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Camila

🔒 Capitulo 7

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Camila

Caminé algo confundida por los pasillos de la empresa. A parecer había bastante revuelo, suspiraban por mi amigo mío.

Liam

No me llamaba la atención, en realidad al contrario. Él siempre había sido una luz en cualquier lugar que fuera.

Marcaba su presencia sin querer, la mayoría pensaba que teníamos algo. A pesar de conocernos desde pequeños yo era mayor que el por 5 años.

Crea un poco extraño que una niña de 10 años jugar a con un niño de 5, pero mi vida era bastante solitaria y habíamos sido vecinos cuando éramos pequeños.

Yo casi rosaba a los 50 años mientras que tenía 40. Aunque la mayoría me daba 30 años, siempre procure cuidar mucho mi cuerpo con ejercicio y al igual que mi rostro. Aunque no usaba ningún tipo de cremas, siempre intentaba quitarme la suciedad del rostro con tratamientos.

Por eso siempre quedaron impactados cuando le decían mi edad.

Pero bueno…

Yo siempre lo imaginé con una historia de amor con Emma, hablando de mi mejor amiga.

Por eso me sorprendió, cuando se acercó a paso acelerado hacia mi. Y me acorraló contra la pared.

Lo miré con los ojos como platos, tenía sus labios a escasos centímetros de mi. Nunca lo había mirado de otro modo, que no fuera de amistad, pero tenerlo tan pegado en este momento: me alborota.

—¿Qué mierda te pasa? —pregunté nerviosa.

—Besame.

—¿Qué? —me alarmé.

Pero no pude protestar, porque sus labios están puestas los míos. Me quedé perdida en la tibieza que tenían, se puede evitar suspirar un largo momento.

—Felipe nos estaba mirando —se separó.

—¿Tienes 15 años, para esta tontería? —me alarmé.

—Es que el empezó.

—¿De qué demonios hablas? —pregunté aún nerviosa por su compañía

—atención a lo que te voy a comentar.

Estábamos en el baño de hombres, cuándo es especie de sujeto se acercó a mí. Quiso saber si había algo entre nosotros, y le dije que sí. Entonces el apretó El puño muy fuerte y me empujó: “No te acerques a mi esposa”. Me quedé algo sorprendido, sabía que ya estaban divorciados así que no le dije nada y él se fue.

—Esta loco —murmure algo perdida en sus labios

—tengo una idea..

—Paso..—lo empuje sutilmente y comencé a caminar a mi oficina.

—Pero…

—¡No!

Unos días después..

Sabía que algo andaba mal con Olivia, pero no quería incomodarla con preguntas. Suspiré, me daba miedo cualquier cosa que le pasara.

—¿Otra vez mirando la nada?—Liam me interrogó, estaba apoyado en el marco de la puerta.

Llevaba puesto un traje azul, con una camisa blanca y le quedaba de ensueño. Me quedé babeando por el, unos segundos hasta que mi cerebro: volvió a funcionar.

—Si… si

—¿Me estás dando la razón?… definitivamente estás mal.

—¡Oye!

—Ya dime qué te pasa.

El se acercó, sentándome en la silla que estaba delante de mi. Dejé mis cosas a un lado y le hablé:

—Es Olivia….está algo rara y no se como ayudarla.

—Ella es grande, es fuerte como su madre —exclamó.

—Gracias, pero…

—Lo que necesitas es distraerte..

Liam

Unos años atrás, cuando aún no tenía el dinero suficiente para comprarme un carro ni tampoco para un autobús. Me encontraba caminando por las calles aburridas del pueblo, a unos metros más de mi: estaba Lucía. Su cabello largo, danzaba en un compás nupcial con la brisa fresca; una hoja se había colado en sus hebras.

Me acerque curioso a su lado, ella primero al parecer vió mi sombra acercarse y levantó la mirada dudosa.

—¿Hola?—me interrogó, yo la Vi un poco nervioso.

—Hola, soy Liam.

—¿Liam? —quiso saber.

—Si… vamos a la misma escuela en realidad.

—Un gusto Liam —murmuró, y acercó su pequeña y delgada mano a la mía.

La tome y dije:

—El gusto es mío…¿tu nombre es? —quise sonar desinteresado, aunque ya sabía su nombre: incluso su apellido y hasta donde vivía.

Pero no quería asustarla.

—Soy Camila.

Me atreví a acercar mi mano a su cabello y quitar la hoja marrón de su cabello. Ella me sonrió y agradeció con la cabeza.

—Tenias esto niña.

—No la había sentido la verdad…

Lo entendía, la hoja era como yo. Hacía tanto tiempo que había caído en ella, en su esencia y su belleza; nunca había sido notado por Lucía, así como la hoja que había estado en su cabeza.

Yo era así: invisible.

Volviendo a la realidad, Lucía me miraba confundida y esperaba una respuesta:

—Claro, iremos a bailar —dije bajo su cara de sorpresa.

—¿ Que ? —gritó.

—¿Qué tiene?, antes a ti te encantaba.

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