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Amor en juego

🔒 Capítulo 86: Podrás vivir en paz con tus hijos.

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Hugo caminaba de un lado a otro por su salón mientras que Diego lo observaba preocupado, preguntándose que pasaría en aquella casa, cuando Mercedes entró llamando la atención de los dos.

–Hernán está lavando el coche en el jardín trasero. –Avisó y Hugo asintió mirando su reloj con expectación.

Antes de que diera la hora en la que había quedado con Abraham para recibirlo en su casa, sonó el timbre y Mercedes fue directo hacia la entrada para abrir la puerta.

Mercedes se quedó boquiabierta cuando dos hombres altos y una mujer pequeña con unas curvas muy pronunciadas entraron a la casa seguros de sí y se dio cuenta de que la palabra autoridad parecía estar reflejada en el rostro de los tres. Hugo los presentó a su padre y después les indicó donde estaba Hernán.

Salieron todos a la parte trasera de la mansión, donde Hernán solía lavar el coche y cuando el hombre los vio supo de inmediato que las cosas no irían muy bien para él a parir de aquel momento.

–¿Hernán Martínez? – Preguntó el Comisario acercándose al coche, ladeando la cabeza para mirar al chofer con curiosidad. 

–Sí…sí, soy…soy yo. –Balbuceó Hernán con nerviosismo mirando a Hugo que no reflejaba ninguna emoción en su rostro mientras que lo observaba. Lo único que hizo Hugo fue pararse al lado de su padre con sus manos metidas en los bolsillos esperando para ver como actuarían los policías.

–Hemos venido para hacerte un par de preguntas sobre la noche en la que drogaron a la señorita María Julia Rivarola Martínez de Irujo y Artazcóz. –Habló el Comisario y el hombre puso una cara de incomprensión.

–¡Se refiere a Julia, Hernán! –Exclamó Diego y Hernán sintió todos sus músculos tensarse cuando vio la indiferencia en la mirada de su amigo de toda la vida. –Queremos saber cuál fue tu papel en todo lo que le hicieron a Julia, durante la gala de Esther Palacios. 

–No, yo no…no tuve nada que ver…yo no hice nada. – Afirmó el hombre con la voz temblorosa dando la vuelta al coche para alejarse del policía.

–Espero de verdad que no le hayas hecho nada a mi mujer, porque sí lo hiciste…

–¡Te pego un tiro aquí mismo! –Escupió Abraham interrumpiendo a Hugo, tocando la pistola que llevaba puesta en la cintura y Hernán comenzó a temblar.

Hernán intentó salir corriendo, pero Tristán fue más rápido que él y lo inmovilizó en segundos, tirándolo al suelo para ponerle las esposas, dejando a Hugo con la boca abierta por la agilidad que tenía el Comisario.

–Tranquilo amigo, solo queremos tener una charla amigable contigo. –Murmuró Tristán con sorna, mirando al hombre que intentaba forcejear con él, sin éxito.

–¡No tengo nada que hablar contigo! – Escupió Hernán con rabia y escuchó tanto a Abraham como a Tristán reírse de él.

–¿Conmigo? – Preguntó Tristán burlándose. – Ya te gustaría recibir mis cariñitos amigo. – Aseguró levantando a Hernán junto con Abraham para meterlo en la casa. – Por desgracia, para ti, no tendrás que hablar conmigo, sino que con la señorita aquí presente y te puedo asegurar que soy infinitamente más delicado que ella. –Habló haciendo un gesto con la cabeza para señarla a Elena y después miró a Hugo. –Dime donde pueden tener esa conversación sin que nadie los escuche.

–Será difícil que no nos escuchen, o por lo menos a él. –Murmuró Elena restregándose las manos con una sonrisa maliciosa y Hugo les indicó el garaje de la mansión. 

Hugo se quedó en la puerta del garaje al lado de Tristán y Abraham, después de haberlos ayudado a atar a Hernán en una silla. Desde fuera podían escuchar los gruñidos, algunos gritos del chofer, pero de Elena no escuchaban absolutamente nada. Abraham se reía cada vez que lo escuchaba pedir auxilio.

–¿De verdad que está pidiendo socorro? –Preguntó Tristán con incredulidad y Abraham asintió encogiéndose de hombros.

–Creo que no ha tenido mucha suerte el chofer, porque seguramente nuestra Elenita estará con el periodo. –Susurró Abraham como si no quisiera que ella lo escuchará y el comisario se tapó los ojos porque no quería imaginarse lo que le estaría haciendo Elena.

–¿Bueno y después de esto qué? –Preguntó Hugo intranquilo para intentar pensar en otra cosa que no fuera en los gritos de Hernán.

–Mañana a primera hora tenemos una reunión importante. –Contestó Abraham acercándose a él. – Necesitamos organizar todo, porque Julia no debe llegar sola a ese juicio. 

–Por supuesto que no llegará sola, estaremos con ella. – Afirmó Hugo.  

