Dos años después…
Rania estaba abrumada con tanta atención por parte de su marido. No terminaba de acostumbrarse a ser consentida como a una reina. Karim no escatimaba a la hora de darle a su esposa los mejores regalos y menos el cariño, el amor y la pasión que le dedicaba.
—¡Habibi esto es una verdadera exageración! —se escandalizó Rania mientras Karim cubría su cuerpo de besos después de haberla rodeado con las joyas más caras del mundo. —Tantas joyas para una sola mujer llega a ser obsceno… ¡Esto es demasiado!
Karim levantó la cabeza para mirarla, después de haberle dado otro orgasmo con su boca aquella mañana, subiendo a los labios de su mujer para besarla y responder.
—Nunca es demasiado cuando se trata de consentir a mi reina, a la mujer de mi vida. No pienso parar hasta poner el maldito universo a tus pies. Para ti todo, Rania Al Thani, porque sin ti no hay nada.
Rania ronroneó cuando Karim mordió su cuello antes de llevarla a la bañera de hidromasaje. El Emir había amanecido aquella mañana con toda la intención de tratarla como a una diosa. Era su mujer, nada le daba más placer que mimarla a diario.
—Como sigas así terminarás gastando toda la fortuna de la dinastía Al Thani en tu Emira. —advirtió Rania con una sonrisa maliciosa. Las manos de Karim recorrían su cuerpo bañándola y masajeando su piel aterciopelada. —Recuerda que hemos tenido que comenzar a construir un nuevo garaje solo para guardar todos los autos que me has obsequiado, ya no sé qué hacer con tantos.
—Quiero que tengas uno para conjuntar con cada uno de los bolsos de tu clóset. —bromeó Karim mordiendo el labio inferior de Rania.
Karim la tenía enamorada, hechizada y extasiada con tanto amor. Era el hombre perfecto y era solo suyo. Su Emir vivía únicamente para amarla a ella y a sus hijos. Finalmente habían encontrado la felicidad juntos y superado todos los obstáculos, aunque de todas formas siempre estarían fuertemente unidos para enfrentar cualquier adversidad que se les presentase.
En la suite mientras que la parejas real se preparaba para la pequeña reunión que habían organizado para sus amigos, las empleadas del palacio preparaban un delicioso desayuno, como siempre digno de una reina por órdenes de Karim.
Sin que se dieran cuenta una pequeña traviesa en cabellos negros entró en la habitación sin llamar mucho la atención, escondiéndose como una gatita que solo quería jugar.
Rania se sentó en el regazo de esposo ya vestida con un bello y delicado vestido azul. Karim se encargaba de darle el desayuno en la boca mientras planeaban una escapada a Italia.
—Entonces mi marido quiere darme una noche romántica por las calles de Venecia. —indagó Rania con curiosidad y Karim asintió todo coqueto.
—Tengo la intención de ser tu sumiso en cualquier parte de este planeta. Lo que sea con tal de adorar a mi diosa y hacerla feliz.
Rania se derritió en los brazos de Karim, hasta que los dos se sobresaltaron por la presencia de una pequeña intrusa.
—Jummm… —gruñó Rhianna llamando la atención de sus padres.
—¡Rhianna! —exclamó Rania llevando la mano al pecho.
Karim se levantó la niña en sus brazos. Rhianna miraba a sus padres intrigada y con el ceñito fruncido.
—Mi princesita hermosa, te hemos dicho muchas veces que no debes entrar a escondidas en los lugares. —dijo Karim besando la cabecita de su niña.
Lo cierto es que Rhianna hacía con su padre lo que quería. La princesa era la mayor debilidad del Emir.
—Si no lo hago no me entero de nada, porque hay cosas que no cuentan porque soy pequeñita y yo quiero saberlo todo. —se quejó Rhianna haciendo un puchero y cruzando los brazos.
—Ya sabes que tu papito y yo siempre estaremos aquí para contestar cualquier pregunta que tengas. —aseguró Rania mirándola con ternura, pero Rhianna no parecía convencida.
—Pues si es así, entonces quiero saber. —anunció Rhianna mirando a su padre. —Papito bello, ¿qué es un sumiso?
