–¿No se supone que las señoritas querían esperar hasta el parto? –Preguntó Aurora llevándose las manos a las caderas mirando a sus dos hijas embarazadas, que estaban acostadas cada una en una camilla lado a lado.
–Es que ya no aguantamos las ganas, tanto imaginar me está provocando mucha ansiedad. – Habló Kelly poniendo un puchero y su madre negó con la cabeza riéndose.
María Eugenia había hecho un pedido especial al director del hospital para que preparen una sala con dos ecógrafos y dos camillas, para que las chicas pudieran descubrir juntas el sexo de sus bebés y allí estaban las cuatro mujeres ansiosas.
Kelly y Julia estaban agarradas de la mano mirando las pantallas con expectación mientras que las doctoras competían para ver quien daba la noticia primero y la que hablaba español fue la primera en dar el anuncio.
–Muy bien Kelly, tenemos aquí un bebé muy pudoroso, pero no se ha resistido a mis encantos por lo que veo porque ya me está enseñando todo. –Bromeó la doctora y las dos mamás la miraron con expectación. –Estás esperando una princesita, mamá. –Anunció la doctora con entusiasmo y Kelly comenzó a llorar de felicidad mirando a su madre mientras que Julia daba palmitas de alegría.
De repente todas se giraron para mirar a la doctora de Julia que parecía muy contenta como si hubiera acabado de encontrar lo que estaba buscando, entonces comenzó a hablar mientras que la otra le iba traduciendo.
–Según mi compañera tienes a un pequeño exhibicionista que solo estaba buscando la mejor postura para abrir las piernitas.
–¿Pequeño? ¿Dijiste pequeño? –Preguntó Julia mirándola con los ojos muy abiertos poniendo un puchero y la doctora asintió.
–¡¡Estás esperando un pequeño varoncito!!–Anunció la doctora y los ojos de Julia se inundaron de lágrimas y María Eugenia se acercó para abrazarla.
Media hora más tarde llegaron al palacio y se dirigieron directamente al jardín, donde Abraham junto con Cristóbal y Laura habían preparado todo para celebrar la feliz noticia cuando llegarán las chicas. Ellas salieron por la puerta trasera del jardín y Abraham levantó las manos haciendo un gesto para que se detuvieran.
–¡¡Por favor quiero recordar que ya no tengo edad para vivir fuertes emociones, hablen despacio!!– Pidió Abraham viendo la cara de entusiasmo que traían las chicas que se miraban riéndose y anunciaron a unísono.
–¡¡¡ LA PAREJITA!!!–Gritaron las dos y Abraham corrió hasta ellas para abrazarlas mientras que lo demás aplaudían imaginando la locura que sería la casa en un futuro con los pequeños.
Julia y Kelly le explicaron al resto de la familia todo sobre los bebés mientras que Laura abría una botella de champagne para los que sí podían beber y bridaron todos por los nuevos pequeños miembros de la familia. Después comenzaron a sacar varios juguetes que ya habían comprado para los nenes y Julia agarró en la mano un pequeño balón de fútbol mirándolo con tristeza.
–¡Esto aquí no! –Exclamó Abraham quitando el balón de las manos de Julia y le pegó una patada mandándolo lejos y Julia lo miró sorprendida. –Tendrá muchos otros juguetes, no necesita un balón de fútbol. –Habló llevándose una mano a la barbilla de la chica y dejó un beso en su frente y después otro en su pancita.
Julia lo miraba con una gran sonrisa, agradecida por todo el cariño que le brindaba y su apoyo incondicional, pero no podía evitar pensar que todo aquello lo estaría viviendo al lado de Hugo si las cosas no hubieran salido tan mal, después se pegó una bofetada mental para olvidarse de él.
Kelly entró a la casa para utilizar el baño y cuando pasó por delante del espejo se detuvo mirando su reflejo. Ella acarició su vientre mirándolo embelesada, viendo lo redondito que ya estaba.
–No sabes lo feliz que me hace saber que estás conmigo mi princesa y te prometo que seremos muy felices bien lejos de tu pad…de Felipe, y también te juro que esta será la última vez que pronunciaré su nombre en tu presencia pequeña. No permitiré que él te haga daño a ti también. –Murmuró Kelly intentando apartar de su cabeza el rostro, la mirada, la sonrisa, la voz del hombre que ella imaginó que sería el amor de su vida, pero solo resultó ser un verdadero monstruo.
En la Península Ibérica Felipe hacía todo lo contrario, quería mantener vivo dentro de él la imagen de Kelly, intentaba recordar hasta su olor, pero cada vez que pensaba en ella venía a su cabeza la expresión de su rostro el día que se hizo el aborto, y le rompía el alma saber que su hijo había muerto por su culpa y que por ningún motivo volvería a recuperar a la mujer de su vida.
–¿Estás seguro de que podemos hacer esto, así tan tranquilamente? –Preguntó Felipe sentado en el asiento de atrás de una camioneta con Eros a su lado.
