alejado de él varios metros como si intentase mantener una distancia segura.

—¿Jahir por qué me has traído a este lugar? —preguntó sin rodeos seguro de aquello era una trampa y cuando escucharon el sonido de un motor, indicando que otro auto se acercaba, el muchacho dijo.

—¡Lo siento majestad, lo siento mucho de verdad!

Karim lo vio correr y subirse a la camioneta a toda prisa para escapar de ese lugar y dejar al príncipe heredero solo como le habían ordenado, sin que nadie estuviera cerca para presenciar lo que estaba a punto de suceder.

—¡Jahir! —vociferó Karim, pero el muchacho se marchó a toda velocidad, justo cuando otra camioneta negra llegó aparcando a unos pocos metros del él.

Vestido totalmente de negro de los pies a la cabeza, Idris Hassan parecía la verdadera imagen de la muerte…algo que no estaba lejos de ser cierto, pues había llegado a la montaña de las águilas para ser el verdugo del príncipe heredero, el mayor obstáculo de Amín al Thani de ser Emir, y de darle a él lo que más deseaba, poder.

—¿Qué significa todo esto Idris?-lo interrogó Karim y retrocedió al ver que el tío de su mujer cargaba una pistola. —¿No estarás pensando en matarme verdad…no sería muy inteligente por tu aparte atentar contra mi vida?

Idris sonrió limpiando la pistola, antes de apuntar el cañón al pecho de Karim. Sería un trabajo limpio y fácil, no iba a tener la necesidad de ensuciarse las manos, incluso sentía que iba a disfrutar inmensamente de arrebatarle la vida a un hombre tan poderoso.

—Digamos que solo estoy adelantando lo inevitable…tu muerte y el principio de algo grande en mi vida. Hoy caerá un rey indigno para que otro pueda ocupar el lugar que verdaderamente le corresponde. Yo seré un Emir y el hombre más influyente y rico de Asia.

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🔒 Capítulo 95: Debes casarte.

Karim colgó la llamada para que no supieran con quien estaba hablando y miró molesto al hombre que tenía en frente por haberlo interrumpido en un momento tan especial.

—¿Qué está haciendo aquí, padre? —inquirió viendo como el Emir caminaba de un lado a otro por el despacho mientras que Farid se quedó en la puerta, como siempre actuando como si fuera la sombra de Hudad.

—Este palacio sigue siendo mío, puedo entrar donde quiera y cuando quiera, no lo olvides príncipe heredero.—espetó el Emir poniéndose delante de su hijo. —Solo estoy aquí porque quiero hablar con mi hijo.

—Estoy muy ocupado padre, tanto con mis asuntos del emirato como con los proyetos de mi empresa. ¡No tengo tiempo para el honorable Emir! —gruñó Karim volviendo a sentarse en su silla mirando los documentos que tenía delante, pero Hudad los apartó para llamar su atención.

—¡Soy tu padre, Karim, eso es algo que jamás podrás cambiar por más que me odies y me desprecies todo el tiempo! —vociferó el Emir con vehemencia y el príncipe golpeó la mesa.

—Pues si sabes perfectamente lo que siento por ti, ¿entonces por qué no me haces el maldito favor de ahorrarme la molestia de verte la cara? —replicó Karim.

—Sé que tenemos nuestras diferencias, pero yo solo he intentado llevarte por el buen camino. —afirmó el Emir y Karim soltó una carcajada.

—¿Provocar el suicidio de mi hermana para ti es llevarme por el buen camino? —cuestionó el príncipe y el Emir se puso recto mirándolo con desagrado.

—Todavía no sé cómo te has enterado de lo que sucedió. —escupió mirando a su hombre de confianza por encima del hombro y Farid bajó la cabeza. —Eso cambió nuestra relación, pero…

—Eso no cambió nada entre nosotros, padre. Te he despreciado toda la vida y con la muerte de mi hermana ese odio y desprecio solamente aumentaron. —declaró Karim.

—Farah tomó una decisión, ella no quiso enfrentar su destino que era servir a su esposo, esa era su obligación como mujer…

—¡Eres un maldito infeliz! —Karim dio la vuelta a la mesa y atacó a su padre, pero Farid se interpuso entre ellos. —¿¡Me está diciendo que ella tenía que soportar ser violada cada día por desgraciado con el que la casaste!?

