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Aquel verano nuestro

🔒 Solamente su nombre

― ¿Katherine? ―dijo entre lágrimas por su celular.

― ¿Qué ha ocurrido amiga?

―Lo he perdido, he perdido mi matrimonio que ya estaba destruido, he perdido al hombre que me trató como una reina estos días, me he quedado sin nada ―mencionó.

― ¿Dónde estás? ―preguntó ella.

―Aun en este maldito hotel, quiero irme en cuanto antes de aquí ―dijo entre sollozos, mientras enjugaba sus lágrimas con la sabana.

―Alista todo, iré por ti ―mencionó colgando el celular.

Si algo tenía Katherine, es que hacía hasta lo imposible para llegar hasta donde su amiga estuviera por más lejos que viviese, no la dejaba sola por nada del mundo. Dos horas mas tarde Katherine, se encontraba en el hotel en el que estaba Lucia.

―Lucia ―dijo tocando tres veces a la puerta.

Abrió, tenía los ojos hinchados de tanto llorar, sus mejillas estaban rojas y su maquillaje estaba regado por todo su rostro.

―Lo lamento tanto Lucia, todo esto es mi culpa, si jamás hubiese planeado esto, nada hubiese ocurrido ―mencionó abrazándola.

―No es tu culpa Katherine, nada lo es, gracias a ti me di cuenta que ya no amo a Omar, que no lo amo desde hace ya un año atrás ―mencionó.

― ¿Qué es lo que tienes pensado hacer? ―preguntó Kath.

―No lo sé, me he enamorado de Paúl, el chico desconocido para mí, se ha vuelto mas de lo que yo esperaba, me ha tratado como toda una reina, pero ahora, ahora me odia ―mencionó Lucia, entre lágrimas.

―Lo lamento tanto, si hay alguna manera en la que yo pueda ayudarte estaré dispuesta a hacerlo ―respondió abrazándola.

―Sácame de aquí, quiero regresar a casa, quiero olvidarme de todo esto, además de que tengo que arreglar muchas cosas, como, por ejemplo: mi divorcio con Omar ―aclaró.

―Está bien, regresemos, cuanto antes mejor ―sonrió limpiándole el rostro.

Habían regresado a casa, Lucia se sentía cansada por todo lo ocurrido, su mente no dejaba de dar vuelta en lo que estaba bien y en lo que no estaba bien, se acostó en su cama y quedo ahí hecha una bolita llorando en silencio, mientras su amiga estaba en la cocina preparando un poco de comida, Omar ya había llegado a casa, se había llevado todas sus pertenencias, la casa se sentía vacía para Lucia, sabía que a partir de ahora el camino que debía de recorrer no sería fácil.

― ¿Qué será de ti ahora, Lucia? ―preguntó Katherine, mientras le llevaba una taza de té de canela.

―No lo sé, no quiero pensar en eso, me ha llegado la citatoria con el abogado para el día de mañana, después de eso no sé qué ocurrirá ―mencionó.

―Entiendo, deberías de dormir, lo necesitas más que nunca ―habló al ver los ojos hinchados de su amiga.

―Está bien, creo que será lo mejor ―mencionó.

Se había quedado dormida minutos mas tardes de que su amiga había salido de la habitación, en cambio, Katherine, no había podido dormir del todo, pues debía de hacer algo, ella se sentía la mayor responsable de lo ocurrido con Lucia. Abrió su computadora, entrando a aquella página, teniendo la esperanza de encontrar a aquel sujeto llamado Paul, en línea, pero no obtuvo nada positivo.

El día de la citatoria había llegado, Katherine, se había quedado en casa a esperar a su amiga y Lucia… Lucia iba de lo más nerviosa, llevaba una falda ajustada al cuerpo arriba de la rodilla y una camisa de botones.

Después de varias exhaustivas horas que tuvieron ambos abogados para que aquellas personas llegaran a un acuerdo habían terminado, pues habían llegado a un acuerdo.

―Te quedarás con la mitad de las acciones que yo había comprado, la otra mitad me la he de quedar yo y ya he de ver que he de hacer con ellas ―mencionó Lucia.

―Como quieras, pero te agradezco por no dejarme en la calle después de todo ―respondió.

Omar les pidió a ambos abogados que salieran de aquel lugar y lo dejaran solo con su ex esposa, pues tenía un asunto pendiente con ella. Ambos quedaron solos en aquel lugar.

―Tenemos un trato aun sin acabar ―soltó de golpe Omar.

― ¿Un trato sin acabar? ―preguntó sacada del lugar.

―Si a como lo escuchas, habíamos acordado que tendrías una noche conmigo y no lo cumpliste ―respondió mientras se mordía su labio inferior.

Una sonrisa se curvó en el rostro de Lucia, pues le gustaría sentir por ultima vez como su ex esposo aun la deseaba.

― ¿Quieres hacerlo aquí? ―cuestionó desabrochándose un poco la blusa.