–Nosotros y el karma de Tony Pujols. –Habló Abraham con seguridad y Hugo lo miró intrigado, pero cuando la puerta se abrió, los tres se centraron en Elena les hizo una señal para que pasarán al garaje.

En lo primero que se fijó Hugo fue en los nudillos de la policía y pensó que debía ser una mujer muy dura para haberse hecho daño de aquella manera y estar tan tranquila como si nada hubiera pasado.

–¿Ha cantado? – Preguntó Tristán mirándola, queriendo saber si Hernán había delatado a Tony y Elena asintió mientras se vestía con la chaqueta que se había quitado para trabajar más cómoda.

–¡¿Qué si ha cantado?!–Preguntó Elena sonriendo satisfecha. –Me ha contado hasta en que en se ha gastado el dinero que le han pagado Pujols y la periodista. –Afirmó y Hugo se apretó los puños con rabia acercándose a Hernán escupía la sangre se boca en el suelo. –Según me contado, podemos señalar a Adela Valverde en la escena del crimen, pero Hernán no estuvo dentro del hotel, solamente ayudó a meter a Julia en el coche y después la trajo a casa bajo las órdenes de Adela.

–¡Maldito infeliz! – Exclamó Hugo mirándolo asqueado. –¿Cómo pudiste traicionarme de esta forma? –Preguntó mirando a Hernán, pero este solo podía gruñir, le costaba hablar.

–Supuestamente tenía unas cuantas deudas, parece ser que el dinero y la ganancia fue más fuerte que la lealtad, pero lo más importante Hugo, es que no ha tocado a Julia. Le cambió la ropa porque ella no podía sospechar que la habían drogado, pero no le hizo nada más. – Habló Elena acercándose a Hernán para quitarle las esposas y Hugo lo vio caerse al suelo.

–¿Qué dirán en comisaría cuando llegue en este estado? –Preguntó Hugo mirando a Hernán retorcerse de dolor en el suelo.

–¿Es que no lo has visto? – Preguntó Elena fingiendo no entender la pregunta de Hugo. – Acaba de caerse de una silla, no sabes lo peligroso que pueden llegar a ser estas caídas. –Habló con burla y sus compañeros comenzaron a reírse.

–¡Creo que después de esto te mereces unas cervezas! – Sugirió Tristán caminando hacia la puerta mientras que arrastraba a Hernán y Hugo lo siguió de cerca.

–También necesitaré un buen polvo. –Murmuró Elena con un tono sexy para que solo Abraham pudiera escucharla mientras que caminaba para salir del lugar, dejándolo atrás con una sonrisa maliciosa en su rostro.

En la mañana siguiente tal y como había dicho Abraham, estaban todos en la mansión de la Duquesa de Lugo, reunidos para organizar todo lo necesario para hundir a Tony.

–Recuerda Julia que lo más importante no es solamente el veredicto del juicio, sino lo que pasará después de él. –Habló Amaya colocando una mano sobre el hombro de Julia para darle apoyo, antes de entrar al salón. –Este juicio será el inicio de todo, Tony no pagará solamente por lo que te hizo a ti, sino que también por todo el daño que ha provocado en los últimos años a tantas personas.

–¿Están todas ahí adentro? – Preguntó Julia nerviosa mirando a Amaya, pero fue su abuela la que contestó.

–Todas cariño, cada una de las víctimas de Tony están aquí hoy por ti, porque saben que tendrán el apoyo de la futura duquesa para finalmente obtener justicia que se merecen.

–¡Señora! –Exclamó el ama de llaves llamando la atención de todos los que estaban en aquel pasillo, para apoyar a Julia.

–¿Qué ocurre Laura? – Preguntó María Eugenia viendo lo nerviosa que parecía estar su ama de llaves.

–¡Hay una visita para la señorita y creo que debería recibirla antes de entrar al salón!

–¿Para mí? – Preguntó Julia con ansiedad y Hugo se acercó a ella. –¿Quién es Laura?

–Una señorita, creo que es francesa por su acento. – Contestó Laura y Julia supo muy bien quien era la persona que quería verla.

Julia caminó hasta el despacho después de rechazar el pedido de Hugo que insistía en acompañarla y cuando abrió la puerta la imagen de Camille Dubois embarazada llamó la atención de Julia.

–Tu rostro es lo último que recuerdo de aquella noche en el hotel RIU. – Murmuró Julia sin rodeos y Camille bajó la cabeza avergonzada.

–Lo sé, soy lo último que recuerdas porque fui yo la que te drogué. – Confesó Camille y Julia se centró en su vientre abultado para aguantarse las ganas de pegarla.

–¡¡¿Y me lo dices así tan tranquila?!!– La interrogó asqueada y Camille se acercó a ella.

–Tranquila no, porque lo que te hice me persigue cada día. No soporto vivir con esta culpa, sobre todo imaginar como te habrás sentido cuando te ha enterado de lo que supuestamente Tony te hizo.

–¡¡Supuestamente no Camille, Tony me ha violado y tú le has ayudado!! –Vociferó Julia con indignación. 

