–¿Estás segura de que esto es lo que quieres? –Preguntó Hugo agarrando una mordaza mientras que miraba a Julia directamente a los ojos, pero ella no apartaba la vista de lo que tenía en él en las manos.
–¿Desde cuando tienes este tipo de cosas en esta casa? – Preguntó Julia con curiosidad mordiéndose los labios.
–No estamos aquí para hablar de mi colección de juguetes sexuales, más que nada porque ya conoces una gran parte de ella. – Habló Hugo con firmeza. – Ahora te volveré a preguntar, ¿Estás segura de que esto es lo que quieres, porque te aseguro que te dolerá y no me voy a detener? – Preguntó acercándose a ella y Julia asintió con seguridad. – Quítate la ropa y acuéstate en la cama. – Ordenó señalando la cama con la mordaza.
–¿No me vas a quitar tú la ropa? – Preguntó Julia intrigada viendo lo serio que estaba Hugo sin expresar ninguna emoción en su rostro.
–¿Quieres que te haga el amor como si fueras una princesa o quieres que te folle duro? – Preguntó Hugo observando como ella comenzaba a quitarse la ropa.
–Creo que ya sabes la respuesta. – Murmuró Julia con expectación cuando lo vio quitarse la camiseta y abrirse el pantalón.
–¡Acuéstate en la cama, ábrete de piernas y mastúrbate! – Demandó Hugo y Julia terminó de quitarse la ropa quedándose completamente desnuda delante de él y después obedeció sus órdenes sin rechistar.
Julia se acostó en la cama desnuda y abrió las piernas exponiendo todo su sexo para Hugo, que la miraba como si quisiese devorarla. Hugo se quitó el pantalón que llevaba puesto y Julia se sorprendió al ver que él no llevaba ropa interior, a penas el pantalón que había terminado tirado en un rincón de la habitación.
Julia jadeó cuando lo vio desnudo, porque no se cansaba de admirar lo hermoso que era, lo sexy que podía llegar a ser y pensó en el hecho de que su cara tan bonita hacía el contraste perfecto con la fiera que llevaba dentro.
Hugo empuñó su miembro mientras que estaba de pie delante de la cama, acariciándolo con una sonrisa maliciosa en su rostro y Julia comenzó a tocarse para él.
–¿No prefieres venir a la cama y que te toque como te gusta? – Gimió Julia sin dejar de mirar aquella enorme polla que tenía delante con punta mojada brillando intensamente para ella.
–Dijiste que una mujer de verdad no necesita un hombre para llegar al orgasmo, demuéstrame que es cierto. – Murmuró Hugo acercándose a la cómoda para sacar algo del primer cajón. –Quiero ver lo que puedes hacer con esto. – Habló tirando sobre la cama un consolador. – lo que hacías cuando estábamos separados. Necesito ver como te masturbas cuando piensas en mí.
Julia encendió el consolador y después pasó la lengua por él para humedecerlo mientras que Hugo se mordía los labios aguantándose las ganas de ponerse entre sus piernas para follársela como tanto deseaba, pero sabía que esa noche Julia necesitaba algo más que sexo.
–No me sabe cómo tú. – Murmuró Julia mirando como el miembro de Hugo pulsaba como si estuviera suplicando por sentir el aprieto de su sexo apretado y húmedo.
–Puedes estar tranquila, porque antes de que termine la noche llenaré toda tu boca conmigo. – Gruñó Hugo con la voz acelerada y Julia comenzó a deslizar el consolador entre sus pliegues hasta sentirlos completamente húmedos y con la punta de sus dedos apretó uno de sus pezones, cerrando los ojos un momento echándose la cabeza hacia atrás, porque el morbo no estaba solamente en masturbarse, sino que en ser observada mientras que lo hacía.
Hugo estaba desesperado por subir en aquella cama al ver como Julia se abría cada vez más las piernas tocándose frenéticamente. El temblor de su cuerpo lo tenía loco, entonces se preguntó como ella había podido verlo masturbándose sin acercarse, porque él se estaba muriendo de ganas de hacerla suya.