― ¿Quieres que sea en algún otro sitio? ―preguntó él.

―Si tu lo deseas aquí, así será ―sonrió ella.

La subió a la mesa desabrochando aquella blusa, llevaba un conjunto de color negro, que le quedaba bellísimo con su tono de piel. Subió su falda separando sus piernas con brusquedad, la besaba sin delicadeza alguna, mientras introducía con fuerza dos dedos en la intimidad de ella, un gemido de dolor se escapó de su boca, a Omar no le importaría eso, sintió que la intimidad de ella empezaba a humedecerse.

―Serás mía por última vez ―habló Omar con voz de mando.

Apartó la ropa interior de ella, introduciendo su miembro con brusquedad, aquella manera de hacerla suya por ultima vez la lastimaba por completo, quejidos de dolor salían de la boca de Lucia. Media hora más tarde Omar había terminado y el centro de Lucia ardía.

―Tu intimidad jamás había estado tan húmeda como hoy, puedo irme satisfecho de que lo disfrutaste como nunca, te hice gemir como no lo habías hecho, ni con el desconocido ese ―mencionó besándola con brusquedad acomodándose la ropa para salir de ahí.

Lucia había regresado a casa, a pesar de que había vivido con Omar nueve años, jamás se había sentido tan sucia a como se sentía en ese momento, después de que él la hubiera hecho suya a su gusto y antojo.

―Lucia ¿qué te ha sucedido? ―preguntó Katherine, al ver la expresión de tristeza en el rostro de su amiga.

―No quiero hablar de eso, solamente quiero dormir, mañana te contaré todo y gracias por no dejarme sola ―sonrió Lucia, haciéndose la fuerte para no derramar una sola gota de lagrima frente a su amiga.

―Está bien., que descanses ―se limitó a responder.

Conocía a su amiga perfectamente como para no darse cuenta de que algo grave le había sucedido, al terminar de arreglar las cosas, se dirigió a su habitación, abrió el ordenador tratando de contactar con Paúl, pero no había respuesta alguna, no había nada, ni siquiera había visto los mensajes que ella le había dejado.

Cinco meses habían pasado de todo aquello, Katherine había regresado a su ciudad y Lucia, retomo su vida, a diferencia que Omar ya no formaba parte de ella, había vendido las acciones de la empresa a un alto costo, pues ella no quería tener nada que ver con Omar, después de aquella ultima vez que la había hecho suya, había terminado sintiendo asco por él.

Katherine, seguía sin darse por vencida de contactar con aquel desconocido del que su amiga se había enamorado, hasta que el día menos esperado tenía un mensaje de él.

― ¿Quién eres? ―preguntó.

―Soy Katherine, la mejor amiga de Lucia ―respondió.

―No tengo interés de hablar contigo a cerca de ella ni nada por el estilo ―expuso.

―Todo lo sucedido en aquellas vacaciones fue mi culpa ―se sinceró ―. Fui yo la que le dije a Lucia que no te dijera nada de tu matrimonio ―confesó.

― ¿Con que objetivo?

―No había ningún objetivo, solamente que no pensé que ella se enamoraría de ti, dentro de dos días estaré en Italia, por lo que espero poder verte en algún momento y hablar de lo ocurrido, claro si tu me lo permites ―mencionó

― ¿Vendrás a Italia? ―preguntó sacado de lugar.

―Iré por negocios y tendré unas cuantas horas libres ―respondió.

―Ok, te dejaré la dirección del lugar, hora y todo por aquí a más tardar mañana ahora debo de irme ―comentó desconectándose del servidor.

El día había llegado, Katherine estaba ansiosa, pues no sabía cómo la trataría Paúl, al saber que ella era la culpable de lo ocurrido, de aquel gran mal entendido.

― ¿Katherine Punber? ―preguntó alguien a sus espaldas.

―Si, soy yo ―respondió.

―Un gusto soy Paúl Casanova ―mencionó, tomando asiento ―, ve directo al grano por favor ―dijo sin la mínima expresión en su rostro.

Katherine le contó absolutamente todo lo que le había ocurrido a su amiga Lucia y como era la relación de ella con su ex esposo, en aquel entonces y ahora, le había confesado todo a aquel hombre que la observaba atentamente en cada una de las palabras que decía.

―Entonces ¿todo este mal entendido fue tu culpa? ―cuestionó.

―Así fue, pido disculpa, si hay una única culpable soy yo, por tanto, si debes de molestarte y odiar a alguien es a mi ―se sinceró.

―Ella también tuvo culpa ―confesó el italiano ―, tuvo culpa al no hablarme con la verdad desde el principio, me enamoré de ella como no tienes idea, Katherine ―dijo con sus ojos cristalizados.

―Ella también se enamoró de ti,  Paúl, jamás la había visto tan fuera de lugar como en aquellos meses, fue aterrador verla de esa manera ―confesó ella.

