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Amor en juego

Capítulo 66: Futura Duquesa

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Adriana intentó retroceder y salir del departamento, pero Eros la alcanzó y la acorraló contra la pared.

–¿Se puede saber quién te ha dado permiso para salir de Galicia? –Preguntó Eros enojado a escasos centímetros del rostro de la chica, que pudo sentir el calor de su aliento y la tensión de sus muscúlos.

–¿Dónde está Felipe? ¿Él te aviso que estaba aquí verdad? – Preguntó Adriana levantando la barbilla en modo de desafío.

–Minutos después de que te escaparás de la casa fui avisado por uno de tus guardaespaldas Adriana y Felipe me avisó que estabas en su casa porque ha tenido que viajar a Dubái y no podría estar aquí para cuidarte. –Afirmó Adriano pegando su cuerpo todavía más al de la chica. –¡¡¡Sé que Alonso está en Madrid y cómo me entere de que estabas con él…

–¡¡¿Qué?!!¿Vas a volver a romperme las bragas para abrirme las piernas y averiguar si todavía sigo siendo virgen?–Vociferó Adriana recordando el episodio en la casa de Alonso.

–¿Debería? –Preguntó Eros golpeando la pared. –No juegues conmigo, sabes perfectamente que si te llega a tocar lo mato. –Escupió Eros furioso solo de imaginar a Adriana en los brazos de Alonso, o con cualquier otro hombre.

–No entiendo esta obsesión que tienes, me dejaste muy claro que soy una niña insignificante para ti, que no te intereso, pero cada vez que puedes, intentas encerrarme como si fueras mi dueño. Ya tengo que soportar demasiado con un padre sobreprotector para tener que lidiar también con ser tu propiedad. –Murmuró enojada y Eros bajó la cabeza deseando darle un par de nalgadas desnuda.

– No tienes idea de lo que estás haciendo Adriana, estas organizando una manifestación contra uno de nuestros socios. ¡¡Estás tocando los huevos a las personas equivocadas, niña estúpida!!– Habló enojado y Adriana pensó que esto no era nada comparado a lo que había hecho en la terminal.

–Haré lo que haga falta para acabar con este imperio del terror que tenéis montado. ¡Por Dios Eros abre los ojos! ¿Las marcas en tu espalda no te dicen que ya basta, que esto debe terminar? ¿No quieres ser libre?

–¡Cuando sea la cabeza del Olimpo seremos libres! –Afirmó Eros con la respiración acelerada acercándose a la boca de la mujer que sabía que jamás llegaría a tocar.

–Cuando ese día llegue, la palabra “libertad” desaparecerá de tu vocabulario para siempre. –Afirmó Adriana y entonces Eros se apartó de ella antes de cometer la estupidez de besarla.

–Recoge tus cosas que hoy mismo regresamos a Galicia. –Ordenó Eros y Adriana lo obedeció porque sabía que intentar discutir con él sería una perdida de tiempo, y estaba segura de que Alonso no estaría seguro con Eros tan cerca y ya había cumplido con su misión en Madrid.

En la mañana siguiente Abraham, Elena y Alonso estaban dentro de una camioneta aparcados delante de la ciudad deportiva de Valdebebas, observando la entrada del lugar y a todos que entraban o salían de allí. Abraham estaba en el asiento del conductor y se giró para ver a su amigo que no dejaba de mirar su teléfono móvil.

–¿Va todo bien? –Preguntó mirándolo con el ceño fruncido y lo vio asentir levantando la cabeza para centrarse en lo que iban a hacer.

–Sí Braam, todo bien. –Contestó Alonso guardando el teléfono en el bolsillo de su chaqueta, no le quería decir a Abraham que estaba preocupado por Adriana, ya que no había vuelto a saber de ella. –¿Estás seguro de que quieres hacer esto?–Preguntó mirando la entrada del lugar y Abraham asintió.

–El miserable de Tony disfruta sabiendo que sus víctimas tienen el conocimiento de que fueron abusadas por él, pero que no pueden hacer nada en su contra, así que yo disfrutaré haciéndolo saber que yo soy el hombre que le va a joder la vida.

Dentro de la ciudad deportiva Hugo miraba a Tony asqueado viéndolo entrenar apartado de los demás. Fernando había decidido extender su contrato, pero le tenían en el banquillo en todos los partidos. Quería estar seguros de que una vez terminado su contrato no recibiría ofertas de ningún otro club, la idea es acabar con su carrera. Tony se había convertido en un jugador inútil y con su edad nadie estaría interesado en él.

Hugo miró la foto de Julia que tenía en su fondo de pantalla del teléfono móvil, pensando en lo mucho que la echaba de menos. No dejaba de pensar en ella y imaginar como debería ser su bebé. Él se preguntaba si habían tenido un niño o una niña y si había heredado algo de él. La desesperación aumentaba cada día sin tener una respuesta, sin saber dónde estaba. Para Hugo vivir sin Julia era el peor de los infiernos, pero debía mantenerse firme por ellos dos, para encontrarlos.