—Ella no cumplió con su parte y te puso en mi contra para huir de su deber. Yo solo buscaba darte mi visión, mi deseo de dar continuidad todo lo que nos han enseñado, hacer de ti un gran Emir. Pero te niegas a aceptarlo Karim, a ser lo que tu abuelo deseaba para nuestro linaje. —contestó Hudad asombrado con toda la ira que tenía su hijo. —Me educaron diciendo que un nuevo Emir debe superar al anterior, a eso me he dedicado todos estos años. Hice y haré hasta lo imposible para que nuestra dinastía sea eterna.

—¿Incluso matando a tus hijos? —inquirió Karim asqueado. —Tu y mi madre mataron a mi hermano para darme su lugar, después por tu culpa Farah se suicidó porque la has utilizado para chantajearme, ¿así es como mantienes viva nuestra dinastía…matando a inocentes?

El Emir le dio la espalda caminando hasta el ventanal y sin mirarlo contestó a sus acusaciones.

—Únicamente me estaba certificando de agradecer a Alá por enviarme una gran bendición, dándole el lugar que era suyo por derecho. Naciste prematuro, los médicos creían que no ibas a su sobrevivir porque tu madre había tenido un embarazo muy delicado. Pero llegaste a este mundo perfecto, fuerte y sano. —contó curvando sus labios en una sonrisa y pasó la mano por su barba recordando ese momento. —Aún recuerdo las palabras del doctor, “nació un verdadero príncipe” —Hudad se giró y miró a su hijo de frente. —Solo eras un bebé, pero tu energía era tan poderosa que todos en aquella habitación se arrodillaron…como aquel día en el hospital cuando decidiste salir de la cama aún estando herido. Eso no sucedió cuando nació mi primogénito. Eres mi mayor orgullo, Karim, a pesar de haberte declarado como mi mayor enemigo.

—Tú eres mi maldición, pero no pienso cargar contigo toda la vida. —refutó el príncipe apoyando los puños cerrados sobre la mesa.

—No tengo tiempo para seguir luchando por un poco de tu comprensión o mucho menos por algo de respeto. Ya tengo claro que esa lucha la tengo perdida, pero también sé que tú no eres capaz de abandonar tu lugar en este palacio, porque como siempre has decidido cargar con la desgracia de los demás. Tú y tu estúpido intento de ser un héroe. —escupió Hudad. —Solamente estoy aquí para decirte que debes casarte, y esta vez me da exactamente igual con quién lo hagas…es más, si quieres puedes buscar a la mujer que fue tu amante durante tantos años.

¿Volver a casarse y hacerlo con una mujer que había estado prohibida para él durante tantos años?… El príncipe no podía creer lo que había acabado de escuchar.

—¿Amanda? —preguntó Karim incrédulo. —¿Quieres que me case con Amanda?

—Quiero que te cases, pero como ya no te puedo obligar a hacerlo y mucho menos elegir a tu esposa hazlo con quien te salga de los huevos. Lo único que deseo es que tengas un hijo, con quien sea, pero hazlo…tu también necesitas un maldito heredero para afirmar tu lugar en este Emirato ya que en este momento somos la única familia del Consejo sin herederos y eso supone un riesgo para nuestra posición. —demandó el Emir y Karim hizo una mueca de asco.

—Necesitas que tenga un heredero para afirmar el tu lugar en el Consejo Supremo. —replicó el príncipe y Hudad se encogió de hombros.

—Como sea, pero debes casarte y dejar de seguir arrastrando el nombre de nuestra familia en esos escándalos por el despecho que traes encima después de ser engañado por aquella puta marroquí. —escupió Hudad y Karim tuvo que controlarse para no partirle la cara por hablar de su mujer de aquella manera. —Ya es hora de borrar la mancha que ella dejó en este palacio, y la mejor manera de hacerlo es con una boda.

Karim soltó un gruñido que llamó la atención de su padre, pues Hudad pudo ver en su mirada como lo interrogaba.

—¿Si quieres borrar el recuerdo de Rania porque mierda Idris Hassan sigue en este país? —cuestionó el príncipe.

—Eso no me preguntes a mí, es asunto de tu hermano que al parecer está haciendo negocios con Idris relacionados con la antigua mina. —respondió Hudad y abrió la puerta del despacho, pero antes de salir dijo algo más. ——Haz lo que te estoy diciendo si de verdad quieres algún día hacer algo bueno por tu nación y cásate cuanto antes con otra mujer.

—¿Me vas a obligar? —lo desafió Karim y el Emir soltó una risa burlona.

