Un par de días después del atentado, Kelly llegó al aeropuerto de París pensando que aquellas dos horas de vuelo habían sido las más largas de su vida y lo peor era hacerlas sintiendo que tenía el corazón a punto de saltar de su pecho. Era horrible cargar con la preocupación de perder a Felipe y con el remordimiento de saber que tal vez él no podría llegar a disfrutar de su hija.
Por primera vez todo el miedo que Kelly sentía por relacionar a Zoe con Felipe se hizo a un lado, dando lugar al desespero de jamás llegar a verlos juntos.
Cuando Kelly llegó al hospital Julia fue la primera en recibirla con unas enormes ojeras, ya que había pasado las últimas cuarenta y ocho horas sin dormir para estar al lado de Hugo.
Kelly tuvo que volver a salir para sentarse en las escaleras de la entrada del hospital, incapaz de controlar el temblor en sus piernas y la falta de aire que sintió mientras que Julia le explicaba la situación de Felipe.
–Lo siento mucho Kelly. – Murmuró Julia sentándose a su lado mientras que Kelly lloraba desconsoladamente. – Todavía no nos pueden asegurar con certeza su estado, debemos esperar a que despierte Felipe para saber si de verdad se ha quedado ciego o si tiene alguna otra secuela.
–¿Tan altas son las probabilidades de que se haya quedado ciego? – Preguntó Kelly con ansiedad y Julia asintió con tristeza.
–La bala sigue alojada en su cabeza, sacarla sería muy peligroso para su vida, su cerebro podría colapsar y directamente llegar a morir. – Contestó Julia y abrazó a su amiga cuando los espasmos comenzaron a dominar su cuerpo por los sollozos de su llanto. – Lo importante es que está vivo, está aquí, no nos ha dejado. – Intentó consolarla, pero Kelly tenías varias emociones dominando su corazón en aquel momento y ninguna era buena.
–Dijiste que debemos esperar para saber, así que prefiero aferrarme a la idea de que cuando se despierte estará bien. – Replicó Kelly con vehemencia y Julia la miró con angustia, porque sabía que debería prepararse para lo peor, pero pensó que era mejor no decirle nada más y dejarla tranquila.
Después de ver que Kelly ya estaba más calmada, Julia la acompañó hasta la puerta de la habitación de Felipe, donde Bea, Hugo y sus primos estaban esperando con ansiedad a que él se despertará. Él médico había autorizado las visitas para la familia, aunque Felipe seguía inconsciente, sin dar señales de que iba a despertar, pero de todas formas Kelly caminó despacio hasta la puerta de la habitación y la abrió con la mano temblorosa por los nervios.
Al ver el estado de Felipe en aquella cama, Kelly se llevó sus manos a la boca para ahogar un sollozo por impresión y después respiró profundamente para controlar su nerviosismo.
Kelly dio un paso hacia adelante dispuesta a entrar, pero cuando estaba a punto de hacerlo una mano agarro su brazo con fuerza y Kelly se giró encontrándose con la mirada preocupada de Beatriz.
Amo a mi hermano con todas mis fuerzas, pero debo avisarte que si entras a esa habitación no habrá vuelta atrás. – Murmuró Beatriz mirándola fijamente a los ojos y Kelly pudo ver en su mirada una mezcla de tristeza y preocupación.
Kelly giró la cabeza para volver a ver a Felipe mientras que daba un paso hacia atrás, pero aquel simple paso fue suficiente para romper su corazón, haciéndola sentir que lo estaba abandonando una vez más, como la noche en que hablaron por teléfono y ella decidió poner un punto final a su historia.
Beatriz observó cada una de las emociones que habían en el rostro de Kelly mientras que miraba a su hermano en aquel estado tan triste y sabía que su alma se estaba ahogando en una angustia sin fin, pero por más que quisiera la felicidad de Felipe no pensaba presionar a la mujer que amaba a estar con él, solo Kelly podía tomar aquella decisión, consciente de todo lo que estaba arriesgando, de la misma manera que lo había hecho su marido.
Entonces Kelly se alejó de la puerta pensativa, dándose la vuelta para marcharse, por el miedo tan grande que sentía por su hija, pero antes de que pudiera alejarse aquel vacío en su interior se hizo insoportable, la necesidad de estar con Felipe en aquel instante era infinitamente más grande que cualquier otro sentimiento.