― ¿Cuándo regresas? ―preguntó él.

―Dentro de dos o tres días, aun no nos han dicho ―respondió.

―Iré contigo ―sonrió.

―Te pasaré mis datos para que así estemos en comunicación y llevarte hasta ella ―respondió emocionada.

Había llegado el día en que Katherine iría acompañada con Paul Casanova, casa de Lucia. Los minutos pasaban y él no llegaba lo que le preocupó a Katherine, llamó a su móvil. Nada, no había respuesta alguna. Regresó a la casa de su amiga sola, sin el italiano, pero con la pregunta en su mente de ¿porqué no había llegado aquel hombre al aeropuerto? ¿se habría arrepentido de la decisión que había tomado? Jamás lo sabrían, pues no sabían donde vivía él, solamente su nombre.

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🔒 Parte de tu venganza

La tarde había llegado, el calor era sofocante, por lo que Lucia, decidió ir a la playa, que quedaba frente al hotel, odiaba que su amiga le hubiese echado aquellos trajes de baños tan provocativos, pues ella jamás había usado uno.

«Ya verás cuando llegue Katherine, esta me las pagaras» dejó en el buzón del móvil de su amiga.

Sentir la arena entre sus dedos la tranquilizaba y le hacia olvidar lo ocurrido con Omar, debía de tomar una decisión, tenía tan solo medio día del siguiente para solucionar sus problemas, Paúl, no salía de su mente, las caricias y la manera en el cuerpo de él la hacia suya era como estar en las estrellas, la trataba como toda una reina, pues después de marcharse le había enviado un ramo de rosas y margaritas, lo que hizo que su corazón saltara de alegría.

―Qué bella te vez con ese bikini ―escuchó que alguien decía a sus espaldas.

Se giro sobre sus talones y ahí estaba él. Su cuerpo atlético, se encontraba bronceado por el sol de la tarde.

― ¿Quieres una margarita? ―preguntó él.

―No soy buena con el licor ―le recordó.

―Entiendo ¿quieres que te acompañe en tu caminata?

Asentó de manera positiva con la cabeza.

Se sentía protegida a su lado, divisó a Omar a lo lejos, pudo ver que por nada del mundo apartaba la mirada de ella y de aquel hombre.

― ¿Porqué me tratas así, como una reina? ―cuestionó.

―Porque eso es lo que eres ante mis ojos, eres una reina para mí, la mujer más bella que mis ojos han visto y de la que me estoy enamorando ―confesó.

Aquellas palabras hicieron que las mejillas de Lucia se ruborizaran. La cargó entre sus brazos regalándole una bella sonrisa, depositando un beso en su frente.

―No quiero que estos días acaben ―pensó en voz alta.

―Dependerá de ti ―respondió.

No supo que decir ante lo que él le había dicho.

―Lucia, ponte un vestido, quiero llevarte a cenar esta noche ―mencionó ―, ahora debo de marcharme ―la besó marchándose de ahí.

Siguió caminando por la playa con una sonrisa en su rostro, pero aquella sonrisa no le duró mucho tiempo.

― ¿Por qué dejas que ese se pasee así contigo, como si fuera tu esposo? ―preguntó Omar

― ¿Celos? ―contraatacó.

―Un poco ―confesó ―, ¿pasaras esta noche conmigo? ―preguntó.

―Lo siento, ya tengo planes para esta noche ―respondió.

― ¿Hasta cuándo estarás conmigo? ―preguntó Omar, molesto.

―Quizá después de las vacaciones ―sonrió, alejándose de él.

Lucia caminó hasta su habitación, pues quería tomar un baño, su cuerpo estaba cubierto de arena. Llegó la noche, se supo un vestido color verde olivo ajustado al cuerpo, con el escote en v, descubierto de la espalda. Escuchó que alguien llamaba a la puerta, era Paúl, quién iba con un traje que remarcaba su atributo, al momento en que ella abrió la puerta, él la recibió con un beso en la mejilla.

― ¿Esta lista, mi bella dama? ―preguntó.

―Si, ya lo estoy ―mencionó saliendo de la habitación, cerrando con llave, pues no quería otra sorpresa como la que había tenido a tempranas horas, de Omar, en su habitación.

La tomó de la cintura, atrayéndola más a él.

―Este es el mejor restaurante que tiene este lugar, tiene un toque italiano ―mencionó con ese acento que tanto le encantaba a ella.

Tuvieron una velada a la luz de la luna, se sentía como en el paraíso, la luna se reflejaba en el mar iluminando aquel lugar, anduvieron descalzos por la arena, mientras él le cantaba una canción. Sentía como si solo ellos dos existían en aquel momento, en aquel maravilloso momento. Se sentían como uno en la eternidad.