—No es necesario, lo hará tu propia conciencia. —respondió con satisfacción. —Por un motivo que no termino de entender has decidido sacrificarte por el bien mayor y si todavía estás bajo mi techo es porque estás dispuesto a todo para no perder tu título. Si eres capaz de aguantarme, también lo serás para casarte con otra mujer y borrar el recuerdo de aquella odalisca inmunda. ¡Felicidades, hijo mío, por fin tienes mi bendición para hacer tu vida con la zorra estadounidense!

Karim tiró al suelo todo lo que había sobre la mesa, sin saber que más podía hacer para desenmascarar a su padre demostrando todos los crímenes que ha cometido contra el país. Si no llegaba a hacerlo pronto no iba a poder estar con su familia y lo peor es que tendría que casarse con otra mujer.

—Maldito seas Hudad Al Thani.

En el mismo lugar donde el príncipe buscaba la manera de volver a estar con su familia y desesperado por acabar con su padre, alguien planeaba su destrucción.

—¿Está todo preparado? —preguntó Amín mirando a Idris de reojo.

—Sí, esta misma tarde usted será el nuevo príncipe heredero y de su hermano no quedará ningún rastro. —aseguró Idris enseñándole la pistola. —¿Y cuanto a mi sobrina?

—También ya tengo a dos hombre en la puerta del cuchitril donde vive con sus tíos esperando mis órdenes. Hoy tanto mi hermano como su bebé conocerán el otro lado. —contestó Amín deseando ver el resultado de sus planes después de meses esperando para actuar.

—¿Sabes que mi sobrina morirá también verdad? —opinó Idris escuchando al príncipe gruñir.

—Si muere será porque ese es su destino, pero si sigue con vida será mía para siempre…Si Rania sobrevive a esta noche pasará el resto de sus días sirviéndome. —afirmó Amín.

De lejos los dos hombres vieron como uno de los empleados de la mina, enviado por Idris, entraba en el palacio para buscar a Karim y llevarlo directo a su destino final mientras que Rania entraba en su casa sin saber el peligro que ella y sus hijos estaban corriendo.

—¿¡Tía!? —llamó Rania dejando algunas bolsas de tienda con varias ropitas para sus bebés encima del sofá y comenzó a buscar a su tía Fariha por la casa. —¡Tía! —exclamó extrañada mirando la hora, pero al ver que todo estaba a oscuras y nadie contestaba pensó que posiblemente sus tíos aún no habían regresado a casa.

Rania recordó que su tío Hamza le había avisado aquella mañana que durante la tarde él y su esposa irían a una mezquita en el centro para llevar algunas alfombras, pero posiblemente regresarían tarde a casa ya que todavía no habían regresado.

Al darse cuenta de que estaba sola, la chica decidió poner toda su atención en los regalos para sus bebés y se fue directo a la habitación después de prepararse una taza de té.

Por décima vez en aquel día, Rania miró todo lo que Karim, ella y sus tíos ya habían comprado para los futuros miembros de la familia.

Estaba como loca mirando cada pijamita, los gorritos, los pequeños calcetines que cubrirían los piececillos de sus pequeños torbellinos; y suspiró con cansancio viendo tantos paquetes con pañales.

Rania sonrió pensando en todo lo que el futuro reservaba para ella y su príncipe con el nacimiento de sus hijos. Entonces escuchó la puerta principal abriéndose y pensando que eran sus tíos corrió para ir a saludarlos con las fotos de su ecografía de aquel día en la mano.

—¡Tía tenías que haberme acompañado a la cita, te hubiera encantado ver lo grande que están nuestros príncipes! —habló en voz alta ilusionada mientras cruzaba el pasillo con una alegría que no podía medir. —Te vas a enamorar aún más cuando…

Rania dejó caer las fotos con un grito ahogado que salió de su garganta y retrocedió asustada al ver los dos hombres que estaban de pie en el salón armados con dos cuchillos de caza.

—¿Quiénes son ustedes y qué están haciendo en mi casa? —preguntó con la respiración entrecortada y uno de los hombres avanzó hacia ella.

—El castigo y el final de la existencia de Karim Al Thani en esta tierra…

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Bajo el hechizo del príncipe

🔒 Capítulo 94: Malos padres.

Dos meses después. 

—No creo que sea buena idea entrar ahí princesa. —opinó Adessa caminando detrás de la niña que jugaba con sus cabellos de color azabache.

—Dicen que mi mamá está triste Adessa, tal vez necesite un poco de compañía, y yo quiero estar con ella. —contestó Dalia con autoridad, decidida a entrar en la suite de su madre, donde Fátima llevaba meses encerrada. —Quédate aquí Adessa, yo entraré sola.