Julia gemía cada vez más alto introduciendo todo el consolador en su agujero estrecho, pero no era suficiente el tamaño del objeto que tenía entre las piernas, porque ella solo quería aquel enorme trozo de carne que pulsaba en la mano de Hugo, y él deseo era tan fuerte que Julia sintió una fuerte ola de placer naciendo en su vientre, llevándola al delirio. Tan grande eran sus ganas de tenerlo dentro de ella, de sentirlo que Julia llegó al clímax antes de lo que ella misma se esperaba, cayendo sobre la cama extasiada. Julia podía sentir como su clítoris seguía hinchado pidiendo más, necesitaba más placer, más de Hugo.
Hugo no le dio tiempo a Julia para recuperarse de su orgasmo, él se subió a la cama y la colocó boca abajo con un movimiento rápido. Después ató las manos de la Julia en cada extremo de la cama dejando sus piernas libres y puso una almohada debajo de su vientre, para que estuviera cómoda.
Julia hizo un intento de ponerse en cuatro, pero Hugo la agarró por los cabellos llevando su cabeza al colchón, indicando que debería quedarse en aquella postura para que él tuviera su trasero en el aire, totalmente disponible para él.
–No importa lo que haga, no importa lo mucho que te duela no quiero que salgas de esa postura o te juro que te dolerá mucho más. – Ordenó y Julia giró su rostro para verlo, entonces Hugo se inclinó sobre ella para besarla.
Hugo profundizó el beso con su lengua lamiendo todo lo que se encontraba entre los labios de su mujer, los mordisqueó, los chupó y cuando se dio cuenta de que ella quería más se apartó de ella dejándola con las ganas.
–No te tengo miedo, estoy acostumbrada a que no sepas hacer el amor, sé lo mucho que te gusta follar duro. –Murmuró Julia relamiéndose los labios, sintiendo el sabor de Hugo que estaba en ellos y él sonrió.
–Estás acostumbrada a un hombre que te ama follando duro, pero lo que necesitas hoy no es amor Julia, hoy no habrá sentimientos sobre esta cama. –Habló Hugo con la voz ronca detonando toda la excitación que estaba sintiendo y Julia se estremeció al escuchar sus palabras.
Antes de que Julia pudiese protestar Hugo le puso la mordaza en la boca, apretando con fuerza y Julia sintió su corazón cada vez más acelerado por la ansiedad, porque Hugo jamás había sido tan brusco con ella, pero en aquel momento tanta dureza la estaba llevando al punto más alto de la excitación. Julia sabía que su sexo ya estaba chorreando de deseo por su hombre.
–Me encanta escucharte gritar, pero hoy suplicarás y yo no podré detenerme, así que aguantarás calladita. –Habló Hugo pasando la palma de la mano por el trasero de Julia y le dio una nalgada que la hizo echarse un poco hacia adelante. –No bebé, vas a tener que aguantar en tu postura pase lo que pase. – Murmuró volviendo a colocarla justo donde la quería.
Julia asintió enterrando su cabeza todavía más en el colchón, levantando su trasero para Hugo y sintió su miembro duro rozar su entrada. Él miró aquel pequeño agujero húmedo con lujuria pensando en lo bien que se sentía cada que vez que estaba dentro de ella mientras que deslizaba la mano por su miembro arriba sintiendo como la punta se mojaba cada vez más por el liquido preseminal que salía, pidiendo a gritos mojar aquellas paredes estrechas que él tanto amaba.
Hugo agarró a Julia por la cintura y sin avisar se empujó dentro de ella, hasta llegar al fondo de su sexo y escuchó un gemido de dolor salir de la garganta de su mujer, pero eso no le detuvo, ni le hizo pensar en darle unos instantes para acostumbrarse a su tamaño. Hugo se entregó al placer que estaba sintiendo metido en el sexo empapado de Julia y la embistió con dureza, una y otra vez sin parar.
