CUATRO MESES DESPUÉS
Nada era más incomodo para Hugo que estar en la misma sala que Felipe y sabía que él se sentía igual. Hugo caminaba de un lado a otro intentando aflojarse la corbata mientras que esperaban a los demás accionistas para la reunión de negocios que habían organizado para aquella tarde.
–No hay nada que odies más que una corbata. –Murmuró Felipe mirando a Hugo por el rabillo de ojo y él dejó de caminar para mirarlo.
–¡Porque esto parece un collar para perros! –Afirmó Hugo poniendo los ojos en blanco y Felipe abrió la boca para decir algo, pero después la cerró dudando si debía o no tocar el tema con Hugo. –¿Hay algo que quieras decir? –Preguntó mirando a Felipe con curiosidad, lo conocía bastante bien y sabía que quería preguntar o decir algo.
–¿Has encontrado alguna pista de dónde puedan estar? –Preguntó Felipe con nerviosismo, porque todavía le costaba tocar el tema y Hugo negó con la cabeza, le hubiera gustado echarle algo en cara, pero sabía que Felipe también había perdido a Kelly, entonces los dos compartían el mismo tormento.
–Nada, mis detectives la han buscado por todas las partes y no han encontrado absolutamente nada. –Contestó Hugo sentándose en la silla que había delante de Felipe. –¿Tú has encontrado algo?
–No, Eros no ha encontrado nada, pero tiene una teoría. –Respondió Felipe y Hugo frunció el ceño mirándolo, entonces él explicó. –Según Eros que dos chicas humildes hayan desaparecido de esta forma, no es algo normal. Él piensa que deben estar recibiendo la ayuda de alguien. – Habló y Hugo se puso de pie enojado.
–¿Qué quieres decir con esto Felipe? ¿Qué estás insinuando? –Preguntó Hugo mirándolo a los ojos apretando los puños y Felipe también se levantó.
–¡¡No estoy insinuando nada Hugo!! Pero piensa, en el fondo yo tampoco veo normal esto. Es como si la tierra las hubiera tragado. –Contestó Felipe volviendo a sentarse y Hugo se quedó pensativo.
–Tienes razón no es normal, mis detectives están esperando a que Julia ingrese en algún hospital para dar a luz, dice que si lo hace existe una enorme probabilidad de que podamos llegar a ella, pero todavía no ha pasado y si tarda mucho más esto podría significar…
–¿Qué significaría Hugo? –Preguntó Felipe mirándolo con preocupación al ver su rostro que parecía triste.
–Esto podría significar que no dio continuidad al embarazo o que estaba embarazada de menos tiempo. –Contestó Hugo porque odiaba lo que aquello podría llegar a significar.
–¿Crees que el bebé podría llegar a ser de Tony? –Preguntó Felipe y Hugo levantó la cabeza bruscamente para mirarlo.
–¡Es mi hijo! Independiente de la sangre para mí es mi hijo, pero si existe esta posibilidad me duele imaginar cómo esta duda podría estar afectando a Julia, es lo único que me importa.
Felipe pensó que en esto Hugo tenía más suerte que él, por lo menos su amigo tenía la esperanza de ser padre, en cambio él no la tenía. Felipe sabía que jamás llegaría a ser padre o esto era lo que pensaba.
Julia acompañó a Kelly hasta la camioneta, viendo como se retorcía de dolor en los brazos de Abraham que la puso en el asiento trasero del coche. Al parecer la pequeña de Kelly estaba muy cómoda en el vientre de su mamá y había decidido retrasar un poco más su llegada.
–¡Abraham quédate en el palacio con Julia, yo iré con Aurora y Cristóbal para estar con Kelly! – Habló María Eugenia y Abraham la miró con el ceño fruncido preocupado.
–¿Estás segura Mary?
–¡Sí Abraham, quédate aquí! Esta tormenta está cada vez peor, yo necesito ir con estar con ellas en el hospital para ayudar a Aurory en todo lo que haga falta y creo que aquí serás más útil. Estaré más tranquila si te quedas con Julia. –Afirmó María Eugenia mientras veía a su nieta dejando un beso en la frente de Kelly, subiendo a la camioneta como podía, ya que las dos tenían unas pancitas enormes y bien redondas, haciendo sus movimientos más torpes.