—Princesa insisto que no lo haga, puede que a la Emira no le agrade su visita, ni la de nadie. —insistió Adessa con ansiedad, pero Dalia la ignoró.

Cuando la niña se plantó en la suite de la Emira, los guardias se interpusieron en su camino impidiendole pasar.

—Lo sentimos majestad, pero no puede entrar en la suite de la Emira. —dijo un guardia con la mirada al frente.

Dalia arrugó el ceño, llevó las manos a la cintura mirándolos molesta por esa actitud y como si en lugar de ser una niña de diez años, habló como con firmeza como si fuera una mujer adulta.

—¿Cómo se atreve a dirigirme la palabra sin mi autorización, guardia? —lo increpó Dalia y el hombre se puso tenso, recordando en ese momento que aquella niña de mirada fiera era su princesa.

—Lo siento majestad, no era mi intención faltarle al respeto.

—Pues le aconsejo que no vuelva a hacerlo, soy su princesa y me debe obediencia. Así que apartese de mi camino inmediatamente o aténgase a las consecuencias. —demandó Dalia y tanto Adessa como los guardias inclinaron la cabeza apartándose del camino de la niña.

En la penumbra de la suite de la Emira, Dalia encontró a su madre sentada en el alféizar de la ventana. Su cuerpo estaba en aquel lugar alimentándose de la poca luz que entraba en la estancia, pero su mente estaba perdida en otra parte.

La niña dio pasos cortos hasta la mujer, con cierto temor a ser regañada, pero no se marchó pues creía de verdad que podía ayudarla a sentirse mejor. Al fin y al cabo, Fátima no era la mejor madre del mundo, pero era la única que tenía.

—¿Mamá? —la llamó Dalia con un timbre de voz muy bajo, casi inaudible. —¿Mamá estás bien? —preguntó colocando la mano sobre la de Fátima y se sobresaltó cuando la mujer la miró de repente.

—¿Qué está haciendo aquí Dalia? —preguntó la Emira mirando fijamente a su hija pequeña.

—Me dijeron que no te encuentras bien y vine a hacerte compañía. —murmuró la princesa alisando la mano de su madre con cariño. —No quiero que estés sola.

—¿Y crees qué tu presencia hará que me sienta mejor? —cuestionó Fátima con una mirada sombría haciendo que la niña se sintiera incómoda.

—Yo solo quiero ayudarte mamá, quiero verte bien y no aquí encerrada. —respondió la niña con sinceridad, pero en el instante que Fátima acarició su rostro Dalia se puso rígida.

La Emira jamás había tenido ningún gesto de cariño con ella, por ese motivo la manera como Fátima tocaba su rostro y deslizaba los dedos entre sus cabellos le resultó extraño.

—¿Recuerdas lo que te conté sobre el parto, Dalia, cómo es dar a luz a un bebé? —preguntó Fátima observando cada detalle del hermoso rostro de su hija.

—Sí mamá, me dijo que el parto es la guerra que toda mujer debe luchar, que es nuestra obligación divina traer hijos al mundo para honrar a nuestros maridos y dar continuidad a su linaje…también me contó que duele mucho. —Dalia apenas susurró las últimas palabras, pues aquello era algo que le asustaba.

—Es la peor de las guerras Dalia, y no sabes cuánta rabia puedes llegar a sentir por tener que pasar esa guerra, por tener que luchar, gritar, sudar y sangrar como un animal para luego tener como resultado algo inútil…tan inútil como una niña, una princesita insignificante como tú. —escupió Fátima hiriendo a su hija con su declaración.

—¿Soy inútil mamá? —cuestionó Dalia con los ojos empañados y Fátima arrancó un grito de su hija al tomarla del rostro con brusquedad.

—Las mujeres solo sirven para ser vendidas como yeguas, no hay gloria en traer una hembra al mundo. Los hombres nacen para ser fuertes, para triunfar y mantener nuestro linaje en pie. Pero una mujer solo sirve para abrirse de piernas y poner más niños en el mundo. —declaró la Emira con resentimiento. —Casi me quitaste la vida cuando te parí. Aquella maldita noche fue la peor de mi vida, el más doloroso de todos mis partos y deseé tirarte por la ventana cuando vi lo que tenías entre las piernas. ¡Una maldita niña inservible, tanto dolor para nada! —Fátima la lanzó en el suelo y Dalia se arrastró retrocediendo para escapar de la Emira.

—¡Me estás asustando mamá! —exclamó Dalia llorando.

