–¿Me estás diciendo que Hugo…que él las…? –Tartamudeó Julia nerviosa y Abraham se giró para mirar el jardín.
–No me gusta la idea de poner las manos en el fuego por nadie, pero hay algo en todo esto que me hace dudar de la culpabilidad de Torres. –Contestó Abraham y Julia lo miró con curiosidad y él continuó. – Las dos chicas tienen algo en común contigo Julia.
–¿Y qué es Abraham? ¿Hugo?
–No, lo que tenéis en común es la misma persona en la escena del crimen. –Contestó Abraham y se giró para mirarla a los ojos. –Tony Pujols.
–¿Qué quieres decir Abraham, no entiendo?
–Esta información no salió en el juicio de Hugo Torres, pero las dos chicas fueron violadas en distintas ocasiones y lugares, pero su testimonio coincide en una cosa. Ambas despertaron en una cama desnudas, sin recordar nada y se encontraron con la misma persona que se ofreció a ayudarlas, diciendo que las habían violado Hugo Torres y también las animó a denunciarlo públicamente, pero el nombre de esa persona que las ayudó despareció de los testimonios para preservar su identidad y evitar que el escándalo fuera todavía mayor. –Habló Abraham mientras entraba a la habitación para sentarse en el sillón.
–¿Tony? –Preguntó Julia sentándose a su lado.
–Así es, Tony estaba ahí cuando las chicas despertaron y sabemos perfectamente de lo que es capaz, así que no creo que esto sea una casualidad. –Afirmó Abraham.
–Entonces puede que Tony haya incriminado a Hugo y esto no me sorprende, por lo que entendí Tony siempre le tuvo envidia. –Habló Julia pensativa y los dos miraron la cama cuando escucharon a Iker toser. –Lleva así todo el día. –Murmuró Julia con preocupación y se puso de pie.
Julia se levantó y Abraham la siguió preocupado. Ella se subió a la cama para ver como estaba su hijo y cuando la vio asustada, Abraham la miró con preocupación.
–¿Qué está pasando Julia? –Preguntó Abraham acercándose a ellos.
–¡Tiene fiebre! –Contestó y Abraham tocó al niño para verificar su temperatura. –Estaba un poco caliente antes, pero ahora está hirviendo.
Abraham salió de la habitación para llamar a María Eugenia y Aurora que sabían mejor que nadie como actuar en estos casos.
Después de una hora desde que las abuelas se habían hecho cargo de la situación, la temperatura del niño seguía exactamente igual, entonces Julia comenzó a desesperarse.
–Su respiración está cada vez más acelerada Mary. –Habló Abraham mirando a Iker detenidamente.
–Y tampoco quiere comer, creo que deberíamos llevarlo a urgencias. –Habló Aurora pasando una toalla húmeda en la cabecita del niño que no dejaba de llorar.
En menos de quince minutos Abraham ya tenía el coche preparado para llevarlo a urgencias con Julia y María Eugenia que había decidido acompañarlos mientras que Aurora y Kelly vigilaban a Zoe para asegurarse de que la pequeña estuviera bien. Entonces los cuatro se fueron directo al Hospital Puerta de Hierro.
En la mañana siguiente Hugo estaba mirando la piscina cubierta de su mansión, recordando a Julia. Todavía le dolía en el alma la forma como le había tratado, cuando la encontró en la fiesta del Palacio la noche anterior, también tuvo que aceptar que su pómulo derecho todavía le molestaba por el puñetazo que había recibido de Abraham.
No dejaba de preguntarse qué relación tendría Julia con aquel hombre y odiaba sentirse tan impotente imaginando que había algo entre ellos y que él no tenía derecho a reclamarla como su mujer, ni siquiera a ponerse celoso.
–¿Todavía estás asimilando la noticia? –Preguntó Diego acercándose a su hijo, que tenía los brazos cruzados y la mirada perdida en algún punto fijo de la piscina.
–Duquesa papá, Julia es la futura duquesa de Lugo. No entiendo nada, ¿Cómo ha podido pasar esto? –Habló pasando la mano por cabeza con nerviosismo. – Jamás hubiera imaginado algo así, Julia es miembro de la Familia Real.