Abraham y Julia se quedaron en la entrada viendo como la camioneta se alejaba bajo de la fuerte lluvia.
–¡El tiempo está horrible Abraham! ¿Crees que estarán bien? –Habló Julia con preocupación y Abraham la abrazó para reconfortarla.
–Tranquila estarán bien, y seguramente en unas horas recibiremos la noticia de que nuestra pequeña princesa ha nacido. –Habló con entusiasmo y los dos terminaron sonriendo, mirando por la ventana.
Unas horas más tarde en el hospital, Kelly comenzaba a ponerse nerviosa, no dilataba y los latidos de su pequeña comenzaban a ser cada vez más débiles. Ella acariciaba su vientre, hablaba con su bebé mientras que Aurora y María Eugenia le daban ánimo, entonces la obstetra anunció que deberían practicarle una cesárea. Para Kelly fue el momento de su vida en el que sintió más ansiedad, no podía ver nada por la tela azul que había puesto delante de ella y no sentía nada en la parte inferior de su cuerpo.
Kelly se mordía los labios con nerviosismo incapaz de controlarse las lágrimas, pero cuando de repente escuchó aquel llanto, un llanto que para ella fue la más bonita de las melodías, la señal de que su pequeña estaba bien su corazón se inundó de felicidad. Se reía mientras lloraba y pedía verla. La enfermera acercó la pequeña a su mamá, que pensó que era la cosita pequeña y chillona más hermosa del planeta.
La felicidad reinaba en el hospital, pero en el palacio lo único que sentían era ansiedad, porque no tenían noticias.
–¿Te han avisado de algo Abraham? –Preguntó Julia por milésima vez sin apartar la vista de la pantalla de su teléfono móvil. –Es que han pasado muchas horas y todavía no tenemos…
Julia se quedó callada cuando las luces del salón se apagaron de repente, entonces se puso de pie asustada llamando por Abraham y encendió la pantalla de su teléfono para buscarlo, justo en el mismo momento que él había hecho lo mismo.
–¿Abraham que ha pasado? ¿Por qué estamos sin luz? –Preguntó Julia nerviosa y los dos escucharon los pasos del ama de llaves y de la cocinera que entraban al salón para buscarlos.
–Tranquila solo nos hemos quedado sin luz por la tormenta, pero no te preocupes seguramente no tardará en volver. Esto es un palacio muy antiguo es normal que esto pase aquí y Mary no nos ha avisado nada porque estará sin señal al igual que nosotros estamos ahora mismo. Esta tormenta es peor de lo que habían avisado en las noticias, lo último que leí es que varios árboles se han caído en la carretera, ahora mismo estamos más seguros aquí. Kelly también estará más tranquila en el hospital, a ti todavía te queda, pero la princesa podía nacer a cualquier momento.
Abraham y el ama de llaves comenzaron a encender los farolillos que tenía la duquesa por el repartido por el palacio, exactamente para situaciones como aquella. Julia acompañó a la cocinera para ayudarla y mientras lo hacía dejó uno de los farolillos caer al suelo.
Abraham lo escuchó y salió corriendo para a Julia, pero se encontró con lo peor que podía haber pasado en aquel momento. Julia estaba con las manos temblorosas sujetando una vela en medio de la oscuridad con su vestido azul mojado y un charco pequeño de agua en el suelo a su alrededor.
–Abraham…–Balbuceó Julia asustada y Abraham respiró profundamente para controlarse en aquel momento tenía que ser el policía bien entrenado que era.
Abraham la levantó en sus brazos y subió las escaleras mientras que Laura iba delante con un candelabro encendido en la mano. Él la acomodó sobre la cama de su habitación, pero Julia estaba inquieta diciendo que necesitaba moverse, entonces la cocinera la ayudó a dar vueltas por la habitación, mientras que el ama de llaves preparaba la cama con varios cojines y almohadas.