―Lucia, esta será nuestra ultima noche juntos, quiero que sea inolvidable, quiero que tu aroma quede impregnado en mi cuerpo al igual que el mío en ti, eres todo lo que he buscado, todo aquello que he anhelado, contigo siento que no me falta nada ―confesó.

―Tu también eres todo lo que yo he anhelado Paúl, pero tengo miedo… miedo de que me termines odiando, que jamás quieras saber de mí ―dijo en un susurró.

― ¿Qué es lo que sucede? ―preguntó con un gesto de preocupación.

―No es nada ―mintió ella.

Caminaron en silencio bajo la luz de la luna, a pesar de aquel silencio, no había incomodidad alguna.

―Lucia, no sé porque todo mi cuerpo te desea, todo mi ser desea recorrer cada centímetro de tu cuerpo, deseo hacerte mía una y otra vez, beber de ti ―mencionó.

Su piel se erizó ante aquello y su intimidad se humedeció.

―Mi cuerpo también te desea, Paúl, cada centímetro de él te desea ―respondió ella, aproximándose a él, reclamando por su cuerpo en un cálido y lujurioso beso.

Las manos de Paúl, se deslizaron hasta la cintura de ella, bajando por su cadera hasta su redondo trasero, subió sus manos hasta los hombros.

―Lucia, te has vuelto mi luz en medio de toda esta oscuridad que llevaba dentro, me has hecho feliz estos días, como nunca antes nadie lo había hecho, no me has criticado por mis defectos, ni me has hecho sentir menos, al contrario, el platicar contigo después de tener relaciones, se ha vuelto algo que me ha encantado, porque quiero todo contigo, Lucia ―confesó, mientras sus dedos subían y bajaban por el cuerpo desnudo de ella.

―Hay algo que quiero decirte…

―Estoy harto de esto ―habló Omar entrando a la habitación en la que se encontraba Lucia, con Paul.

―Omar ¿qué haces aquí? ―dijo ella de manera procaz.

― ¿Lo conoces? ―cuestionó Paúl-

―Si me conoce, soy su esposo ―soltó Omar, lleno de colera ―, estoy cansado de escuchar como este tipo te hace suya una y otra vez, estoy cansado de escuchar desde esta maldita puerta como tu suplicas por más, por sentirte suya una vez más, y a mi jamás me suplicaste de esa manera, ¿Por qué me haces sufrir de esta manera? ―dijo Omar entre lágrimas.

―Por que de esa misma manera me hiciste sufrir tú con Ruth aquella noche en nuestro noveno aniversario, esta es un poco de mi venganza para ti Omar y desde hoy no quiero verte nunca más, recoge tus cosas y lárgate, olvídate de la empresa y de todo, pediré el divorcio, me he dado cuenta que ya no te amo ―respondió.

Salió de ahí hecho una furia.

― ¿Todo lo que me dijiste fue una mentira? ―preguntó Paúl.

―No, nada de lo que te dije fue mentira, me he enamorado de ti Paúl, me has hecho sentir como nunca antes nadie lo había hecho…

―Solo fui parte de tu maldita venganza ―gritó, se puso su pantalón y salió de ahí tan rápido como pudo.

Lucia, se quedó entre las sabanas, pensando en todo lo que había ocurrido en un momento, lo había perdido todo.

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🔒 Un desconocido

Sentir la manera en que sus caderas se movían al ritmo de las mías, fue como estar en el maldito cielo, mis piernas temblaban, mi cuerpo lo deseaba cada vez más conforme me hacia suya, porque eso era, era suya, completamente suya, jamás me había sentido tan deseada como me sentía con él con, Paúl Casanova.

Al amanecer, regresé a mi habitación, me asusté al ver a Omar sentado en mi cama, con su cara de pocos amigos.

― ¿Lo disfrutaste? ―preguntó él.

―Como no tienes idea ―respondió ella con una sonrisa.

―Pude escucharte como decías su nombre y una y otra vez que te hacia suya, no sabes como lo odie, odie cada maldito segundo que le recorría tu cuerpo ―espetó.

―Pues deberías de acostumbrarte a sentir eso, porque eso mismo fue lo que yo sentí aquella maldita noche que te encontré con Ruth ―soltó.

Era la primera vez que Omar miraba así de molesta a Lucia, ella siempre había sido un sol para él y jamás la había visto furiosa.

―Ya basta de vivir con el pasado encima Lucia, lo mío con Ruth fue una aventura solamente, pero es a ti a la mujer que yo amo ―comentó tratando de arreglar algo que ya estaba roto.

―Si en verdad me amaras a como dices, jamás me hubieses engañado con Ruth, no si hubieses sido un poco consiente de como me sentiría al enterarme de lo que ocurría ―confesó.