–¡¡Tony no te ha violado Julia, no le dio tiempo!! – Habló Camille mirándola directamente a los ojos y Julia se alejó de ella.

–¿Confiesas que le has ayudado y ahora vienes aquí para intentar protegerlo? – Se escandalizó Julia haciendo una mueca de asco y Camille negó con vehemencia.

–¡Es la verdad Julia! – Exclamó Camille tocando el brazo de Julia, pero ella la apartó con brusquedad.

–Eres su cómplice y si crees que vas…

–Estoy aquí para denunciarlo Julia, al igual que las demás mujeres que sé que has reunido para enfrentarlo. – Habló con lágrimas en los ojos y Julia la miró atónita. – Mi abogada que también es mi mejor amiga se ha enterado de esta reunión y me lo ha contado. Tony me ha violado Julia y lo peor de todo es que me quedé embarazada. – La chica sacó su teléfono móvil y le enseñó una foto donde se veían sus dos hijos. – El de la camiseta roja, se llama Pablo, es…

–No hace falta que lo digas, se nota que es su hijo. – Murmuró Julia con los sentimientos encontrados, porque sentía rabia por lo que le había hecho, pero también pena de que tuviera que pasar por todo aquello, ya que Julia conocía muy bien el dolor que había sentido Camille.

–Tony me amenazó con quitarme a mi hijo si no lo ayudaba. – Habló con la voz rota y Julia se llevó una mano a la cabeza como si le doliera.

–¿Por qué me cuentas esto ahora Camille? – Preguntó Julia acercándose a ella. –¿Qué ha cambiado?

–Mi hija Julia, la bebé que estoy esperando lo cambia todo. Tengo que darle el ejemplo de que no debe acobardarse ante situaciones como esta, quiero que mi hija sea fuerte. – Afirmó acariciando su vientre y Julia se llevó las manos a la cabeza llorando. –Tony tenía la intención de violarte, pero Adela lo impidió porque tenía prisa por sacar las fotos. – Comenzó a contar y Julia se sentó en la silla del escritorio mientras que una enorme sensación de alivio se apoderaba de su corazón.

–¿Crees que esto cambia algo de lo que ha sucedido? – Preguntó Camille con preocupación, pero la voz segura de una mujer llamó la atención de las dos.

–Cambia el tema de la violación, pero lo que le hicieron a Julia es abuso sexual de todas formas. – Contestó Amaya a la pregunta que iba dirigida a Julia. – Perdón por escuchar detrás de la puerta Julia, pero en este exacto momento debemos tomar todas las precauciones posibles. – Afirmó y Julia asintió entiendo lo que quería decir la fiscal.

Las tres mujeres hablaron en el despacho durante una hora mientras que todos las esperaban fuera con expectación.

–¿Estás segura de que no tuvo tiempo de violarla después que saliste de la habitación? –La interrogó Amaya y Camille asintió.

–No pude irme muy lejos porque me sentía culpable de dejarla sola con aquellos dos miserables, entonces me quedé en el pasillo escuchando todo lo que pasaba en la habitación y antes de que salieran yo me escondí en las escaleras del hotel. –Contó Camille mientras que Amaya pasaba la mano por la espalda de Julia imaginándose el alivio que estaba sintiendo. – No tardaron ni cinco minutos en salir, te puedo asegurar que no te hicieron absolutamente nada Julia.

Julia dio vueltas por el escritorio con lágrimas en los ojos sonriendo por sentir su corazón llenarse de paz después de tanto tiempo y después se paró delante de Camille mirándola con tristeza. Julia había sentido durante su embarazo el miedo de tener al hijo de su violador, ella sintió en su piel todo el infierno en el que Camille había vivido en los últimos años.

–Espero que algún día puedas perdonarme. –Murmuró Camille avergonzada con las manos temblorosas y Julia la abrazó, con todo lo que había escuchado estaba más que dispuesta no solamente de acabar con Tony, sino que también en darle su merecido a Adela Valverde.

–Acabaremos con él, juntas y verás que podrás vivir en paz con tus hijos. – Prometió Julia abrazándola y después llamó a Laura para que la llevará al salón con las demás y se quedó en el escritorio con Amaya.

Después Amaya la miró con curiosidad al ver lo callada que estaba Julia. Jamás la había visto tan pensativa y con la mirada llena de ira.

–¿Estás bien Julia? – Preguntó Amaya con preocupación.

–En unos días organizaran un evento para una marca de ropa, soy una de las invitadas especiales de la noche. – Murmuró Julia y Amaya la miró con interrogación. – Rechacé la invitación porque sé que Adela Valverde estará presente y después de todo lo que me he enterado no sería capaz de verla sin poder controlar mis ganas de hacerla pagar con mis propias manos.

–¿Y qué ha cambiado ahora Julia, por qué quieres encontrarla?

–Para hacer exactamente eso, necesito un momento a solas con Adela, para ella no paso de ser una indígena, entonces le demostraré todo lo salvaje que puedo llegar a ser.

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