En la otra punta de la ciudad se encontraba Carla, pero cuando se enteró de que Emilio tenía una familia, se sintió tan traicionada y herida, que a pesar de que sabía que su relación con Emilio no era oficial y que estaban saliendo sin compromisos, no pudo evitar sentirse engañada.
Se preguntó cómo Emilio pudo ocultar algo tan importante y no ser sincero con ella desde el principio, se sintió utilizada y sobre todo muy decepcionada de su relación, por que las cosas no fueron lo que ella pensaba que sería ser una suggar baby.
Emilio fue en su busca y Carla decidió confrontarlo y expresarle sus sentimientos, le explicó cómo se sentía y cómo se había enamorado de él si querer: pero lo que más le reprochó fue que no la hubiese contado nada sobre su familia desde el principio y le dijo que no podía seguir viéndolo.
Emilio intentó explicarle su situación y le pidió perdón por no haberle hablado de su familia antes, pero Carla estaba demasiado dolida para escucharlo, su corazón acababa de ser destrozado, pisoteado y humillado; por lo que sabía que tenía que alejarse de él y seguir adelante.
A pesar de la tristeza que sentía, Carla se sintió orgullosa de sí misma por ser honesta con sus sentimientos y tomar la decisión de alejarse de una relación que no era saludable para ella. Aprendió que el amor no siempre es fácil y que a veces, la verdad duele, pero es importante enfrentarla y seguir adelante.
Después de la conversación que tuvieron, Carla decidió devolverle hasta el último dólar que la había pagado, también le devolvió todos los regalos que la había comprado. Durante los siguientes quince días, intentó enfocarse en sus estudios y olvidar todo lo relacionado con Emilio. Sin embargo, no podía evitar pensar en él de vez en cuando y se preguntaba si habría sido demasiado dura con él.
Emilio estaba arrepentido por no haber sido sincero desde el principio y estaba decidido a arreglar las cosas, con su mujer se llevaba fatal desde que se casó, pero no podía abandonarla ya que su suegro tenía la mitad de sus acciones en la empresa, por lo que si se alejaba de su familia podía llegar a perderlo todo, había intentado contactarla varias veces, pero no había recibido ninguna respuesta. El dinero no le importaba mucho, pero sus hijos eran intocables para él, y si se divorciaba perdería a sus hijos.
Sabía que tenía que hacer algo para demostrarle que estaba dispuesto a ser honesto, pero Carla tendría que poner de su parte y entender su situación.
Un día, decidió ir a buscar a Carla, sabía que se estaba arriesgando demasiado, pero estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para hablar con ella. Cuando llegó a la residencia, se dio cuenta de que Carla no estaba allí, preguntó a la persona encargada y le dijo que no sabía dónde estaba.
Emilio comenzó a preocuparse y decidió seguir buscándola, después de varios intentos, el día que menos lo esperaba llamo a la puerta, y se abrió. Se quedó sin aliento al verla, estaba tan hermosa como siempre, pero había algo en su mirada que le decía que las cosas habían cambiado.
—Hola Carla —dijo Emilio, intentando sonar lo más amable posible—. Sé que no quieres hablar conmigo, pero necesito que me escuches.
Carla se cruzó de brazos y se mantuvo en silencio, esperando a que Emilio explicara por qué había desaparecido de su vida.
—Sé que cometí un error al no hablarte de mis hijos —continuó Emilio—, pero te juro que lo hice porque no quería asustarte, sé que eso no justifica lo que hice, y quiero que sepas que estoy dispuesto a hacer lo que sea para reparar el daño que te he causado.
Carla lo miró fijamente a los ojos durante unos segundos y luego suspiró.
—Emilio, lo que hiciste fue imperdonable —se quejó con voz firme—. Me mentiste desde el principio y me hiciste sentir como una tonta. Yo estaba empezando a enamorarme de ti, pero no puedo estar con alguien que no confía en mí lo suficiente como para contarme la verdad.
Emilio sintió un nudo en la garganta, Carla tenía razón y quizás había perdido su oportunidad con ella, pero no podía rendirse tan fácilmente.
—Lo sé Carla —admitió con tristeza—. Y te entiendo si no quieres volver a verme, pero quiero que sepas que yo también estaba empezando a enamorarme de ti, lo siento mucho por haberte lastimado.
Carla lo miró por unos segundos más y luego suspiró de nuevo.
—No sé qué decirte Emilio —dijo Carla con incertidumbre—. Yo también estaba enamorándome de ti, pero necesito tiempo para pensar, no sé si puedo perdonarte tan fácilmente.
Emilio asintió, sabiendo que eso era lo mejor que podía esperar.
—Lo entiendo Carla —dijo con resignación—, y te prometo que no te volveré a mentir nunca más, si me das una oportunidad, te demostraré que puedo ser el hombre que mereces.
Carla asintió y luego abrió la puerta para dejarlo pasar.
—Ven, vamos a hablar adentro.
Emilio entró, sabiendo que tenía mucho trabajo por delante si quería recuperar la confianza de Carla. Pero al menos tenía una oportunidad, y eso era lo único que le importaba en ese momento.
Poco tiempo después, Emilio propuso a su mujer un divorcio de mutuo acuerdo en el que los dos ganasen a partes iguales, y ella aceptó sin poner ningun problema de por medio ya que sabía que él jamás había estado enamora de ella.
Los siguientes meses transcurrieron sin mayores sobresaltos, disfrutaron de su amor y se apoyaron mutuamente en sus proyectos, Carla se enfocó en su carrera y Emilio en su familia, aunque siempre encontraban tiempo para compartir juntos.
Un día, Emilio sorprendió a Carla con un viaje a París, la ciudad del amor. Pasearon por las calles de la ciudad luz, visitaron la Torre Eiffel, el Louvre y se perdieron por las pequeñas calles del barrio de Montmartre. La última noche, Emilio llevó a Carla a cenar a un restaurante de alta cocina con vista a la Torre Eiffel iluminada; fue una cena mágica y romántica, y al final de la misma, Emilio se arrodilló y sacó un anillo de compromiso.
—Carla, mi amor, estos últimos meses han sido los más felices de mi vida. No puedo imaginarme un futuro sin ti. ¿Quieres casarte conmigo?
Carla estaba atónita, pero no dudó en responder:
—Sí, Emilio. Quiero casarme contigo.
Se abrazaron y se besaron con la Torre Eiffel como testigo de su amor.
La boda fue mágica, llena de flores, música y alegría, Carla y Emilio se casaron en una pequeña iglesia cerca del mar, rodeados de sus familiares y amigos más cercanos. Fue una ceremonia emotiva, en la que ambos prometieron amarse y respetarse por siempre.
A partir de ese día, Carla y Emilio iniciaron una nueva etapa en sus vidas, juntos enfrentarían todos los desafíos y compartirían todas las alegrías. El amor que habían encontrado era verdadero y sólido, y nada podía detenerlos.
Así termina la historia de Carla y Emilio, una historia de amor que superó las adversidades y encontró la felicidad en el corazón del otro.