En algún momento Hugo dejó de escuchar los gemidos de dolor y placer de Julia, porque él solo podía escuchar los suyos propios mientras que la follaba salvajemente. Hugo podía ver como ella se agarrada a las sábanas soportando todo lo que él estaba le dando y verla de aquella manera solo le excitó más. Hugo estaba disfrutando de poseerla de aquella manera y no pensaba disimular. Por lo contrario, quería que ella lo escuchará gemir de placer y lo hizo. Sus gruñidos dominaban la habitación junto con el sonido de la cama moviéndose y el olor a sexo que impregnaba aquellas cuatro paredes. Julia lo escuchaba disfrutando de sentirlo empujándose dentro de ella con tanta brusquedad y volvió a correrse para él.
Hugo estaba perdido en ella, en sentir su orgasmo, la presión entre sus paredes, su placer chorreando en su miembro y la embistió con más fuerza. Hugo se chupó dos dedos y tanteó la entrada del pequeño agujero rosado de Julia. Lo humedeció y poco a poco comenzó a introducir sus gruesos dedos dentro de ella, para dilatar aquel agujerito que era tan pequeño para recibir a un hombre tan grande como él.
Julia sentía aquellos dedos y el enorme miembro de Hugo llenándola mientras que mordía la mordaza con fuerza, soportando y a la vez disfrutando de todo lo que estaban haciendo. Era doloroso, pero al mismo tiempo era increíble y no tardó en sentir otro orgasmo atravesar su cuerpo cuando Hugo enterró toda su extensión dentro de ella.
–No soportaría la idea de compartirte con otro hombre, pero no sé explicar el placer que siento cuando veo tus agujeros llenos al mismo tiempo. – Gruñó Hugo dándole otra nalgada cuando sintió como se volvía a correr. – ¡¡Y veo que a ti también te gusta, me encanta que seas tan sucia como yo!!
Hugo se apartó de Julia, que sintió un enorme vacío por no tenerlo dentro de ella. Fueron a penas unos segundos, pero una tortura de todas maneras porque quería estar totalmente unida a él. Hugo metió el consolador en la vagina de Julia haciendo presión, hasta escucharla gemir y después posicionó la punta de su miembro en su ano. De la misma manera que había hecho con su sexo, Hugo se empujó en aquel estrecho agujero inclinándose sobre Julia para quitarle la mordaza.
–¡¡¡Grita todo lo que quieras!!!– Ordenó Hugo colocándose detrás de Julia otra vez, agarrando su cintura con fuerza, hasta dejar la blanca piel de Julia marcada con sus dedos y comenzó a follársela como si fuera la última vez y necesitase aprovecharla lo máximo posible.
Julia gritaba de placer sintiendo aquel consolador que vibraba en su sexo y el miembro de Hugo moviéndose dentro de su estrecho agujero y los gemidos de los dos que parecían seguir el mismo ritmo, hasta sus corazones acelerados latían a unísono. Julia jadeaba cada vez que sentía la piel de Hugo chocar con la suya y él se inclinó sobre ella agarrando uno de sus pezones apretándolo con fuerza.
–¡¡Dime quien es tu papi!! –Exigió Hugo y Julia contestó entre gemidos mientras que se corría otra vez para él.
–¡¡Tú… Aaaaahhh tú eres mi papi…Aahhh aahhhh!!!–Julia llegó al orgasmo y se sorprendió cuando escuchó los gruñidos de Hugo, que también comenzó a derramarse dentro de ella.
Hugo tenía tanto para darle que no tardó en llenar todo su agujero, derramándose hasta la saciedad gimiendo de placer mientras que las gotas espesas de su liberación se deslizaban por el sexo de Julia que todavía tenía el consolador vibrando en su vagina, hasta caer sobre las sábanas mojándolas.
Julia tenía la mente nublada por todo lo que había pasado entre ellos, su cuerpo todavía temblaba y no tenía fuerzas ni para hablar, también estaba segura de que tampoco tendría voz para hacerlo si quisiera. Ella sintió como Hugo desataba sus manos y como la levantó en sus brazos después para llevarla a la bañera.
Hugo la bañó y cuidó los nudillos heridos de Julia viendo cómo se queda dormida. Él quería saber que había sucedido antes de que llegase a su casa, pero parecía estar exhausta, entonces eligió estar en silencio mientras que la bañaba. Después la sacó de la bañera secándola con la toalla como pudo y se la llevó de vuelta a la cama.