―Jamás pensé que te enterarías, no me dedicas tiempo desde que encontraste ese trabajo en el teatro, te consume por completo al igual que el estar la otra parte en casa de arriba para abajo…

―Y ¿acaso tu me dedicas tiempo a mí? No recuerdo cuando fue la ultima vez que me trataste como una reina, que me llevaste flores o que fuimos a una cena romántica, solamente te la pasas en la oficina y a mi me dejas en el abandono, pero ahora entiendo la razón del porque no pasabas tiempo conmigo si se lo dedicabas a Ruth ―sus mejillas se pusieron rojas debido a lo molesta que se encontraba.

―Ya cállate, me canse de escucharte ―vociferó tratando de propinarle una bofetada.

―Ni se te ocurra golpearme Omar, o haré que te arrepientas toda tu miserable vida, recuerda que estas en esa empresa gracias a mi y que en cualquier momento puedo hacer de tu vida el mismo infierno y no querrás que eso suceda, ¿o sí? ―amenazó.

―Me voy, no quiero hacer alguna estupidez más de la que después me vaya a arrepentir ―mencionó Omar, saliendo de la habitación.

Lucia, tomo una ducha, mientras cerró los ojos a su mente venia las imágenes de como aquel italiano, ha había hecho suya una y otra vez hasta el cansancio, aun sentía las caricias de él por todo su cuerpo.

El timbre sonó, pues alguien llamaba a la puerta.

― ¿Quién es? ―preguntó.

―Soy yo, has olvidado tu cartera en mi habitación ―respondió.

Era él, Paúl, pero, ¿cómo sabia cual era su habitación si no se lo había dicho?

―En un momento abro ―respondió.

Abrió la puerta y ahí estaba él, con su cabello húmedo y esa colonia que olía exquisitamente.

― ¿Cómo supiste cual era mi habitación? ―cuestionó.

―Pregunté en la recepción, no fue nada difícil ―sonrió, la miró de pies a cabeza envuelta en aquella bata ― ¿puedo pasar? ―una fina sonrisa se curvo en sus labios.

―Por favor, cierra con el seguro ―respondió ella.

Sabía que era lo que él quería y ella también deseaba lo mismo, pues era la mejor manera de olvidar la discusión que había tenido minutos antes con Omar.

― ¿Te sucede algo? ―preguntó Paúl, al notarla distraída.

―No, no es nada ―respondió.

Sentía sus suaves labios, recorrer su cuello, sus manos acariciar con delicadeza su redondo trasero. Sentía el rose de su miembro en mi trasero, me gire quedando de frente a él. Todo de él era perfecto para mí, sus manos, sus besos, la manera en que me trataba, todo aquello era la manera que quería ser amada y un completo desconocido estaba logrando.

―Lucia ―jadeo, cuando sintió mis manos en el cierre del pantalón.

― ¿Sucede algo?

―Quiero tenerte enredada entre mis sabanas todas las noches ―manifestó.

Su mirada se nubló por el deseo que sentía hacia mí, tomó mis labios con vehemencia, envolvió mi cintura con sus brazos, tiró de mi cabello inclinando mi cabeza hacia atrás dejando mi cuello expuesto, para besar esa parte sensible de mí. Una de sus manos bajó hasta mis muslos, su palma cálida hizo que mi piel se estremeciera y que mi intimidad se humedeciera, rozaba con la yema de sus dedos el borde de mi clítoris. Me separé de él y un gruñido de protesta salió de su boca. Me arrodillé, bajando su pantalón, tomé su miembro con una de sus manos llevándolo hasta mi boca, sentí como su cuerpo se tensaba ante el calor de mi boca en su miembro. Aumente el ritmo de mis movimientos, su jadeo era cada vez más presentes, sentía como su miembro se endurecía dentro de mi boca, hasta estallar dentro de mí.

―Ahora es mi turno de hacer que tu bello cuerpo se estremezca ante mi ―habló, mientras me ayudaba a ponerme de pie.

Enredó mis piernas alrededor de su cadera llevándome hasta la cama.

― ¿serás mi reina y mi sumisa esta noche?

―Seré todo lo que desees ―respondió ella.

Sus dedos se hunden por mis húmedos labios que le guían hasta mi vagina, haciéndome gemir su nombre.

―Eso es mi reina, sigue así ―dice en un gemido sonoro.

Baja su boca hasta mi intimidad, sintiendo como su boca juega con mi clítoris, su lengua entra en mi intimidad haciendo movimientos circulares dentro de ella. Besa mi boca haciendo sentir mi propio sabor en sus labios, mientras introduce su miembro dentro de mi para volver a hacerme suya, una vez más.

―Eres una diosa en la cama ―sonrió al haber terminado.

Nos duchamos juntos, lo hicimos nuevamente y luego se marchó. Algo dentro de mí me decía que hacia mal en ocultarle que estaba casada y estaba engañando a mi esposo con él, pero si de algo me había dado cuenta estos dos días que Paúl, me había hecho suya, es que por Omar, mi esposo ya no sentía absolutamente nada, había entendido que el encontrarlo con Ruth, había sido todo lo que estaba necesitando todo este tiempo para darme cuenta que ya no lo amaba, que hace un año atrás había dejado de ver a mi esposo, como eso que era un esposo y lo había empezado a ver como un completo desconocido, no estaba segura si estaba empezando a sentir algo por Paúl, pero de lo que estaba segura es que solamente era un desconocido con el que mantendría sexo por tres días y después desaparecería de mi vida.

