Julia salió del metro agarrada de la mano de Aurora y Kelly que la habían acompañado para darle apoyo. Abraham estaba esperando por ellas caminando de un lado a otro delante de la entrada del Westin Palace ansioso por aquel encuentro y por un deseo extraño de ver a Julia otra vez.
–Hola Abraham. –Lo saludo Julia con una sonrisa tímida. En las dos veces que habían hablado por teléfono el policía le había transmitido mucha seguridad y parecía ser una buena persona.
–Me alegro de volver a verte Julia. –Contestó él con una bonita sonrisa mirándola a los ojos y después levantó la mirada para saludar a las otras mujeres que estaban detrás de Julia. –La Duquesa está esperando por vosotras, ella se imaginaba que no te presentarías aquí sola.
–No pensaba dejar a mi niña sola en esto, estamos aquí para apoyarla en todo lo que haga falta. –Afirmó Aurora con seguridad acercándose a Julia, que le sonrió y Abraham asintió invitándolas a entrar.
Las tres caminaron detrás de Abraham que iba delante para guiarlas hasta la suite de la Duquesa, donde ella ya estaba esperando para conocer a su nieta con expectación.
–¿Es cosa de mi cabeza o el “ojitos” no aparta la mirada de ti? –Preguntó Kelly viendo como Abraham se giraba de vez en cuando para ver a Julia.
–¿Ojitos? –Susurró Julia mirándola con curiosidad.
–Es que pone “ojitos” cada vez que te mira, ya sabes como si estuviera deslumbrado. –Murmuró Kelly encogiéndose de hombros y Julia negó con la cabeza porque no tenía cabeza para ese tipo de cosas y tampoco se imaginaba a un hombre como Abraham interesado en ella.
Cuando llegaron a la puerta de la suite Abraham entró y la abrió apartándose del medio para que ellas pudieran pasar. Kelly y Aurora entraron primero, pero Julia se detuvo en la entrada pensativa. Tenía miedo de cruzar el umbral de aquella puerta porque sentía un cierto temor a saber la verdad sobre su madre y lo que tuvo que haber pasado para querer abandonar su propia familia. Entonces Kelly la miró y la animó a pasar.
Madre e hija se sentaron en el sillón que había en la habitación, pero Julia eligió quedarse de pie mirando por la ventana que estaba abierta. Sentía una enorme ansiedad en aquel momento, tanto que hasta le costaba respirar mientras que Abraham estaba de pie cerca de ella.
Cuando Julia escuchó la puerta de la habitación principal abrirse, sabía que era ella, su abuela. Detrás de ella estaba una parte de su historia y le daba miedo girarse para enfrentarla, pero cuando escucho aquella voz tan dulce decir su nombre todo el miedo desapareció.
–Julia…–Habló María Eugenia acercándose a su nieta que se giró despacio para mirarla.
En lo primero que se fijó la chica fue en el enorme parecido que tenían y María Eugenia percibió lo mismo, que en persona era todavía más parecida a ella. Las dos tenían la mirada acristalada y cuando María Eugenia se acercó a Julia, ella retrocedió como si estuviera asustada. Julia recordó por un momento como reaccionaba su madre cada vez que ella preguntaba por su familia, y la tristeza tan grande que había en sus ojos cuando pensaba en ellos.
–Cariño soy tu abuela. –Murmuró María Eugenia al ver como Julia retrocedía. –No tienes por qué dudar, soy la madre de Sonia.
–No lo dudo, pero antes de cualquier cosa necesito saber algo. ¿Quiero saber por qué mi madre os abandonó? ¿Por qué dejó todo atrás? ¿Por qué no quería saber nada de vosotros? –Preguntó Julia mirando a su abuela a los ojos, pero María Eugenia bajó la mirada avergonzada.
–Yo le pedí que se fuera sin mirar hacia atrás y que se olvidará de todo para poder ser feliz. –Murmuró María Eugenia con la voz rota y Julia la miró intrigada.
–Mi madre jamás me ha hablado de ti, no sabía que existías. –Habló Julia con tristeza y María Eugenia dio un paso tentativo hacia ella y al ver que la chica no volvió a alejarse se atrevió a agarrar su mano con suavidad. –Dame una oportunidad para explicarte todo lo que ha pasado y también para conocernos. Tú eres lo único bueno que me queda en esta vida, un regalo precioso que me ha dejado mi Sonia. –Explicó con mirándola con esperanza y Julia asintió caminando con ella hasta un sillón, donde se sentaron lado a lado.
María Eugenia le contó a su nieta toda la verdad sobre su familia y Julia la escuchó atentamente al igual que Aurora y Kelly que estaba impresionadas.
