–Llevan un mes detrás de ella papá, un mes entero y hasta ahora nada. –Se quejó Hugo mirando por la ventana de su despacho.
–¡Debes tener paciencia hijo! Has contratado a los mejores detectives privados, alguno de ellos dará con el paradero de Julia, debes tener fe. –Intentó consolarlo Diego, pero Hugo ya estaba perdiendo las esperanzas, era como si Julia se hubiera esfumado de la noche a la mañana, como si jamás hubiera existido
–Papá no las encuentran por ningún lado y lo más raro es que todo indica que no han salido del país. No es posible que casi diez detectives que están detrás de ella no la hayan podido encontrar, la península ibérica no es tan grande. –Habló Hugo con un tono triste y Diego bajó la cabeza, pensativo.
–¿Cómo ha quedado lo de Tony? –Preguntó Diego con curiosidad y solo con pronunciar el nombre del jugador sentía su estómago revolverse.
–No puedo denunciarlo porque solo Julia puede hacerlo, no puedo matarlo porque iría a la cárcel y estando encerrado no podría encontrar a mi mujer, así que hasta a ahora no le ha pasado nada ese infeliz. Me hierve la sangre saber que ese miserable está libre después de lo que le hizo a mi mujer. –Escupió Hugo con rabia golpeando la mesa con el puño.
–¿Cuál es la posición de Palacios en todo esto? ¿Lo va a proteger? –Preguntó Diego y Hugo negó con la cabeza.
–Según me ha dicho no renovarán su contrato y me ha pedido que no le haga nada.
–Déjame adivinar, ¿Para no afectar su bolsillo? –Espetó Diego sirviéndose una copa de whisky.
–¡Por más increíble que parezca, esta vez no! –Afirmó Hugo sentándose en la silla de su escritorio y Diego frunció el ceño mirándolo. – Su mujer se ha enojado mucho cuando se ha enterado de lo que le sucedió a Julia en una gala organizada por ella, Fernando me ha contado que Esther se siente muy culpable y que está dispuesta a ayudar en lo que haga falta en la investigación, pero me ha dicho que no haga nada por ahora, para no poner a Tony sobre aviso. No piensa renovar su contrato y cuando Julia aparezca y le ponga la denuncia Tony podría intentar escapar. Así que estoy de manos atadas papá. –Habló con la voz rota porque la impotencia que sentía lo estaba matando poco a poco. –¿Y cómo ha quedado lo de Juan Manuel?
–Con Julia desaparecida no podemos ponerle la denuncia adecuada al periodista que soltó la falsa noticia sobre ella, pero Juan Manuel si ha podido denunciarlo por utilizarla su investigación sin su autorización. Ese periodista ha perdido por completo la credibilidad y la emisora tendrá que pagarle una fortuna a Juan Manuel. –Contó Diego y Hugo sonrió con satisfacción, por lo menos algo había salido bien.
–¿No han contado de dónde sacaron la información? ¿Quién les ha entregado aquellas fotos?
–No hijo, el periodista sigue afirmando que esas imágenes aparecieron sobre su mesa una mañana, que entró a su oficina y allí estaban, como si hubieran caído el cielo. –Contestó Diego negando con la cabeza, era increíble que no pudieran llegar a los culpables de todo aquello. – Sabemos que Felipe tuvo acceso a esas imágenes antes de que salieran en la televisión, él sabrá algo.
–No me interesa saber nada de Felipe papá, el daño que nos hizo a los cuatro ya está hecho y ahora mismo estará hundiéndose en el remordimiento. A partir de ahora tú serás mi representante, y ya veré más adelante que pasará con los negocios que tenemos en común. –Habló Hugo con tristeza, ya que para él era muy difícil aquella situación. Felipe era su mejor amigo, su hermano y jamás se imaginó que lo engañaría de aquella forma.
Hugo se estaba sirviendo una copa cuando alguien tocó la puerta del despacho y los dos se giraron hacia la puerta para ver quién era, y vieron rostro de Mercedes asomarse en la puerta anunciando que uno de los detectives que había contratado Hugo estaba allí para verlo. Hugo asintió y lo mandó pasar.
Un hombre alto de cabeza rapada con barba entró por la puerta caminando con seguridad y saludó tanto a Hugo como a su padre con todo el protocolo antes de comenzar a hablar.
–¿Has encontrado algo Ernesto? –Preguntó Hugo cruzándose de brazos, mirando fijamente al hombre que estaba delante de él, que era casi de su mismo tamaño.
–¡Tengo una información muy importante sobre su prometida! –Anunció el detective y se quedó callado sin saber si debería continuar o no, ya que era una información muy delicada.
–¡Habla por el amor de Dios! ¿Qué has encontrado sobre Julia? ¿Ya sabes dónde está mi mujer? –Preguntó Hugo con expectación, pero el hombre negó con la cabeza.
–No di con su paradero todavía, pero descubrí algo sobre ella que me imagino que será de suma importancia para usted. –Aseguró el hombre y Hugo le hizo un gesto con la mano para que continuará, entonces Ernesto decidió explicar desde un principio para que Hugo entendiera todo. – Contacté con los pocos conocidos que tenían las tres mujeres aquí en Madrid, y una de las amigas de la madre me comentó que le había conseguido a Julia un trabajo provisional en un centro comercial, como limpiadora. No había encontrado nada sobre ese trabajo en mis investigaciones y cuando llegué al centro comercial entendí el porqué. No le hicieron un contrato a la chica y no duró más de una semana trabajando en ese lugar.
–¿Te han dicho el por qué no duró tanto tiempo en ese trabajo? –Preguntó Hugo con nerviosismo y el hombre asintió.