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🔒 Mi italiano.

Habían llegado hasta las habitaciones del hotel donde se quedaría cada uno, Lucia se sentía nerviosa debido al primer encuentro que tendría por la noche con el hombre desconocido, no sabía cómo era él, solamente sabia su nombre que era Paul Casanova.

Había llegado la noche, se había dirigido hasta el lobby del hotel llevaba una falda corta, ajustada al cuerpo y una camiseta de botones.

―Señor Casanova, le hemos traído lo que nos ha pedido ―escuchó a un barman de la barra.

Siguió con la mirada a aquel barman. Trató de mirar a aquel hombre, pero se dio cuenta que él la estaba observando. Se levantó de su asiento, dirigiéndose hacia ella.

― ¿Eres Lucia Mostrokï? ―preguntó.

―sí, soy yo ¿tú eres?

―Soy Paul Casanova.

― ¿Cómo supiste que era yo?

―Porque no hay ninguna mujer más hermosa que tú en este lugar ―sonrió de manera coqueta.

Las mejillas de Lucia se ruborizaron, pues había olvidado la última vez que alguien le había dicho un cumplido

― ¿Sabes la razón de este viaje? ―preguntó Lucia.

―Claro que lo sé, unas previas vacaciones con sexo de por medio ―sonrió ―Es la primera vez que haces algo así, ya que puedo notar lo nerviosa que estas.

―Si, todo fue un plan de mi mejor amiga ―confesó.

―No debes de preocuparte por eso, también es la primera vez que me envuelvo en algo así con una desconocida ―mencionó.

―Por tu acento, puedo saber que no eres de por aquí ―comentó Lucia, tratando de calmar sus nervios.

―Así es, no soy de aquí, soy italiano, pero tengo un par de años que he venido a vivir aquí ―respondió, seguido de tomar un trago.

― ¿Qué tal es Italia?

―Una ciudad hermosa, una ciudad mágica y bella ―respondió ―. Dime ¿quieres que nos retiremos de este sitio? ―preguntó él.

Lucia asentó de manera positiva con la cabeza.

Se retiraron de aquel lugar, hacia una sala más privada solo para los dos.

― ¿Quieres tomar algo? ―preguntó.

―No soy buena con el licor, pero la ocasión lo amerita ―respondió.

― ¿Champagne? ¿Vino? ¿Vodka?

―Vodka.

―Una botella de Vodka, por favor ―ordenó.

Empezaron a beber, charlar, conocerse un poco más. La platica entre ambos no era incomoda, el calor se sentía en aquella sala, o quizá, era parte de los efectos secundarios del vodka.

―Sei così bella… che stasera una stella guardandoti, esprimerà un desiderio ―se acercó a ella besando con suavidad sus labios.

Ella aceptó aquel beso, sabía un poco de italiano, por lo que entendió lo que él le había dicho.

―Sei un vero gentiluomo ―expresó ella con una cálida sonrisa.

―Lucia, no te quiero solo para una noche, ni dos, ni tres… quizá pienses que es una locura lo que te diré, pero eres la mujer más transparente que he conocido, no tienes nada que ocultar y eres sincera ante mi ―comentó.

El rostro se le ruborizo al escuchar sus palabras, pero su corazón le dio una punzada, su mente le decía que no estaba siendo sincera con aquel hombre, pero ¿qué tan cierto podrían ser sus palabras? Él seguía siendo un desconocido con el que solo mantendría sexo de por medio, mientras culminaban los tres días de aquellas vacaciones, tres días no eran suficientes para conocer las verdaderas intenciones de él. De lo que Lucia estaba segura, es que ni su propio esposo la hacia sentir como toda una reina como aquel hombre lo hacía, tenía solo ojos para ella desde que llegó al hotel, le decía las cosas más lindas que jamás pudo imaginar, ni escuchar por parte de Omar.

Se acercó más a Paul, besándolo.

―Aquí no Lucia, aquí no ―susurró.

Su miembro estaba duro, pues se estaba imaginando como haría a Lucia suya, sería solo de él. Disfrutaría cada centímetro de su piel, disfrutaría su sabor, su intimidad y sus gemidos serían música para sus oídos. Se la imagino en la cama de su habitación en cuatro, mientras decía su nombre, si de algo estaba Paul seguro, es que Lucia disfrutaría de su miembro.

― ¿Salimos de aquí? ―preguntó ella.

Él aceptó salir de ahí, la llevaba tomada de la mano con mucho orgullo, pudo ver como a su paso, los hombres de aquel lugar la devoraban con su mirada, pero de lo que él estaba seguro es que la haría suya durante toda la noche.