Kelly se giró con determinación y entró en aquella habitación, para estar con el hombre que amaba, a pesar de todos sus temores, porque para ella una cosa era vivir alejada de Felipe sabiendo que estaría bien en alguna parte, pero otra muy distinta era vivir en un mundo sin él, eso no estaba dispuesta a hacerlo.
Entrar en aquella habitación en realidad había sido lo más fácil, lo más difícil era acercarse aquella cama y agarrar su mano con toda la culpa que cargaba su corazón, pero Kelly lo hizo sin pensar en nada más que no fuese en él. Ella acarició su mano y después la besó con suavidad pidiendo a Dios que lo de despertará de aquel estado sin secuelas, que pudiera seguir con su vida normal.
–Eres fuerte, por eso me enamoré de ti, porque a pesar de todo eres un hombre muy fuerte, fuiste mi héroe muchas veces y aunque te tengo miedo jamás me he olvidado de eso. – Susurró Kelly entre lágrimas. – Sé que saldrás de esta, y que volverás a ser el gran hombre que conocí. Por favor mi amor, necesito que lo hagas. – Suplicó limpiándose las lágrimas. – Tienes que despertar bien, para conocer a tu hija, a nuestra Zoe.
Mientras que Kelly dejaba salir sus sentimientos dentro de aquella habitación pidiendo a Dios un poco de misericordia, Hugo mantenía su rostro enterrado en el cuello de Julia, ya que sentir su olor era lo único que calmaba su corazón en aquel momento y la culpa tan grande que sentía de imaginar a Felipe ciego para el resto de su vida. Ya los hermanos Oliveira solo daban vueltas de un lado a otro por el pasillo pensando en la venganza.
–¿Alguien sabe dónde está Eros? – Preguntó Paris mirando a su hermano pequeño, Perseo, de reojo.
–A estás alturas ya estará en Catalunya, porque han trasladado a Adela a una cárcel de allí. – Contestó Dionisio mirando la puerta de la habitación donde estaba Felipe. – Dudo mucho que pueda dormir tranquila esta noche.
Los pitufos estarán vigilando el lugar. – Murmuró Perseo y Paris se encogió de hombros con indiferencia.
–¿Te refieres a Guerrero y a Herrera?, porque sí es así no creo que sean un problema para nosotros. – Aseguró Dionisio llevándose las manos a los bolsillos de su pantalón.
–Ese grupito de justicieros siempre serán un problema para nosotros hermano. – Escupió Perseo haciendo una mueca de desprecio. – Pero confieso que Alonso es mi tipo, siempre me han gustado los rubios. – Murmuró con sorna humedeciéndose los labios y Paris se rió.
–Sí quieres te lo puedo regalar, para que sea tu esclavo sexual y que hagas con él todo lo que quieras enano. – Bromeó Paris dándole con el codo en el brazo de Perseo.
–Infelizmente para lo que me gusta no funcionaría belleza, porque soy pasivo, más bien me gustaría que me lo hiciera él a mí. – Contestó Perseo haciendo un gesto obsceno con los dedos de las manos y sus hermanos hicieron una mueca de asco mientras que él se reía. – Pero os confieso que me gustaría estar presente cuando Eros se encuentre con Adelita que resultó ser más perra que yo. Sabemos lo mucho que él quiere a Lipe y os puedo asegurar que tendrá algo muy bueno reservado para ella. – Susurró pensativo y los demás se rieron.
–A mí me hubiera gustado ir de caza con la Valverde, estaría divertido cazar a una zorra. – Se aventuró Paris y Dionisio negó con la cabeza.
–Sería muy rápido, no tardaríamos ni diez minutos en cazarla, el último no duró ni media hora. – Escupió Dionisio con fastidio recordando al hombre que había intentado robar en una de sus terminales y Paris se quedó pensativo recordando aquella tarde de caza en familia. – Ya veremos que tiene reservado Eros para la pelirroja.
–La muerte no será una opción, de eso estoy seguro. – Aseguró Paris cruzándose de brazos. – Mi primo puede pasar el resto de su vida ciego, así que esa perra necesita algo para largo plazo. – Murmuró Paris y Dionisio compartió una sonrisa maliciosa con Perseo.
Horas más tarde Eros se bajó de su Mercedes, que iba escoltado por tres camionetas, delante del Centro Penitenciario de mujeres en Barcelona y se encontró con dos caras muy conocidas que ya esperaba encontrar allí esperando por él, pero Eros no pensaba marcharse sin antes vengarse por su primo, porque estaba determinado a ocuparse de Adela antes de que Felipe despertará.