Después de que Julia había abandonado la fiesta con Abraham y su abuela, Hugo se dedicó a buscarla por todo el palacio y cuando preguntó a uno de los empleados por ella se llevó la mayor sorpresa de su vida cuando le dijeron quién era su Julia.
–Está en todas las noticias hijo, es más que cierto. Julia es nieta de la Duquesa de Lugo y Grande España. – Habló Diego colocando una mano sobre el hombro de su hijo y lo vio sonreír con tristeza.
–Cuando estábamos juntos ella se sentía insegura, porque pensaba que no era nadie. – Habló Hugo sonriendo con los ojos acristalados. – Ahora resulta que yo no soy nadie, ni siquiera soy digno de ella papá.
–No digas esto hijo…
–Es verdad papá y lo sabes, ¿quién es Hugo Torres al lado de la prima del Rey de España? Mi chica es una princesa, aunque para mí siempre lo fue.
–Ahora todo tiene explicación, las señales siempre estuvieron ahí. Julia tenía una elegancia natural, saber estar y aun sin haber recibido ninguna educación era una chica refinada.
–Lo llevaba todo en la sangre papá, la misma que debería haber llevado mi hijo. – Murmuró Hugo con tristeza pensando en cómo el sueño de algún cargar a su hijo en brazos se esfumó cuando Julia le dijo que ese niño no existía. – Y ni siquiera puedo juzgarla por haber tomado esa decisión, la traté de la peor manera y la dejé sola cuando más me necesitaba.
–Siento mucho por esto hijo, a mí también me hacía mucha ilusión conocer a mi nieto…–El teléfono móvil de Hugo sonando hizo que Diego se callará cuando vio como su hijo resoplaba con fastidio. – ¿No piensas contestar la llamada?
–Es uno de los detectives que estaba detrás de Julia, lleva toda la mañana llamándome, todavía no saben que ya la encontré. –Contestó Hugo mirando la pantalla del móvil.
–Pues hijo deberías contestar, que ya la hayas encontrado no significa que tengas toda la información. –Aconsejó Diego y Hugo pensó que su padre tenía razón, entonces contestó la llamada.
–¡Dime Campos! –Contestó Hugo y la voz grave de un hombre que rondaba los cincuenta años, al otro lado de línea sonó cansada, pero aliviada.
–¡¡Por fin me contesta señor Torres, tengo una información importante!!–Respondió el hombre y Hugo contestó girando los ojos.
–Ya sé que Julia está en Madrid, ya sé que es la futura Duquesa de Lugo y ya sé que va con pitbull de un metro noventa pegado a su falda.
–Pues señor Torres, me alegro de que ya tenga toda esta información, pero no le llamaba por esto. –Contestó Campos y Hugo frunció el ceño.
–¿Entonces para qué me llamas, Campos? –Preguntó intrigado mirando a su padre que se acercó a él para escuchar que decía el detective y Hugo puso el teléfono en altavoz.
–¿Recuerda que estábamos pendientes de que ingresará en algún hospital?
–Sí, Campos, pero esto ya no vale de nada.
–¡¡Pues lo ha hecho!!–Contestó el hombre y Hugo abrió mucho los ojos.
–¡¡¿Qué?!!¿Qué le ha pasado a Julia? –Preguntó Hugo con el corazón en la mano y escuchó al hombre suspirar antes de contestar.
–Según lo que tengo aquí en pantalla, a ella no le ha pasado nada, pero ayer su nombre entró en registro Hospitalar del Hospital…déjame ver. –Habló el hombre mientras que Hugo esperaba su respuesta nervioso. – el Hospital Puerta de Hierro, está acompañando a un menor. –Respondió el hombre y Hugo se quedó petrificado. –Se llama Iker Rivarola Martínez de Irujo y Artazcóz, aquí pone que ella es la madre del niño.
Hugo sintió que su corazón estaba a punto de dejar de latir y que todo a su alrededor daba vueltas. Por unos segundos pensó que a lo mejor el hombre que estaba con ella era su pareja y que el niño podría ser su hijo. Hugo intentó ser racional y recordar las palabras de Julia, que le había asegurado que su hijo no había nacido, pero algo dentro de él le gritaba suplicando que fuera aquel hospital, tenía que ir al hospital.