Llegó a su habitación, pidió una botella de vino, se quitó la camisa dejando al descubierto su torso, tenía un cuerpo atlético. Lucia, no podía apartar la vista del bulto de la entrepierna de Paul, pues se preguntaba ¿de qué tamaño sería?

―La verás dentro de unos minutos, no te desesperes ―dijo de manera coqueta.

Lucia apartó la mirada de él bebiendo un trago de vino de golpe. Sentía que sus mejillas ardían de la pena que sentía. Se levantó de ahí dirigiéndose hacia el baño a echarse un poco de agua en el rostro. Se quitó la ropa, quedando en ropa interior, el licor no era lo de ella, pero la había hecho que se relajara por unos minutos, caminó de manera seductora hasta el lugar donde se encontraba él.

―Hazme tuya mi italiano ―le susurró al oído.

La tomó de la cintura pegando más el cuerpo de ella al suyo.

―Disfrutaras que te haga mía, por que eso serás, serás solo mía, mi bella dama ―besó sus labios, bajando hasta su cuello, siguió hasta sus pechos, quitó el sostén, empezando a succionar los pechos de ella, mordía y lamia los botoncitos de ella, escuchaba el gemir de ella ante su tacto, bajó una de sus manos hasta la intimidad de ella, sintiendo su humedad, apartó la braga de ella introduciendo uno de sus dedos, su espalda se arqueó, empezó a hacer movimientos circulares con su dedo.

― ¡Dios mío, sigue así! ―gimió.

Una sonrisa se curvó en el rostro de él.

Introdujo un segundo dedo dentro de ella, volvió a estremecerse, sus piernas empezaban a temblar, sentía una sensación en su vientre, movió con un poco de rapidez sus dedos dentro de ella, quitó su pantalón, con la mano que tenía libre, quedando desnudo.

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🔒 Engaño.

Faltaba solo unos días para que el verano llegara. Lucia, jamás se había encontrado tan alegre por aquella estación del año, había pedido un par de días libres en el teatro,  pues en ese verano sería el noveno aniversario con su esposo, se quedó en casa de los padres de él, preparando una fiesta sorpresa ya que Omar, su esposo regresaba del extranjero, esto lo haría con ayuda de Katherine, su mejor amiga de toda la infancia.

―Está casa es enorme Lucia, ahora entiendo el porque me has pedido ayuda, la sala principal es muy amplia, cuenta con una bella decoración, entre ellos esos cuadros que cuelgan de la pared, al igual que ese exótico candelabro ―mencionó Katherine, al entrar y dejar las maletas en el recibidor.

―Te agradezco por venir lo más pronto posible, no sé qué haría sin ti ―habló Lucia, mientras abrazaba a Katherine, su amiga de toda la vida.

―Sabes que por ti iría hasta el otro lado del mundo ―respondió ―, ¿dónde están los padres de Omar? ―preguntó Katherine la ver aquella casa tan sola.

―Han salido, no sé cuándo regresaran, pero es lo de menos, ve a descansar un poco, para que luego me ayudes con los preparativos de la sorpresa de mi noveno aniversario con Omar ―dijo ella de manera alegre.

―Quiero ver el rostro de Omar, cuando vea la sorpresa que le has preparado, solo tomaré una ducha y bajaré enseguida ―respondió Katherine.

Eran las 12:00am, aquellas mujeres aún seguían preparando la sorpresa para Omar, y más ahora, después de la llamada que había recibido de la secretaria de Omar, que estaría de regreso al anochecer del día siguiente.

―Estoy exhausta Katherine, no sé qué horas sean, pero me alegra que hayamos terminado ―habló mientras se acostaba en el piso.

―Yo también estoy exhausta, pasamos toda la noche y parte del día organizando esto, son las 2:00 pm, haré un poco de comida, para luego descansar, siento que los ojos me pesan ―dijo entre bostezo.

La noche había llegado, Lucia había tomado una ducha ligera, llevaba puesto un vestido rojo, descotado de la espalda, Katherine se había encargado de su peinado y maquillaje, sacando a más no poder la belleza de su amiga.

Las horas pasaban y su esposo no llegaba, lo que hizo que se desesperara y fuera a buscarlo a la empresa. Aquella empresa estaba a oscuras, excepto la oficina de Omar, lo que le pareció extraño a aquella mujer, el estómago se le hacía chiquito, pensaba una y mil cosas.

― ¡Omar! ―gritó al ver como se cogía a su secretaria sobre el escritorio.

―Lucia ¿qué haces aquí? ―gritó Omar, su rostro estaba pálido y el de Ruth, ni mencionar.

― ¿Quién es ella Omar? ―preguntó Ruth.

― ¿Qué haces aquí, Lucia? ―cuestionó mientras se acomodaba el cierre del pantalón.