–¿Para qué necesita tantos cojines Laura? –Preguntó Abraham mirando la enorme cama de la habitación de Julia y el ama de llaves le sonrió con condescendencia.
–Es para facilitar sus movimientos, que pueda parir como mejor se sienta, porque este niño sale hoy. –Explicó la mujer y Abraham decidió ayudarla. Después subió un barreño, una tijera y varias toallas.
Unas horas después Julia estaba cerca de la ventana agarrada del brazo de la cocinera cuando un gemido de dolor salió de su garganta llamando la atención de Abraham. Entonces Abraham la llevó a la cama y se puso a su lado agarrando su mano mientras que el ama de llaves se posicionó entre las piernas de Julia para mirarla y los dos se asustaron cuando vieron los ojos de Laura abrirse desmesuradamente.
–¿Qué pasa Laura? –Preguntó Abraham mirándola fijamente mientras que los gemidos de Julia comenzaban a convertirse en gritos.
–¡Esté bebé ya está a punto de salir!
–¡¡¡No, tengo miedo no quiero hacer esto ahora, ni aquí!!! ¡¡Quiero irme al hospital
Abraham!!–Exclamó Julia llorando y Abraham pasó una toalla por su rostro para secar el sudor de su frente.
–Tranquila mi amor, tenemos aquí a un experto. ¡Esto saldrá bien, ya lo verás! –La animó Laura viendo como los dos se miraban con la incomprensión retractada en sus rostros. –No, no me refiero a Abraham, estoy hablando de tu cuerpo.
–Pero si yo …yo nunca…–Intentó hablar Julia, pero el dolor era cada vez más fuerte.
–Tranquila Julia, la naturaleza es sabia, confía en que tu cuerpo sabe lo que tiene que hacer.
María Eugenia estaba en el hospital con la niña de Kelly en sus brazos mirando por la ventana mientras que Aurora estaba al lado de su hija que estaba acostada en la cama mimándola.
–¿Cómo se llamará esta pequeña? –Preguntó María Eugenia ya que las chicas habían hecho un voto de silencio sobre el nombre de los bebés y Kelly sonrió mirando a su pequeña con ternura.
–¡Zoe, se llama Zoe! –Murmuró Kelly con la voz cansada y María Eugenia miró a la pequeña que tenía en sus brazos.
–¡Bienvenida al mundo pequeña Zoe! –Habló María Eugenia mirando a la pequeña embelesada.
–¿Crees que estarán bien en el palacio con esta tormenta? –Preguntó Aurora con preocupación pensando en Julia.
–Sí, no te preocupes por mi nieta Aurory, está con Abraham y a su lado jamás le pasará nada.
Pero en la oscuridad de aquel palacio provocada por la tormenta, retumbaban los gritos de
Julia mientras que empujaba con todas sus fuerzas para traer al mundo a su pequeño. Cuando Laura le avisó que solo necesita un último empujón para conocer a su hijo, Julia se reunió en su interior todo lo que le quedaba de fuerza y empujó dando el grito más alto de su vida, porque según Abraham gritar ayudaba a aliviar el dolor.
Entonces lo escuchó, escuchó su llanto y para ella el planeta dejó de girar, nada más importaba en aquel momento. Cuando Laura cortó el cordón umbilical y envolvió al bebé que no dejaba de llorar para entregárselo a su madre, Julia levantó las manos abiertas en el aire, pero de repente las cerró por el miedo a lo que vería en los ojos de su hijo, se preguntó quien sería su padre y entonces recordó las palabras de Abraham. No importaba quien era el padre de su bebé, lo único que importante es que era su hijo, ella era su madre.
Julia lo recibió en sus brazos en medio de un mar de lágrimas y cuando miró aquel pequeño bracito que tenía una manchita, su llanto se hizo todavía más alto por la enorme felicidad que sintió, su niño era el fruto de un amor, de un momento de felicidad. Julia lo miró sonriendo y habló entre sollozos.
–Hola conejito…Hola mi pequeño Iker.