—Traerte al mundo me costó muy caro, por eso en el mismo momento que saliste de mis entrañas te puse un alto precio, una fortuna prácticamente impagable. —confesó Fátima tirando del brazo de su hija para levantarla del suelo y la miró a los ojos sin importarse con el miedo que se veía reflejado en ellos. —Pero alguien, unas horas después, no solamente aceptó pagar ese precio, sino que lo triplicó.

—No entiendo lo que está diciendo mamá…no entiendo nada. —masculló Dalia temblando de la cabeza a los pies. —¡Y me estás haciendo daño!

—Algún día lo entenderás, cuando esa persona venga a buscarte y descubrirás que solo sirves para una cosa niña inútil. —acercó su rostro al de la niña y rugió. —¡Tú solo sirves para ser el recipiente que un hombre llenará con su semilla, nada más…no serás nada más que una yegua lista para ser entregada a un semental! —vociferó Fátima arrastrando a su hija hasta la puerta para después sacarla de su habitación como si fuera un perro.

Dalia cayó en el suelo del pasillo delante de los guardias y de Adessa, que se indignó con aquella escena.

La niña vio como su madre cerraba la puerta en su cara con una mirada de desprecio en el rostro, dándole la espalda y demostrando que jamás la había querido.

—¡Mi princesa! —exclamó Adessa que con la ayuda de los guardias intentó ayudarla, pero cuando la tocó Dalia se apartó abruptamente.

—¡No me toques! —replicó la niña levantándose del suelo y salió corriendo limpiándose las lágrimas.

En ese momento Dalia descubrió que no había ni una pizca de amor en aquel palacio por parte de sus padres mientras que en el despacho su hermano recordaba lo mismo, que habían nacido de dos seres egoístas, mezquinos y crueles.

Karim tenía el telefono móvil pegado a su oído, escuchando emocionado aquel bello sonido que inundo su corazón de felicidad y amor.

—Solo una vez más. —suplicó mientras que al otro lado de la línea la doctora que estaba atendiendo a Rania subía el volumen del ecógrafo para que el príncipe pudiera escuchar el latido de los corazoncitos de sus bebés. —Es lo más bello del mundo. —declaró con los ojos cristalizados.

—Cómo su papá, serán hermosos y fuertes. —contestó Rania dándole las gracias a la doctora por darle algo de privacidad para hablar con su príncipe.

Karim había insistido en que Rania debía llevar su embarazo en la mejor clinica de Nueva York, donde nadie sabía que él era el padre, pero aún así la trataban como si fuera una reina.

—Te extraño mucho, habibi. —confesó Rania cuando la doctora la dejó sola y lo escuchó suspirar.

—Yo también te extraño amira, pero mi presencia ahí solo podría ponerte a ti y a nuestros bebés en peligro. —contestó el príncipe con impotencia. —No sabes cuánto me duele no poder estar a tu lado cuando más me necesitas.

—Pero es como tiene que ser, para todos los efectos estos bebés no son tuyos y es mejor que sigan creyendo que es así. —murmuró Rania mirando su panza en el espejo.

—Prometo que estaré ahí cuando nazcan nuestros hijos, no pienso dejarte sola en ese momento. Los hicimos y vamos a recibirlos en este mundo juntos.-aseguró el príncipe y ella sonrió ilusionada. —Ahora dime, ¿nuestros bebés siguen con su timidez?

—Más que tímidos creo que lo hacen a propósito, no se quieren dejar ver. —sonrió Rania delineando la curva de su vientre. —La doctora intentó mirarlos de todos los modos posibles, pero nada…todavía no sabemos que hay dentro de esta cajita de sorpresa.

—Pues yo creo que hay una princesita o por lo menos es lo que deseo. —declaró Karim mirando por el ventanal, soñando con algún día ver a sus hijos jugando en el jardín del palacio. —Muero por tener una niña hermosa, tan inteligente y fuerte como su mamá.

—Habibi, sabes perfectamente que si llego a tener una niña será tu consentida y terminarás volviéndote loco. —replicó Rania riéndose.

—Lo dicho, como su mamá que también me vuelve loco y estoy deseando estar contigo otra vez ama, para ser tu esclavo y satisfacer todos tus deseos. —Karim se humedeció los labios pensando en las noches que habían pasado juntos, pero entonces alguien entró en el despacho interrumpiendo su momento de alegría.

El príncipe se puso de pie rápidamente en el exacto momento que alguien invadió su despacho sin previo aviso.