―Eres un maldito infeliz, Omar, esto me las pagarás tenlo por seguro ―gritó saliendo de ahí a toda prisa.

Llegó a casa hecha un mar de lágrimas, Katherine, se despertó al escuchar el lloro de su amiga proveniente de la habitación de al lado.

―Lucia ¿qué ha sucedido? ¿qué te ha sucedido? ―preguntó.

―Es Omar… lo he encontrado teniendo sexo con Ruth, su secretaria ―confesó.

― ¿Qué? Debe de ser una puta broma de mal gusto ―soltó.

―No lo es Kath, no lo es, me siento devastada, destruida, confiaba en él ciegamente y mira cómo me ha pagado, pero esto no se puede quedar así ―expresó con ira.

― ¿Qué piensas hacer? ―preguntó Katherine.

―No lo sé, no tengo la mente clara para pensar en que es lo que haré ―respondió.

― ¿Qué tal si se van de vacaciones, tratas de arreglar tu matrimonio seduciéndolo? O puedes irte de vacaciones con él y un completo desconocido y así hacerle pagar de esa manera lo que él te ha hecho ―propuso Katherine.

― ¿Quieres que me acueste con otro hombre que no es, Omar? ―chilló.

―Eso dependerá de ti, si deseas pasar una noche con un desconocido ―sonrió.

―Está bien, hazlo, pero todos los gastos pagos a la cuenta de él ―respondió decidida.

―Ya todo está listo, el viaje será para el día de mañana ―habló Katherine

―Pero  ¿quién será el completo desconocido? ―preguntó Lucia.

―De eso también ya me he encargado, déjame decirte que te ha de encantar, lo he conseguido en una de esas páginas para citas, pero lo único es que cree que eres soltera, por tanto, no sabe nada del plan y debes de mantenerlo así hasta que lo tengas entre las sabanas ―dijo entre risas.

―Ahora debes de ayudarme a hacer las maletas, no sé ni que usar ―mencionó.

― ¿Qué le dirás a Omar?

―Que si quiere seguir con este matrimonio que deberá de acompañarme a esas vacaciones de último momento y si no lo hace, me veré obligada a ir sola a esas vacaciones ―respondió mientras limpiaba sus lágrimas.

Dos horas más tarde, Omar había llegado a la casa de sus padres.

― ¡Lucia! ¿dónde estás? ―vociferó.

― ¿Qué son esos gritos? ―habló Katherine, quién se encontraba en la cocina, buscando un poco de comida.

― ¿Dónde está mi esposa?

―Está arriba, en la habitación ―respondió.

―Lucia, Lucia, mi amada Lucia, por favor perdóname ―pidió de rodillas.

―Si quieres que yo realmente te perdone deberás de ir conmigo mañana a unas vacaciones ―soltó con cierto nerviosismo.

― ¿Vacaciones?

―Si vacaciones a como lo escuchas Omar, o es eso o nuestro matrimonio se termina en este mismo momento ―respondió con seriedad.

― ¿Me amenazas?

―No, solamente te advierto ―sonrió.

―Está bien mujer, lo que pidas, pero no me dejes, si lo haces todo mi trabajo se habrá ido al carajo ―respondió.

―Eso debiste de pensarlo antes de meterte con esa secretaria ―espetó.

― ¿Por cuánto tiempo será?

―Tres días.

― ¿Solo los dos?

―No, habrá alguien más con nosotros ―sonrió.

― ¿Quién es?

―Eso no puedo decirte, lo sabrás mañana ―respondió Lucia.

Durante lo que restaba de la noche, Omar no pudo dormir ´pensando en quién sería la persona que los acompañaría en aquellas vacaciones, por unos instantes se le paso la idea de que podría ser la misma Ruth, pero después recapacitó creyendo que aquello sería una completa locura ¿o no?

El día había llegado, Lucia llevaba un short corto, sandalias y una playera holgada.

―Nos quedaremos la noche en un hotel, tu dormirás en una habitación aparte y yo en otra ―comentó antes de ser interrumpida.

― ¿Lucia Mostrokï? ―preguntó una voz ronca a sus espaldas.

― ¿Sí? Soy yo ―respondió ella.

―Todo está listo, el yate saldrá dentro de unos minutos pueden ir abordando, su acompañante ya se encuentra en dicho lugar ―sonrió aquel hombre retirándose del lugar.

― ¿Acompañante? ¿Has invitado a un hombre a nuestras vacaciones? ―cuestionó hecho una furia.

―Si ¿qué creíste que me iba a quedar con tu infidelidad así sin más? Pues no, te has equivocado por completo ―sonrió triunfante.

― ¿Te has vuelto loca? ¿Crees que estoy dispuesto a ver como alguien más te hace suya?―vociferó.

― ¿Quién ha dicho que tú lo veras? Tú has de escuchar como yo lo he de disfrutar ―giró sobre sus talones, caminando hacia el yate.