Hugo estaba tan distraído que se sobresaltó cuando tres personas entraron al campo de fútbol como si fueran los dueños del lugar. El hombre rubio y alto que iba en el medio giró la cabeza hacia él y lo miró como si quisiera matarlo con la mirada y Hugo lo observó intrigado porque no lo conocía de nada, pero el hombre parecía estar más interesado en otra persona antes que en él.

–¿Antonio Pujols? – Preguntó Abraham caminando en la dirección de Tony que lo miró con indiferencia.

–Tony, no soporto que me digan Antonio. –Contestó con una media sonrisa que Abraham borró con un solo puñetazo haciendo que el jugador viera las estrellas.

–¡¡Es placer, partirte la cara maldit* cerdo!!–Exclamó mientras que los demás se acercaban para ver qué estaba pasando y algunos hasta pensaban en ayudar a Tony cuando Abraham lo agarró por la camiseta para golpearlo otra vez, pero Alonso se interpuso en el medio.

–¡¡El que defienda al cerdo, también se merece ir al matadero y me muero de ganas de romperle la cara a alguien!!–Vociferó Alonso y dos jugadores que se todavía se llevaban bien con Tony se echaron hacia atrás asustados.

–¡¡¡¿QUIÉN ERES?!!!–Gritó Tony mientras que gruñía de dolor, porque Abraham le había partido la nariz.

–Abraham Guerrero, la mayor pesadilla que tendrás en tu put* vida. –Contestó Abraham sonriendo con satisfacción mientras le pegaba un puñetazo en el estómago.

Elena y Alonso se ponían en el medio para que nadie pudiera acercarse a ellos, hasta el entrenador y los preparadores físicos, estaban aturdidos viendo la paliza que le metían a Tony sin poder hacer nada, mientras que Hugo se sentó en uno de lo banquillos para asistir a toda la escena como si fuera la mejor película de historia.

Abraham no dejaba de golpear a Tony que ya estaba desesperado pidiendo auxilio con la cara entera llena de sangre, y cada vez que intentaba levantarse, Abraham lo golpeaba. Hasta que hubo un momento en el que Tony ya no se levantaba, solo se retorcía en el suelo como un gusano. Tony levantó la cabeza para ver a Abraham y le dijo.

–Voy…a denunci…denunciarte…por…esto…– Escupió Tony intentando verlo, pero tenía los ojos tan hinchados que no podía distinguir nada con su visión, entonces Abraham se agachó a su lado y susurró.

–Te deseo suerte, porque si entras en cualquier comisaría de este país mencionando mi nombre, lo más seguro es que volverán golpearte por respeto a mí. Yo soy prácticamente un dios entre las autoridades. – Se burló y después se puso de pie.

–¿Qué …quie…quieres…de…de mí? –Preguntó Tony sintiendo que estaba a punto de perder la conciencia.

–Estoy aquí para hacer justicia por la futura Duquesa de Lugo. – Habló Abraham y después le tiró encima la citación judicial. –Te veo en los tribunales cabrón.

Después Abraham se marchó por donde había venido y Hugo se quedó sentado en el banquillo con una sonrisa satisfactoria aplaudiendo, le había encantado ver como le daban su merecido a Tony, ya que él había pasado el último año aguantándose las ganas de volver a pegarlo.

En la mansión de la Duquesa en Madrid el día siguiente, Julia estaba mirando el hermoso vestido rojo de baile, que habían preparado para ella. Pensaba en como su vida había cambiado. Pasó de ser una chica ilegal a ser parte de la nobleza española.

–Me recuerdas tanto a mi Sonia. –Habló María Eugenia entrando a la habitación de su nieta y Julia se giró para mirarla.

–Estoy un poco nerviosa abuela, esta noche es muy importante para nosotras y yo no quiero avergonzarte. –Habló Julia con preocupación y su abuela se acercó a ella.

–Naciste para esto mi amor, por tus venas corre la sangre de antiguos Reyes. Esta noche triunfarás, hoy serás como una princesa. – Afirmó María Eugenia para animar a su nieta.

–Por Dios abuela que no te escuche Leonor, todavía es una niña, pero es la princesa de España y no la veo con muchas ganas de compartir el título. –Se rieron las dos y comenzaron a preparar todo para vestir a la futura Duquesa.

–Tienes que ir a ese baile Hugo, ¿Sabes cuántas personas en este país darían lo que fuera para recibir una invitación de la Casa Real? – Habló Diego colocando en una percha el esmoquin de su hijo.

–No tengo ganas de fiesta papá y no quiero estar rodeado de personas ahora mismo y menos de alta sociedad de este país. –Se quejó Hugo acostándose en su cama.