Con cada cosa que María Eugenia contaba sobre su hija provocaba en Julia una reacción diferente, hasta Kelly se sentó a su lado para apoyarla cuando la vio llorar mientras que María Eugenia le hablaba de cómo sus padres se habían conocido.
–No puedo creer que mis padres escaparon para vivir un amor prohibido, esto parece un cuento sacado de un libro. –Se rio Julia limpiándose las lágrimas.
–¡Pero así fue cariño! Tú madre se enamoró perdidamente de Gonzalo y por él decidió dejar atrás la cárcel disfrazada de” hogar feliz” en la que vivíamos. –Afirmó María Eugenia. –Me imagino que fue muy feliz al lado de tu padre. –Habló con la voz rota pensando en la felicidad de su hija el día que tomó la decisión de agarrar una pequeña mochila para irse con Gonzalo que la fue a buscar en el palacio enfrentándose a Jerome que había hecho de sus vidas un infierno mientras cuando estaban en España.
–Fueron muy felices, puedes estar segura de eso. Ellos me enseñaron lo que es el amor, pero se olvidaron de contarme que ellos eran de los afortunados. –Murmuró Julia con tristeza pensando en Hugo y su abuela agarró una de las manos que ella movía con nerviosismo sobre su regazo.
–Estoy enterada de todo lo que has vivido con ese jugador de fútbol cariño, las imágenes…
–No es cierto lo que dicen, yo no soy una prostituta. –Habló Julia mirando a su abuela directamente a los ojos.
–Yo mismo revisé las imágenes, son verdaderas. –Afirmó Abraham mirándola con curiosidad porque estaba esperando justamente ese momento, quería saber que había detrás de aquellas fotos ya que su instinto le decía que no eran del todo ciertas.
–Cariño porque no nos cuentas que ha pasado en ese lugar, nadie aquí te va a juzgar. Sé que a veces por necesidad algunas personas…
–¡No, no, yo no hice eso! –Afirmó Julia con vehemencia y Abraham la interrogó con la mirada, entonces continuó. – Yo había ahorrado dinero para viajar a España para vivir con Aurory y con Kelly, pero entonces mi tía falleció y yo tuve que hacerme cargo de todos los gastos de su entierro. Tuve que utilizar los ahorros que tenía. –Murmuró y bajó la cabeza apenada. –Podía trabajar y ahorrar lo que faltaba, entonces apareció un sobrino lejano de mi tía diciendo que había heredado la casa pequeña casa en la que vivíamos. Él me dio unos días para irme de y aparte de eso también tenía cosas por pagar del entierro.
–¿Por eso aceptaste trabajar en aquel antro? –Indagó Abraham.
–Sí, pero no como te imaginas. –Afirmó Julia frunciendo el ceño. –Una compañera de la Universidad me ofreció trabajar allí como camarera. Pagaban bien y en menos de un mes conseguiría el dinero que me faltaba para comprar el billete de avión, pero en la primera noche un hombre repulsivo intentó tocarme y me defendí. –Afirmó Julia disgustada recordando aquella noche. –Yo no sé como han sacado esas fotos, pero fue de ese momento, y bueno cuando amenacé con llamar la policía ese hombre se enojó mucho, al parecer ya tenía muchos problemas y no quería uno más. El dueño del lugar me pagó un mes entero sin haberlo trabajo y me dijo que si no desaparecía terminaría muy mal por buscar problemas con un hombre tan poderoso. –Contó todo y Abraham hizo una mueca de asco, no había nada que odiará más que los políticos corruptos. –Yo te lo juro, jamás en mi vida me he vendido a nadie.
–No me lo tienes que jurar cariño, hasta en esto te pareces a tu madre, tu mirada me lo dice todo. –Afirmó su abuela mirándola con ternura. –Ahora que todo está aclarado, quiero pedirte una cosa. –Pidió con una mirada llena de esperanza y Julia asintió. –¿Puedo abrazarte?
Julia la miró con los ojos acristalados y se lanzó a darle un abrazo a su abuela que la envolvió en sus brazos con alegría. Hacía años que Julia no se sentía tan protegida en los brazos de alguien a acepción de Hugo. Las dos se abrazaron como si no quisieran volver a separarse nunca más, por fin estaban juntas seguras de que jamás volverían a sentirse solas.
Después de varias horas contando anécdotas sobre Sonia, de recordar tantos momentos de felicidad y de tristeza Julia se puso de pie para sacar de su bolso una foto de la boda de sus padres para enseñársela a su abuela y se mareó perdiendo el equilibrio. Abraham llegó hasta a ella rápidamente y la sujetó pegándola a su cuerpo. María Eugenia se levantó preocupada al igual que Aurora para ver si estaba bien.