Hugo salió corriendo y Diego intento alcanzarlo, pero él se subió al coche rápidamente y salió de la casa casi tirando la valla de su mansión abajo.
Hugo intentaba controlar las lágrimas, para poder conducir mientras que repetía una y otra vez “IKER, IKER, IKER” …Hugo le pedía a su corazón que no se llenará de esperanzas, pero no podía evitarlo, cada vez que decía su nombre más lágrimas saltaban de sus ojos y su corazón daba saltos dentro de su pecho.
Cuando Hugo llegó al hospital aparcó el coche y se bajó mirando su reflejo en la ventana del Bugatti y entonces se recompuso, porque no podía entrar al hospital con la cara de loco que traía. Entonces respiró profundamente y se dirigió a la entrada del hospital. Hugo buscó en el mapa del hospital donde estaba la planta de pediatría y cuando la encontró sintió como sus manos comenzaban a temblar.
Hugo entró en el ascensor, intentando controlar sus nervios. Él pensó en que iba a decirle a Julia cuando la viera, entonces las puertas del ascensor se abrieron y dudó por unos segundos si debería o no salir, pero no podía evitarlo su cuerpo se movía acorde a las necesidades de su corazón.
Hugo estaba caminando por la planta intentando disimular que estaba buscando algo cada vez que una de las enfermeras se cruzaba en su camino porque supuestamente no era el padre del niño y no tenía derecho a estar allí, entonces fue cuando la vio.
Julia estaba a punto de entrar en una de las habitaciones con un café en la mano y Hugo se fijó que sus ojos tenían unas oscuras ojeras y que parecía cansada.
–Julia. –Habló Hugo y ella giró la cabeza bruscamente en su dirección para verlo dejando caer su taza de café por la impresión.
Julia se quedó aturdida unos segundos y Hugo llegó junto a ella con rapidez, mirando la puerta de la habitación que todavía estaba cerrada y él la miraba con un brillo en los ojos como si fuera la entrada al paraíso.
–¿Qué estás haciendo aquí Hugo? – Preguntó Julia mirándolo directamente a los ojos y Hugo pudo sentir la hostilidad en su voz.
–¿Iker está ahí adentro? –Preguntó Hugo tocando la puerta con la intención de abrirla y Julia se interpuso en su camino, entonces él dio dos pasos hacia atrás.
–¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que Iker existe? –Preguntó Julia nerviosa subiendo el tono de voz.
–¿Era mentira lo del aborto, ¿verdad? –Preguntó Hugo aturdido mirándola. – Entonces es…es mi…
–¡¡No es nada tuyo!!–Vociferó Julia con vehemencia. – ¡¡Ahora lárgate de aquí!!
–¡¡No, no Julia quiero verlo tengo que verlo!!
–No te quiero cerca de mi hijo, fuera de aquí Hugo…
–¡YA BASTA! –Exclamó María Eugenia saliendo de la habitación mirando a los dos enojada. –Este no es el lugar adecuado para esta discusión, el niño necesita descanso. –Los regañó la mujer que había escuchado la voz alterada de Julia, entonces decidió salir para ver que estaba sucediendo.
–¿Qué tiene? ¿Está bien…él está bien? –Preguntó Hugo casi desesperado mirando a las dos y María Eugenia asintió, ella sabía todo lo que había vivido su nieta con el futbolista, pero verlo tan afectado le dio pena.
–Mi pequeño está bien, ha sido apenas una bronquiolitis que se ha complicado un poco, pero ya está recibiendo tratamiento y se encuentra mucho mejor. –Contestó María Eugenia y lo vio respirar aliviado
–¿Puedo verlo? –Preguntó con la voz rota mirando a Julia y ella pudo sentir que suplicaba con la mirada.
–No, no puedes, no quiero que lo veas. –Contestó Julia sintiendo un nudo en su garganta y María Eugenia se acercó a ella.
La duquesa entendía la postura de su nieta, pero Iker necesitaba tranquilidad y sabía que presenciar un escándalo entre sus padres no sería bueno para su bisnieto, sobre todo porque sabía que Hugo no aceptaría marcharse sin antes ver a su hijo.