–Aunque no pudiera, lo haría porque esto es importante para ti. Además, uno de mis socios me agradecerá generosamente este regalo. –Afirmó Eros sin apartar la vista de la ventana.
–¿Cómo te has enterado de que ella estará en la casa esta noche? –Indagó Felipe mirando a su primo con curiosidad.
–Yo soy de la opinión que solamente pagar bien a tus empleados no basta para tener su confianza, también debes tratarlos bien, ganar su respecto, pero parece ser que los Valverde son todo lo contrario. Ni había hecho la transferencia bancaria cuando el mayordomo ya me estaba soltando toda la información que necesitaba, me ha contado hasta lo que van a cenar esta noche. –Contestó Eros encogiéndose de hombros. –Me ha llamado hace quince minutos confirmando que ella ya está en la casa.
Cuando llegaron a la entrada de una mansión que Felipe conocía muy bien, porque la visitaba constantemente con su madre cuando era un niño varios hombres vestidos de negro que trabajaban para Eros comenzaron a bajarse de las camionetas que iban detrás de ellos.
Felipe fue el que dio la orden para que los hombres preparan todo para su entrada. Eros y él se quedaron en la entrada esperando y no tardaron en escuchar los primeros gritos de pánico.
Felipe pensó que era una reacción normal, tenía que ser un susto de muerte estar cenando tranquilamente con tu familia y que veinte hombres armados irrumpan en tu casa de la nada.
El ruso que era el hombre de confianza de Eros salió anunciando que ya tenían a la pequeña familia Valverde retenida en el comedor, entonces Felipe caminó con parsimonia hasta el lugar y Aurelio Valverde se sobresaltó cuando lo vio pasar por el umbral de la puerta de su comedor vestido con un traje entero negro, como si estuviera en un funeral.
–¡¿Felipe Herráez?¡–Exclamó Aurelio intentando ponerse de pie, pero uno de los hombres que iban con la cara tapada con un pasamontaña pegó el cañón de la pistola a su cabeza para que volviera a sentarse.
–Herráez no, esta noche soy un Oliveira, mi querido Aurelio, pero no he venido por ti. – Habló Felipe dando la vuelta a la mesa mientras que las dos mujeres que estaban allí sentadas lo miraban asombradas. –¿Verdad que no estoy aquí por tu padre, Adela? –Preguntó y la periodista levantó la cabeza para mirarlo.
–¡No sé de qué estás hablando Felipe! –Exclamó Adela mirando a su padre, porque no quería confirmar delante de él que se había metido en la boca del lobo, ya que tenía el conocimiento del porque estaban en su casa.
Adela sabía que todo el asunto de las imágenes había sido descubierto y Julia ya era considerada inocente. Ella estaba dispuesta a desmentir y desprestigiar cualquier persona que intentará contar la verdad sobre las imágenes de Julia, pero no contaba con la existencia de un video completo de lo sucedido con la chica en Buenos Aires y cuando entraron en su casa entendió que habían ido a por ella.
–Estoy aquí Adelita por tu poca eficiencia como periodista, por haber traído a mi casa unas maldit*as fotos sacadas de contexto, para joder a Hugo. –Escupió Felipe mirándola asqueado.
–No le hagas nada a mi niña, te lo pido por favor. Adelita a veces tiene problemas con su personalidad, ya lo sabes Felipe, no tiene conciencia de las cosas que hace. La conoces desde que eras un niño. –Suplicó Angela la madre de Adela mirándolo angustiada.
–Tranquila señora, no estamos aquí directamente por tu hija, sino que por el cabrón que no ha sabido darle un par de nalgadas. –Habló Eros entrando al salón mirando todo el panorama y se acercó a la mesa mirándola detenidamente, como si estuviera buscando algo. ¿Esto es tortilla de patatas con chorizo? –Preguntó mirando a Angela que frunció el ceño sin entender porque hacía aquella pregunta, pero cuando lo vio levantar el arma en su dirección asintió con nerviosismo y Eros agarró un trozo de la tortilla y se lo llevó a la boca haciendo una mueca de placer. –¡Por mi madre, esto está buenísimo, traerme al cocinero! –Ordenó y uno de sus hombres se fue directo a la cocina.
Eros paseaba por el comedor como mirando todo, mientras que seis de sus hombres estaban posicionados en lugares estratégicos del salón, como si fueran estatuas y Felipe estaba sentado en una de las sillas de la mesa con las piernas cruzadas, sin apartar la vida de Adela mirándola asqueado, cuando el hombre regresó de la cocina con la cocinera que estaba temblando.
–Eros…–Intentó hablar Aurelio, pero Eros lo miró con reproche.