–Dios mío cariño, ¿te encuentras bien? –Preguntó María Eugenia acercándose a su nieta para ayudarla a sentarse y Aurora agarró un vaso con agua que había sobre la mesita para dárselo.
–Estoy bien, no se preocupen. –Murmuró Julia apenada bajando la mirada y María Eugenia llevó la mano hasta la barbilla de su nieta para subirle la mirada.
–Cariño, ¿de verdad estás bien? Siento que hay algo más. –Preguntó su abuela preocupada y Julia se giró hacia Aurora que asintió con la cabeza incentivándola a hablar.
–Estoy embarazada. –Habló Julia con la voz rota y María Eugenia se quedó boquiabierta.
–¿Ese bebé es de Hugo Torres? –Preguntó Abraham mirándola fijamente y Julia asintió. – ¿Ha sido tan miserable de abandonarte embarazada? –Volvió preguntar enojado.
–No, Hugo no sabe que estoy embarazada y tampoco quiero que lo sepa. Además, creo que ni siquiera me creería si le llego a contar que este bebé es suyo. –Afirmó Julia mirando a su abuela que volvió a dirigir su mirada hacia Abraham.
–Cuando la prensa se entere que estás embarazada no te dejarán en paz y por más que quieras, no podrás ocultar esa criatura del futbolista. –Habló Abraham con seriedad y Julia lo miró preocupada.
–Yo no quiero que lo sepa, sobre todo ahora con todo lo que están diciendo sobre mí. –Habló Julia con angustia y su abuela intentó consolarla.
–Esto no lo es todo, cuando descubran que eres la próxima Duquesa de Lugo este escándalo será todavía mayor. –Aseguró Abraham mirando a María Eugenia con preocupación y ella se quedó pensativa, porque sabía que su niño tenía razón.
–Pero yo no quiero ser Duquesa, no me interesa el titulo ni nada, solo quería conocerte y saber algo más sobre mi mamá. –Habló Julia mirando a su abuela preocupada y María Eugenia acarició su rostro suavemente.
–Cariño infelizmente el título es una obligación con la que tendrás que cargar por ser mi nieta. Siento mucho que sea un problema más en tu vida. –Murmuró María Eugenia y Abraham pensando en algo.
–Ese titulo en verdad puede ser su salvación. –Habló Abraham con la mirada perdida y las cuatro mujeres lo miraron con curiosidad. – Ahora que eres parte de la familia Martínez de Irujo debes asumir tu lugar.
–Y con esto un nuevo nombre, una nueva identidad, una nueva posición social. –Continuó María Eugenia entiendo lo que quería decir Abraham.
–Entonces será todavía más conocida y aunque cambie su nombre, no podrá cambiar su cara. –Afirmó Aurora mirando fijamente a María Eugenia.
–Pero cuando se enteren de que Julia Rivarola y la futura Duquesa de Lugo son la misma persona ya será demasiado tarde. –Habló María Eugenia compartiendo una sonrisa satisfactoria con Abraham.
–Porque para ese entonces no será solamente la futura Duquesa de Lugo, sino que también familia del Rey de España, serás intocable Julia. –Afirmó Abraham con vehemencia.
–Aquí no podemos actuar con tu nombre en casi todas las portadas de la prensa rosa. –Habló María Eugenia mirando a su nieta y Julia la miró extrañada.
–¿Qué me quieres decir con esto? –Preguntó Julia sin entender nada viendo en la cara de Aurora y Kelly que ellas estaban iguales.
–¡Vámonos a Francia, todas! – Exclamó María Eugenia con entusiasmo y Kelly la miró asombrada mientras que Aurora negó con la cabeza.
–Duquesa yo no…
–Llámame María Eugenia por favor, Aurora. Las formalidades no son necesarias entre familia. –Afirmó y Aurora se sonrojó por escuchar esas palabras de una duquesa.
–Bueno María Eugenia, amamos a Julia, pero no queremos ser una carga para ti, sobre todo ahora que Kelly también está embarazada. –Habló Aurora apenada y María Eugenia se quedó boquiabierta por unos segundos, pero entonces decidió que ese era un motivo todavía más poderoso para ayudarlas.
–Tú has querido y protegido a mi nieta como si fuera tu hija Aurora, por favor te lo pido, permíteme hacer lo mismo por tu niña. Ahora mismo con estos bebés en camino, las dos necesitan tranquilidad y yo les puedo brindar esto y mucho más. –Aseguró agarrando la mano de Aurora para reconfortarla y la mujer miró a su hija que estaba abrazada a Julia, era evidente que las dos no querían separarse. –¿Entonces qué me dices, nos vamos a Francia?