Karim perdió el color, sintió la garganta seca y se puso tenso ante esa pregunta. Entonces con una sonrisa incómoda contestó, escuchando como su mujer se reía.
—Algo sin importancia mi princesita. No pienses en eso. Es un juego tonto que tengo con tu mamá.
Karim echó una mirada asesina a su mujer que no podía contener la risa. Rania se llevó una mano a la boca para callar una carcajada. La pregunta de su hija era demasiado buena.
Al ver que no le iba a sacar una respuesta por las buenas de su padre, ya que esa no le había convencido. Rhianna recurrió a su madre haciendo un puchero.
—Mamita yo quiero saber lo que es un sumiso. —Rhianna llevó las manos a la cintura y miró a su padre con seriedad. —Dile a mi papito que me explique.
Rania la miró condescendencia, tomó asiento en la mesa cruzando las piernas y con unas ganas insoportables de romperse a reír pidió.
—Vamos habibi, contesta a la pregunta de tu hija. Estoy ansiando escuchar tu explicación. ¡Alá sabe cuánto he esperado por este grandioso momento!
Karim tomó aire antes de aclarar las dudas de su hija. Miró a mujer de reojo y sentó a su hija en la mesa.
—¡Vamos papito, quiero mi respuesta!
—Cariño, un sumiso es un hombre inteligente que vive para servir a la mujer que ama. Que la convierte en todo su mundo y se dedica únicamente a vivir para adorarla. Para tratarla como una reina.
—Jummm… —murmuró Rhianna pensativa, reflexionando lo que su padre le había explicado. —Está bien. Gracias por la explicación mi papito hermoso.
Karim se hizo mantequilla cuando Rhianna le dio un beso en la mejilla y saltó de la mesa para salir de la habitación.
—¿A dónde vas cariño? —preguntó Rania con curiosidad y Rhianna respondió.
—¡Voy a ser una reina!
La niña se marchó de la habitación decidida, dejando a sus padres intrigados y preguntándose qué clase de travesura estaría planeando la niña. Algo que no tardaron en descubrir…
Después de pasar la mañana juntos, Karim y Rania se dirigieron al jardín, donde sus amigos y los hijos de estos esperaban por ellos. Allí encontraron niña escena inusitada.
Rhianna daba órdenes como una pequeña sargento y los niños que la rodeaban obedecían sin protestar, siguiendo a la niña y cargando sus juguetes.
—¿Rhianna qué estás haciendo? —preguntó Karim pasmado con lo que veía y la niña contestó orgullosa.
—Mira papito, mira cuantos sumisos tengo. —Rhianna señaló a los niños, los hijos de Jax y Malika, los hermanos gemelos de Reagan, Tiger y Taylor Anderson que la seguían obedientes. Incluso el pequeño Thor, el hijo de Reagan y Reich que intentaba cargar un peluche más grande que él, todo con tal de darle el gusto a la princesa.
Karim se llevó las manos a la cabeza pensando que había creado un pequeño monstruito. Rhianna se reía traviesa y Rania tocaba la espalda de su esposo para darle algo de consuelo.
—Vamos niños, más rápido que tengo muchos juguetes y quiero jugar con todos. —demandó Rhianna frunciendo el ceño, pero el hijo mayor de Jax resopló.
—Estoy muy cansado, yo prefiero irme a la piscina.
Rhianna se acercó a él con la barbilla en alto y preguntó.
—¿No quieres vivir para tu reina, Hader Kavanagh?
Hader asintió mirando a Rhianna embobado al igual que los otros niños, era una princesa hermosa.
—Sí, sí lo quiero Rhianna, pero también quiero ir a la piscina.
Rhianna se contoneó y mirándole exigió.
—Está bien, pero primero quiero que me digas si soy linda.
—¡Oh eres la más linda Rhianna, pareces un ángel de lo bella que eres! —declaró Hader suspirando.
Zein que asistía de lejos como su hermana dominaba a sus amigos, caminó hasta ellos y empujó a Hader.
—¡Nunca más vuelvas a decir que mi hermana es bella, Hader o te juro que te pego! —lo amenazó Zein muy molesto. —Rhianna dame la mano.