–¡¡Cállate joder, que estoy en medio de una negociación importante¡¡–Exclamó Eros apuntando con el arma en la dirección del hombre y después se llevó el cañón de la pistola a su propia cabeza como si le doliera. –¿Tú has cocinado este manjar? –Preguntó Eros mirando a la mujer que asintió nerviosa. –A partir de ahora trabajas para mí, te pagaré el doble…no, no, el doble no…te pagaré el triple de los que ganas aquí. Ahora ve a preparar tus maletas que te vienes conmigo a Galicia. –Ordenó y la mujer se fue a las habitaciones de los empleados para hacer lo que Eros le había ordenador sin protestar. –Ahora sí, ¿En qué estábamos? – Preguntó colocando el cañón de la pistola debajo de su barbilla pensativo. –¡Ah ya me acuerdo! Quiero que firmes esta mierd*. –Ordenó mientras que uno de sus hombres tiró sobre la mesa delante de Aurelio una carpeta con varios documentos. –Venderás a uno de mis socios, el cuarenta por ciento de tus acciones, de tu adorado imperio informativo.
–¡¡Yo soy el dueño del cuarenta y uno por ciento de las acciones!!–Exclamó el hombre mirándolo extrañado.
–¿Y? Yo solo te he dicho el cuarenta, ese uno te lo dejo, los números impares no me gustan, ¿sabes? Tengo una manía con esto –Habló Eros con indiferencia encogiéndose de hombros.
Aurelio levantó cabeza estupefacto mirándolo y después abrió la carpeta quedándose boquiabierto al ver lo que Eros le estaba ofreciendo por sus acciones, aunque ya era un absurdo querer comprarlas, aquella cifra era mucho más, era indignante, sería su ruina.
–¡¡¿Te has vuelto loco Oliveira?!! Hasta el traje más barato que tengo en mi closet vale más de lo que me estás ofreciendo. –Se indignó el hombre y Felipe caminó hasta él.
–Me importa una m***a si te parece poco, fírmalo de una buena vez o te aseguro que esto no terminará bien. Ahora quiero ver que hará tu hijita sin el poder de papi, cuantas vidas volverá arruinar sin tener el respaldo de tu nombre. –Murmuró Felipe apretando los dientes mirándolo y Aurelio se giró para mirar a su hija que intentaba por todos los medios mantener la compostura.
–¿Qué le hiciste Adela, para qué nos esté haciendo esto? – Preguntó Aurelio mirando a su hija enojado.
–Lo único que hice papá fue abrirle los ojos sobre la mujer que tenía en su vida y su amiguita, pero al parecer descubrir que solo fue utilizado otra vez lo ha dejado cie…
–Por su culpa la sangre de un Oliveira se ha derramado, porque ahora mi hijo está muerto por sus cochinas mentiras. ¡¡Mi mujer estaba embarazada y ahora nuestro hijo ya no existe, todo porque tu niña psicópata se ha obsesionado con un hombre!! – Habló Felipe golpeando la mesa furioso y Adela ahogó un grito mientras que su madre comenzó a llorar desesperada.
–¡¡Si no te callas por un minuto te callaré por el resto de tu vida, porque ya me estás estresando!!–Vociferó Eros colocando el arma en la nuca de Angela Valverde, que comenzó a temblar tapándose la boca para no volver a hacer ningún ruido. –Agradece que mi primo venga aquí solamente para comprar tus acciones. –Habló acercándose a Aurelio apuntándole con el arma y continuó. –Si fuera por mí te explotaría los huevos para certificarme de que no vuelvas a utilizarlos para fabricar mier*as como esta. – Y apuntó el arma en la dirección de Adela que miraba todo atónita.
–No es tan simple, tengo acuerdos y varios contactos importantes Eros, no pueden destruirme así de repente. –Afirmó Aurelio nervioso y la expresión tranquila que Eros había mantenido hasta ese momento desapareció dando lugar a la ira.
–Puedo hacer mucho más que esto, ahora mismo si quiero puedo llenar tu jardín con cadáveres de varias mujeres y llamar a la policía denunciándote o también puedo matar a todos y nadie desconfiará ya que todo el mundo sabe los tratos que tuviste con el grupo terrorista ETA, entonces esto no pasará de una venganza, en menos de un mes se olvidarán de ti y más de uno agradecerá tu muerte. ¡Ahora firma! –Ordenó Eros y Aurelio comenzó a firmar cada una de las hojas con las manos temblorosas, en ellas se iba todo el esfuerzo de su trabajo, allí estaba perdiendo todo.
Cuando terminó de firmar Eros agarró la carpeta de las manos de Aurelio y le palmeó el hombro como si quisiera darle ánimos. Felipe se acercó al padre de Adela y ordenó que uno de los hombres le entregará un arma cargada.
–Sabes perfectamente lo que pasará contigo cuando todas las personas a las que has hundido la vida sepan que ya no eres nadie, así que hazte el favor. – Murmuró y los dos primos abandonaron la mansión.
Antes de subir a la camioneta escucharon el sonido seco de un disparo y el grito de las dos mujeres que se habían quedado allí, presenciando los últimos momentos de Aurelio Valverde, el que había sido uno de los hombres más corruptos del país.