–Una de sus excompañeras me contó que…bueno…–El detective respiró profundamente pensando en la mejor formar de contarle a Hugo lo que había descubierto.
–¡TERMINA DE HABLAR ERNESTO! –Ordenó Hugo y el hombre tragó en seco porque no era algo fácil de contar.
–Esa señora me contó que la echaron del trabajo cuando se enteraron de que estaba embarazada. –Contestó el hombre y Hugo se puso pálido.
–¿Estás seguro de esto? –Preguntó Diego asombrado y el hombre asintió.
–La mujer me contó que ella misma fue la que le compró la prueba de embarazo para su prometida y que estaba con ella cuando se la hizo, entonces sí, Julia Rivarola está embarazada.
Hugo sintió que el mundo se le caía encima y su padre se acercó a él para sostenerlo, porque parecía que estaba a punto de derrumbarse. El detective se despidió de ellos y se marchó para darles privacidad, seguro de que, para el futbolista aquella no sería una noticia fácil de asimilar.
–¿Embarazada?… No, no, no …Dios mío…Julia está embarazada. –Balbuceó Hugo llevándose las manos a la cabeza, aturdido.
Su mujer estaba embarazada y él no tenía ni idea de donde podrían estar. Hugo caminó de un lado a otro por el despacho mientras que su padre intentaba consolarlo. Él recordó lo que le había intentado hacer la última vez que la vio y un gruñido de dolor salió de su garganta, quería enterrarse vivo en aquel momento por haber intentado hacerle daño a su mujer embarazada.
La imagen de Julia asustada y nerviosa le vino a la cabeza, el estado en el que la había dejado sola en aquel departamento y entonces recordó lo peor. Hugo pensó en Kelly que había abortado el bebé que esperaba de Felipe y que si ella lo había hecho a lo mejor…
–¡¡NOO!!NO, NO, NO, NO DIOS, ¡¡NO!!–Se desesperó Hugo y Diego intentó por todos los medios consolar a su hijo, pero era imposible.
Hugo pensó en todo lo que había pasado, en cómo había tratado a su mujer, y que todo hubiera sido diferente si le hubiera dado una oportunidad para explicarse y ahora la había perdido y no sabía si su hijo estaba vivo o no.
Hugo sintió que lo había perdido todo, lo más bonito que había llegado a tener en su vida, lo perdió…lo perdió por una mentira, por ser tan estúpido de creer en algo que no era cierto, una mentira que salió de la boca de una de las personas que más confiaba en el mundo.
–Felipe. –Murmuró Hugo apartándose de su padre, saliendo a prisas del despacho.
Diego intentó seguirlo, pero cuando llegó a la entrada Hugo ya estaba arrancando el coche abandonando la mansión como si estuviera huyendo del mismísimo diablo, aunque en verdad su intención era buscarlo para molerlo a golpes.
Hugo pasó por la entrada del edificio de Felipe y el portero que lo conocía no puso ningún impedimento cuando lo vio subir. Él golpeó la puerta de Felipe como un toro furioso dispuesto a tirarla abajo si fuera necesario. Sabía que Felipe no había salido de casa desde hacía semanas después de que se habían enterado de toda la verdad, qué solo se dedicaba a escribirle mensajes pidiendo perdón, uno que jamás llegaría a obtener.
Cuando Felipe abrió la puerta Hugo vio una imagen de su amigo que en otro momento le hubiera partido el alma en dos, pero solo sintió satisfacción de verlo tan destruido, demacrado, descuidado y todo lo que seguía después. Hugo entró al departamento mientras que Felipe lo miraba con los ojos llenos de esperanza.
–Hermano, no sabes cuánto me alegra verte. –Murmuró Felipe con la voz cansada y Hugo se giró parar mirarlo, entonces Felipe pudo ver toda la ira que cargaba su amigo en la mirada.
–¡Julia estaba embarazada! –Gruñó Hugo apretando los dientes y Felipe abrió mucho los ojos, sorprendido.
–Hugo yo no tenía ni…
Hugo le propinó un puñetazo tan fuerte que Felipe no pudo sostenerse y cayó al suelo, ya que llevaba días sin alimentarse bien, viviendo a penas del alcohol que se había convertido en su mejor amigo.
Con cada golpe que le daba una lágrima caía de los ojos de Hugo, que gruñía con rabia mientras pegaba a su mejor amigo, hasta que hubo un momento en que su corazón no pudo soportarlo más y se apartó de él.
–¡¡NI SIQUIERA PUEDO MATARTE CÓMO ME GUSTARÍA MALDI** INFELIZ!!–Exclamó Hugo y rugió con frustración mientras que Felipe se apoyaba en el respaldo del sofá intentando levantarse.
–Hugo…yo daaría…lo que fuera…para cambiar lo que hice…lo siento hermano, lo siento mucho. –Intentó hablar Felipe y Hugo se acercó a él agarrándolo de la camiseta.
–Perdí a mi mujer y a mi hijo, los perdí a los dos por mi estupidez, por ser tan ciego. Esto jamás me lo perdonaré y tampoco te lo voy a perdonar por haberme engañado. Ahora mismo te odio con todas mis fuerzas y me encantaría destruirte, pero me doy por satisfecho de ver que estás muerto en vida, y que cargarás para siempre con la culpa de saber que tu hijo está muerto por tu culpa maldi***miserable. –Gruñó Hugo soltándolo con brusquedad dejando a Felipe solo en la oscuridad de aquel departamento, en la pesadilla que él mismo había creado y que no había una forma de despertar, solo le quedaba hundirse en la miseria.