–Julia, entiendo tus motivos para mantenerlo alejado de tu hijo, pero en este momento lo más importante es Iker. – Deja que Hugo vea al niño unos instantes para que podamos estar tranquilas. – Aconsejó María Eugenia a su nieta y Julia apretó los puños con impotencia porque sabía que su abuela tenía razón, pero no quería verlo cerca de su niño, le dolía saber que Hugo tenía el mismo derecho que ella de estar cerca de Iker.
Entonces María Eugenia abrió la puerta de la habitación para entrar y Julia la siguió, pero antes de que Hugo pudiera entrar ella se giró para mirarlo y dijo.
–Solo un minuto y desde la puerta, no quiero que entres a esta habitación.
Hugo la miró sin poder soportar las lágrimas y dio unos pasos hacia adelante acercándose a la puerta. Cuando él miró aquella cuna donde un bebé gordito y rubio dormía con la respiración acelerada, como si todavía le costará respirar, su primer instinto fue dar un paso hacia adelante.
–¡¡No entres!!–Lo advirtió Julia y después se giró para acercarse a su bolso para sacar algo de dentro.
Hugo miraba al niño embelesado y ni siquiera se daba cuenta de que sonreía y lloraba a la vez. Para él era el niño más hermoso del mundo y lo único que quería era tenerlo en sus brazos. Se llevó una mano a la boca para aguantarse las ganas de gritar de felicidad por saber que su bebé estaba vivo, sano y que era precioso, pero entonces Julia se puso en su camino llamando su atención.
–Se acabó el tiempo. –Murmuró Julia mirándolo y Hugo paseó la mirada, aturdido entre ella y su hijo.
–Por favor, Julia déjame verlo solo un minuto más, por favor. –Suplicó Hugo mordiéndose el labio inferior que no dejaba de temblar por el desespero que estaba sintiendo de tener que separarse de su hijo, justo cuando finalmente lo había encontrado.
Entonces Julia esbozó una sonrisa amarga y agarró la mano de Hugo que la miraba sin entender nada. Ella colocó sobre la palma de su mano un billete de veinte euros y él bajó la mirada avergonzado, porque recordaba muy bien la última vez que la había visto antes de perderla para siempre, recordaba los maldit*s veinte euros.
–¿Recuerdas esto verdad? –Preguntó Julia mirándolo y Hugo levantó cabeza asintiendo. – Esto es lo que valemos para ti.
–¡¡No, no Julia no!! Lo siento, lo siento mucho…por favor, perdóname. –Suplicó Hugo y la vio negar con la cabeza.
–Se acabó el tiempo Hugo, vete antes de que llame a seguridad. –Lo advirtió Julia y Hugo comenzó a llorar con desespero mirando a su hijo.
–Por favor, Julia por el amor de Dios déjame verlo un poco más. – Suplicó, pero ella negó con indiferencia, entonces Hugo se puso de rodillas delante de ella. – Te lo suplico, dame solo un minuto más, uno más, por favor déjame ver a mi hijo un minuto más. –Volvió a suplicar, pero la única respuesta que recibió fue la puerta cerrándose en su cara.
Hugo no podía levantarse, solo lloraba sintiendo como si algo dentro de él se estuviera muriendo, sabía que jamás en su vida había sentido un dolor tan grande como aquel.
–¡Hugo! –Exclamó Diego cuando lo encontró arrodillado en el medio del pasillo del hospital.
Diego sabía que Hugo había ido al Hospital Puerta de Hierro, así que decidió seguirlo para estar a su lado. Dio vueltas por la planta buscándolo, pero como padre ver a su hijo en aquel estado era lo último que hubiera querido encontrar.
Entonces Diego lo ayudó a ponerse de pie mientras que algunas personas se acercaban para ver que estaba pasando y desde una de las entradas del hospital alguien los observaba con pena. Abraham vio todo lo que había pasado en aquel pasillo, pero había decidido no meterse entre ellos, porque aquello no era discusión de pareja, eran solamente dos padres que amaban a su hijo con desesperación.
Diego ayudó su hijo a caminar hasta una silla donde lo sentó y se puso delante de él para mirarlo, entonces le rompió el alma ver a su hijo tan mal.
–Es como si hubiera tocado el cielo y de repente alguien me ha empujado directo al infierno, siento que me muero papá.