Hugo la dejó unos minutos sola para bajar a la cocina y después regresó a la habitación con un vaso con agua y un analgésico, porque sabía que lo que había pasado entre ellos la pasaría factura en par de horas.
–Julia, ven levántate bebé, tienes que tomar esto. – Pidió Hugo ayudándola incorporarse, pero Julia estaba tan débil que Hugo hasta se sintió culpable, porque sabía que había sido muy rudo con ella, entonces la envolvió en sus brazos para ayudarla a tomar el analgésico.
Julia levantó la vista para mirarlo embelesada y con su mano para acarició el rostro de Hugo que la miraba atentamente sin saber que decirle.
–Te amo Hugo. – Murmuró Julia con la voz ronca y él la abrazó con fuerza acomodándola sobre su pecho.
–Yo también te amo bebé. – Contestó Hugo enterrando su nariz entre los cabellos de Julia para sentir su olor y los dos se quedaron dormidos, pero Hugo cumplió con lo que le había dicho y la despertó de madrugada para llenar los otros dos agujeritos que según él también necesitaban ser regados.
Unos días después Tony estaba dando vueltas en la entrada del Audiencia Nacional de Madrid delante de su abogado que parecía estar más nervioso que él.
–¿Entonces me estás diciendo que la acusación ha conseguido un nuevo testigo? – Preguntó Tony exasperado y el abogado asintió. –¿Y me lo dices ahora imbécil? Eres un verdadero inútil.
–Tampoco me tienes porque faltar al respeto Tony, si fuera un inútil como dices, hubieras pasado ese tiempo de espera del juicio en la cárcel, con todos los antecedentes que tienes encima es un milagro que te haya podido librar de eso.
–¡¡Esos antecedentes no importan, soy Tony Pujols uno de los futbolistas más famosos del mundo, estoy más que protegido!!–Exclamó Tony con soberbia.
–Aunque fueras el mismísimo Papa esos antecedentes no desparecerían, Tony. – Replicó el abogado con frustración. – Encima tuve que enterarme por la acusación de la existencia de ellos, porque ni siquiera tuviste el detalle de avisarme.
–¡Porque supuestamente todo eso había desaparecido Contreras! – Vociferó Tony furioso, pero de repente la llegada de ocho coches negros y el murmullo de los periodistas que estaban allí presentes llamaron su atención.
Julia se bajó de uno de los coches acompañada de su abuela, mientras que de los demás se bajaron todas las mujeres que habían sido victimas de Tony, entonces él sintió todo el aire escapándose de sus pulmones porque recordaba cada una de aquellas mujeres y una de ellas lo llevó a la desesperación cuando la vio.
Kelly ayudó a Camille a bajarse del último coche que había llegado y entre todas se dieron el brazo para acompañar a Julia hasta la entrada del lugar, vestidas completamente de negro. Julia sintió su estómago revirarse al ver la cara de Tony, pero una ola de placer le llegó cuando vio en su mirada lo aterrado que estaba, Tony supo de inmediato que no había escapatoria para él, porque podía enfrentarse y desacreditar a una, pero no a quince mujeres.
–¿Dónde está Abraham abuela? – Preguntó Julia mirando a María Eugenia antes de acercarse a los periodistas.
–Abraham y Elena han ido a detener a buscar a Adela, de momento con el testimonio de Camille es suficiente para interrogarla, pero hoy Amaya hará que Tony suelte la lengua en el juicio, entonces ella será acusada de cómplice en un intento de violación y abuso sexual. – Contestó María Eugenia con satisfacción. –¿Dónde está Hugo, pensé que estaría aquí contigo?
–Por respeto a las dos chicas que lo han denunciado ha decidido no presentarse porque sabe que ellas todavía no creen en su inocencia, pero sé que está conmigo abuela, en mi corazón Hugo siempre está conmigo. – Contestó Julia con vehemencia.
–¡Respira hondo cariño, ha llegado el momento de acabar con uno de tus enemigos! – Habló María Eugenia indicando a los de seguridad que se apartasen para que los periodistas pudieran entrevistarlas, porque estaban todas dispuestas a acabar con la imagen de Tony públicamente, antes de hundirlo en la cárcel.