—No quiero, Zein, quiero jugar con mis sumisos. —se negó la niña y Zein tomó su mano ignorando sus quejas.
—Yo soy el príncipe heredero y tu hermano mayor. Es mi obligación protegerte, no pienso permitir que estos niños se metan con mi hermana. —aseveró Zein con la autoridad de un noble. —Ahora mismo te acompañaré hasta la mesa y no te vas a separar de mí.
—¡Eres un niño tonto, niño tonto! —se quejó Rhianna mientras su hermano tiraba de ella.
Karim y Rania asistían la escena boquiabiertos.
—Si es así de celoso con su hermana, que Dios coja confesada a la que llegue a ser la mujer de su vida. —pensó Rania en voz alta y Karim besó su hombro sonriendo.
—Por lo visto nuestro primogénito heredó el carácter posesivo y celoso de su madre. La mujer que conquisté su corazón tendrá a una fiera detrás de ella todo el tiempo. —bromeó Karim, percibiendo cada vez más las personalidades tan fuertes que tenían sus mellizos.
Horas más tarde, después de una larga tarde de juegos, bailes y muchas risas. Karim, Jax y Reich se tomaron un tiempo para hablar después de meter a los niños en la cama. Pero ese momento entre hombres duró muy poco.
—¡Jax a la habitación! —ordenó Malika llena de malas intenciones y Jax inmediatamente soltó su copa para seguirla.
—Definitivamente esas mujeres nos tienen dominados como esclavos. —suspiró Karim mirando a Rania que iba en su dirección.
—¿ De verdad te quedaba alguna duda de qué estamos sometidos a la voluntad de nuestras esposas? —cuestionó Reich y Jax sonrió satisfecho.
—Yo encantado de vivir para servir a mi señora esposa. La reina de mi hogar. —afirmó Jackson levantando a Malika en sus brazos para entrar con ella en la casa.
—Reich, no me hagas sacar mis pistolas otra vez. —advirtió Reagan mirándolo como si lo fuera a devorar y Reich la abrazó dejando un beso en su boca.
—Vas a terminar dejándome seco o volviéndome loco. —avisó Reich y Reagan tiró de su camisa para pegarlo más a ella.
Cada pareja se dirigió a sus habitaciones con la intención de pasar el resto de la noche haciendo maldades.
Karim vio de lejos a Rania caminando descalza alrededor de la piscina. Era de noche y ella se veía hermosísima. De repente la vio caer en el agua y asustó.
—¡Rania! —exclamó Karim corriendo para ayudarla.
Al acercarse al borde de la piscina la vio reír como una niña y respiró con tranquilidad.
—Me has dado un susto, amira. —la regañó Karim ofreciéndole la mano para sacarla del agua. Rania agarró su mano y dijo.
—Yo prefiero darte orgasmos y que sean muchos.
Rania tiró de Karim que cayó al agua con ella.
Los dos se besaron apasionadamente. Estaban solos y locos de deseo el uno por el otro.
Rania entrelazó sus piernas en la cintura de Karim y se humedeció los labios sintiendo la dureza de su entrepierna rozando su sexo mojado.
—Esta noche soy tuya, te dejaré dominar y haré todo lo que me pidas, habibi.
Karim la miró embelesado, agarró su trasero con sus grandes manos haciéndola jadear y pidió una única cosa.
—Pues entonces que esta noche empiece con lo que más amo de ti, con algo que solo tú me puedes dar…
—¿Y eso sería? —indagó Rania.
—Baila para mí amira, baila para mí esta noche y hazlo desnuda.
Los dos volvieron a besarse con la expectación de la noche que pasarían juntos. La felicidad de la pareja en ese instante era casi completa.
La pérdida de un hijo dejó un vacío muy grande en el corazón del Emir y una herida abierta en el pecho de su mujer, pero cinco años después el llanto de una niña que nació después de un duro parto, que significó una guerra para su madre, les dio a la pareja real esa felicidad que tanto anhelaban.
Durante la peor tormenta de arena de la historia del país, nació aquella princesa que volvería a unir una tierra que se dividió el día que su padre decidió declarar su amor por una mujer que solo quería ser libre. La nombraron Raissa, mujer soberana.