–¡De verdad que deberían trabajar para mí, chicos! Me encanta ver como disfrutan haciendo horas extras. – Se burló Eros acercándose con sus hombres a Alonso y a Abraham, que estaban acompañados de otros policías.
–Muy gracioso Oliveira, pero ya sabes que el dinero no me hace falta, en realidad siento que es lo que más te jode. Ahora es mi obligación decirte que es muy tarde y no deberías estar aquí a estas horas, es más, no tienes nada que hacer aquí. – Escupió Abraham mirándolo porque sabía que Eros no se quedaría quieto después de lo que Adela le había hecho a su primo.
–Solo he venido para hacer una visita de cortesía, a una vieja amiga de la infancia. – Habló Eros abriéndose los brazos, mirando el edificio con una cara inocente. – Ahora apártate de mi camino Guerrero. – Ordenó y Alonso lo encaró.
¡No te dejaremos pasar, así que ya te puedes regresar con papi! – Afirmó Alonso enfrentándolo y Eros apretó los puños aguantándose las ganas que tenía de llenarle la boca de tiros.
Eros se dio la vuelta sacando su teléfono móvil para hacer una llamada y después volvió a girarse para mirar a los policías que estaban en la entrada de la prisión, lanzando un beso en aire para Alonso, que parecía querer matarlo con la mirada.
–Hola cariño, te aviso que tengo aquí a tus pitufos que me está tocando los huevos y esto no era lo que habíamos acordado. – Habló Eros por teléfono sin apartar la vista de Abraham y Alonso. – Me gustaría que les informarás que tengo tu autorización para realizar esta visita, si no lo haces le haré una visita a uno de tus novios con mi hermanito, que está loco por jugar con uno de ellos. – Susurró para que solo el hombre que estaba al otro lado de la línea pudiese escucharlo, después sonrió al escuchar la respuesta que quería y entregó el teléfono a Abraham. – El ministro de interior quiere hablar contigo rubita. – Escupió con una sonrisa maliciosa y Abraham hizo una mueca de asco, quitando el teléfono de su mano con brusquedad.
–Diga. – Contestó Abraham con rabia.
–Guerrero, tienes menos de cinco minutos para sacar a tus hombres de ahí y despejar la zona. – Ordenó el ministro y Abraham se giró para mirar a Eros, que tenía en su rostro una sonrisa victoriosa.
–¡Será una broma, ¿verdad?!– Escupió Abraham escuchando como el ministro suspiraba con cansancio.
–No pienso ordenar otra vez Abraham, has lo que te estoy ordenando, además sé lo que hiciste en la prisión de Madrid hace unos días con el tal futbolista, así que mueve tu puto culo de ahí y no me des más dolores de cabeza de los que ya tengo, si quieres que siga haciendo la vista gorda para las mierdas que haces cuando se te pega la gana. –Contestó el hombre con fastidio.
–Maldito corrupto. – Espetó Abraham mirando a Eros con desprecio. – Eres un puto vendido Valladares.
–Sabes que te admiro Abraham, pero no pienso permitir que me faltes al respeto, el día que llegues a ministro, porque sé que lo harás, podrás hacer lo que te salga de los huevos, pero ahora el que manda aquí soy yo. Reúne a tus hombres y márchate. – Volvió a ordenar y Abraham no tuvo más remedio que obedecer, porque él podía hacer lo que se le antojará, no le importaba perder su puesto, pero no podía arriesgar el trabajo de sus compañeros.
Abraham reunió a todos sus hombres, que se subieron a los coches patrulla para marcharse del lugar mientras que Alonso se acercaba a Eros para encararlo otra vez.
–Espero que aproveches bien la noche principito, porque estamos muy cerca de acabar con tu imperio. – Escupió Alonso y Eros se rio con sorna.
–Puede ser, pero mientras tanto seguirás chupándome los huevos porque en esta Península mando yo. – Respondió Eros mirándolo a los ojos y después se apartó de él para entrar en la prisión, llamando a uno de sus hombres para que se acercará a él y susurró. –¿Has traído lo que te pedí? – Preguntó mirando a uno de sus hombres de rabillo de ojo y lo vio asentir.
–Sí señor, un fiambre pelirrojo y bien fresquito como usted me lo ha encomendado. – Contestó y Eros esbozó una sonrisa mientras que las puertas de la prisión se abrían para dejarlo entrar.