–Esto no es solamente una fiesta, es también una buena oportunidad para tus negocios hijo, debes ir. –Ordenó Diego y se sentó al lado de su hijo en la cama. – No puedes dejar de vivir campeón, si no lo quieres hacer por ti, pues hazlo por el futuro de tu mujer y de tu hijo. Este baile significará un antes y un después para ti y recuerda que todo lo que tienes ahora algún día será para tu hijo, tiene que cuidar su legado. –Lo aconsejó y después se marchó dejándolo solo en la habitación mirando el esmoquin.

Durante la noche el coche en el que iba Julia con su abuela se acercaba al Palacio del Pardo y Julia podía veía por la ventana la cantidad de personas que llegaban en coches de lujo y vestidos con su mejor traje de gala llenos de joyas. Ella se sintió como si fuera una princesa en un cuento de hadas.

–¿Abuela dónde está Abraham? Me había prometido que estaría aquí conmigo. – Preguntó Julia y su abuela sonrió con picardía y ella se puso roja. –No es lo que piensas abuela.

–Sé que no lo es, porque tu corazón todavía pertenece al innombrable. –Contestó María Eugenia girando los ojos. – Pero sé perfectamente que eduqué a mi niño para ser un príncipe y con esa belleza que tiene, es normal que llame tu atención.

–La verdad es que ya lo quiero mucho, pero no quiero hacerle daño. –Contestó Julia cuando el coche aparcó justo en la entrada que estaba llena de periodistas.

–Mi niño solo quiere una oportunidad para demostrarte que existen otras formas de amar, él sabe muy bien lo que está arriesgando cariño, ahora mira la escalera. –Pidió María Eugenia y Julia vio a Abraham de pie en las escaleras de la entrada, esperando por ella y sonrió. –No importa lo que pase entre vosotros, Abraham siempre será parte de tu vida.

Julia levantó la barbilla y salió del coche caminando con elegancia, como si estuviera flotando, tal y cómo le había enseñado su abuela. Los fotógrafos no tardaron en volverse locos cuando la vieron.

Julia llevaba puesto un vestido rojo con los hombros descubierto y un elegante escote corazón y la prenda se ajustaba sus curvas hasta las rodillas donde se soltaba terminando en una cola larga. El cabello recogido en un elegante peinado resaltando la belleza de su rostro y tenía en su cuello un bellísimo collar de diamantes con pendientes a juego.

 Julia acaparó la atención de todos, que la miraban deslumbrados, pero una de esas miradas iba cargada de odio.

Julia caminó en la dirección de Abraham que la miraba embelesado desde lo alto de las escaleras y cuando ya estaba casi acercándose a él, una mujer que conocía muy se interpuso en su camino.

–¡¡¿Qué estás haciendo aquí maldit* indígena?!!–Exclamó Adela furiosa y Julia la miró de arriba abajo, ya no era la mujer elegante que había visto alguna vez. Tenía un aspecto horrible e iba vestida de forma simple, parecía cansada.

Lo que Julia no sabía es que Adela había perdido todos sus privilegios después de la muerte de su padre y ahora tenía que aceptar cualquier trabajo que la ofrecían, ya que era una periodista que carecía de talento. Algunos de sus compañeros hasta comentaban que ella tenía que realizar ciertos “favores” a los jefes, para mantener su trabajo.

–Adela Valverde, debo decir que no es un placer volver a verla. –habló Julia mirándola fijamente y Adela apretó los puños deseando arrastrarla por el suelo allí mismo.

–Tú no eres bienvenida en este lugar zorra, ¿es que no vez dónde estás? Este baile es para personas de la alta sociedad y tú no pasas de una indígena pordiosera.

–Pues la indígena como bien dices tiene sangre real, y es mejor que cuides tus palabras para dirigirte a mí, porque no pasas de una plebeya. ¡Ahora apártate de mi camino! – Ordenó Julia levantando la barbilla y Abraham se acercó a ella.

–Señorita por favor aléjese, de la dama. –Pidió Abraham apartando a Adela que lo miró con soberbia.

–No tengo porque alejarme, ella no es nadie…

–Aquí la que no es nadie eres tú, yo soy María Julia Rivarola Martínez de Irujo y Artazcóz, la futura Duquesa de Lugo y Grande de España, y no pienso permitir que me faltes al respeto. –Habló Julia y le hizo una señal a los de seguridad dejando a Adela con la boca abierta mientras que dos hombres enormes, vestidos de negro la agarraban por los brazos y los demás periodistas que presenciaban toda la escena cuchicheaban y había otros que solo se reían de Adela. –No vuelvas acercarte a mí nunca más o te prometo que pagarás las consecuencias por intentar atacar a un miembro de la Familia Real.

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